sábado, 7 de noviembre de 2020

Estudio capítulo 11 de Hechos



Pedro es cuestionado por compartir en la casa de Cornelio

 

Hasta Jerusalén llegó la noticia que Pedro había entrado en la casa de un gentil y había comido con él. La Biblia dice que creyentes judíos le cuestionaron a Pedro el haber hecho esto “¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hch 11:3). Ahora queda más claro el por qué Dios le confirma a Pedro el deber de visitar a Cornelio (Hch 10:19-20), pues probablemente, de no mediar esa intervención divina, Pedro no habría aceptado la invitación de los enviados por Cornelio desde Cesarea. 

 

Pedro narra la visión que recibió de Dios

 

Ante este cuestionamiento, Pedro respondió contando en detalle la experiencia vivida en el éxtasis durante su permanencia en Jope. Como es sabido, un gran lienzo desciende desde el cielo, con animales terrestres, fieras, reptiles y aves, mientras una voz celestial le ordena matar y comer. Como era de esperarse, Pedro rechaza aquella instrucción reclamando que jamás ha comido algo inmundo en su vida, a lo que la voz del cielo le responde “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 11:9). La situación se repitió tres veces y luego el lienzo volvió a subir al cielo, lo que simboliza la “procedencia” del mensaje.

 

Pedro cuenta su ministerio en casa del centurión

 

Pedro fue comprendiendo paulatinamente el significado de la visión recibida, la cual transmitía la apertura oficial del Reino de Dios hacia los gentiles, además de la abrogación de las legislaciones alimentarias del Antiguo Testamento. Probablemente, cuando llegaron los enviados de Cornelio, el apóstol Pedro no comprendía aún la revelación en su totalidad, por lo que Dios tuvo que indicarle explícitamente cómo proceder ante la invitación de los de Cesarea “Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar” (Hch 11:12). Sólo con esta declaración Pedro estuvo confiado en participar de la comunión con incircuncisos. 

 

Las palabras de Dios predicadas por Pedro resultarían en salvación para Cornelio y todos los que estuvieron presentes en su casa. En éstos fue derramado el Espíritu Santo de la misma manera en que recayó sobre los apóstoles y discípulos en Hechos 2. Esta era una situación muy sorprendente para un judío, pues siempre pensaron que el don del Espíritu era privativo de los de la circuncisión.

 

Al observar la situación Pedro recuerda las palabras de Cristo, que los creyentes serían bautizados en el Espíritu Santo. Las restantes palabras de Pedro en el versículo 17 muestran que los apóstoles tenían una adecuada y muy balaceada percepción de si mismos. En efecto, si Dios concedía el don del arrepentimiento y salvación a los gentiles “¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”, dice Pedro. La cabeza y suprema autoridad de la Iglesia es el Señor y sus instrucciones no deben ser discutidas ni comentadas por los hombres, pues ¿quién somos nosotros para cuestionar el proceder de Dios?.

 

Finalmente, los creyentes judíos que cuestionaron a Pedro cambiaron su punto de vista y se gozaron en que los gentiles recibieran la posibilidad de arrepentimiento para vida.

 

La iglesia comienza a predicar a los gentiles

 

La iglesia cristiana comienza a tomar un nuevo lugar en Antioquía de Siria, esta localidad se constituirá en la “base de operaciones” de las misiones de Pablo en lo sucesivo. Hasta este momento, los esparcidos producto de la persecución que siguió a la muerte de Esteban predicaban el evangelio sólo a judíos, sin embargo ya habían algunos evangelistas en Chipre y en Cirene que también le hablaban a los griegos. Lo importante es que todo esto contaba con el respaldo del Señor, lo que se traducía en un gran número de creyentes convertidos a Cristo (Hch 11:21). 

 

Estas conversiones llegaron a oídos de la iglesia en Jerusalén, por lo que enviaron a Bernabé como delegado a observar la situación. Recordemos que tiempo atrás la iglesia de Jerusalén había enviado a Pedro y Juan a Samaria a observar lo sucedido con Felipe y el eunuco, ahora le correspondió a Bernabé la supervisión de los nuevos acontecimientos que se estaban dando en Antioquía y alrededores. Bernabé tenía una conexión cultural con la zona, él era un chipriota judío de nacimiento, lo que le facilitaba su interacción con los nuevos conversos de Antioquía, sin duda mejor que la que podría tener un judío que jamás había salido de Judea. Bernabé se alegró al ver la gracia de Dios siendo derramada tanto en judíos como gentiles y exhortó a la congregación naciente a perseverar en el Señor. La confirmación de la presencia poderosa del Señor en este ministerio fue nuevamente que “una gran multitud fue agregada al Señor” (Hch 11:24). 

