sábado, 16 de noviembre de 2024

La balanza de nuestras obras en el día del juicio

 



"El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala."

 

Eclesiastés 12:13-14

 

El concepto popular

 

Es común que el día del juicio final sea asociado a una balanza que pesa nuestras buenas y malas acciones. Si las acciones buenas superan a las malas en peso, entonces nuestro destino sería la gloria eterna, al revés, si las acciones malas pesan más que las buenas, entonces tendríamos nuestra parte en el infierno. Aunque esta descripción pueda parecer algo simple, la Palabra de Dios afirma claramente que nuestras obras serán evaluadas en aquel día (1° Co 3:13-14).

 

De acuerdo a esto, parece que el juicio de Dios sería fácil de aprobar, ya que sólo los rematadamente malos tendrían condena, la mayor parte de los hombres somos más o menos inofensivos. En general todos nos movemos en un nivel promedio, hacemos algunas cosas en beneficio de otros evitando hacer daño innecesario. Incluso los delincuentes comunes podrían justificar su conducta apelando a la pobreza o a la falta de oportunidades. En general esta es la mecánica del juicio que domina en la gente, producto de la influencia del catolicismo romano en la cultura.

 

Lo que enseña la Biblia

 

Creo que la Biblia permite la metáfora de la balanza para describir el juicio final, pues cada ser humano será juzgado por sus obras, tanto de lo bueno como de lo malo que haya hecho, tal como lo declara Eclesiastés. Sin embargo, hay dos aspectos que se deben tener en cuenta: 

 

1. En la Biblia cualquier pecado cometido no sólo afecta a otra persona, sino que siempre es una ofensa contra Dios, aunque no haya tenido por propósito ofender a Dios. Además, como Dios es un ser infinito en poder, santidad, justicia, amor, entonces una ofensa contra él adquiere una gravedad también infinita, no tanto por la naturaleza de lo cometido, sino por la dignidad y valor de quien hemos ofendido. 

 

"Porque yo reconozco mis rebeliones,

Y mi pecado está siempre delante de mí.

Contra ti, contra ti solo he pecado,

Y he hecho lo malo delante de tus ojos;

Para que seas reconocido justo en tu palabra

Y tenido por puro en tu juicio." 

(Sal 51:3-4)

 

¿Qué implicancia tiene esto para nuestra balanza? Significa que el plato donde se depositan las malas obras queda cargado con un peso infinito (por haber pecado y ofendido al Dios infinito), mientras el de las buenas obras alcanza un peso similar al de una pluma (nuestras buenas acciones no valen nada, somos seres finitos). Esta es la oscura situación judicial de todos los hombres ante Dios, pues todos hemos pecado: "Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno" (Rm 3:12). 

 

2. Necesitamos cumplir con la totalidad de los preceptos de la ley de Dios, si se falla en un solo punto de la ley, se falla con la ley completa: "Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas(Gal 3:10). Por ejemplo, si usted ha mentido al menos una vez en su vida, ha transgredido la ley en su conjunto, no solo el mandamiento contra la mentira (Ex 20:16).

 

La única opción para compensar el peso de la maldad

 

La balanza del hombre siempre tendrá el plato de las obras negativas cargado con un peso infinito, siempre. Imagine el universo completo, el cosmos, el que según la ciencia se expande a una velocidad mayor a la de la luz, transformado en una roca, y esa misma roca puesta en el plato de las malas obras de nuestra balanza. ¿Qué puede hacer un hombre para compensar ese peso infinito de maldad en contra? Para los hombres resolver esto es imposible, pero para Dios todo es posible (Mt 19:26).

 

La única salida a esta situación angustiante está en la fe. La vida perfecta, crucifixión y resurrección del Señor Jesucristo -el cual siendo Dios también es infinito- elimina completamente la "roca gigantesca" puesta en el plato de obras malas de la balanza del cristiano, pues Cristo cargó con ese mismo peso infinito de maldad en la cruz, lo sufrió y lo anuló por completo. Por otro lado, la perfección, santidad e impecabilidad del Salvador se ponen en el plato de buenas obras, por lo que nuestra balanza se inclina positivamente con un peso infinito. Por mérito nuestro, no, gracias a Cristo, sí. 

 

   

jueves, 31 de octubre de 2024

La promesa del diablo: salud, dinero y amor

 



Trabajo y dinero

 

Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. 

 

Job 1:9-10

 

La prosperidad material es uno de los mayores intereses del hombre y Satanás lo sabe. La idea que malévolamente transmite el enemigo es que Job sirve a Dios en la medida en que Dios bendice el trabajo de sus manos. No hay milagro ni nada destacable en Job, hasta el más vil de los seres humanos se pondría en las manos de Dios a cambio de riquezas y abundancia.


