sábado, 31 de agosto de 2024

Cristo dio por mi sangre carmesí

 



Yo confío en Jesús

y salvado soy,

por su muerte en la cruz,

a la gloria voy.

 

Cristo dio por mí

sangre carmesí,

y por su muerte en la cruz,

la vida me dio Jesús.

 

Todo fue pagado ya.

Nada debo yo,

salvación perfecta da

quien por mí murió.

 

 

Comparto una sección de este maravilloso himno, desconozco su origen y autor. Mencionaré tres características que hacen notable su contenido:

 

I. La alabanza centrada netamente en el Señor Jesucristo. Como se puede observar, en este cántico Cristo crucificado lo es todo y es motivo suficiente para ser adorado por todos los hombres. La confianza en Jesús por parte del hombre es un don de Dios (Ef. 2:8), no algo propio del hombre. Por otro lado, la vida perfecta y muerte del Señor constituyen la "obra única" que nos permite entrar a la gloria de Dios (Rm 4:25).  

 

El ministerio de Pablo consistía básicamente en predicar el evangelio, tanto a judíos como a gentiles. El Evangelio, el testimonio de Dios, se centra en Cristo crucificado pagando la deuda por el pecado de su pueblo y reconciliando a los hombres con Dios. Pablo se propuso no saber algo diferente para entregar a los hombres; "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado" (1º Co 2:2).

 

El mensaje de Cristo crucificado es el único que tiene poder para regenerar al pecador, sólo en el Evangelio hay poder de Dios para salvación (Rm 1:16), no en los argumentos persuasivos ni las experiencias sobrenaturales que el hombre pueda contar. Si la conversión del hombre se debiera a la excelencia de la argumentación humana, entonces la fe cristiana se fundamentaría en la sabiduría de los hombres y no en el poder de Dios (1º Co 2:4-5).

 

La muerte y resurrección del eterno Hijo de Dios fue la única forma de reconciliar a Dios con este mundo caído. La sangre vertida en la cruz, expresión que simboliza su muerte, es la única y excluyente vía de satisfacer la demanda de un Dios justo, obligado a sentenciar y castigar el pecado de la humanidad: "Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras" (1° Co 15:3). 

 

La salvación que recibimos por gracia es perfecta sólo por quien la obró: Cristo. El que no hizo pecado fue entregado como ofrenda, medio de pago por la deuda de nuestro pecado. De esta manera hemos sido justificados en Cristo delante de Dios (2° Co 5:21), liberados de la sentencia eterna del pecado, tenemos como regalo la vida eterna en Cristo Jesús (Rom 6:23).

 

II. Si usted puede notar en el himno, las alusiones a los hombres tales como "yo confío en Jesús" o "Nada debo yo", están claramente puestas en referencia a la obra del Señor. Qué diferencia con los cánticos actuales donde el protagonismo está en los vericuetos de la vida cotidiana, o en los problemas del hombre moderno. En la música actual, el Señor aparece -si es que aparece- como una mera una vía de escape para lograr paz temporal. Como podemos apreciar, este himno legendario hace lo opuesto, la mirada del compositor está en la cruz del calvario y los hombres estamos contemplando, desde nuestras posibilidades, la gloria de Cristo en el evangelio. Los cristianos tenemos la posibilidad -a diferencia de los hombres que viven en tinieblas- de vislumbrar la gloria de Cristo por la fe: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2° Co 4:6).

 

III. La mirada del compositor está puesta en las cosas eternas, no en las de esta vida. No se trata que todo lo que suceda en esta vida sea pecaminoso, pero debido a nuestra naturaleza caída, tenemos esa tendencia a construir castillos de cristal en nuestro andar diario, buscando en esta vida la satisfacción profunda que sólo Cristo puede dar. El Señor Jesucristo señaló: "más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (Jn 4:14). 

 

El himno mira hacia 2 mil años atrás, momento en que cumplido el tiempo, el autor de todas las cosas, en obediencia al Padre, obró en nuestro favor. Cuando Dios decidió el devenir de la historia, determinó que alguien debería tomar el lugar del pecador, recibir su castigo en forma sustituta y salvarlo, el Hijo clamó "Heme aquí, envíame a mí". Gracias a Cristo todo fue pagado, la salvación perfecta y final fue lograda y los cristianos genuinos tenemos una perspectiva de gloria eterna, "a la gloria voy", como dice el himno, en virtud de lo obrado por aquel en quien no hubo pecado. 

 

El himno se centra en la eternidad, en las cosas de arriba, donde el Señor, por medio del apóstol Pablo, nos manda a poner "la mira" (Col 3:1-2).

 

 

sábado, 13 de julio de 2024

La fe salvífica, un don de Dios

 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

Juan 4:46-50

 

Siempre se menciona este milagro del Señor Jesucristo, el cual sana con el poder de su palabra al hijo de un oficial del rey que había enfermado gravemente, pues estaba a punto de morir. Naturalmente el padre estaba muy preocupado por su hijo, el Señor en cambio, impartía la sanidad con un propósito que iba más allá del bienestar físico, mostrar a través de señales y prodigios que él era el Mesías.

