miércoles, 1 de julio de 2020

La relatividad del conocimiento científico según Thomas Kuhn



En 1962 Thomas Kuhn publica La estructura de las revoluciones científicas, su libro más importante para la filosofía de la ciencia. Es uno de los ensayos más influyentes en la segunda mitad del siglo XX en ciencias sociales.

 

En La estructura de las revoluciones científicas Kuhn instala la idea de “paradigma“, que es básicamente una cosmovisión, una determinada concepción del universo asumida como “dogma de fe” durante un periodo de tiempo. En este periodo las comunidades científicas se aferran al paradigma vigente y son reacias a aceptar algo que lo contradiga. Tras esta actitud dogmática está la necesidad de conservar las instituciones científicas, las carreras académicas y el saber acumulado durante el periodo. Un paradigma no se cambia de un día para otro por el mero hecho que un experimento haya dado un resultado contradictorio. 

 

Un ejemplo clásico de cambio de paradigma es el paso del modelo geocéntrico de Ptolomeo, donde se concebía a la tierra como el centro del universo, al heliocéntrico de Copérnico, donde el centro de lo conocido pasa a ser el sol. Otro ejemplo es la transición de la física de Isaac Newton a la teoría de la relatividad de Albert Einstein, la que si bien tuvo continuidad, dejó obsoletos un montón de ámbitos del conocimiento anterior.

 

La transición de un paradigma a otro se da a través de una revolución científica. Este proceso se produce cuando un paradigma se enfrenta a múltiples contradicciones o “anomalías”, las que en última instancia provocan la revolución científica; es como cuando una techumbre se comienza a llover y la filtración se remedia con un parche, luego aparece otro forado y es necesario otro parche, al final hay más parches que techumbre y se hace necesario reemplazar completamente el techo. La revolución científica sucede después de un largo tiempo de lucha contra los científicos “oficialistas”, los que defienden el paradigma a pesar de los errores evidentes que va mostrando. De esta manera, la ciencia sólo acumula conocimientos durante la vigencia de un paradigma, pero cuando éste es reemplazado por otro todo el conocimiento acumulado queda obsoleto y es echado a la basura. Normalmente la ciencia parte de cero otra vez.

 

La idea de fondo es que si los paradigmas científicos son reemplazados por otros a través del tiempo, las verdades de la ciencia son relativas a la vigencia del paradigma también. Entonces se concluye que no hay verdades científicas absolutas, sino siempre relativas. Por ejemplo, nadie podría asegurar la imposibilidad que en algunos siglos se levante un nuevo “gigante” en física y supere las concepciones de la teoría de la relatividad, dejándola obsoleta.

 

¡Qué gran contraste existe entre las verdades científicas y la Palabra de Dios! Mientras las primeras son relativas a su tiempo, las segundas permanecen para siempre:

 

La hierba se seca y la flor se marchita; 

pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre” (Is 40:8)

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