La prosperidad material conlleva beneficios muy concretos, visibles, tangibles: una casa más amplia, con mejor jardín, con mejores muebles, dispositivos tecnológicos, automóviles, gastos de placer y un larguísimo etcétera, pero también tiene una dimensión "simbólica", o lo tácito o implícito que conlleva el disponer de recursos en un entorno de seres humanos con muchas carencias. El dinero de inmediato transforma a su poseedor en alguien deseado, respetado y querido. Independientemente de cómo haya conseguido los recursos, el hombre que tiene los medios goza de buena reputación en su círculo: se le quiere, se le invita a todos lados, se le aprecia. La prosperidad material no sólo es más comodidad, sino también una mejor valoración social.

 

Como es sabido, en las iglesias de la prosperidad se suele ponderar a los asistentes en función de sus diezmos, por lo que alguien de buena posición económica gozará de la cercanía y asistencia preferencial de parte de los liderazgos, en desmedro de la gente sencilla, los que normalmente son ignorados por estas "congregaciones de santos".  


Salud y amor

 

Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; más guarda su vida.

 

Job 2:3-6

 

Probablemente el área más importante para un ser humano es la salud. Como es lógico, la valoración de la salud es mayor en personas que han padecido alguna enfermedad y no tanto en los que siempre han estado sanos. Por lo tanto, una buena salud es una recompensa más que suficiente para movilizar a alguien enfermo o con un familiar cercano postrado. 

 

Ahora bien, desear una buena salud no es algo malo en sí mismo, la misma Palabra de Dios recomienda buenos hábitos alimenticios para no propiciar las enfermedades o el deterioro del cuerpo. Sin embargo, en la actualidad la buena salud ha convertido al cuerpo humano en un ídolo al que se le debe adoración. Los cánones instalados por la cultura contemporánea establecen lo que es bello y en qué medida estamos lejos o cerca de esa definición.

 

Por otro lado, la salud mental también es un bien preciado. Depresiones, ansiedades, traumas, temores, angustias, soledad, son afecciones que arruinan la existencia del hombre moderno, incluso en gente que dispone de suficientes recursos. Para enfrentar este tipo de problemas usualmente se receta algo mágico: el amor. La promesa del amor romántico es que la gente vivirá una constante e interminable felicidad. 

 

En definitiva, Satán conoce nuestros 3 principales intereses: salud, dinero y amor. La vida se transforma en una lucha permanente por lograr estos 3 grandes objetivos. Esto es algo complejo para los hombres comunes, no es fácil hallar a alguien sano, con medios económicos y exitoso en lo amoroso (todo a la vez). Sin embargo, esta dificultad la resuelve el evangelio de la prosperidad, el cual le promete al hombre que Dios colmará su corazón con buena salud, abundante dinero y amor eterno.  

 

A modo de paréntesis, lo anterior recuerda las áreas temáticas en que los tarotistas o espiritistas televisivos suelen explayarse: salud, dinero y amor. Si usted es una persona reflexiva, se dará cuenta que esto no es una mera coincidencia.

 

El verdadero afán del cristiano

 

No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

 

Mateo 6:31-33

 

En Cristo la situación es radicalmente distinta. Los cristianos no debemos buscar afanosamente las cosas que el mundo promete. El cristiano debiera colmar su deseo y necesidad contemplando a Cristo y el destello de su gloria en el evangelio. El deseo de profundizar en la gloria de Cristo es la búsqueda del reino de Dios y su justicia, lo cual es un tesoro frágil y difícil de hallar, pues requiere de disciplina y vida en santidad, pero una vez que se degusta nos libera de la preocupación por lo que comeremos, beberemos o vestiremos. El evangelio verdadero lleva al ser humano a Cristo, por medio de Cristo mismo. En cambio, en el falso evangelio de la prosperidad Cristo es sólo un medio para conseguir las cosas que desean los gentiles: salud, dinero y amor. 

lunes, 30 de septiembre de 2024

El problema mayor del dispensacionalismo desde mi experiencia

 



La definición "wikipédica" de dispensacionalismo es: "un sistema teológico cristiano evangélico, que afirma que Dios ha empleado diferentes medios de administración de sus planes en diferentes períodos de la historia humana, donde ha demostrado su gracia. Lo distintivo del dispensacionalismo es que sostiene que Israel (como nación) y la Iglesia (como cuerpo de Cristo), no forman un único pueblo de Dios, sino dos pueblos con profecías, promesas y destinos diferentes".

 

Se ha escrito mucho sobre las diferencias entre dispensacionalismo y su variante alternativa principal: la teología de pacto. Quizás en la actualidad la teología de pacto corresponde a la opción minoritaria en relación al dispensacionalismo, el cual se hizo popular hace algo más de un siglo y fue encontrando espacio en prácticamente todas las denominaciones evangélicas al día de hoy. Ahora, bien, este breve escrito no tiene por propósito hacer un examen de ambas teologías bíblicas, sino centrarse en un sólo ámbito, el cual es descrito desde mi propia vivencia.