 

El oficial fue bienaventurado por partida doble. Por un lado, su hijo fue sanado instantáneamente por el poder de Dios, por otro lado, el demostró algo muchísimo más importante: tener fe genuina en Dios. El hombre creyó sin haber visto nada espectacular ni milagroso, tal como declara el pasaje: "Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue" (v. 50). 

 

Este desenlace fue precedido por una fuerte declaración del Señor, "Si no viereis señales y prodigios, no creeréis" (v. 48). En otras palabras, para "creer" el hombre natural debe ver, constatar, verificar y luego de haber comprobado por sí mismo la realidad de lo que se le señala, entonces cree. En el sentido estricto, eso no es fe, como señala el escritor de Hebreos: "la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (He 11:1). La fe que salva es un don de Dios y él la instala -por su propia voluntad, no porque alguien se lo haya pedido- en un hombre previamente regenerado: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Ef 2:8). Por esa razón nadie puede creer verdaderamente en el Dios vivo y en su Hijo Jesucristo si no es que Dios le haya permitido: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere" (Jn 6:44). De esta manera, el hombre que es enviado por el Padre a creer en el Hijo tendrá la fe salvífica, aun cuando nunca haya visto ni experimentado nada sobrenatural.

 

Es interesante notar que las creencias que provienen de la "constatación empírica" -si se quiere un término científico- no son iguales a tener fe salvífica. Esto es lo que parece decir el Señor a los fariseos que demandaban señales para creer: "Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás" (Mt 12:39). Tomás, el que no creía en el Cristo resucitado, declara a Cristo como Señor y Dios sólo al verlo personalmente, pero el Señor añade: "bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Jn 20:29), por lo que esa bienaventuranza se reserva a los que no han visto eventos sobrenaturales, señales ni milagros, y aun así tienen una perfecta fe en el Dios invisible.

 

Cuando decimos que al creer en Cristo el hombre pone su deuda en el Salvador, le imputa su pecado, Cristo se hace ofrenda por el pecado (2ª Co 5:21), paga la sentencia y cancela la deuda del hombre con Dios, estamos hablando de eventos o realidades metafísicas que nadie ha observado ni constatado empíricamente, por lo tanto, los creyentes somos parte de los bienaventurados que no vieron y creyeron. Sabemos que en el evangelio "la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá" (Rm 1:17).

 

La soberanía de Dios en la salvación de los hombres es una doctrina bíblica bastante clara. Ni siquiera es necesario apelar a la teología reformada para sustentarla. Es Dios quien pre ordena a la gente para la vida eterna: "Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna" (Hch 13:48), los hombres o mujeres que finalmente creen son únicamente los que Dios decretó que creyeran: "...Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos" (Hch 2:47), "Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad" (2° Ts 2:13).

jueves, 20 de junio de 2024

Jesús purifica el templo

 


Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. 

Juan 2:13-17

 

Conocido es el pasaje donde el Señor purifica el templo de todo acto que no se relaciona con el quehacer de la casa de Dios. Por acción directa del Señor salen vendedores de animales, cambistas y saltan las monedas de cambio que se ocupaban en las transacciones en el patio de los gentiles, la sección externa del recinto del templo. Esta situación hizo recordar a los discípulos de Cristo el salmo 69:9 

 

"Porque me consumió el celo de tu casa;

Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí"

 

El celo de Cristo por los negocios de su Padre incluyó un enojo santo por el mal uso de las dependencias del templo por parte de los judíos, los que comerciaban animales destinados al sacrificio, despreciando la ley de Dios. Esta situación ilustra de manera clara cómo el pecado humano puede trastornar todas las cosas, incluidas las de Dios. En nuestros días aparecen como hongos después de la lluvia espacios que se hacen llamar iglesias, cuya membresía es tratada como verdadera "mercadería" manipulada con "palabras fingidas" (2° Pe 2:3). Se ha hecho costumbre asociar el calificativo de "cristiana" o "evangélica" a organizaciones cuyos liderazgos se ocupan de engordar sus "propios vientres", engañando a los participantes con "suaves palabras y lisonjas" (Rm 16:18). Tristemente en nuestro tiempo la palabra "predicador" se asocia a "charlatán" o "parlanchín", ya que han abundado los personajes cuyas bocas "hablan cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho" (Jud 16). En estos contextos religiosos abunda la doctrina enferma, las "fábulas y los sueños" (Jud 8; Jer 27:9); los participantes de estos cultos tienen "comezón de oír" y los falsos maestros se amontonan conforme a sus propias concupiscencias (2° Tim 4:3). Nótese que la demanda por estos discursos hace que estos falsos maestros se "amontonen", o sea, son tantos que se apilan unos arriba de los otros. Los asistentes a estos improvisados edificios religiosos buscan liderazgos que proclamen lo que ellos quieren escuchar, rechazando la verdad para ir tras los mitos.   

 

Así como la Iglesia de Cristo tiene obreros aprobados, enteramente preparados para toda buena obra (2 Tim 3:17), también hay obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Co 11:13). El apóstol Pablo explica que como el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Co 11:14), sus ministros, siguiendo el ejemplo de su maestro, se disfrazan de ministros de justicia.