 

Considerando tal situación de crecimiento, Bernabé fue a Tarso en búsqueda de Pablo. Esta no sería una tarea fácil, pues habían transcurrido al menos tres años desde que Pablo había huído a Jerusalén (Hch 9:30). Probablemente Pablo estaba enfrentando una situación compleja producto de su conversión al cristianismo (Fil 3:8). No obstante, la misión de Bernabé fue exitosa y la voluntad de Dios se hizo visible al traer a Pablo a Antioquía, lugar donde ambos enseñaron durante un año. En Antioquía “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez” (Hch 11:26).

 

El profeta Agabo

 

La Biblia destina la sección final del capítulo a describir la llegada a Antioquía de un grupo de profetas procedentes de Jerusalén, lo que indicaría que el oficio profético tal como lo conocemos desde el Antiguo Testamento aún tenía vigencia en este periodo. Entendemos que eran profetas verdaderos, pues el contenido de su predicción se cumplió con exactitud. Suponemos que eran cristianos, ya que procedían de Jerusalén y se dirigían a Antioquía, a interactuar con creyentes. Uno de los mencionados, Agabo, predijo una hambruna en los tiempos de Claudio (emperador romano entre 41 y 54 DC), lo que sirvió a los hermanos de Antioquía a preparar ayuda para los de Judea. Al parecer este Agabo sería el mismo profeta que aparece mencionado en el capítulo 21 de Hechos, profetizando nuevamente una situación que encontraría pleno cumplimiento tiempo después.

 

 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Estudio capítulo 10 de Hechos

 


Visión de Cornelio

 

El capítulo comienza con Cornelio, uno de los sesenta oficiales que conformaban una legión romana, la cual dirigía cien hombres (1). Este Cornelio era un “temeroso de Dios”, lo que corresponde a un creyente en el Dios de la Biblia, respetuoso de la ley y de los rituales judíos, pero que no había incorporado por completo los elementos culturales propios del judaísmo, como por ejemplo la circuncisión. La Biblia es generosa con la descripción de Cornelio, se dice que era un varón “piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre” (Hch 10:2), lo que con toda seguridad lo hacía bienvenido en las sinagogas y en los círculos hebreos. Sin embargo, existía un claro muro de separación entre los miembros del pueblo del pacto y los gentiles, o sea, los que no eran judíos.

 

Este hombre temeroso recibe una visión de parte de Dios, al parecer sus buenas obras tendrían conexión causal con la revelación que se le dio, pues el ángel le dice “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” (Hch 10:4). En el sueño, el mensajero de Dios le pide que envíe hombres a buscar al apóstol Pedro, que se encontraba en la localidad marítima de Jope, instrucción que Cornelio obedece de inmediato “Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo” (Hch 10:7-8).

 

La revelación por sueños a Cornelio es la primera que aparece en este capítulo y veremos que su propósito final es que él pueda oir el poderoso mensaje del evangelio. La conversión de Cornelio también demostraría que la salvación no es asunto privativo de los judíos, se trataría del primer caso de un gentil convertido a Cristo por obra de un apóstol, recordemos que anteriormente el etíope eunuco, también gentil y temeroso de Dios, fue llevado a Cristo por la predicación de Felipe, uno de los siete servidores.

 

Visión de Pedro

 

Mientras los enviados de Cornelio iban en busca de Pedro, Dios también le revela al apóstol su propósito. Con toda probabilidad, esta abundancia de revelación divina se relaciona con la suprema importancia de los acontecimientos que se estaban llevando a cabo, los cuales constituyen hitos en la historia de la redención, el apóstol Pedro estará abriendo la puerta del evangelio a los gentiles, lo que es una manera de entender las palabras del Señor pronunciadas en Mateo 16:19 “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”. 

 

Pedro se encontraba en la casa de Simón curtidor, y a la hora sexta se dirigió a la azotea con el objetivo de apartarse para la oración, momento en que le vino gran hambre. Este es el contexto del éxtasis en que recibe la revelación, la cual se relaciona con comida. Pedro observa un gran lienzo, lo que podría ser algo así como una sabana que se despliega en el cielo, o como las velas de los barcos antiguos cuando se inflaban por efecto del viento. Esta sábana le mostraba todos los cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves existentes, tanto limpios como inmundos. Al momento que se desplegaba el lienzo una voz le dice, “Levántante, Pedro, mata y come” (Hch 10:13) lo que era una orden abiertamente contraria a la ley de Moisés (Lv 11:25-26), por lo cual Pedro responde “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (Hch 10:14). Nuevamente la voz le habla a Pedro y le hace una suave interpelación “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 10:15). La situación se repitió tres veces, al parecer para eliminar cualquier tipo de duda, y el lienzo volvió a ser recogido desde el cielo, confirmando de esta manera la procedencia del mensaje.