 

Varias son las objeciones que comúnmente se le hacen a la teología dispensacional, por ejemplo: se dice que tiende al antinomianismo al desechar totalmente la ley de Dios, promueve una incorrecta perspectiva acerca del anticristo al identificarlo con muchas personalidades de las coyunturas históricas, enseña la idea de un rapto que no encuentra consenso en el mundo evangélico ni en la historia de la fe, enseña un retorno del judaísmo al final de los tiempos, promueve una posposición del Reino de Dios al milenio futuro y algunos piensan que promueve una "segunda oportunidad de salvación" en el milenio, espacio temporal donde habrían condiciones para alcanzar la salvación como nunca las ha habido. Sin embargo, lo que quiero tratar en esta oportunidad no tiene que ver con esto.

 

El problema que quiero destacar se le podría calificar como una "consecuencia subyacente" del esquema teológico en cuestión. O sea, no es un objetivo buscado explícitamente, sino que es el resultante de la estructura de los énfasis de la teología dispensacional. Primero mencionaré el problema y luego procederé a argumentar:

 

Problema:

 

En las iglesias de teología dispensacional no se predica a Cristo y este crucificado, o al menos, el tema de Cristo no tiene la preeminencia que le corresponde.

 

Razones:

 

      I.         Las dispensaciones, entendidas como periodos de tiempo caracterizados por una particular relación entre Dios y los hombres, parecen ser tiempos donde los hombres tenían los recursos para gestionar su salvación por ellos mismos y no necesitar de un Mesías venidero.

 

     II.    La Biblia siempre ofrece consejos útiles para enseñar, redargüir e instruir en justicia al hombre de Dios. No obstante, el dispensacionalismo al centrar su atención en las condiciones de determinada dispensación y no en la obra redentora de Aquel que habría de venir, tiende a omitir la relación de los pasajes con el Cristo venidero, enfatizando la moraleja ética o espiritual inmediata. De esta manera, mucha predicación se relaciona con aspectos de la vida cotidiana (matrimonio, finanzas, trabajo, familia), pero poco y nada se vincula con la historia de la redención de la cual Cristo es el ejecutor.

 

   III.       Por la misma razón de compartimentar la historia en periodos definidos, parece que los personajes principales de cada época adquieren una significación mayor a la que la Palabra de Dios les asigna. Me explico, usualmente los estudios sobre personajes eminentes de la antiguedad, como Abraham, Moisés, Samuel o David no hacen mención a su caracter tipológico y se reducen a mostrar un modelo a seguir, muchas veces -probablemente sin querer- haciéndolos similares en grandeza al Señor Jesucristo. Soy honesto, muchas veces admiré más al apóstol Pablo que al mismo Cristo.   

 

   IV.         El Señor Jesucristo no ejecuta el acontecimiento escatológico final en la historia de la redención, sino que sólo protagoniza un evento relevante del porvenir. En efecto, la teología dispensacional enseña que tras la segunda venida de Cristo se instala un reino milenial terrenal, el cual da cumplimiento literal a las profecías que Dios hizo a Israel en el Antiguo Testamento. De esta manera, la "parusía", la segunda venida de Cristo a la tierra, no constituye la máxima satisfacción del deseo humano, sino que sólo forma parte de un encadenamiento de eventos que culminan con la instalación del Templo Hebreo. Se podría decir que ese Templo revivido es más importante que el advenimiento del mismo Dios y Señor Jesucristo.

 

    V.         Lo anterior pone a Cristo como un elemento más de en un engranaje mayor, y al parecer no siempre el más importante. Conocida es la expresión "Israel es el reloj de Dios", o sea, un actor distinto a Cristo, Israel, constituye el elemento clave del devenir de la salvación. El futuro escatológico está trazado para dar a Israel lo que merece y Cristo sólo parece ser una figura funcional a ese propósito. 

 

   VI.         El reino milenial será la extraña época donde el Señor Jesucristo, en todo su esplendor glorioso, tendrá que soportar el pecado de gente que estará ahí, eventualmente viviendo a media cuadra. Para nuestro propósito, lo extraño de esto es que el Señor no parece estar recibiendo la glorificación debida a su majestad, sino que nuevamente aparece como un actor de reparto en una película donde lo relevante está más allá de él.

 

Todos estos elementos los recopilé desde mi vivencia, y hipotetizo que contribuyen a dejar a "Cristo y este crucificado" normalmente abajo del púlpito. Sin embargo, soy cauto, lo planteo sólo como hipótesis.

sábado, 31 de agosto de 2024

Cristo dio por mi sangre carmesí

 



Yo confío en Jesús

y salvado soy,

por su muerte en la cruz,

a la gloria voy.