 

La Palabra de Dios adelantó lo que sucedería con muchas congregaciones, la inclusión progresiva de elementos cada vez más pecaminosos terminaría con la iglesia convertida en una fuente de ganancias deshonestas para sus líderes. Finalmente, tenemos congregaciones arruinadas, no pocas veces producto de la cobardía de hombres que no fueron capaces de "contender ardientemente por la fe dada una vez a los santos" (Jud 3).

 

Los falsos maestros, los ministros de Satanás vestidos de ministros de justicia, la comezón de oír por parte de los asistentes, el deseo de oír fábulas y mitos conforme a sus propias concupiscencias, los liderazgos manipuladores de lenguaje suave y lisonjero y los hermanos cobardes, son el estado de descomposición final de una congregación. Creo que la primera gran alerta de peligro de corrupción congregacional es una sospechosa ausencia del evangelio en la predicación cotidiana.

 

Es deber de todo hombre o mujer de Dios estar alerta ante esta situación y hacer frente de forma valiente a cualquier intento de destrucción de la esposa de Cristo. Al igual que nuestro Señor, debemos poder decir "El celo de tu casa me consume" (Jn 2:17).  

domingo, 26 de mayo de 2024

El infinito Dios participa de las bodas de Caná

 


Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, 10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora. 11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

 

12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.


Juan 2:1-12

 

El infinito Dios participa de las bodas de Caná

 

Este pasaje narra el primer hecho sobrenatural realizado por el Señor, una "señal" según el versículo 11. Se trata de un milagro cotidiano, en el marco de una boda judía. Caná puede ser "Kefar Kanna", ubicada a unos 5 km de Nazaret o "Khirbet Cana", a unos 13 km, ambos sitios son lo suficientemente cercanos a Nazaret como para explicar por qué los anfitriones conocían a la familia de Jesús. Debemos tener presente que las bodas de aquel tiempo duraban siete días y los anfitriones se esforzaban por invitar a la mayor cantidad de gente posible.

 

Resulta que un elemento clave de la boda -el vino- se había acabado y al parecer nadie se había percatado de esto, ni siquiera el maestresala, por lo que se infiere del verso 10. Este "error" no era menor y podía dar lugar a un motivo de burla por mucho tiempo para la familia anfitriona. El lugar para las mujeres estaba cerca de donde se almacenaba el vino, de modo que María -la madre del Señor- pudo advertir la escasez y dar la alerta, lo que demuestra lo cercana que era a los organizadores de la boda.

 

Como mencionamos, esta situación muestra al Señor participando en eventos propios de las relaciones humanas más sencillas, como lo es una fiesta de matrimonio. De esta manera, el Dios del universo hecho hombre (Jn 1:14), el que no fue reconocido por el mundo que el mismo creó (Jn 1:10), el que era Dios desde toda la eternidad (Jn 1:1), también tenía la capacidad de vincularse con la humanidad en una celebración cualquiera, y además contribuir en continuar el festejo proveyendo del vino necesario para "alegrar el corazón" (Ec. 9:7).


Desde siempre ha parecido que la respuesta de Cristo a la frase de María "no tienen vino" es poco amable y desproporcionada. Sin embargo, eso sucede porque la narrativa no incorpora indicaciones sobre el tono de voz con que se debe leer. La expresión "mujer" del verso 4, en el griego original, expresa compasión y no molestia. Aún no era el tiempo para que Jesús se revelara públicamente como el Mesías, la conversión del agua en vino es una señal para la posterioridad, más que un milagro para la vista de los presentes. Como señala un comentarista, el Señor pudo haber dicho: "Una vez que comience a hacer milagros, comenzaré el camino hacia la cruz" (1).

 

Un símbolo es un elemento u objeto material que representa o es representativo de otra cosa, sea una entidad, idea, característica, persona, etc. En este milagro inicial de Cristo tiene un rol principal el vino, elemento que simboliza su preciosa sangre vertida en la cruz del calvario, "Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados" (Mt 26:27-28). De esta manera, podríamos plantear que la conversión del agua en vino es una ilustración simbólica de la futura obra de expiación de Cristo en la cruz. Sólo el Señor tiene la capacidad sobrenatural de transformar el agua corriente, sin sabor y muchas veces sin valor, en un delicioso vino, apreciado por la gente. De la misma manera, sólo Cristo pudo entregar su vida y verter su sangre en lugar de los pecadores para lograr su redención (2° Co 5:21). 


La redención es una expresión hebrea que indica liberación, donde el "rescatador" debe pagar un precio en favor del "rescatado". Adán transgredió y hundió a la humanidad en el pozo del pecado. De gozar de las bondades del Edén y de la comunión directa con Dios, el hombre pasó a habitar un mundo hostil y lleno de dolores. El rescate que pagó Cristo en el calvario nos asegura la liberación del pecado y del dolor de este mundo hostil, y de paso nos promete una situación mucho mejor que en el mismo Edén. Eso es la redención, el acto de liberar a alguien de un padecimiento pagando un rescate, para luego, estando liberado, vivir en una situación mejor que la anterior.

