martes, 30 de abril de 2024

Fulano

 


"Booz subió a la puerta y se sentó allí; y he aquí pasaba aquel pariente de quien Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino y se sentó. Entonces él tomó a diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. Y ellos se sentaron. Luego dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec. Y yo decidí hacértelo saber, y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré.

 

Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión. Y respondió el pariente: No puedo redimir para mí, no sea que dañe mi heredad. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré redimir."

 

Rut 4:1-6

 

Conocida es la historia. La primera opción para redimir la tierra de Noemí, o sea, comprarla y con ello también asumir la responsabilidad de cuidar a Noemí la tenía el pariente más cercano. Este pariente tenía la preferencia para llevar a cabo el negocio, y en caso que rechazara hacerlo, la prioridad la tenía el pariente con la siguiente mayor cercanía, en este caso Booz. Sabemos que finalmente Booz terminó redimiendo, adquiriendo la tierra y con ello, el cuidado tanto de Noemí como de Rut.

 

En esta oportunidad el énfasis no lo quiero poner en Rut, Noemí o Booz, sino en aquel pariente más cercano que teniendo la prioridad de redención finalmente deserta. En primer lugar, llama la atención algo: los nombres de los personajes de esta historia están revelados, Noemí, Rut y Booz, sabemos que terminaron formando parte del linaje mesiánico, siendo ascendientes cercanos del rey David. En otras palabras, estos tres nombres, especialmente el de Rut, no han sido olvidados en el infinito mar de los hombres existentes en la historia de la humanidad. Entraron por la "puerta grande", la puerta de la historia de la redención.

 

Sin embargo, y en contraste con los tres personajes recién mencionados, la cuarta persona interviniente en esta historia es aludido simplemente como "fulano", expresión similar a cuando uno llama "amigo" o "estimado" a alguien que no conoce por su nombre, aunque con un toque de desprecio. La pregunta surge, ¿por qué razón la Palabra de Dios no revela el nombre de este "fulano", siendo que a los demás personajes sí los identifica? La respuesta es sencilla: este "fulano" no estuvo a la altura de las circunstancias, su decisión de no redimir lo excluyó de la gran historia del plan de Dios. 

 

Este "fulano" tuvo la oportunidad de redimir el campo de Noemí, pero rehusó hacerlo porque Booz le advirtió: "El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión" (v. 5). Al parecer el "fulano" razonó de la siguiente manera: hacerse cargo de Noemí era una carga que podría llevar, pero casarse con Rut implicaba la posibilidad de tener un heredero al que tendría que traspasarle el campo, por lo que la redención no era tan buen negocio. Este "fulano" es el arquetipo del hombre oportunista que solo vela por su beneficio inmediato, que no tiene interés en Dios ni en lo espiritual. Por el contrario, Booz supo ver en Rut el valor de una mujer espiritual, de alguien que en un momento de crisis en vez de decidir lo conveniente -como irse y casarse con un joven- opta no sólo por quedarse con su suegra Noemí, sino que le dice: "tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios" (Rut 1:16). 

 

Más de tres mil años después sigue resonando el nombre de Rut y de Booz, la misma Biblia se encarga que la memoria de estos nombres se perpetúe. Booz optó por vincular su historia personal a la historia de la redención, en cambio el "fulano" optó según la conveniencia temporal. Salvo su entorno inmediato, nadie conoció su nombre. 

 

Procuremos tener vidas insertas en el plan de Dios, imitando a Cristo en todo momento, haciendo su voluntad. No olvidemos "andar como él anduvo" (1° Jn 2:6).

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