 

Cristo dio por mí

sangre carmesí,

y por su muerte en la cruz,

la vida me dio Jesús.

 

Todo fue pagado ya.

Nada debo yo,

salvación perfecta da

quien por mí murió.

 

 

Comparto una sección de este maravilloso himno, desconozco su origen y autor. Mencionaré tres características que hacen notable su contenido:

 

I. La alabanza centrada netamente en el Señor Jesucristo. Como se puede observar, en este cántico Cristo crucificado lo es todo y es motivo suficiente para ser adorado por todos los hombres. La confianza en Jesús por parte del hombre es un don de Dios (Ef. 2:8), no algo propio del hombre. Por otro lado, la vida perfecta y muerte del Señor constituyen la "obra única" que nos permite entrar a la gloria de Dios (Rm 4:25).  

 

El ministerio de Pablo consistía básicamente en predicar el evangelio, tanto a judíos como a gentiles. El Evangelio, el testimonio de Dios, se centra en Cristo crucificado pagando la deuda por el pecado de su pueblo y reconciliando a los hombres con Dios. Pablo se propuso no saber algo diferente para entregar a los hombres; "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado" (1º Co 2:2).

 

El mensaje de Cristo crucificado es el único que tiene poder para regenerar al pecador, sólo en el Evangelio hay poder de Dios para salvación (Rm 1:16), no en los argumentos persuasivos ni las experiencias sobrenaturales que el hombre pueda contar. Si la conversión del hombre se debiera a la excelencia de la argumentación humana, entonces la fe cristiana se fundamentaría en la sabiduría de los hombres y no en el poder de Dios (1º Co 2:4-5).

 

La muerte y resurrección del eterno Hijo de Dios fue la única forma de reconciliar a Dios con este mundo caído. La sangre vertida en la cruz, expresión que simboliza su muerte, es la única y excluyente vía de satisfacer la demanda de un Dios justo, obligado a sentenciar y castigar el pecado de la humanidad: "Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras" (1° Co 15:3). 

 

La salvación que recibimos por gracia es perfecta sólo por quien la obró: Cristo. El que no hizo pecado fue entregado como ofrenda, medio de pago por la deuda de nuestro pecado. De esta manera hemos sido justificados en Cristo delante de Dios (2° Co 5:21), liberados de la sentencia eterna del pecado, tenemos como regalo la vida eterna en Cristo Jesús (Rom 6:23).

 

II. Si usted puede notar en el himno, las alusiones a los hombres tales como "yo confío en Jesús" o "Nada debo yo", están claramente puestas en referencia a la obra del Señor. Qué diferencia con los cánticos actuales donde el protagonismo está en los vericuetos de la vida cotidiana, o en los problemas del hombre moderno. En la música actual, el Señor aparece -si es que aparece- como una mera una vía de escape para lograr paz temporal. Como podemos apreciar, este himno legendario hace lo opuesto, la mirada del compositor está en la cruz del calvario y los hombres estamos contemplando, desde nuestras posibilidades, la gloria de Cristo en el evangelio. Los cristianos tenemos la posibilidad -a diferencia de los hombres que viven en tinieblas- de vislumbrar la gloria de Cristo por la fe: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2° Co 4:6).

 

III. La mirada del compositor está puesta en las cosas eternas, no en las de esta vida. No se trata que todo lo que suceda en esta vida sea pecaminoso, pero debido a nuestra naturaleza caída, tenemos esa tendencia a construir castillos de cristal en nuestro andar diario, buscando en esta vida la satisfacción profunda que sólo Cristo puede dar. El Señor Jesucristo señaló: "más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (Jn 4:14). 

 

El himno mira hacia 2 mil años atrás, momento en que cumplido el tiempo, el autor de todas las cosas, en obediencia al Padre, obró en nuestro favor. Cuando Dios decidió el devenir de la historia, determinó que alguien debería tomar el lugar del pecador, recibir su castigo en forma sustituta y salvarlo, el Hijo clamó "Heme aquí, envíame a mí". Gracias a Cristo todo fue pagado, la salvación perfecta y final fue lograda y los cristianos genuinos tenemos una perspectiva de gloria eterna, "a la gloria voy", como dice el himno, en virtud de lo obrado por aquel en quien no hubo pecado. 

 

El himno se centra en la eternidad, en las cosas de arriba, donde el Señor, por medio del apóstol Pablo, nos manda a poner "la mira" (Col 3:1-2).