 

Creemos que el comentario del maestresala al esposo: "más tú has reservado el buen vino hasta ahora" (v. 10) aporta algo que va más allá de su mero significado literal. En un comienzo la boda contó con un buen vino, el que posteriormente se agota dejando a la boda sólo con agua. En esta situación intervino el Señor sobrenaturalmente convirtiendo el agua en vino de altísima calidad. Si consideramos las veces que en el Nuevo Testamento el vino se asocia simbólicamente a la sangre de Cristo, podemos concluir, sin temor de ir más allá del texto, que este milagro de conversión es una analogía del paso del hombre en su situación de esclavitud del pecado -las 6 tinajas de agua para la purificación ceremonial- a la condición de hombre redimido por la sangre de Cristo -el agua convertida en vino- obra realizada por el Señor vertiendo su sangre en nuestro favor (Hch 20:28). Pasamos entonces de una situación socialmente incómoda, una boda con seis tinajas de agua, a una situación sobrenaturalmente mejorada, donde los invitados pueden disfrutar del mejor vino existente. Una ilustración de la redención.



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 264.




martes, 30 de abril de 2024

Fulano

 


"Booz subió a la puerta y se sentó allí; y he aquí pasaba aquel pariente de quien Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino y se sentó. Entonces él tomó a diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. Y ellos se sentaron. Luego dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec. Y yo decidí hacértelo saber, y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré.

 

Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión. Y respondió el pariente: No puedo redimir para mí, no sea que dañe mi heredad. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré redimir."

 

Rut 4:1-6

 

Conocida es la historia. La primera opción para redimir la tierra de Noemí, o sea, comprarla y con ello también asumir la responsabilidad de cuidar a Noemí la tenía el pariente más cercano. Este pariente tenía la preferencia para llevar a cabo el negocio, y en caso que rechazara hacerlo, la prioridad la tenía el pariente con la siguiente mayor cercanía, en este caso Booz. Sabemos que finalmente Booz terminó redimiendo, adquiriendo la tierra y con ello, el cuidado tanto de Noemí como de Rut.

 

En esta oportunidad el énfasis no lo quiero poner en Rut, Noemí o Booz, sino en aquel pariente más cercano que teniendo la prioridad de redención finalmente deserta. En primer lugar, llama la atención algo: los nombres de los personajes de esta historia están revelados, Noemí, Rut y Booz, sabemos que terminaron formando parte del linaje mesiánico, siendo ascendientes cercanos del rey David. En otras palabras, estos tres nombres, especialmente el de Rut, no han sido olvidados en el infinito mar de los hombres existentes en la historia de la humanidad. Entraron por la "puerta grande", la puerta de la historia de la redención.

 

Sin embargo, y en contraste con los tres personajes recién mencionados, la cuarta persona interviniente en esta historia es aludido simplemente como "fulano", expresión similar a cuando uno llama "amigo" o "estimado" a alguien que no conoce por su nombre, aunque con un toque de desprecio adicional. La pregunta surge, ¿por qué razón la Palabra de Dios no revela el nombre de este "fulano", siendo que a los demás personajes sí los identifica claramente? La respuesta es sencilla: este "fulano" no estuvo a la altura de las circunstancias, su decisión de no redimir lo excluyó de la gran historia del plan de Dios. 

 

Este "fulano" tuvo la oportunidad de redimir el campo de Noemí, pero rehusó hacerlo porque Booz le advirtió: "El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión" (v. 5). Al parecer el "fulano" razonó de la siguiente manera: hacerse cargo de Noemí era una carga que podría llevar, pero casarse con Rut implicaba la posibilidad de tener un heredero al que tendría que traspasarle el campo, por lo que la redención no era tan buen negocio. Este "fulano" es el arquetipo del hombre oportunista que solo vela por su beneficio inmediato, que no tiene ningún interés ni en Dios ni en lo espiritual. Por el contrario, Booz supo ver en Rut el valor de una mujer espiritual, de alguien que en un momento de crisis en vez de decidir lo conveniente -como irse y casarse con un joven- opta no sólo por quedarse con su suegra Noemí, sino que le dice: "tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios" (Rut 1:16). 

 

Más de tres mil años después sigue resonando el nombre de Rut y de Booz, la misma Biblia se encarga que la memoria de estos nombres se perpetúe. Booz optó por vincular su historia personal a la historia de la redención, en cambio el "fulano" optó según la conveniencia temporal. Salvo su entorno inmediato, nadie ni siquiera conoció su nombre. 

 

Procuremos tener vidas insertas en el plan de Dios, imitando a Cristo en todo momento, haciendo su voluntad. No olvidemos "andar como él anduvo" (1° Jn 2:6).

domingo, 31 de marzo de 2024

Adornando la doctrina de Dios

 


Tito 2:1-5

 

"Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada".

 

El apóstol Pablo exhorta a Tito a predicar de acuerdo a la sana doctrina, la cual es el cuerpo de enseñanzas que la iglesia apostólica estimaba como contenido profético de parte de Dios (2° Pe 3:16). La sana doctrina está en abierta oposición a las enseñanzas de los falsos maestros, tantas veces denunciados por el mismo Pablo en sus distintas cartas, al parecer las enseñanzas de estos falsos hermanos estaban menoscabando la estructura de las familias. Por esta razón, en Tito 2:1-10 la sana doctrina se relaciona preferentemente con aspectos prácticos en la vida familiar del cristiano. 

