Lucas parte dando cuenta someramente de la actividad del Señor en los cuarenta días que mediaron entre su resurrección y su ascensión. Cristo dio instrucciones a los apóstoles, les habló sobre el reino de Dios (Hch 1:3) y les recordó que la promesa del Espíritu Santo se concretaría en pocos días (Jn 14:15-21).
Los judíos anhelaban la restauración en gloria y majestad del reino, la tutela romana les causaba una tremenda frustración como pueblo, de ahí la ansiedad por conocer el tiempo del cumplimiento, “¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hch 1:6). El Señor les deja en claro que su curiosidad no sería satisfecha, “No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad” (Hch 1:7). Nótese que el Señor no se molesta con la pregunta, ni tampoco indica que el razonamiento haya sido incorrecto. Creo que el Señor tácitamente les dice algo así como “sé que anhelan el poder de Dios para restaurar el esplendor de Israel, pero el poder que recibirán cuando haya venido el Espíritu Santo no es para lo que anhelan ahora” (Hch 1:8). El poder del Espíritu Santo no revivió un reino terrenal, sino que transformó a hombres comunes y corrientes en testigos de Cristo en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta la último de la tierra. El poder del Espíritu Santo es el poder del Evangelio, capaz de salvar y reconciliar a Dios con todo aquel que cree, tanto judío como griego (Rm 1:6).
Inmediatamente después se describe el ascenso al cielo del Señor, ya en plena etapa de exaltación. Este acontecimiento fue observado atentamente por los apóstoles, los cuales al parecer recibieron una sutil reprimenda por parte de los ángeles que se hicieron presentes en el lugar, “¿por qué estáis mirando al cielo?” preguntaron los ángeles (Hch 1:11). Quizá este episodio ilustre que el llamado al creyente no es a la contemplación, sino a testificar de Cristo a las naciones.
Los apóstoles estaban unánimes y entregados de continuo a la oración a la espera de la venida del Espíritu Santo. Estaban en el aposento alto, probablemente el mismo lugar donde se realizó la última cena. En un momento Pedro toma la palabra y habla sobre la necesidad de reemplazar a Judas, hombre que formó parte del ministerio y del cual cayó para irse al lugar previamente asignado para él, “… del cual Judas se desvió para irse al lugar que le correspondía” (Hch 1:25). El Espíritu Santo, por medio de la boca de David, ya había hablado tanto de la traición de Judas como de su reemplazo (Sal 69:25, 109:8). De esta manera, Hechos 1:16 es una contundente prueba escritural de la inspiración divina de la Biblia, Dios es el que habla a través de la boca los hombres.
Después de presentar los requisitos para ser considerado apóstol -ser testigo presencial del ministerio del Señor, de principio a fin- se hallaron dos candidatos: Barsabás y Matías, probablemente los únicos que cumplían lo requerido. A través del proceso de “echar suertes” -algo extraño pero no ajeno a la costumbre del Antiguo Testamento- se eligió a Matías, el que no vuelve a ser mencionado en todo el NT.
Es interesante saber que no se habla más de Matías como apóstol ni a Dios confirmando está decisión , pero vemos claramente a el Señor llamando a Pablo quien se considera el menor de los apóstoles ( porque persiguió a la "Iglesia") y en la nueva Jerusalén hay 12 pilares de los 12 apóstoles , aquí hay un problema si Matías fue un apóstol y Pablo también deberían ser 13 pilares .
ResponderEliminarA mí parecer Matías no fue considerado por el Señor como apóstol por la manera de elegir hechando suertes, aún cuando era una costumbre, nunca se consumo tal elección con la aprobación del Señor y la de la lo si,el mismo dice que su llamado no fue por voluntad de hombre sino de Dios...
Saludos muy buen artículo