 

Los enviados de Cornelio visitan a Pedro

 

Finalizada la revelación, llegan los hombres enviados por Cornelio al lugar donde se encontraba Pedro, los que tenían por misión llevarlo a Cesarea. Mientras Pedro seguía reflexionando en la visión el mismo Espíritu Santo le avisa “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hch 10:19-20). Esta instrucción de Dios le permite a Pedro aceptar sin problemas la invitación de los enviados de Cornelio, que eran gentiles. No hay que olvidar que la comunión de judíos con gentiles era algo muy mal visto entre los judíos. El rechazo hebreo no era tanto hacia la persona gentil, sino a los alimentos que ellos consumían, pues no diferenciaban entre animales limpios e inmundos. Esa era la causa de fondo de la negativa hebrea a compartir la mesa con los gentiles. 

 

Pedro les pregunta a los enviados, ¿cuál es la causa por la que habéis venido? (Hch 10:21), y ellos les revelan la situación. Pedro hace entrar a los enviados por Cornelio, los hospeda y al día siguiente los acompaña en dirección a Cesarea. 

 

Pedro y Cornelio se encuentran

 

Al día siguiente llegaron a Cesarea donde no sólo el centurión los esperaba, sino también los parientes y amigos más íntimos de Cornelio, todos esperando oir las palabras de Pedro. Cornelio ya ponderaba la importancia de las palabras que iba a escuchar, por lo que se aseguró que su gente más querida también tuviera la posibilidad de oir.

 

“Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró” (Hch 10:25). Al parecer Cornelio consideró a Pedro como una persona divina, pues se arrodilló en “adoración”. Pedro de inmediato le ordena levantarse y sin mayor parsimonia le dice “¡Ponte de pie, yo soy un ser humano como tú!” (Hch 10:26 NTV). Una situación similar a ésta se narra en Apocalipsis 19:10.

 

Al ingresar a la casa de Cornelio y comenzar con su disertación Pedro ya ha comprendido el significado de la visión que recibió el día anterior. En un sentido inmediato la revelación le comunicó que no hay alimentos inmundos, la norma veterotestamentaría había sido abrogada. Además, en un sentido más amplio también significa que no hay hombres comunes o inmundos “a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hch 10:28). Reunidos todos, el momento cúlmine estaba por comenzar, la predicación del evangelio y el nuevo nacimiento llegarían también a Cornelio y su entorno más cercano. Cornelio sabía que estaba ante la presencia de Dios, comprendía que las palabras que escucharía de parte del apóstol eran palabras del Dios vivo “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hch 10:33). 

 

Predicación de Pedro

 

“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch 10:34-35). Pedro comienza su exposición reconociendo que el evangelio es pertinente a toda criatura, sin excepción. Este “no hacer diferencias” entre las personas es una expresión que queda marcada en el apóstol, el cual la repite en su primera carta, “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1º Pe 1:17).

 

La predicación de Pedro relata como Cristo predicó el mensaje de la paz a los hijos de Israel (Hch 10:36), haciendo señales y milagros por el Espíritu Santo. Pedro fue testigo presencial tanto de la muerte como de la resurrección del Señor, por lo que las proclamó con toda vehemencia. El Cristo resucitado no fue manifestado a todo el pueblo “sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos” (Hch 10:41). No obstante, la predicación y testificación sí fue una comisión de Dios para todo su pueblo redimido, sin excepción. La predicación apostólica es de continuidad con la de los profetas, con la diferencia que la obra expiatoria del Mesías ya ha sido consumada. El llamado es a la fe y al arrepentimiento, para así recibir el perdón de pecados por su nombre (Hch 10:43).


El Espíritu Santo es derramado en el entorno de Cornelio

 

Todo este proceso de revelaciones y predicación tuvo por propósito que tanto Cornelio como su entorno cercano alcanzaran salvación de la forma en que Dios lo estableció, mediante la predicación de Cristo crucificado en expiación por el pecado, único nombre dado a los hombres en el cual se puede hallar salvación.

 

El sello del Espíritu Santo recayó en Cornelio y en todo el grupo de oyentes de las palabras de Dios predicadas por el apóstol Pedro. Los judíos que fueron a presenciar este encuentro se impresionaron al ver al Espíritu Santo derramándose sobre los gentiles, siendo la expresión visible de este acontecimiento el que “hablaban en lenguas y magnificaban a Dios” (Hch 10:46). De ninguna manera esta situación se prestó para celos, más bien hubo contentamiento en que los gentiles fueran también partícipes del don de Dios. Cuando los otros apóstoles supieron que el Espíritu Santo había caído también en los gentiles “… glorificaron a Dios, diciendo: !!De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hch 11:18).

 

Al igual que el Eunuco etíope, Cornelio y sus cercanos una vez que creyeron al evangelio, fueron bautizados en agua, en el nombre del Señor Jesús (Hch 10:48). 

 

 

 

 

 

 (1) Biblia de Estudio, John MacArthur, Grupo Nelson, 1997.

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