 

 

sábado, 13 de julio de 2024

La fe salvífica, un don de Dios

 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

Juan 4:46-50

 

Siempre se menciona este milagro del Señor Jesucristo, el cual sana con el poder de su palabra al hijo de un oficial del rey que había enfermado gravemente, pues estaba a punto de morir. Naturalmente el padre estaba muy preocupado por su hijo, el Señor en cambio, impartía la sanidad con un propósito que iba más allá del bienestar físico, mostrar a través de señales y prodigios que él era el Mesías.

 

El oficial fue bienaventurado por partida doble. Por un lado, su hijo fue sanado instantáneamente por el poder de Dios, por otro lado, el demostró algo muchísimo más importante: tener fe genuina en Dios. El hombre creyó sin haber visto nada espectacular ni milagroso, tal como declara el pasaje: "Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue" (v. 50). 

 

Este desenlace fue precedido por una fuerte declaración del Señor, "Si no viereis señales y prodigios, no creeréis" (v. 48). En otras palabras, para "creer" el hombre natural debe ver, constatar, verificar y luego de haber comprobado por sí mismo la realidad de lo que se le señala, entonces cree. En el sentido estricto, eso no es fe, como señala el escritor de Hebreos: "la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (He 11:1). La fe que salva es un don de Dios y él la instala -por su propia voluntad, no porque alguien se lo haya pedido- en un hombre previamente regenerado: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Ef 2:8). Por esa razón nadie puede creer verdaderamente en el Dios vivo y en su Hijo Jesucristo si no es que Dios le haya permitido: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere" (Jn 6:44). De esta manera, el hombre que es enviado por el Padre a creer en el Hijo tendrá la fe salvífica, aun cuando nunca haya visto ni experimentado nada sobrenatural.

 

Es interesante notar que las creencias que provienen de la "constatación empírica" -si se quiere un término científico- no son iguales a tener fe salvífica. Esto es lo que parece decir el Señor a los fariseos que demandaban señales para creer: "Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás" (Mt 12:39). Tomás, el que no creía en el Cristo resucitado, declara a Cristo como Señor y Dios sólo al verlo personalmente, pero el Señor añade: "bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Jn 20:29), por lo que esa bienaventuranza se reserva a los que no han visto eventos sobrenaturales, señales ni milagros, y aun así tienen una perfecta fe en el Dios invisible.

 

Cuando decimos que al creer en Cristo el hombre pone su deuda en el Salvador, le imputa su pecado, Cristo se hace ofrenda por el pecado (2ª Co 5:21), paga la sentencia y cancela la deuda del hombre con Dios, estamos hablando de eventos o realidades metafísicas que nadie ha observado ni constatado empíricamente, por lo tanto, los creyentes somos parte de los bienaventurados que no vieron y creyeron. Sabemos que en el evangelio "la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá" (Rm 1:17).

 

La soberanía de Dios en la salvación de los hombres es una doctrina bíblica bastante clara. Ni siquiera es necesario apelar a la teología reformada para sustentarla. Es Dios quien pre ordena a la gente para la vida eterna: "Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna" (Hch 13:48), los hombres o mujeres que finalmente creen son únicamente los que Dios decretó que creyeran: "...Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos" (Hch 2:47), "Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad" (2° Ts 2:13).

jueves, 20 de junio de 2024

Jesús purifica el templo

 


Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. 

Juan 2:13-17

 

Conocido es el pasaje donde el Señor purifica el templo de todo acto que no se relaciona con el quehacer de la casa de Dios. Por acción directa del Señor salen vendedores de animales, cambistas y saltan las monedas de cambio que se ocupaban en las transacciones en el patio de los gentiles, la sección externa del recinto del templo. Esta situación hizo recordar a los discípulos de Cristo el salmo 69:9 

 

"Porque me consumió el celo de tu casa;

Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí"

 

El celo de Cristo por los negocios de su Padre incluyó un enojo santo por el mal uso de las dependencias del templo por parte de los judíos, los que comerciaban animales destinados al sacrificio, despreciando la ley de Dios. Esta situación ilustra de manera clara cómo el pecado humano puede trastornar todas las cosas, incluidas las de Dios. En nuestros días aparecen como hongos después de la lluvia espacios que se hacen llamar iglesias, cuya membresía es tratada como verdadera "mercadería" manipulada con "palabras fingidas" (2° Pe 2:3). Se ha hecho costumbre asociar el calificativo de "cristiana" o "evangélica" a organizaciones cuyos liderazgos se ocupan de engordar sus "propios vientres", engañando a los participantes con "suaves palabras y lisonjas" (Rm 16:18). Tristemente en nuestro tiempo la palabra "predicador" se asocia a "charlatán" o "parlanchín", ya que han abundado los personajes cuyas bocas "hablan cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho" (Jud 16). En estos contextos religiosos abunda la doctrina enferma, las "fábulas y los sueños" (Jud 8; Jer 27:9); los participantes de estos cultos tienen "comezón de oír" y los falsos maestros se amontonan conforme a sus propias concupiscencias (2° Tim 4:3). Nótese que la demanda por estos discursos hace que estos falsos maestros se "amontonen", o sea, son tantos que se apilan unos arriba de los otros. Los asistentes a estos improvisados edificios religiosos buscan liderazgos que proclamen lo que ellos quieren escuchar, rechazando la verdad para ir tras los mitos.   

