domingo, 1 de noviembre de 2020

Estudio capítulo 10 de Hechos

 


Visión de Cornelio

 

El capítulo comienza con Cornelio, uno de los sesenta oficiales que conformaban una legión romana, la cual dirigía cien hombres (1). Este Cornelio era un “temeroso de Dios”, lo que corresponde a un creyente en el Dios de la Biblia, respetuoso de la ley y de los rituales judíos, pero que no había incorporado por completo los elementos culturales propios del judaísmo, como por ejemplo la circuncisión. La Biblia es generosa con la descripción de Cornelio, se dice que era un varón “piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre” (Hch 10:2), lo que con toda seguridad lo hacía bienvenido en las sinagogas y en los círculos hebreos. Sin embargo, existía un claro muro de separación entre los miembros del pueblo del pacto y los gentiles, o sea, los que no eran judíos.

 

Este hombre temeroso recibe una visión de parte de Dios, al parecer sus buenas obras tendrían conexión causal con la revelación que se le dio, pues el ángel le dice “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” (Hch 10:4). En el sueño, el mensajero de Dios le pide que envíe hombres a buscar al apóstol Pedro, que se encontraba en la localidad marítima de Jope, instrucción que Cornelio obedece de inmediato “Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo” (Hch 10:7-8).

 

La revelación por sueños a Cornelio es la primera que aparece en este capítulo y veremos que su propósito final es que él pueda oir el poderoso mensaje del evangelio. La conversión de Cornelio también demostraría que la salvación no es asunto privativo de los judíos, se trataría del primer caso de un gentil convertido a Cristo por obra de un apóstol, recordemos que anteriormente el etíope eunuco, también gentil y temeroso de Dios, fue llevado a Cristo por la predicación de Felipe, uno de los siete servidores.

 

Visión de Pedro

 

Mientras los enviados de Cornelio iban en busca de Pedro, Dios también le revela al apóstol su propósito. Con toda probabilidad, esta abundancia de revelación divina se relaciona con la suprema importancia de los acontecimientos que se estaban llevando a cabo, los cuales constituyen hitos en la historia de la redención, el apóstol Pedro estará abriendo la puerta del evangelio a los gentiles, lo que es una manera de entender las palabras del Señor pronunciadas en Mateo 16:19 “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”. 

 

Pedro se encontraba en la casa de Simón curtidor, y a la hora sexta se dirigió a la azotea con el objetivo de apartarse para la oración, momento en que le vino gran hambre. Este es el contexto del éxtasis en que recibe la revelación, la cual se relaciona con comida. Pedro observa un gran lienzo, lo que podría ser algo así como una sabana que se despliega en el cielo, o como las velas de los barcos antiguos cuando se inflaban por efecto del viento. Esta sábana le mostraba todos los cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves existentes, tanto limpios como inmundos. Al momento que se desplegaba el lienzo una voz le dice, “Levántante, Pedro, mata y come” (Hch 10:13) lo que era una orden abiertamente contraria a la ley de Moisés (Lv 11:25-26), por lo cual Pedro responde “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (Hch 10:14). Nuevamente la voz le habla a Pedro y le hace una suave interpelación “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 10:15). La situación se repitió tres veces, al parecer para eliminar cualquier tipo de duda, y el lienzo volvió a ser recogido desde el cielo, confirmando de esta manera la procedencia del mensaje.

 

Los enviados de Cornelio visitan a Pedro

 

Finalizada la revelación, llegan los hombres enviados por Cornelio al lugar donde se encontraba Pedro, los que tenían por misión llevarlo a Cesarea. Mientras Pedro seguía reflexionando en la visión el mismo Espíritu Santo le avisa “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hch 10:19-20). Esta instrucción de Dios le permite a Pedro aceptar sin problemas la invitación de los enviados de Cornelio, que eran gentiles. No hay que olvidar que la comunión de judíos con gentiles era algo muy mal visto entre los judíos. El rechazo hebreo no era tanto hacia la persona gentil, sino a los alimentos que ellos consumían, pues no diferenciaban entre animales limpios e inmundos. Esa era la causa de fondo de la negativa hebrea a compartir la mesa con los gentiles. 

