domingo, 27 de agosto de 2023

Bosquejo 1 Pedro 3.1-7

 


1º Pedro 3:1-7

 

Deberes conyugales

 

1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa. 

 

Continuando con la línea de exhortación para tener un testimonio de vida cristiano, el apóstol Pedro entrega una serie de mandatos para la buena conducta en el contexto del matrimonio. Recordemos que un cristiano enfrentaba en aquel entonces -igual que ahora- constantes hostilidades en la vida cotidiana, debido a que las costumbres de la vida imperial eran muy distintas a las cristianas, en forma y fondo. Para las mujeres, las instrucciones son tanto de carácter como de apariencia, y en ambos sentidos el propósito es facilitar que ella pueda llevar a Cristo al marido no era creyente. 

 

La instrucción relativa a la sumisión de la mujer se debe comprender a la luz de la cultura romana. En ésta las mujeres recibían poca consideración o respeto, viviendo siempre bajo el poder del padre (cuando vivían con sus progenitores) y posteriormente bajo el poder del esposo (que gozaba de un poder sobre su mujer similar al que tiene el padre). Como señala John MacArthur: "la sociedad relacionaba a las mujeres como simples siervas que debían quedarse en casa y obedecer a sus esposos". De esta manera, en caso que el evangelio llegara sólo a la mujer en el contexto de un matrimonio, y no al esposo, la decisión de cambiar desde los ídolos imperiales a la fe en Cristo podía traer por consecuencia un grave maltrato por parte del marido no salvo. Por esta razón, ocurrida la conversión, la mujer debía saber cómo responder a su esposo no sólo para evitar el sufrimiento, sino que para llevarlo a Cristo también.

 

"Una actitud encantadora, amable y sumisa es la herramienta de evangelización más eficaz que tiene la esposa creyente (cp. Pr. 31:26; Mt. 5:16; Fil. 2:15; Tit. 2:3-5). Relacionado con eso se encuentra la responsabilidad de ellas de mostrar una conducta casta y respetuosa, manifestando su santificación a través de Cristo por medio de una vida compuesta de comportamiento irreprochable y puro hacia Dios y hacia sus esposos" (John MacArthur, Comentario a 1º y 2º de Pedro).

 

Es importante hacer mención que el pasaje en cuestión no indica que el hombre inconverso pueda llegar a los pies de Cristo sólo por observar la conducta adecuada de su mujer. De hecho, el capítulo 1 de esta misma carta señala que los cristianos somos “... renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1º Pe 1:23). De esta manera, queda más que claro que es la predicación de la Palabra de Dios por parte de la esposa la que puede salvar al pecador. La idea acá es que la esposa que vive en el marco de una vida en sujeción matrimonial al esposo, con una conducta casta y respetuosa, hará que el hombre tenga una mejor disposición a escucharla, y posiblemente salvarse.

 

Finalmente, es importante mencionar que el pasaje exhorta a la sumisión femenina desde un punto de vista meramente funcional. La Palabra de Dios establece claramente que no existen diferencias intrínsecas entre hombres o mujeres, por lo que no es correcto decir que los primeros sean más importantes o valiosos que las segundas. Gálatas 3:27-28 indica: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.

 

3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.

 

Como en toda cultura, lo considerado bello o atractivo tenía su particularidad en la Roma de aquellos años. La mujer, cuando quería arreglar su apariencia de forma especial, usaba "cabello trenzado en elaboradas formas, las mujeres pudientes trataban de mantenerse al día con las últimas y más costosas modas. Los llamativos adornos de las mujeres ricas, tenían el propósito de atraer la atención hacia ellas" (1). Al igual que en nuestros tiempos, la cultura grecorromana abundaba en aspectos superficiales: uso de cosméticos, tinturas de cabello con colores extravagantes, peinados ostentosos y porte de costosas joyas. En otras palabras, se buscaba lograr una apariencia extravagante, llamativa, la cual no excluía sugerencias de carácter sexual. Se entiende que es imposible, o al menos difícil, poder combinar en una misma persona una sumisión a las modas romanas con una actitud humilde y sobria, que exige el Señor. Por otro lado, una vestimenta inadecuada no es muy consistente con una disposición a predicar el evangelio. 