 

Así como la Iglesia de Cristo tiene obreros aprobados, enteramente preparados para toda buena obra (2 Tim 3:17), también hay obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Co 11:13). El apóstol Pablo explica que como el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Co 11:14), sus ministros, siguiendo el ejemplo de su maestro, se disfrazan de ministros de justicia.

 

La Palabra de Dios adelantó lo que sucedería con muchas congregaciones, la inclusión progresiva de elementos cada vez más pecaminosos terminaría con la iglesia convertida en una fuente de ganancias deshonestas para sus líderes. Finalmente, tenemos congregaciones arruinadas, no pocas veces producto de la cobardía de hombres que no fueron capaces de "contender ardientemente por la fe dada una vez a los santos" (Jud 3).

 

Los falsos maestros, los ministros de Satanás vestidos de ministros de justicia, la comezón de oír por parte de los asistentes, el deseo de oír fábulas y mitos conforme a sus propias concupiscencias, los liderazgos manipuladores de lenguaje suave y lisonjero y los hermanos cobardes, son el estado de descomposición final de una congregación. Creo que la primera gran alerta de peligro de corrupción congregacional es una sospechosa ausencia del evangelio en la predicación cotidiana.

 

Es deber de todo hombre o mujer de Dios estar alerta ante esta situación y hacer frente de forma valiente a cualquier intento de destrucción de la esposa de Cristo. Al igual que nuestro Señor, debemos poder decir "El celo de tu casa me consume" (Jn 2:17).  

domingo, 26 de mayo de 2024

El infinito Dios participa de las bodas de Caná

 


Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, 10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora. 11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

 

12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.


Juan 2:1-12

 

El infinito Dios participa de las bodas de Caná

 

Este pasaje narra el primer hecho sobrenatural realizado por el Señor, una "señal" según el versículo 11. Se trata de un milagro cotidiano, en el marco de una boda judía. Caná puede ser "Kefar Kanna", ubicada a unos 5 km de Nazaret o "Khirbet Cana", a unos 13 km, ambos sitios son lo suficientemente cercanos a Nazaret como para explicar por qué los anfitriones conocían a la familia de Jesús. Debemos tener presente que las bodas de aquel tiempo duraban siete días y los anfitriones se esforzaban por invitar a la mayor cantidad de gente posible.

 

Resulta que un elemento clave de la boda -el vino- se había acabado y al parecer nadie se había percatado de esto, ni siquiera el maestresala, por lo que se infiere del verso 10. Este "error" no era menor y podía dar lugar a un motivo de burla por mucho tiempo para la familia anfitriona. El lugar para las mujeres estaba cerca de donde se almacenaba el vino, de modo que María -la madre del Señor- pudo advertir la escasez y dar la alerta, lo que demuestra lo cercana que era a los organizadores de la boda.

 

Como mencionamos, esta situación muestra al Señor participando en eventos propios de las relaciones humanas más sencillas, como lo es una fiesta de matrimonio. De esta manera, el Dios del universo hecho hombre (Jn 1:14), el que no fue reconocido por el mundo que el mismo creó (Jn 1:10), el que era Dios desde toda la eternidad (Jn 1:1), también tenía la capacidad de vincularse con la humanidad en una celebración cualquiera, y además contribuir en continuar el festejo proveyendo del vino necesario para "alegrar el corazón" (Ec. 9:7).


Desde siempre ha parecido que la respuesta de Cristo a la frase de María "no tienen vino" es poco amable y desproporcionada. Sin embargo, eso sucede porque la narrativa no incorpora indicaciones sobre el tono de voz con que se debe leer. La expresión "mujer" del verso 4, en el griego original, expresa compasión y no molestia. Aún no era el tiempo para que Jesús se revelara públicamente como el Mesías, la conversión del agua en vino es una señal para la posterioridad, más que un milagro para la vista de los presentes. Como señala un comentarista, el Señor pudo haber dicho: "Una vez que comience a hacer milagros, comenzaré el camino hacia la cruz" (1).

