domingo, 5 de julio de 2020

Tres evangelios al mismo tiempo


El evangelio de la prosperidad

 

Concibe al ser humano como merecedor de experimentar la abundancia y poder propios de un hijo de Dios. Es motivante para el fiel, pues Dios tendría “grandes cosas esperando por ti” o te confirma que “mereces vivir tu mejor vida ahora”. El hombre tiene un gran potencial y sólo Dios puede activarlo en plenitud. La premisa de fondo es que la prosperidad económica es señal de la bendición de Dios.

 

Dios es entendido como un partner comercial. De hecho, la relación que el fiel establece con Dios es transaccional, mediada por un contrato o pacto. Este pacto indica tanto las obligaciones del fiel (donación de dinero o especies) como las retribuciones de parte de Dios. Muchas veces esto se expresó en términos de razón matemática “si usted da $100, Dios le devuelve $1000”, lo que asimila este contrato a la adquisición de un instrumento financiero de alta rentabilidad.

 

Cristo crucificado en expiación por el pecado no es tema pertinente a esta fe. El sentido de la muerte de cruz, si es que tiene alguno, es simbolizar una nueva época de abundancia y prosperidad. Algunos dicen que el sacrificio de Cristo tuvo como propósito exclusivo que el hombre pueda “alcanzar sus sueños” a través de una “vida abundante”.

 

El mensaje es desafiante para el hombre, pues apela a superar su mediocridad financiera bajo la promesa de grandes utilidades. Es un mensaje que apunta a la ambición del oyente y la retribución es explícita: el éxito económico, llegar a ser millonario.

 

 

El evangelio del bienestar

 

Concibe al hombre como un ser sensible y victimizado por una sociedad hostil y agresiva. El hombre que se acerca a la religión es alguien herido que busca una sanación “holística”. En este contexto, la misión de la iglesia es acoger al herido, abrazarlo fraternalmente, brindarle una comunidad de apoyo y prestarle la ayuda necesaria para su restauración.

 

La idea que se tiene de Dios es difusa, producto de la persistencia de resabios de teología liberal. Es detectable la presencia inconsciente tanto de la filosofía de Schleiermacher, como de la supuesta ortodoxia de Barth o el racionalismo de Bultmann. Lo anterior se expresa en una concepción de Dios de amplio rango: para algunos Dios es personal, pero para otros sólo es una fuerza del ámbito de la física. Algunos conciben a Dios como un fenómeno subjetivo, propio de la intuición humana, en cambio para otros Dios se expresa en todas las religiones bajo una identidad distinta. En suma, la concepción de Dios es diversa, puede llegar a ser todo lo que la persona quiere que sea. Sin embargo, uno de los pocos puntos donde hay convergencia es presentar al Dios de la Biblia amputado de todos sus atributos menos de uno: el amor. Se sobre enfatiza el amor, pero siempre desde una significación externa a la Biblia, “no debemos llamar a la gente bajo la amenaza del infierno, sino a través del amor” se suele repetir. Juan 8, donde Cristo perdona a la mujer adúltera, es sin lugar a dudas el pasaje más citado por esta corriente religiosa.

 

En vez de Cristo, ellos prefieren hablar de Jesús, amplificando su condición humana y también sembrando dudas sobre su divinidad. Dios se encarna en Jesús para “identificarse” con la vida y sufrimiento del hombre, así lo puede entender vivencialmente para socorrerlo en sus problemas cotidianos. De esta manera, los pocos que creen en la encarnación de Cristo la entienden como un evento subordinado al bienestar de la gente.

 

El evangelio del bienestar no contiene un mensaje claro, es más bien una invitación a participar de un club de programación diversa. Se incentiva el interés por las causas sociales del momento. En oposición a la vida de monasterio, se llama a “compartir el amor de Dios con la comunidad”. El llamado de Jesús sería a luchar por una sociedad más justa, diversa, incluyente. De ninguna manera el cristianismo se centra, ni menos se agota, en la cruz del calvario. Como se puede apreciar, los mensajes de este evangelio encuentran sus raíces en las vertientes culturales del post marxismo, en la teología de la liberación y también en ciertos paradigmas de la psicología. 

 

 

El evangelio bíblico

 

En el Evangelio bíblico el ser humano es advertido de su condición de pecador, alguien que ha ofendido a Dios y que por tanto tiene una deuda con él. Sin desconocer la suerte que le haya tocado vivir a la persona, trasciende siempre su estado pecaminoso ante Dios.

 

Dios es soberano, creador de los cielos y la tierra, autor de la vida y redentor de su pueblo. Dios es personal, se le puede conocer a través de sus atributos bíblicos. Entre éstos está su infinito amor, el cual se expresa en “que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. La muerte del Señor ha provisto del único pago que satisface la justicia de Dios por el pecado que cargamos. Cristo es el mediador entre un Dios santo, justo, amoroso y una humanidad caída en pecado. Es la acción de Dios en Cristo, a favor del pecador, el que le libra de la condenación eterna y le abre la entrada a los lugares celestiales. 

 

Al creer en Cristo el hombre pone su deuda en el Salvador, le imputa su pecado. Así Cristo se hace ofrenda por el pecado (2ª Cor 5:21) y paga la deuda del hombre con Dios. La justicia de Dios es satisfecha y se hace posible el perdón al ser humano, sólo Cristo podía satisfacer la justicia del Padre. El hombre recibe este beneficio por gracia, o sea, sin merecerlo de forma alguna.

 

El mensaje del evangelio interpela al hombre en dos direcciones, arrepentimiento y fe, “arrepentíos y creed en el evangelio” (Mr 1:15). Cristo carga los pecados de su pueblo bajo la solemne advertencia: “el que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn 3:36).


3 comentarios:

  1. Amigo, he vuelto a leer este excelente artículo he insisto en que deberías ampliarlo a través de un ensayo. De pronto, el evangelio del bienestar tiene su propia paleta de colores que merece ser mostrada, para que así podamos reconocerlo cuando se presenta ¡Saludos!

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