 

No obstante, y a modo de evitar una acusación de legalismo o fariseísmo, se debe señalar que este pasaje no está enseñando que la mujer sea desinteresada en su apariencia, o que andar a "cara deslavada" signifique "espiritualidad". Por ejemplo, la mujer en el Cantar de los Cantares aparecía como "hermosamente adornada", pero la diferencia está en el énfasis o en el grado de importancia que se le concede a estos aspectos.

 

La contraposición que hace el texto de la apariencia frívolamente trabajada es la de un corazón espiritual que expresa un espíritu afable, apacible en carácter, algo muy valorado por el Señor. Para desarrollar un carácter de este tipo se requiere tener una perspectiva espiritual de la vida, humilde, con dependencia y satisfacción en el Señor. La palabra "afable" refiere a una actitud humilde, mientras que la palabra "apacible" significa "calmado" o "tranquilo". Estos atributos estaban presentes en grado supremo y perfecto en el Señor Jesucristo, por lo que cuando una mujer los desarrolla sabiamente se convierte en alguien de gran estima para Dios. 

 

El texto describe que el atavío de una mujer debe ser el de un "incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible" (v.4), lo que es la situación inversa a seguir las modas pasajeras que constantemente provee este mundo: "Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1º Jn 2:17). Sin duda que la influencia de este mundo se impone drásticamente sobre los hombres, y los cristianos no estamos exentos de aquello, no es fácil el vencer la influencia explícita o tácita de la cultura circundante.   

 

7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

 

Las instrucciones no sólo son para las mujeres, sino que también hay deberes para los hombres. La palabra "igualmente", del versículo 7, indica que en alguna medida los deberes de los esposos también tienen que ver con sometimiento, en este caso, a la voluntad de Dios.

 

La expresión "vivir con ellas sabiamente", en el contexto de esta carta, tiene que referirse a vivir de tal manera que la esposa reciba un trato digno de un hombre transformado por el poder de Dios. En el capítulo 2 el apóstol instruye al creyente a comportarse adecuadamente ante las autoridades civiles, de modo que el evangelio no sea blasfemado, también se instruye a tener una buena conducta en el contexto laboral, de modo que ahí tampoco hayan motivos para que el evangelio sea atacado. Continuando con este tipo de exhortaciones, Pedro mandata al hombre creyente a comportarse con su mujer de la misma manera que Cristo trató a su Iglesia, el cual es el ejemplo máximo de sabiduría y perfección. Describir una conducta sabia es un ejercicio muy amplio, puede abarcar todo tipo de situaciones, desde formas de expresión verbal o no verbal, el nivel de atención, la consideración, el respeto, fidelidad, etc. 

 

La mujer es llamada "un vaso más frágil" no por una condición intrínseca de valor inferior al varón, sino más bien se refiere a su fuerza física. Recordemos que en aquellos tiempos la provisión para el hogar se generaba casi siempre en base a un duro y arduo trabajo físico. Entre las ocupaciones en el imperio se cuentan las referidas a la agricultura, ganadería y elaboración de diversos elementos en metal. En un nivel más alto estaba la carrera militar, la que también incluía una serie de sacrificios físicos. Sólo una minoría tenía acceso a trabajos donde predominaba la actividad intelectual, como abogados e incluso contadores. 

 

Finalmente, la idea de la mujer como "coheredera de la gracia de la vida" hace referencia al compañerismo entre los cónyuges. En el Imperio, por lo general los esposos no estaban interesados en tener amistad con sus esposas, y esperaban simplemente que ellas mantuvieran cuidada la casa y criaran a los hijos. Como muchos podrán notar, este "formato familiar" no se agotó en el imperio antiguo, sino que también sirve para describir lo que eran las relaciones matrimoniales sólo pocas décadas atrás, en nuestros países. Ante esto, el apóstol instruye al creyente a crear una relación de compañerismo y amistad mutua entre los cónyuges, entendiendo que la relación conyugal es una de las mayores bendiciones que el Señor ha dado a los hombres, tanto creyentes como no creyentes. La relación matrimonial se debe caracterizar por una comunicación horizontal y respetuosa. Parece una receta de libro de autoayuda, pero es la exhortación de la Palabra de Dios. 



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 709.

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