 

Un símbolo es un elemento u objeto material que representa o es representativo de otra cosa, sea una entidad, idea, característica, persona, etc. En este milagro inicial de Cristo tiene un rol principal el vino, elemento que simboliza su preciosa sangre vertida en la cruz del calvario, "Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados" (Mt 26:27-28). De esta manera, podríamos plantear que la conversión del agua en vino es una ilustración simbólica de la futura obra de expiación de Cristo en la cruz. Sólo el Señor tiene la capacidad sobrenatural de transformar el agua corriente, sin sabor y muchas veces sin valor, en un delicioso vino, apreciado por la gente. De la misma manera, sólo Cristo pudo entregar su vida y verter su sangre en lugar de los pecadores para lograr su redención (2° Co 5:21). 


La redención es una expresión hebrea que indica liberación, donde el "rescatador" debe pagar un precio en favor del "rescatado". Adán transgredió y hundió a la humanidad en el pozo del pecado. De gozar de las bondades del Edén y de la comunión directa con Dios, el hombre pasó a habitar un mundo hostil y lleno de dolores. El rescate que pagó Cristo en el calvario nos asegura la liberación del pecado y del dolor de este mundo hostil, y de paso nos promete una situación mucho mejor que en el mismo Edén. Eso es la redención, el acto de liberar a alguien de un padecimiento pagando un rescate, para luego, estando liberado, vivir en una situación mejor que la anterior.

 

Creemos que el comentario del maestresala al esposo: "más tú has reservado el buen vino hasta ahora" (v. 10) aporta algo que va más allá de su mero significado literal. En un comienzo la boda contó con un buen vino, el que posteriormente se agota dejando a la boda sólo con agua. En esta situación intervino el Señor sobrenaturalmente convirtiendo el agua en vino de altísima calidad. Si consideramos las veces que en el Nuevo Testamento el vino se asocia simbólicamente a la sangre de Cristo, podemos concluir, sin temor de ir más allá del texto, que este milagro de conversión es una analogía del paso del hombre en su situación de esclavitud del pecado -las 6 tinajas de agua para la purificación ceremonial- a la condición de hombre redimido por la sangre de Cristo -el agua convertida en vino- obra realizada por el Señor vertiendo su sangre en nuestro favor (Hch 20:28). Pasamos entonces de una situación socialmente incómoda, una boda con seis tinajas de agua, a una situación sobrenaturalmente mejorada, donde los invitados pueden disfrutar del mejor vino existente. Una ilustración de la redención.



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 264.




martes, 30 de abril de 2024

Fulano

 


"Booz subió a la puerta y se sentó allí; y he aquí pasaba aquel pariente de quien Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino y se sentó. Entonces él tomó a diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. Y ellos se sentaron. Luego dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec. Y yo decidí hacértelo saber, y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré.

 

Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión. Y respondió el pariente: No puedo redimir para mí, no sea que dañe mi heredad. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré redimir."

 

Rut 4:1-6

 

Conocida es la historia. La primera opción para redimir la tierra de Noemí, o sea, comprarla y con ello también asumir la responsabilidad de cuidar a Noemí la tenía el pariente más cercano. Este pariente tenía la preferencia para llevar a cabo el negocio, y en caso que rechazara hacerlo, la prioridad la tenía el pariente con la siguiente mayor cercanía, en este caso Booz. Sabemos que finalmente Booz terminó redimiendo, adquiriendo la tierra y con ello, el cuidado tanto de Noemí como de Rut.

 

En esta oportunidad el énfasis no lo quiero poner en Rut, Noemí o Booz, sino en aquel pariente más cercano que teniendo la prioridad de redención finalmente deserta. En primer lugar, llama la atención algo: los nombres de los personajes de esta historia están revelados, Noemí, Rut y Booz, sabemos que terminaron formando parte del linaje mesiánico, siendo ascendientes cercanos del rey David. En otras palabras, estos tres nombres, especialmente el de Rut, no han sido olvidados en el infinito mar de los hombres existentes en la historia de la humanidad. Entraron por la "puerta grande", la puerta de la historia de la redención.

 

Sin embargo, y en contraste con los tres personajes recién mencionados, la cuarta persona interviniente en esta historia es aludido simplemente como "fulano", expresión similar a cuando uno llama "amigo" o "estimado" a alguien que no conoce por su nombre, aunque con un toque de desprecio. La pregunta surge, ¿por qué razón la Palabra de Dios no revela el nombre de este "fulano", siendo que a los demás personajes sí los identifica? La respuesta es sencilla: este "fulano" no estuvo a la altura de las circunstancias, su decisión de no redimir lo excluyó de la gran historia del plan de Dios. 

 

Este "fulano" tuvo la oportunidad de redimir el campo de Noemí, pero rehusó hacerlo porque Booz le advirtió: "El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión" (v. 5). Al parecer el "fulano" razonó de la siguiente manera: hacerse cargo de Noemí era una carga que podría llevar, pero casarse con Rut implicaba la posibilidad de tener un heredero al que tendría que traspasarle el campo, por lo que la redención no era tan buen negocio. Este "fulano" es el arquetipo del hombre oportunista que solo vela por su beneficio inmediato, que no tiene interés en Dios ni en lo espiritual. Por el contrario, Booz supo ver en Rut el valor de una mujer espiritual, de alguien que en un momento de crisis en vez de decidir lo conveniente -como irse y casarse con un joven- opta no sólo por quedarse con su suegra Noemí, sino que le dice: "tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios" (Rut 1:16). 

