lunes, 13 de julio de 2020

Las iglesias evangélicas y la migración: influencia recíproca



La historia de los evangélicos en Chile se remonta al siglo XIX, con la predicación de misioneros europeos y la fundación de iglesias de “trasplante”, orientadas a extranjeros que venían a Chile por motivos de trabajo. Hasta ese momento los evangélicos o protestantes eran un número insignificante y no habían muchas perspectivas de crecimiento debido a una barrera cultural. En ese contexto irrumpe el movimiento pentecostal, que a diferencia de las iglesias “históricas” supo adecuarse al sustrato cultural latinoamericano. El pentecostalismo crece lenta pero sostenidamente desde la década del 30, soportado por un importante fenómeno demográfico: la migración campo ciudad.


En 1968 el sociólogo suizo Christian Lalive d'Epinay propuso una tesis que ha envejecido bien. Sostuvo que el pentecostalismo creció fuertemente durante la primera mitad del siglo XX debido a la migración campo ciudad, y en este proceso tanto los campesinos como las iglesias se influyeron mutuamente. Por un lado, la comunidad religiosa ayudó al campesino a insertarse en la urbe y por otro lado el campesino influyó en la comunidad religiosa reproduciendo en su interior las relaciones sociales de la hacienda. En palabras de Lalive: “el evangelismo en Chile reproduce la estructura tradicional de la hacienda entre los trasplantados del campo a la ciudad, sustituyendo al patrón por el pastor. En el momento en que se desmorona uno de los bastiones de la tradición (la gran hacienda), en ese mismo momento surge la comunidad pentecostal. Esta llena un vacío, permitiendo al individuo integrarse a un grupo; pero al mismo tiempo se organiza a imagen del antiguo modelo”


De esta forma, las iglesias evangélicas del siglo pasado se habrían constituido en pequeñas versiones de la “vida de campo” en la ciudad, en un sentido relacional. Las influencia de la hacienda se reflejó en un fuerte ordenamiento jerárquico, un liderazgo autoritario de parte del pastor y una intromisión y control en la vida del fiel de características casi sectarias. Se hizo conocida la idea del evangélico como alguien con una sumisión "ciega" al pastor. En definitiva, esta vida de campo en miniatura significó para el trasplantado una transición que suavizó su adaptación a la ciudad. De lo anterior se desprende que la cultura de una comunidad religiosa no es estática, sino que se renueva en la medida que cambian sus miembros.

 

Los contenidos desarrollados por la comunidad religiosa eran sencillos, los justos para ser comprendidos por una población rural analfabeta casi en su totalidad. Esta sencillez temática fue compensada con la importancia asignada a la música, la que servía de telón de fondo a todo tipo de expresiones de éxtasis durante su ejecución. Estas manifestaciones sólo eran comprendidas al interior de la comunidad, por lo que generaba un alto grado de solidaridad y pertenencia grupal entre los miembros. 

 

En la actualidad presenciamos un nuevo proceso de migración masiva, en este caso latinoamericana. Es notable la presencia de hermanos extranjeros en las iglesias, fenómeno transversal a la denominación y a la ubicación geográfica de la congregación. Tengo la impresión que en nuestro país las comunidades evangélicas están nuevamente realizando la labor de contención e integración que realizaron hace 80 años atrás. Esto es agradable al Señor, que siempre ha mostrado atención a las condiciones de los extranjeros como grupo humano en desventaja (Dt 10:19). Representa además una posibilidad concreta para que el cristiano exprese un sincero amor por el cuerpo de Cristo, no importando su procedencia. 

 

Volviendo al argumento inicial, así como las comunidades religiosas contienen, orientan y ayudan al migrante, estos últimos también influyen cultural y socialmente en el grupo donde se insertan. Probablemente las iglesias evangélicas chilenas estén reproduciendo, en un espacio acotado, la cultura del país de origen del migrante. Creo altamente probable la aparición de nuevas maneras de expresión y relacionamiento al interior de las iglesias en Chile.

 

A diferencia de lo que sucedió hace un siglo, en esta nueva etapa de contención participan prácticamente todas las denominaciones dando cobertura a los hermanos procedentes de otros países. Si en los años sesenta del siglo pasado se habló del pentecostalismo como el “refugio del campesinado”, ahora podremos hablar de las distintas iglesias evangélicas como el “refugió de los hermanos migrantes”.

 

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