 

Obedecer al Señor implica no sólo predicar o hablar, sino vivir la sana doctrina. Vivir en obediencia es un deleite para el cristiano, pues saber que se está en la voluntad de Dios trae paz y gozo al corazón, lo opuesto que genera el pecado. Vivir en obediencia trae bendición espiritual a la vida. Quiero destacar que en este pasaje hay una implicancia que no siempre se hace notar: "una conducta acorde a la sana doctrina hará que el cristiano se gane el respeto de otros, ese respeto honra al Señor y a su palabra". Las enseñanzas prácticas de este pasaje buscan evitar que el entorno romano acusara al cristianismo de ser subversivo, de promover un estilo de vida familiar distinto al tradicional. Una mala conducta en este ámbito conducía rápidamente a los gentiles a blasfemar contra Dios. Además, acusar de subversión al cristianismo habría significado más persecución para el pequeño pero creciente número de creyentes.

 

Estamos seguros que las exhortaciones a la vida práctica que hace Pablo en estos versículos tienen varios efectos positivos (en caso que sean obedecidas): mejoran las relaciones humanas, dotan de mayor armonía al entorno familiar, además podrían "minimizar" la posibilidad de problemas cotidianos que suelen surgir de la interacción humana. Sin embargo -y eso es lo que quiero destacar- el propósito general de todas estas exhortaciones prácticas aparece en el versículo 5: "... para que la palabra de Dios no sea blasfemada". Dicho de otra manera, las instrucciones para la vida familiar no tienen por objetivo principal el traer "bendiciones de todo tipo" a los creyentes, sino que buscan ante todo que Dios sea glorificado en la conducta de su iglesia, ya que su palabra no será blasfemada por los observadores que hay alrededor. El propósito último del cristiano es honrar al Señor y la conducta práctica es una de las principales maneras de glorificar a Dios. Por lo tanto, la principal motivación que tenemos en ser obedientes es glorificar al Señor, antes incluso que lograr sus beneficios.

 

Tito 2:9-10

 

"Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador".

 

El pasaje repite la idea: "para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador". Nuevamente se hace explícito que las exhortaciones antes expuestas tienen por propósito "adornar la doctrina", la cual proviene de Dios. Por lo tanto, se refuerza la idea que la conducta práctica del creyente tiene por propósito último el glorificar al Señor.

 

Timoteo 6:1

 

"Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina".

 

Cuando Pablo le escribe a Timoteo también exhorta a los amos a tener una buena conducta con sus esclavos. Nuevamente, el énfasis es que una mala conducta de parte de un cristiano gatillaría el comentario negativo desde el mundo, dando pie a la blasfemia contra el Señor.

 

En todos estos pasajes queda claro que la conducta obediente del creyente honra al Señor, glorifica su nombre. En segundo plano aparecen las consecuencias positivas y benéficas de la obediencia. Ante todo, el creyente debe estar consciente que es un representante imperfecto de Cristo en la tierra, y que la manera en que conduzca su vida traerá gloria o blasfemia al nombre del Señor.

 

jueves, 29 de febrero de 2024

El Evangelio o las cosas de los hombres



Cuando el Señor Jesucristo adelantó a sus discípulos que sería crucificado y que resucitaría al tercer día, Pedro le respondió de una particular manera: "Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca" (Mt 16:22). Ante esta afirmación el Señor responde: "¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres" (Mt 16:23).

 

Tenemos que aceptar que "las cosas de los hombres" y "las cosas que hay en el mundo" (1º Jn 2:15) nos atraen naturalmente. "Las cosas de los hombres" se oponen a lo espiritual, sólo buscan el bienestar temporal de los mismos. Las cosas del mundo, por otro lado, despiertan los apetitos de la carne y su atractivo muchas veces nubla nuestra mente. ¿Cuántas veces hemos actuado con insensatez por conseguir algo que entrando por la vista se nos ha fijado en la cabeza? 

 

Las cosas de los hombres -o de este mundo- tienen un valor simbólico asociado, el que muchas veces importa más que el práctico. Por ejemplo, un reloj costoso transmite más significados que su mero valor práctico de dar la hora, lo mismo que un auto lujoso. Las cosas de este mundo -hechas para los hombres- sean bienes, objetos suntuarios, membresías, apariencias, etc. construyen reputación social, o sea, el grado de prestigio que los demás nos asignan. Por esta razón nos importa tanto saber que piensan los demás de nosotros. Este deseo de ser valorados, queridos, admirados permea prácticamente toda nuestra vida, y aspectos que no son malos en si mismos, como los estudios, el trabajo, el matrimonio, los hijos, la vivienda, las vacaciones, el poder adquisitivo, la apariencia física, entre otras, se convierten en "cosas de este mundo", con sentido pecaminoso, cuando se transforman en una métrica de quienes somos, de lo que hemos logrado, de nuestro prestigio social. 


