I. Introducción
La historia del pecado de Acán y su desenlace -vista con los ojos del siglo XXI- parece de una severidad a la que no estamos acostumbrados. De hecho, da pie para que se plantee la herética hipótesis que el Dios del Antiguo Testamento sería distinto al del Nuevo. También se ha dicho que Dios habría cambiado, lo que contradice su atributo de inmutabilidad.
Dios no ha cambiado, y su severidad sigue intacta. Veremos que aún en nuestros días existe la posibilidad que Dios declare a alguien como "anatema".
Hemos dividido este tema en dos secciones. La primera trata sobre el pecado de Acán (Js 7:1), mientras la segunda se referirá -en un próximo escrito- a sus múltiples consecuencias (Js 7:2-26).
i. Contexto
Los pueblos que habitaban la tierra prometida y zonas aledañas se caracterizaban por una maldad extrema. El desenfreno sexual utilizado como insumo para la adoración idolátrica, la violencia en las relaciones humanas, el abuso por parte de los más fuertes y en particular la muerte por incineración de niños entregados en sacrificio, como lo hacían los cananeos y amonitas en su adoración a Moloc, caracterizan la cultura imperante en estas naciones. Dios prohibió en particular toda cercanía del pueblo a la idolatría de Moloc (Lv 20:2-5). Interesante es constatar que tanto los antiguos aztecas, incas y otros pueblos precolombinos también practicaban el abominable sacrificio de niños.
Jericó, ciudad probablemente dedicada al dios de la luna, era un centro de adoración idolátrica y de prácticas paganas. Por esta razón Dios declaró anatema esta ciudad: "Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos. Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis" (Js 6:17-18). Más adelante, cuando Josué comandó la destrucción de la ciudad, pronunció la siguiente maldición: "Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas" (Js 6:26).
En este contexto histórico de pueblos paganos e idólatras, Israel es elegido y llamado por Dios a la santidad: "Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios" (Lv 20:7), lo que significa vivir en obediencia a sus mandatos. Dios establece claramente condiciones en su contrato con Israel (Dt. 28), las que se sintetizan en que si el pueblo obedece la voluntad de Dios se convertirían en luz para las naciones, en un mensajero del conocimiento del Dios verdadero. Esta obediencia sería recompensada con el respaldo permanente de Dios a la nación en lo militar y económico. Sin embargo, en caso que el pueblo siguiera el camino de las naciones impías y se involucrara en actos de idolatría, Dios expresaría su ira de diversas formas.
ii. El pecado
"Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel" (Js 7:1)
La sustracción del anatema, término que significa "separado para ser destruido", es un acto de suma gravedad. La ley de Dios no prescribe muerte por lapidación o quema ante cualquier transgresión, sino que lo hace en casos muy específicos, entre los cuales están los hechos relacionados con el anatema. La raíz hebrea de anatema "JEREM", puede significar algo dedicado a Dios para darle honra o algo dedicado para destrucción, por el contexto de la narrativa en cuestión sabemos que Jericó fue maldita o separada para destrucción. Algunos pasajes de la ley relacionados con el anatema son:
Deuteronomio 7:26
"y no traerás cosa abominable a tu casa, para que no seas anatema; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es anatema"
Levítico 27:29
"Ninguna persona separada como anatema podrá ser rescatada; indefectiblemente ha de ser muerta"
Deuteronomio 13:17
"Y no se pegará a tu mano nada del anatema, para que Jehová se aparte del ardor de su ira, y tenga de ti misericordia, y tenga compasión de ti, y te multiplique, como lo juró a tus padres"
De alguna manera la condición de anatema es similar a la de un objeto radiactivo. No sólo se debe evitar el contacto directo, sino que hay que procurar por todos los medios estar lejos de su presencia. Acán al tomar del anatema no solo se contaminó él, sino que perjudicó a su familia, a su tribu y a todo Israel, en distintos grados.
Es paradójico que en el periodo en que se inserta este lamentable episodio abunden las acciones sobrenaturales de Dios en favor de su pueblo. Dios abre el río Jordán de forma análoga a lo que hizo con el mar rojo, Josué tiene un encuentro con el Príncipe del Ejército de Jehová, una Cristofanía que probablemente fue comunicada al pueblo, la ciudad de Jericó es destruida milagrosamente por la mano de Dios, evento en que Acán con toda seguridad participó. En síntesis, el obrar de Dios era evidente a los ojos del campamento. Es de notar además que las obras portentosas de Dios hechas en Egipto, en el mar rojo y en el desierto eran ampliamente conocidas en todo aquel mundo contemporáneo (Js 2:9-10). También es de mencionar que el pueblo -desde que comenzó la dirección de Josué- se encontraba en buen pie espiritual: "Nosotros haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos mandes" (Js 1:16).
En este marco favorable ocurre el pecado de Acán, que de alguna manera nos rememora al de Adán. Ambos fueron ingresados en ambientes favorables, Adán en el Edén, Acán en la tierra prometida. Adán gozaba de una comunión directa con Dios mientras que el Israel de Acán -como hemos mencionado- podía observar visiblemente la dirección del Señor. En ambos casos este nuevo comienzo se ve frustrado por el pecado.
El pecado siempre expresa el deseo humano de independencia de Dios, eso caracterizó a la caída de Adán y a todos los casos posteriores. El pecado es el deseo de reemplazar la ley eterna por nuestros propios parámetros de conducta, de modo que nunca seamos juzgados como transgresores, pues acomodamos las leyes en nuestro beneficio. Quizá lo más doloroso del pecado es que expresa un profundo desprecio hacia Dios, pues al actuar contra su voluntad declaramos que Él no logra satisfacer completamente nuestras vidas.
El pecado de Acán expresa todo lo anteriormente mencionado. Al tomar un botín desde Jericó -ciudad declarada completamente anatema- Acán expresó amor por las riquezas de alto valor para este mundo, su sed de codicia fue más fuerte que el amor que debía tener por Dios, el que se expresa en obediencia por sus mandatos (Js 6:17-18). Al actuar de esta manera Acán desestimó todo lo que es Dios en favor de la recompensa temporal. Es de notar que el primer capítulo de Josué cierra con el siguiente versículo: "Cualquiera que fuere rebelde a tu mandamiento, y no obedeciere a tus palabras en todas las cosas que le mandes, que muera; solamente que te esfuerces y seas valiente" (Js 1:18).
iii. Aplicación
No debemos descuidar la salvación que Dios nos ha dado (He 2:3), debemos ser vigilantes en todo, de lo contrario crearemos las condiciones para que el pecado nos desborde. John Owen, el famoso puritano, acuñó la frase: "Mata el pecado o el pecado te matará a ti" situación que se previene cultivando una relación con Dios que sí o sí requerirá disciplina, esfuerzo, madurez y menosprecio por los deleites temporales del pecado que abundantemente nos ofrece este mundo.
El amor al mundo y las cosas que están en el mundo es la puerta a todo pecado. Como dijo el apóstol Juan "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo" (1° Jn 2:15-16). Tanto los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida son influencias que nos impulsan a querer vivir en independencia de Dios. Tristemente, cuando estas influencias triunfan damos lugar al pecado.