lunes, 11 de octubre de 2021

Tercer viaje misionero: Pablo en Éfeso (Hechos 19:1-10)


Pablo en Éfeso

Mientras Apolos continuó su ministerio en Corinto, región de Acaya, Pablo y la comitiva misionera cumplió su promesa de volver a Éfeso. La decisión de ir a esta ciudad tenía su racionalidad, pues "Éfeso proporcionó la oportunidad de influir en toda Asia (la provincia romana, actual Turquía). Era la ciudad más habitada de la provincia más próspera y poblada del imperio (Asia). Éfeso se convirtió en la ciudad principal con la sede real de la administración jurisdiccional" (1).

 

La primera escena que se narra en esta ciudad es el encuentro de Pablo con unos discípulos (aprendices o estudiantes en este contexto) aparentemente de Juan el Bautista, según el versículo 3. Probablemente el apóstol notó de alguna manera la ausencia del Espíritu Santo en aquellas personas, lo que gatilló su pregunta específica: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?" (Hch 19:2).

 

Este pasaje siempre ha sido motivo de controversias, debido a la disyuntiva de considerar a estos "discípulos" como cristianos o no. Los que ven en estos seguidores a cristianos renacidos, deben explicar el por qué recibieron al Espíritu Santo de forma posterior a su conversión cristiana, lo que muchas veces da lugar a enseñanzas tales como la "segunda unción" o un supuesto estado espiritual de nivel superior. Creo que esta lectura es errónea si consideramos el marco teológico mayor que nos provee la Escritura.

 

En primer lugar, en el Nuevo Testamento la palabra "discípulo" no siempre se refiere a cristianos (aunque todo cristiano sí es un discípulo) (2). Por ejemplo, la Biblia habla de los "discípulos" de los fariseos (Mr 2:18, Lc 5:33), los cuales desde luego no eran cristianos. Por otro lado, Juan 6:66 menciona a unos discípulos de Jesús que le habían abandonado: "Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él". 

 

Creo que esta disyuntiva se esclarece al considerar la respuesta de los discípulos a la pregunta de Pablo en Hechos 19:2: "Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo". Esta negativa, acentuada por el desconocimiento que expresan, sugiere de forma persuasiva la ausencia del Espíritu Santo en las vidas de estas personas.  

 

Si examinamos otros pasajes de la Escritura, queda claro que un ser humano en el cual no está presente el Espíritu Santo no puede ser de Cristo. Esta conclusión se sigue de forma necesaria de los siguientes pasajes: 

 

"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" 1º Corintios 6:19

 

"En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa" Efesios 1:13

 

"Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él." Romanos 8:9

 

"Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu" Judas 19

 

Sin embargo, estas personas no eran del todo ajenas a la fe, el texto indica que habían sido partícipes del bautismo de Juan, que era un acto "de carácter anticipatorio y que se relacionaba estrechamente con anunciar a Cristo, que estaba por venir" (3). De esta forma, estos discípulos tenían esa clase de relación con Dios que caracterizaba a los hombres piadosos del Antiguo Testamento, los que creyeron en Dios poniendo su fe en el Mesías venidero, del cual no siempre tuvieron mucha información (Hch 19:4).  

 

Lo importante es que estos hombres ya estaban destinados para vida eterna, por lo que Dios acomodó las circunstancias para que oyeran el evangelio y creyeran, siendo posteriormente bautizados en el bautismo cristiano, "Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús" (Hch 19:5). La conversión de estos hombres se hizo visible a través de la expresión de lenguas y profecía, situación recurrente en la narrativa de Hechos, y que en este caso puede relacionarse a la necesidad de confirmar la presencia del Espíritu Santo en ellos, "ya que ni siquiera habían oído que el Espíritu había venido, necesitaban una prueba tangible de que Dios había entrado verdaderamente en sus vidas" (4). Pablo, como autoridad de la iglesia naciente, impuso sus manos sobre ellos en señal de afirmación apostólica, incorporando a aquellas personas plenamente a la comunión cristiana.

 

Posteriormente Pablo se dedicó a discutir y a persuadir a judíos en la sinagoga acerca del reino de Dios, o sea, "todo lo que implicaba la muerte y exaltación de Jesús" (5). La valentía era una característica de la predicación apostólica, la cual desataba el poder de la Palabra al ser proclamada. Queda claro que la predicación apostólica no se esforzaba en empatizar con la audiencia, sino que confrontaba sin concesiones y no se amilanaba ante el rechazo ni la hostilidad. Esto es destacable al considerar que las experiencias previas de proclamación del apóstol, recurrentemente terminaron con la reacción violenta de los judíos, lo que se tradujo en numerosas persecuciones, encarcelamientos, lapidaciones, entre otros padecimientos. Nada de esto afectó al equipo misionero, la predicación de la Palabra era inquebrantable, es por eso que el "denuedo" de los hermanos es de los adjetivos más utilizados por Lucas para describir su actitud.

 

Como tantas veces sucedió en el ministerio de Pablo, la predicación del Evangelio gatilló la ira de los judíos, los que maldijeron "el Camino" (Hch 19:9), expresión al parecer original para el cristianismo de aquel entonces. Sin embargo, alcanzaron a predicar 3 meses en la sinagoga, hasta que la situación estalló. Con resolución, tanto Pablo como los hermanos se apartaron de la sinagoga y se incorporaron a la escuela de Tiranno, el que probablemente era un maestro de Éfeso. Al respecto, F.F. Bruce indica: "Tiranno (un nombre atestiguado en Éfeso) se supone, en general, que era el profesor que enseñaba habitualmente allí; es posible, sin embargo, que fuera el propietario del edificio, que quisiera alquilárselo a Pablo a veces, cuando no fuera requerido por el profesor o profesores habituales" (6).

 

De esta forma, con valentía y decisión, Pablo predicó la Palabra de Dios por más de 2 años en Éfeso. Hacer la voluntad de Dios trajo bendición a muchos en aquella zona, "de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús" (Hch 19:10).



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 377.

[2] John Macarthur, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos, Editorial Portavoz, USA, 2014. Pág. 467.

[3] F.F. Bruce, Libro de los Hechos, CLIE, 1988. Pág. 379.

[4] John Macarthur, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos, Editorial Portavoz, USA, 2014. Pág. 469.

[5] F.F. Bruce, Libro de los Hechos, CLIE, 1988. Pág. 381.

[6] Ibid. Pág. 381.

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