La buena noticia es que el evangelio puede romper con esta valoración mundana. El hijo de Dios comienza a triunfar en su vida cristiana cuando -en relación al conocimiento de Cristo- pondera como basura o estiércol las "todas las cosas". Como escribió el apóstol Pablo: "Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Fil 3:8).

miércoles, 31 de enero de 2024

Legalismo

 


Reflexionando sobre legalismo

 

La palabra "legalismo" ha sido un clásico insulto otorgado a los hermanos que buscan un estándar de conducta más estricto en las congregaciones. Normalmente los que propinan este calificativo son miembros "sofocados" por lo que ellos llaman prohibiciones a su libertad. Creo que esta situación muchas veces es injusta para los hermanos más estrictos. Vamos a intentar una pequeña reflexión sobre el legalismo, concepto que tiene algunas dimensiones que lo complejizan.

 

Un primer elemento del "legalismo", quizá el básico, es el que refiere a alguien que vive la religión obedeciendo normas que no han sido establecidas por Dios en la Biblia, sino que se han agregado a la fe por la tradición o dictámenes de hombres. El legalista, en este sentido, sería el hombre que obedece estrictamente estas reglas buscando un beneficio sin perder el prestigio del contexto religioso. Esta situación fue denunciada por el Señor cuando le señaló a los fariseos y escribas: "Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas." (Mr 7:11-13). El apóstol Pablo también se refiere a esto cuando le expresa a los colosenses: "Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne" (Col 2:20-23).

 

Un segundo elemento del "legalismo" consiste en creer que la observancia de reglas de conducta, tanto bíblicas como no bíblicas, constituye un "mecanismo" de justificación del hombre para con Dios. De esta manera, el legalismo transgrede el corazón del evangelio y se constituye en una conducta herética. Este caso es claramente tratado por el apóstol Pablo: "¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?" (Gal 3:1-5)

 

Un tercer caso de legalismo -mucho más sutil que los anteriores- corresponde al hombre que observa estrictamente la norma bíblica, pero su corazón está muy lejos de Dios, o sea, cumple con la ley sólo para imaginar que será recompensado por dicha obediencia. No hay una verdadera fe, no hay interés en conocer al Dios verdadero, sólo está el deseo de observar una norma y ser visto por los demás como alguien religioso. Un buen ejemplo de este caso es la exhortación del Señor Jesucristo contra el adulterio, en el sermón del monte (Mt 5:27-32), donde los aludidos, si bien no tenían relaciones sexuales ilícitas concretas, carecían de un "limpio corazón" (Mt 5:8).

 

Siguiendo en el Sermón del Monte, tanto la enseñanza del Señor sobre el adulterio, como sobre el falso juramento (Mt 5:33-37), sobre la venganza (Mt 5:38-42) o sobre el verdadero amor y su recompensa (Mt 5:43-48), corresponden a distintas maneras en que la Palabra de Dios nos llama a que nuestra conducta y modo de pensar sean producto de un corazón genuinamente transformado, que hace la voluntad de Dios tanto en lo público como en lo privado, o sea, con integridad, que agrada al Señor yendo al fondo de la ley: "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mc. 12:31). 

 

De esta manera, de nada sirve agregar normativas a la vida cristiana, en especial si estas nunca fueron prescritas por Dios a través de su Palabra. Peor aún es poner la fe y confianza en ellas para salvación. Ambas expresiones de legalismo son relativamente sencillas de detectar. Sin embargo, la costumbre de observar preceptos bíblicos sólo para tener una reputación de religioso, o sólo "por cumplir", es la forma más peligrosa de legalismo en nuestros días. La vida cristiana que honra al Señor no se vive pensando en el qué dirán, sino en la convicción profunda de agradar al Dios que está detrás de la norma.

lunes, 25 de diciembre de 2023

Breve. La predicación que cita autores cristianos

 

¿Es adecuado citar autores cristianos en una predicación o ésta debiese remitirse solo al texto bíblico? 

 

Creo que es correcto utilizar autores cristianos. Razones:

 

I. Ciertos contenidos de la Escritura deben ser comprendidos por todos los salvos de Dios: "Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno" (Mt 13:23). Como se puede ver, el "entendimiento" de la Palabra, en sus aspectos esenciales, es obligatorio en el salvo.

 

II. El apóstol Pedro, en su segunda carta, señala que hay aspectos en la Escritura que no son sencillos de comprender: "... como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición" (2º Pe 3:15-16). 

 

III. Lo anterior implica que alguien debe ser capaz de transformar los contenidos difíciles en fáciles, de modo que todos puedan entender al menos lo esencial. Los encargados de esta tarea -en el contexto de la iglesia- son los maestros, hermanos que tienen una especial habilidad para comprender y enseñar la Escritura. "Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas" (1º Co 12:28).

 

IV. La operación del don de maestro en el creyente supone la presencia del Espíritu Santo en él, "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" (1º Co 6:19). La iglesia de Cristo ha tenido durante siglos hermanos con el don de maestría. Es clave tener conciencia que la iglesia ha existido antes de nuestra propia vida, en otras palabras, la iglesia de Cristo no nació con nosotros (pensamiento muy propio de nuestros días). El Espíritu de Dios ha ministrado a través de hombres con capacidades sobresalientes durante generaciones. El resultado de esto son cientos y cientos de documentos de estudio y reflexión cristiana, donde los maestros han plasmado el don que Dios ha regalado a su iglesia. A su vez, las siguientes generaciones de cristianos han podido evaluar este material histórico, depurando los escritos y dejando atrás los errores. 

