Pedro es cuestionado por compartir en la casa de Cornelio
Hasta Jerusalén llegó la noticia que Pedro había entrado en la casa de un gentil y había comido con él. La Biblia dice que creyentes judíos le cuestionaron a Pedro el haber hecho esto “¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hch 11:3). Ahora queda más claro el por qué Dios le confirma a Pedro el deber de visitar a Cornelio (Hch 10:19-20), pues probablemente, de no mediar esa intervención divina, Pedro no habría aceptado la invitación de los enviados por Cornelio desde Cesarea.
Pedro narra la visión que recibió de Dios
Ante este cuestionamiento, Pedro respondió contando en detalle la experiencia vivida en el éxtasis durante su permanencia en Jope. Como es sabido, un gran lienzo desciende desde el cielo, con animales terrestres, fieras, reptiles y aves, mientras una voz celestial le ordena matar y comer. Como era de esperarse, Pedro rechaza aquella instrucción reclamando que jamás ha comido algo inmundo en su vida, a lo que la voz del cielo le responde “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 11:9). La situación se repitió tres veces y luego el lienzo volvió a subir al cielo, lo que simboliza la “procedencia” del mensaje.
Pedro cuenta su ministerio en casa del centurión
Pedro fue comprendiendo paulatinamente el significado de la visión recibida, la cual transmitía la apertura oficial del Reino de Dios hacia los gentiles, además de la abrogación de las legislaciones alimentarias del Antiguo Testamento. Probablemente, cuando llegaron los enviados de Cornelio, el apóstol Pedro no comprendía aún la revelación en su totalidad, por lo que Dios tuvo que indicarle explícitamente cómo proceder ante la invitación de los de Cesarea “Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar” (Hch 11:12). Sólo con esta declaración Pedro estuvo confiado en participar de la comunión con incircuncisos.
Las palabras de Dios predicadas por Pedro resultarían en salvación para Cornelio y todos los que estuvieron presentes en su casa. En éstos fue derramado el Espíritu Santo de la misma manera en que recayó sobre los apóstoles y discípulos en Hechos 2. Esta era una situación muy sorprendente para un judío, pues siempre pensaron que el don del Espíritu era privativo de los de la circuncisión.
Al observar la situación Pedro recuerda las palabras de Cristo, que los creyentes serían bautizados en el Espíritu Santo. Las restantes palabras de Pedro en el versículo 17 muestran que los apóstoles tenían una adecuada y muy balaceada percepción de si mismos. En efecto, si Dios concedía el don del arrepentimiento y salvación a los gentiles “¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”, dice Pedro. La cabeza y suprema autoridad de la Iglesia es el Señor y sus instrucciones no deben ser discutidas ni comentadas por los hombres, pues ¿quién somos nosotros para cuestionar el proceder de Dios?.
Finalmente, los creyentes judíos que cuestionaron a Pedro cambiaron su punto de vista y se gozaron en que los gentiles recibieran la posibilidad de arrepentimiento para vida.
La iglesia comienza a predicar a los gentiles
La iglesia cristiana comienza a tomar un nuevo lugar en Antioquía de Siria, esta localidad se constituirá en la “base de operaciones” de las misiones de Pablo en lo sucesivo. Hasta este momento, los esparcidos producto de la persecución que siguió a la muerte de Esteban predicaban el evangelio sólo a judíos, sin embargo ya habían algunos evangelistas en Chipre y en Cirene que también le hablaban a los griegos. Lo importante es que todo esto contaba con el respaldo del Señor, lo que se traducía en un gran número de creyentes convertidos a Cristo (Hch 11:21).
Estas conversiones llegaron a oídos de la iglesia en Jerusalén, por lo que enviaron a Bernabé como delegado a observar la situación. Recordemos que tiempo atrás la iglesia de Jerusalén había enviado a Pedro y Juan a Samaria a observar lo sucedido con Felipe y el eunuco, ahora le correspondió a Bernabé la supervisión de los nuevos acontecimientos que se estaban dando en Antioquía y alrededores. Bernabé tenía una conexión cultural con la zona, él era un chipriota judío de nacimiento, lo que le facilitaba su interacción con los nuevos conversos de Antioquía, sin duda mejor que la que podría tener un judío que jamás había salido de Judea. Bernabé se alegró al ver la gracia de Dios siendo derramada tanto en judíos como gentiles y exhortó a la congregación naciente a perseverar en el Señor. La confirmación de la presencia poderosa del Señor en este ministerio fue nuevamente que “una gran multitud fue agregada al Señor” (Hch 11:24).
Considerando tal situación de crecimiento, Bernabé fue a Tarso en búsqueda de Pablo. Esta no sería una tarea fácil, pues habían transcurrido al menos tres años desde que Pablo había huído a Jerusalén (Hch 9:30). Probablemente Pablo estaba enfrentando una situación compleja producto de su conversión al cristianismo (Fil 3:8). No obstante, la misión de Bernabé fue exitosa y la voluntad de Dios se hizo visible al traer a Pablo a Antioquía, lugar donde ambos enseñaron durante un año. En Antioquía “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez” (Hch 11:26).
El profeta Agabo
La Biblia destina la sección final del capítulo a describir la llegada a Antioquía de un grupo de profetas procedentes de Jerusalén, lo que indicaría que el oficio profético tal como lo conocemos desde el Antiguo Testamento aún tenía vigencia en este periodo. Entendemos que eran profetas verdaderos, pues el contenido de su predicción se cumplió con exactitud. Suponemos que eran cristianos, ya que procedían de Jerusalén y se dirigían a Antioquía, a interactuar con creyentes. Uno de los mencionados, Agabo, predijo una hambruna en los tiempos de Claudio (emperador romano entre 41 y 54 DC), lo que sirvió a los hermanos de Antioquía a preparar ayuda para los de Judea. Al parecer este Agabo sería el mismo profeta que aparece mencionado en el capítulo 21 de Hechos, profetizando nuevamente una situación que encontraría pleno cumplimiento tiempo después.