 

Más de tres mil años después sigue resonando el nombre de Rut y de Booz, la misma Biblia se encarga que la memoria de estos nombres se perpetúe. Booz optó por vincular su historia personal a la historia de la redención, en cambio el "fulano" optó según la conveniencia temporal. Salvo su entorno inmediato, nadie conoció su nombre. 

 

Procuremos tener vidas insertas en el plan de Dios, imitando a Cristo en todo momento, haciendo su voluntad. No olvidemos "andar como él anduvo" (1° Jn 2:6).

domingo, 31 de marzo de 2024

Adornando la doctrina de Dios

 


Tito 2:1-5

 

"Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada".

 

El apóstol Pablo exhorta a Tito a predicar de acuerdo a la sana doctrina, la cual es el cuerpo de enseñanzas que la iglesia apostólica estimaba como contenido profético de parte de Dios (2° Pe 3:16). La sana doctrina está en abierta oposición a las enseñanzas de los falsos maestros, tantas veces denunciados por el mismo Pablo en sus distintas cartas, al parecer las enseñanzas de estos falsos hermanos estaban menoscabando la estructura de las familias. Por esta razón, en Tito 2:1-10 la sana doctrina se relaciona preferentemente con aspectos prácticos en la vida familiar del cristiano. 

 

Obedecer al Señor implica no sólo predicar o hablar, sino vivir la sana doctrina. Vivir en obediencia es un deleite para el cristiano, pues saber que se está en la voluntad de Dios trae paz y gozo al corazón, lo opuesto que genera el pecado. Vivir en obediencia trae bendición espiritual a la vida. Quiero destacar que en este pasaje hay una implicancia que no siempre se hace notar: "una conducta acorde a la sana doctrina hará que el cristiano se gane el respeto de otros, ese respeto honra al Señor y a su palabra". Las enseñanzas prácticas de este pasaje buscan evitar que el entorno romano acusara al cristianismo de ser subversivo, de promover un estilo de vida familiar distinto al tradicional. Una mala conducta en este ámbito conducía rápidamente a los gentiles a blasfemar contra Dios. Además, acusar de subversión al cristianismo habría significado más persecución para el pequeño pero creciente número de creyentes.

 

Estamos seguros que las exhortaciones a la vida práctica que hace Pablo en estos versículos tienen varios efectos positivos (en caso que sean obedecidas): mejoran las relaciones humanas, dotan de mayor armonía al entorno familiar, además podrían "minimizar" la posibilidad de problemas cotidianos que suelen surgir de la interacción humana. Sin embargo -y eso es lo que quiero destacar- el propósito general de todas estas exhortaciones prácticas aparece en el versículo 5: "... para que la palabra de Dios no sea blasfemada". Dicho de otra manera, las instrucciones para la vida familiar no tienen por objetivo principal el traer "bendiciones de todo tipo" a los creyentes, sino que buscan ante todo que Dios sea glorificado en la conducta de su iglesia, ya que su palabra no será blasfemada por los observadores que hay alrededor. El propósito último del cristiano es honrar al Señor y la conducta práctica es una de las principales maneras de glorificar a Dios. Por lo tanto, la principal motivación que tenemos en ser obedientes es glorificar al Señor, antes incluso que lograr sus beneficios.

 

Tito 2:9-10

 

"Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador".

 

El pasaje repite la idea: "para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador". Nuevamente se hace explícito que las exhortaciones antes expuestas tienen por propósito "adornar la doctrina", la cual proviene de Dios. Por lo tanto, se refuerza la idea que la conducta práctica del creyente tiene por propósito último el glorificar al Señor.

 

Timoteo 6:1

 

"Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina".

 

Cuando Pablo le escribe a Timoteo también exhorta a los amos a tener una buena conducta con sus esclavos. Nuevamente, el énfasis es que una mala conducta de parte de un cristiano gatillaría el comentario negativo desde el mundo, dando pie a la blasfemia contra el Señor.

 

En todos estos pasajes queda claro que la conducta obediente del creyente honra al Señor, glorifica su nombre. En segundo plano aparecen las consecuencias positivas y benéficas de la obediencia. Ante todo, el creyente debe estar consciente que es un representante imperfecto de Cristo en la tierra, y que la manera en que conduzca su vida traerá gloria o blasfemia al nombre del Señor.

 

La balanza de nuestras obras en el día del juicio

  "El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios trae...