 

El trabajo de los antiguos ha facilitado la comprensión de los distintos contenidos de la Escritura, se han sistematizado las doctrinas, se ha profundizado en sus contenidos, se ha dado respuesta a objeciones aparentes, etc. Nosotros tenemos la posibilidad de contrastar estas conclusiones directamente y verificar su pertinencia. Esto nos ahorra mucho tiempo.

 

V. Por esta razón creo que citar la reflexión bíblica de autores cristianos de reconocida trayectoria y capacidad no sólo es un reconocimiento a la iluminación y ministerio del Espíritu Santo en aquellos, sino que también es una muestra de humildad en el creyente, el cual recurre a la iglesia de Cristo de siglos pasados en búsqueda de iluminación y orientación.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Desde Malta a la prisión romana (Hechos 28)

 



Pablo en la isla de Malta

Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; más habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.

 

En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados; los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.

 

Pablo y los sobrevivientes del naufragio recibieron una muy buena atención por parte de los habitantes nativos de la isla de Malta. La bondad de Dios permitió que la travesía marítima terminara siendo calmada mediante un fuego y alimentos. La palabra de Dios menciona la particular situación del apóstol Pablo siendo mordido con veneno mortal por una víbora mientras se calentaba en la fogata: "en clima frío algunas víboras pueden parecer ramas hasta que el calor del fuego las hace retorcerse" (1). Se esperaba su muerte, sin embargo, nada le sucedió, asombrando a los naturales de la isla. Esta situación hace a algunos recordar Marcos 16:18: "tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán". 

 

En agradecimiento a esta muestra de "no poca humanidad" (v.1), por parte de los naturales de Malta, el apóstol Pablo hizo varias sanidades, en particular la del padre de Publio, hombre principal de la isla. También hubo muchos otros no identificados que se acercaron al apóstol y fueron sanados. Investigaciones modernas señalan que la enfermedad descrita aquí puede haber sido malaria, o alguna muy similar. Lo anterior demuestra la presencia del don de sanidad en Pablo, el cual sanaba enfermos sin condición alguna.

 

Pablo llega a Roma

 

Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux. Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.

 

El trayecto hacia Roma fue realizado en un barco de Alejandría, la ciudad de partida de esta ruta a Roma, "Los dioscuros (Cástor y Pólux, héroes gemelos, hijos de Zeus que habían sido deificados) eran considerados como protectores especiales de los barcos, a quienes uno podía clamar en una tormenta" (2). El trayecto incluyó las localidades de Siracusa, Regio, Puteoli y Roma. En Puteoli se quedaron siete días producto del amor de los creyentes. Algo similar sucedió en Roma, donde los hermanos al saber de la presencia del apóstol en el lugar, salieron a recibirlo hasta el "Foro de Apio y las Tres Tabernas", todo lo cual lo animó grandemente. Pablo no quedó recluso en una cárcel común a la espera del César, sino que se le permitió vivir aparte, en una especie de "reclusión domiciliaria", encadenado holgadamente por la muñeca a un soldado (Hch 28:20), quien sería un miembro de la guardia pretoriana, guardia personal de la elite del César en Roma, la cual consistía de nueve o doce cohortes (3).

 

Es de destacar el amor mostrado por los hermanos, tanto en Puteoli, como al llegar a Roma. La expresión de ellos muestra cómo aflora espontáneamente el amor de un creyente genuino al encontrarse con otro hermano en la fe, amor desencadenado en un creyente cuando constata la presencia del Espíritu Santo en otro ser humano. El caso de Lidia, en Hechos 16, es pertinente para ilustrar este punto, pues ella mostró amor a Dios y gratitud con los hombres que le llevaron la Palabra al invitarlos encarecidamente a su hogar (Hch 16:15). Su actitud no fue mera cortesía, sino que sinceramente quería expresarles su gratitud por la Palabra de Dios. 

 

Pablo explica el por qué llegó a Roma

 

Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena. Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.

 

Ya en prisión domiciliaria Pablo convocó a los principales de los judíos, tratando la razón por la cual había llegado a aquel lugar. El designio de Dios había establecido que Pablo compareciera ante el Cesar, y por esa razón llegara a Roma. Pablo se encontraba en Cesarea, y los judíos intentaron que fuese enviado a Jerusalén para emboscarlo en el camino (Hch 25:20). Para evitar esta situación Pablo apela a Augusto, evento que no podía ser revertido.

 

Si bien Pablo llegó a Roma por apelar al Cesar, la razón de fondo de su presencia en la ciudad es el designio de Dios: "Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto a esta cadena" (Hch 28:20). El contexto da cuenta que Pablo aludía a la nación al referirse a la "esperanza de Israel". Recordemos que Pedro quedó encomendado con el evangelio a los judíos y Pablo a los gentiles, pero esto no significó la imposibilidad de presentar el mensaje de Cristo de forma cruzada. Como indica Craig Keener: "Pablo continúa enfatizando la continuidad entre el mensaje del AT y el suyo; este punto sería importante para los líderes judíos y también para los lectores romanos, quienes necesitaban entender que el movimiento cristiano estaba arraigado en una religión antigua digna de tolerancia" (4).