 

Pedro les pregunta a los enviados, ¿cuál es la causa por la que habéis venido? (Hch 10:21), y ellos les revelan la situación. Pedro hace entrar a los enviados por Cornelio, los hospeda y al día siguiente los acompaña en dirección a Cesarea. 

 

Pedro y Cornelio se encuentran

 

Al día siguiente llegaron a Cesarea donde no sólo el centurión los esperaba, sino también los parientes y amigos más íntimos de Cornelio, todos esperando oir las palabras de Pedro. Cornelio ya ponderaba la importancia de las palabras que iba a escuchar, por lo que se aseguró que su gente más querida también tuviera la posibilidad de oir.

 

“Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró” (Hch 10:25). Al parecer Cornelio consideró a Pedro como una persona divina, pues se arrodilló en “adoración”. Pedro de inmediato le ordena levantarse y sin mayor parsimonia le dice “¡Ponte de pie, yo soy un ser humano como tú!” (Hch 10:26 NTV). Una situación similar a ésta se narra en Apocalipsis 19:10.

 

Al ingresar a la casa de Cornelio y comenzar con su disertación Pedro ya ha comprendido el significado de la visión que recibió el día anterior. En un sentido inmediato la revelación le comunicó que no hay alimentos inmundos, la norma veterotestamentaría había sido abrogada. Además, en un sentido más amplio también significa que no hay hombres comunes o inmundos “a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hch 10:28). Reunidos todos, el momento cúlmine estaba por comenzar, la predicación del evangelio y el nuevo nacimiento llegarían también a Cornelio y su entorno más cercano. Cornelio sabía que estaba ante la presencia de Dios, comprendía que las palabras que escucharía de parte del apóstol eran palabras del Dios vivo “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hch 10:33). 

 

Predicación de Pedro

 

“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch 10:34-35). Pedro comienza su exposición reconociendo que el evangelio es pertinente a toda criatura, sin excepción. Este “no hacer diferencias” entre las personas es una expresión que queda marcada en el apóstol, el cual la repite en su primera carta, “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1º Pe 1:17).

 

La predicación de Pedro relata como Cristo predicó el mensaje de la paz a los hijos de Israel (Hch 10:36), haciendo señales y milagros por el Espíritu Santo. Pedro fue testigo presencial tanto de la muerte como de la resurrección del Señor, por lo que las proclamó con toda vehemencia. El Cristo resucitado no fue manifestado a todo el pueblo “sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos” (Hch 10:41). No obstante, la predicación y testificación sí fue una comisión de Dios para todo su pueblo redimido, sin excepción. La predicación apostólica es de continuidad con la de los profetas, con la diferencia que la obra expiatoria del Mesías ya ha sido consumada. El llamado es a la fe y al arrepentimiento, para así recibir el perdón de pecados por su nombre (Hch 10:43).


El Espíritu Santo es derramado en el entorno de Cornelio

 

Todo este proceso de revelaciones y predicación tuvo por propósito que tanto Cornelio como su entorno cercano alcanzaran salvación de la forma en que Dios lo estableció, mediante la predicación de Cristo crucificado en expiación por el pecado, único nombre dado a los hombres en el cual se puede hallar salvación.

 

El sello del Espíritu Santo recayó en Cornelio y en todo el grupo de oyentes de las palabras de Dios predicadas por el apóstol Pedro. Los judíos que fueron a presenciar este encuentro se impresionaron al ver al Espíritu Santo derramándose sobre los gentiles, siendo la expresión visible de este acontecimiento el que “hablaban en lenguas y magnificaban a Dios” (Hch 10:46). De ninguna manera esta situación se prestó para celos, más bien hubo contentamiento en que los gentiles fueran también partícipes del don de Dios. Cuando los otros apóstoles supieron que el Espíritu Santo había caído también en los gentiles “… glorificaron a Dios, diciendo: !!De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hch 11:18).

 

Al igual que el Eunuco etíope, Cornelio y sus cercanos una vez que creyeron al evangelio, fueron bautizados en agua, en el nombre del Señor Jesús (Hch 10:48). 

 

 

 

 

 

 (1) Biblia de Estudio, John MacArthur, Grupo Nelson, 1997.

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