viernes, 24 de junio de 2022

Los ídolos en el siglo XXI

 


“Ustedes no se harán ídolos, ni se levantarán imagen tallada ni pilares sagrados, ni pondrán en su tierra piedra grabada para inclinarse ante ella; porque yo soy el Señor su Dios” (Levítico 16:1)

 

Muchos son los pasajes del Antiguo Testamento que describen la aberración de la idolatría. El Nuevo Testamento también hace mención de aquello, pero con menos énfasis. Sin duda alguna, la idolatría fue uno de los pecados capitales de Israel, la causa raíz del por qué el pueblo escogido por Dios terminó sancionado una y otra vez en distintos cautiverios y esclavitudes.

 

¿Por qué razón cautivaba tanto la idolatría? Se puede argumentar que la fascinación que genera el ídolo se debe a que tras él opera un poder demoníaco, enloqueciendo la mente de los hombres alrededor. Esta hipótesis se puede sustentar en pasajes como Levítico 17:7 “No ofrecerán más sus sacrificios a los demonios, en pos de los cuales se han prostituido” (NKJV) o en Deuteronomio 32:16-17 “Le provocaron a celos con dioses extraños; con abominaciones lo provocaron a ira. Sacrificaban a demonios que no eran dioses, a dioses que nunca habían conocido, a dioses nuevos que habían llegado recientemente, a quienes vuestros padres nunca habían temido” (NVI). Es altamente probable que esta sea la razón, después de todo las potestades del aire anhelan encender la enemistad existente entre Dios y sus criaturas. Por otro lado, no se explica fácilmente por qué seres racionales se entregaban tan fácilmente a la adoración de objetos creados por sus propias manos, algo que la Biblia se encarga de denunciar una y otra vez: “Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombre” (Salmo 115:4), “También su tierra se ha llenado de ídolos. Adoran la obra de sus manos, lo que han hecho sus dedos” (Isaías 2:8). 

 

Lo anterior me hace pensar en un poder sobrenatural para seducir a la mente humana. Las imágenes pueden haber adquirido cierta aura de vida al ser observadas por los hombres. Estas obras humanas suelen ser muy expresivas, con una increíble capacidad de comunicar emociones, además pudieron haber recibido una chispa de expresividad sobrenatural de parte de los demonios. Por otro lado, para que el cuadro sea completo, Satanás pudo haber dado respuesta al clamor idolátrico del hombre, intensificando aún más su obscena adoración.

 

Está claro que el sentido primario de este fenómeno son los objetos creados por manos humanas. Dios prohibió expresamente el rendir culto a cualquier objeto que se pretenda receptor de adoración. En este sentido, los ídolos son elaboraciones humanas con el propósito definido de constituirse en dioses sustitutos, trastornando aún más la mente humana vendida al pecado. La idolatría tiene este significado primario, de adoración concreta. Prueba de esto es el contraste entre Dios y los ídolos que hace el Salmo 115:3-8:

 

Nuestro Dios está en los cielos;

Todo lo que quiso ha hecho.

Los ídolos de ellos son plata y oro,

Obra de manos de hombres.

Tienen boca, mas no hablan;

Tienen ojos, mas no ven;

Orejas tienen, mas no oyen;

Tienen narices, mas no huelen;

Manos tienen, mas no palpan;

Tienen pies, mas no andan;

No hablan con su garganta.

Semejantes a ellos son los que los hacen,

Y cualquiera que confía en ellos.

  

Como se dijo, los dioses denunciados por el Antiguo Testamento son entidades con que los hombres buscaron encauzar su necesidad de adoración de manera pecaminosa. Los ídolos tenían forma definida, eran concretos y objetivos. La idolatría generó en Dios ira destructiva: “Destruiré sus lugares altos, derribaré sus altares de incienso y amontonaré sus cadáveres sobre los cadáveres de sus ídolos, pues mi alma los aborrecerá” (Levítico 16:30). Los ídolos bíblicos incluso tenían nombres reconocidos: "Astarot" o "Asera", "Baal", "Quemos", "Dagón", "Milcom", etc. 

 

Ahora bien, ¿qué sucede en la actualidad? ¿nos hemos liberado de la práctica de la idolatría? En el sentido del Antiguo Testamento, creo que el pueblo de Dios sí se ha librado de la práctica idolátrica. No es habitual saber que un cristiano posea un altar de culto idolátrico, al menos yo nunca he sabido de algo así. Esto es motivo de alegría, ya que esta abominable práctica no es predominante en la vida de la Iglesia. No obstante, podríamos hablar de idolatría en un sentido secundario, ¿a qué me refiero con esto? A que existen fenómenos, asimilables a un objeto idolátrico, que gatillan la misma fascinación que los ídolos veterotestamentarios, ¿se han fijado en la pasión cuasi religiosa que generan los equipos de futbol -o selecciones- en algunos hermanos en Cristo? ¿Han observado el ritual de "adoración" que se ofrenda domingo a domingo en ciertos estadios de futbol con los cánticos, lienzos y fuegos de artificio? Creo que esto es bastante asimilable a la idolatría, y lo triste es que muchos cristianos son partícipes de aquello. Algo similar sucede con los músicos o bandas famosas, las que pueden generar el fervor más increíble en algunas personas. Esto es pecado sin duda, y es muy similar a la descripción idolátrica del Antiguo Testamento.

 

Finalmente, tenemos una idolatría en un sentido terciario. Me tomo de la frase de Juan Calvino al respecto: "El corazón del hombre caído es una fábrica de ídolos; Una forja perpetua, un refugio corruptible de idolatría". Calvino va a un nivel más simbólico, y establece una definición de idolatría donde no importa tanto el objeto receptor de la adoración, sino más bien el corazón infiel del hombre. En este marco conceptual siempre habrá algo o alguien más importante que Dios, por lo que podemos catalogar como ídolos a muchas cosas: el trabajo, el dinero, la salud, el matrimonio, los hijos, el cónyuge, el estatus social, etc. De repente nos damos cuenta que estamos constantemente poniendo cosas materiales o inmateriales a un nivel de importancia por sobre Dios mismo, y al hacer eso nos convertimos lamentablemente en aborrecibles idólatras. El apóstol Juan nos advierte a no amar al mundo ni las cosas que están en el mundo (1º Juan 2:15), en nuestro corazón no pueden convivir simultáneamente el amor por Cristo y un amor mayor a otra cosa. El Señor nos mandató a amarlo por sobre todas las cosas: "Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento" (Mateo 22:36-38).

 

1º Corintios 8:4 dice que para un cristiano, un ídolo no es "nada". Así debe serlo, tanto en el sentido primario, en el secundario y sobre todo, en el simbólico.

 

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