 

Los judíos en Roma querían conocer acerca del evangelio, el que describen como una "secta" (Hch 28:22). Es interesante notar que el mensaje de Cristo crucificado era notorio en el mundo conocido. Este diálogo da cuenta de las condiciones apropiadas para que Pablo expusiera el evangelio ante la audiencia de judíos y también de gentiles, su prisión domiciliaria se transformó en el mejor púlpito de predicación de la época.

 

 

Pablo predica el evangelio a los judíos en Roma

 

Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían. Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:

Ve a este pueblo, y diles:

De oído oiréis, y no entenderéis;

Y viendo veréis, y no percibiréis;

Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,

Y con los oídos oyeron pesadamente,

Y sus ojos han cerrado,

Para que no vean con los ojos,

Y oigan con los oídos,

Y entiendan de corazón,

Y se conviertan,

Y yo los sane.

Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán. Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. 

Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.

 

Finalmente, el apóstol dedicó su tiempo de prisión en la actividad central de todo cristiano: predicar el evangelio. La mención del versículo 23, "persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas", sugiere que su audiencia era principalmente judía. Cuando Pablo predicaba a sus connacionales, el mensaje solía comenzar con los patriarcas o con Moisés, en cambio, cuando su audiencia era gentil, su predicación comenzaba presentando a Dios como el creador de los cielos y de la tierra. Recordemos las palabras con las que Pablo comienza su mensaje ante sus contendores atenienses: "El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas" (Hch 17:24-25).

 

Los visitantes del apóstol no eran sólo judíos inquisidores de su fe, sino que también la iglesia cristiana en Roma estuvo presente con él. Recordemos la reflexión de Pablo al momento de decidir quién llevaría la correspondencia a la iglesia de Filipo: "Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús" (Fil. 2:19-21). Pablo pensaba en enviar a Timoteo a Filipo con la misión de llevar la carta, ya que según su opinión, las personas que lo rodeaban en la prisión en Roma (lugar donde escribió las "epístolas de la prisión", entre otras, Filipenses), no tenían ni el ánimo ni el interés sincero en los filipenses que sí tenía Timoteo. Lo anterior indica la existencia de un grupo de cristianos, tal vez no muy maduros aún.

 

De esta manera, Pablo era visitado tanto por judíos como por la iglesia de Cristo presente en Roma. El versículo 24 señala explícitamente que algunos "asentían lo que decía", mientras otros "no creían". Podríamos suponer que los que "asentían" eran convertidos a Cristo mientras los otros definitivamente no. El contexto del pasaje de Isaías citado por el apóstol (v. 26 y v. 27) refuerza la idea que los visitantes que rechazaron el evangelio eran principalmente judíos.  

 

El Señor es el que cierra el corazón del hombre, y también es el que lo abre para vida eterna. Recordemos nuevamente el ejemplo de Lidia, en el contexto de la visita de Pablo a Filipos en su segundo viaje, donde se dice que mientras ella escuchaba las palabras de Pablo: “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hch 16:14). De este pasaje se desprenden dos cosas; cualquier persona necesita que Dios le abra el corazón para comprender el mensaje del evangelio, para ser capaz de "oír" la Palabra de Dios: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Rm 10:17). También se infiere que Dios no siempre abre el corazón de los hombres, por lo que la predicación del evangelio no garantiza salvación en los oyentes, al contrario, la gran mayoría se mantendrá en su condición de muerte espiritual (Ef 2:1). La situación normal del ser humano ante el evangelio es de oscuridad producto de un enceguecimiento diabólico: "en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Co 4:4). En resumidas cuentas, Dios es soberano en toda la obra de salvación del hombre, permitiendo o no que éste comprenda la luz del evangelio de Cristo.

 

A estas alturas habían muchísimos creyentes gentiles, los que hacían visible el anterior "misterio de Dios" de ampliar su pueblo de una nación específica a una multitud de naciones y culturas sobre la tierra, personas injertadas en el pueblo de Dios -inicialmente étnico- a través de los siglos (Rm 11:17). Hechos describe ampliamente esta apertura con la revelación que Dios le dio a Pedro en su episodio con Cornelio: "Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (Hch 10:34-35). Como indica el versículo 29, el ingreso de gentiles a la salvación seguía siendo resistido por el judaísmo.

 

Si bien el libro de Hechos termina con el apóstol Pablo prisionero durante dos años, las palabras finales son de bendición y motivación para los cristianos de todas las épocas. Una situación adversa, como la privación de libertad, se transforma en una bendición para alguien que busca glorificar el nombre de Cristo; Pablo se dedicó a predicar el Reino de Dios y a enseñar sobre Cristo durante todo este tiempo, no perdió minuto alguno en reclamar por su situación injusta, sino que se dedicó a lo único de valor eterno: engrandecer el nombre de Cristo. 



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 405

[2] Ibid, pág. 406.

[3] Ibid, pág. 406.

[4] Ibid, pág. 407.

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