miércoles, 3 de noviembre de 2021

Tercer viaje misionero: los exorcistas de Éfeso (Hechos 19:11-22)


 

Enfermos sanados y espíritus malos expulsados de personas atormentadas eran confirmaciones visibles del ministerio de Pablo en Éfeso. De la misma manera que sucedió con el Señor Jesucristo, muchas sanidades y milagros ocurrieron a "modo de señal", comunicando a los incrédulos acerca del poder presente en el mensajero. Por esta misma razón observamos que en Éfeso el Señor obraba "milagros extraordinarios por mano de Pablo" (Hch 19:11) sobre personas seleccionadas, no con todo el mundo.  


El pasaje que abarca los versículos 12 al 19 es similar a otros del libro de Hechos. En especial, trae remembranza de aquel sucedido con Simón, el mago samaritano que creyó e incluso se bautizó con la predicación de Felipe (Hch 8:13), y que solicitó "adquirir" el poder del Espíritu Santo para sus propios negocios. Algo similar sucede en el pasaje que ahora nos convoca, donde los hijos de un tal Esceva, jefe de los sacerdotes judíos, se dedicaban al exorcismo ambulante. Los muchachos quedaron atónitos al ver la eficacia del ministerio apostólico en cuanto a la sanación y la expulsión de demonios, y quisieron aprovechar el poder de Pablo replicando las palabras que el apóstol usaba al ministrar: "Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo" (Hch 19:13). 


El intento de usurpar el lugar del apóstol no dio frutos, pues el espíritu malo les respondió "A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?" (Hch 19:15). A partir de esta respuesta se podría inferir que los espíritus malos tienen la capacidad de detectar el sello del Espíritu Santo puesto por Dios en sus hijos como la garantía de la herencia hasta la redención de la posesión adquirida (Ef 1:14). Por otro lado, y yendo un "poquito" más allá, podríamos ver en la respuesta de los espíritus malos una suerte de "rallado de cancha" a muchos "ministerios cristianos" de actualidad. Con esto quiero decir que el hablar a nombre de Dios o el profesar una determinada religión -todo lo cual supone la respectiva confesión de fe- no es en absoluto una credencial de genuina condición espiritual. De alguna manera este pasaje me recuerda al Señor Jesucristo declarando "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos..." (Mt 7:21). 


La Palabra de Dios muestra varios ejemplos de la capacidad de las huestes espirituales de reconocer instantáneamente la divinidad de Cristo, lo que corrobora el punto planteado anteriormente. Por ejemplo:


"Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta. 

Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían." 

Marcos 1:32-34

 

"Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios" 

Lucas 4:33-34


Es interesante analizar las palabras que el espíritu malo responde a los exorcistas. En primer lugar, "a Jesús conozco", el eterno Hijo de Dios encarnado, creador de los cielos y de la tierra, era fácilmente detectable por las potestades espirituales. Después agrega: "y sé quién es Pablo", reconocimiento esperable para un Apóstol, alguien que había recibido poder sobrenatural de parte de Dios sobre el reino demoníaco. Finalmente, el demonio se refiere a estos exorcistas ambulantes de forma algo sarcástica y desafiante diciéndoles: "pero vosotros, ¿quiénes sois?", dejando en una situación de peligro y vergüenza a los hijos de Esceva.


Al notar la condición de "impostores" de los hijos de Esceva, los espíritus malos que estaban en aquel hombre procedieron al ataque: "Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos." (Hch 19:16).


Este énfasis de actividad sanadora y de expulsión de demonios en Éfeso tenía relación con la gran actividad demoníaca presente en aquella ciudad. Recordemos que Pablo le escribe a los Efesios sobre la realidad de la lucha espiritual, la cual se enfrenta con una armadura precisamente espiritual: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes." (Ef 6:12). Éfeso tenía una amplia reputación por su gremio de magos y por la necesidad de exorcismos y protección en contra de espíritus malignos. Como sostiene C. Keener al respecto: "Por lo común, los magos exorcistas invocaban nombres de espíritus mayores para expulsar espíritus menores. De acuerdo con la teoría de la magia, los exorcistas podían obligar a una deidad o espíritu a hacer lo que ellos quisieran al invocar su nombre." (1)


Después de presenciar toda la escena, la comunidad de Éfeso quedó conmovida. El poder de Dios actuando a través del apóstol Pablo y el peligro asociado a las prácticas espiritistas gatilló un sentimiento de temor y también de arrepentimiento. Probablemente, los hijos de Esceva quedaron a muy mal traer después del ataque demoníaco. Tal situación movió a muchos de los habitantes de la ciudad a quemar sus colecciones personales de escritos relativos a la magia y la hechicería, los que fueron cuantificados en cincuenta mil piezas de plata, lo que equivale al salario de cincuenta mil días de trabajo para un trabajador promedio de aquella época. Queda en evidencia la magnitud de las prácticas de magia y hechicería en la ciudad de Éfeso. Por otro lado, debido a la cantidad de personas que se arrepintieron, podríamos estar hablando de un "avivamiento" efesio.


Finalmente, "crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor" (Hch 19:20). No hay nada que pueda vencer a la poderosa Palabra de Dios, ésta siempre será triunfante ante el mundo y las huestes de maldad. Esto sin duda es un gran consuelo para el cristiano. 



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 378.

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