sábado, 8 de octubre de 2022

En Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento



En Cristo "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Col 2:3). El ser humano que ha conocido a Cristo, ha conocido la verdad, la misma verdad que la filosofía niega por incognoscible, empañada u oculta por los fenómenos visibles o accesibles a nuestros sentidos.

 

Creo que en Colosenses 2:3 se hace realidad en la bendición que tiene el creyente de poder interpretar los eventos históricos desde la óptica del evangelio. El cristiano entiende que el evento más importante de la historia sucedió en la cruz del calvario, donde Cristo carga y paga el precio del pecado de su pueblo, liberándolo de la sentencia decretada en su contra (Col 2:14): condenación eterna (2 Ts 1:9). Además, Cristo no sólo expió nuestra maldad pagando la deuda originada por el pecado, sino que también nos comunicó su justicia en términos posicionales, haciéndonos "seres aceptables" ante Dios (Ef 1:6). El Señor nos llama a creer en la vida, muerte y resurrección de Cristo tal como lo afirma la Biblia, y nos llama al arrepentimiento (Mr 1:15), lo que implica necesariamente un cambio radical en la forma de vivir (2º Co 5:17).

 

Entendido el evangelio, ¿cómo lo relacionamos con los eventos particulares y acotados de la historia universal? Es verdad que los eventos del día a día parecen no tener relación alguna con el evangelio, incluso es difícil relacionar grandes hitos históricos con la cruz de Cristo. Un concepto que nos puede ayudar es la soberanía de Dios, que establece que él ha diseñado todo lo existente, y que todo se mantiene bajo su control en función de su propósito eterno. Sin embargo, apelar a la soberanía de Dios nos trae una complicación, alguien podría concluir que como Dios es el autor y controlador de todo lo que sucede, también lo es de las distintas formas de maldad. Esta situación no es de fácil resolución, sin embargo, podemos señalar que si bien todo lo que ocurre está incluido en el designio de Dios, muchas situaciones son resultantes de la mecánica causa-efecto que Dios estableció como principio ontológico. Por lo tanto, podemos sostener que las múltiples expresiones de perversidad existen porque agentes individuales y libres llevan a cabo acciones con esos resultados. Dios no es autor de acto perverso alguno, pero él respeta el marco de libertad instalado por su mismo designio, y permite que tal evento tenga lugar, aunque se trate de algo abominable para él. 

 

De esta manera, los eventos de la historia no son azarosos, sino que han sido subordinados al plan de Dios, no obstante no es fácil percibir la manera en que las distintas situaciones aportan al plan divino. Sabemos que los caminos de Dios son inalcanzables para la mente humana: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Rm 11:33).

 

Creo que el siguiente pasaje es clave para vincular los eventos de la historia humana con el evangelio: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Rm 8:28). Todas las cosas ayudan a bien, o sea, están en sintonía con el propósito de Dios, el cual también es el propósito de los hombres que aman a Dios. Cristo prometió estar con sus hijos todos los días, hasta el fin del mundo, y como los hijos de Dios aman a Dios, entonces podemos estar confiados en que todos los eventos de la historia son funcionales al plan de Dios, por lo que todos ayudan al bien último de los cristianos.

 

"Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén." (Mt 28:18-20).

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  Yo confío en Jesús y salvado soy, por su muerte en la cruz, a la gloria voy.   Cristo dio por mí sangre carmesí, y por su muerte en la cru...