Bernabé y Pablo huyen hacia Listra
La violenta persecución de los judíos en Iconio hizo que Pablo y Bernabé recorrieran 32 kms para llegar a Listra, ciudad de Licaonia. Al parecer no había sinagoga en la ciudad, por lo que la predicación del evangelio tuvo que realizarse probablemente al aire libre. En este contexto Dios obra un milagro a través del apóstol Pablo sanando a un cojo “Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo” (Hch 14:8-10). Llama la atención lo similar de esta historia con la sanción milagrosa obrada por Pedro y Juan en Jerusalén. Ambos casos trataron sobre la sanidad de un cojo, la participación de un apóstol, el asombro de los presentes y la necesaria aclaración respecto de la naturaleza humana y común de los ejecutores visibles del milagro.
Sin embargo, el milagro fue mal comprendido por parte de los presentes, los que le concedieron a Pablo y a Bernabé la condición de dioses merecedores de sacrificios y adoración, lo que claramente constituye una abominación. Existía una leyenda local que “contaba de ocasiones anteriores cuando los dioses habían bajado a ellos en semejanza de seres humanos, en particular Zeus y Hermes” (1). Probablemente, por razón de esta leyenda la multitud utilizó estos dos nombres, o los equivalentes en la lengua vernácula de Licaonia.
Después de presenciar el milagro la multitud exclamó fuertemente: “Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros” (Hch 14:11) y llamaron a Bernabé “Júpiter” y a Pablo “Mercurio”, nombres que en el imperio romano recibieron los equivalentes griegos de Zeus y Hermes. Júpiter era el dios principal, el más imponente, lo cual podría indicar algo de la apariencia de Bernabé. Mercurio es la expresión latina del “Hermes” griego, el cual era el dios mensajero, asociado a la palabra hablada, a los contenidos. De este nombre proviene la palabra “Hermenéutica”, y se le asignó a Pablo producto que él era el que proclamaba el mensaje principalmente.
Este intento de endiosamiento de los apóstoles también incluyó a los sacerdotes locales. El sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba presente en Listra, se acercó con toros y guirnaldas para ofrecer sacrificios a los apóstoles. Tal hecho generó que Bernabé y Pablo rasgaran sus ropas, en señal de repudio, rechazo e indignación (Hch 14:14).
Al observar esta expresión de abominable idolatría por parte de la gente de Listra me pregunto: ¿qué propósito pudo haber tenido Dios con la sanidad milagrosa al cojo? Por lo pronto, se puede constatar la gran aglomeración de gente escuchando a Bernabé y a Pablo, además del impacto que debe haber generado la repentina sanidad del cojo. Probablemente este contexto dispuso de mejor manera a los presentes a escuchar el evangelio, en una localidad que como mencionamos, carecía de sinagoga, lo que sugiere un virtual desconocimiento de las Escrituras.
Esta idolatría aberrante tenía que terminar, por lo que Pablo y Bernabé hablaron fuerte a la multitud reprendiendo su conducta “¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros” (Hch 14:15). En Apocalipsis 19:10 se da una situación similar, cuando Juan equivocadamente se postra en adoración ante un ángel, el cual le corrige inmediatamente. También el apóstol Pedro tuvo que decir algo similar a Cornelio, cuando trató de adorarle: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hch 10:26). Es innegable que la conducta idolátrica se gesta con relativa facilidad en el corazón del hombre.
En medio de este tumulto, Bernabé y Pablo predicaron sobre el Dios verdadero, “os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay” (Hch 14:15). Nótese que como la predicación no se desarrolló en una sinagoga, sino ante una audiencia desconocedora del Dios de la Biblia, el mensaje se tuvo que plantear dando a conocer primero a Dios mismo, como el creador de los cielos y la tierra. Una introducción similar realiza Pablo en su exposición en el Aerópago de Atenas, lugar donde los presentes eran gentiles (Hch 17:24). Este creador de los cielos y de la tierra también es el sustentador de la vida, un ser misericordioso que no ha dado a los hombres lo que merecen, sino que bondadosamente ha provisto para todos de “lluvias del cielo y tiempos fructíferos, alegrando la vida de los hombres”.
Es altamente atractivo para un hombre recibir adoración de una muchedumbre. De hecho, una de las grandes luchas de cristiano es contra el orgullo, la vanidad, el deseo de reconocimiento y el afán de poder. Además, esta veneración no terminaba con los sacrificios, de seguro incluía un montón de privilegios también. Se tiende a olvidar que tanto Bernabé como Pablo eran hombres susceptibles de pecar, por lo que la adoración de una ciudad debe haber sido una prueba no menor para ellos. Sin embargo, el Espíritu Santo los había apartado para una tarea mayor, por lo que contaban con su plena ayuda (Hch 13:2).
Podemos suponer que este rechazo a la adoración generó un profundo resentimiento en el pueblo de Listra. Sumado a esto, algunos judíos de Iconio y de Antioquía llegaron vinieron a convencer a las muchedumbres de atacar violentamente a los apóstoles. Todo esto hizo que la gente cambiara su deseo de adorar en un violento ataque de lapidación (2º Co 11:25). Pienso que este ataque expresó la rabia de la gente al no poder concretar su ritual idolátrico con los apóstoles.
El ataque a Pablo en Listra y el viaje a Derbe
Pablo fue apedreado y llevado fuera de la ciudad. Muchos pensaron que estaba muerto. Sin embargo, “rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe” (Hch 14:20), lo cual parece ser un milagro evidente de parte de Dios. Algunos han propuesto que esta situación implicó una resurección del apóstol, pero el análisis del texto griego no respalda esa hipótesis. Lo más probable es que Dios haya intervenido de forma milagrosa, recuperando a Pablo instantáneamente.
Como se mencionó, la siguiente ciudad visitada fue Derbe, ubicada a unos 90 km al sur este de Listra, localidad donde Lucas registra que se hicieron “muchos discípulos” sin dar más detalles. Derbe sería el punto de inflexión en el primer viaje misionero y de ahí en adelante comenzaría el regreso, repitiéndose el paso por las mismas ciudades visitadas. El hecho que retornaran por la misma vía que habían escogido es de destacar, pues tanto en Listra como en Iconio, o en Antioquía de Pisidia, los apóstoles tuvieron que huir del ataque coordinado por los judíos, se trataba por tanto de un retorno peligroso, que los apóstoles no quisieron rehuir. Sin embargo, la necesidad de reforzar las comunidades cristianas recién instaladas los hizo volver a pasar por ahí. En cada lugar los apóstoles confirmaban a los discípulos, exhortándoles a permanecer en la fe, enseñándoles a perseverar en las tribulaciones. Además constituyeron ancianos en cada iglesia (Hch 14:23), los cuales quedaban con la responsabilidad de guiar a la congregación recién fundada.
El regreso a Antioquía de Siria
Como se mencionó, el camino de retorno partió en Derbe, última ciudad visitada por los apóstoles. De ahí hicieron la reversa del camino de ida hasta llegar a Antioquía de Pisidia. Ya en dirección al sur pasaron por la provincia de Panfilia y predicaron el evangelio en Perge (Hch 14:25). El viaje de ida no registra predicación en Perge, por lo que la visita en el retorno da cuenta del cumplimiento cabal -por parte de Bernabé y Pablo- de la misión que les fue encomendada, pues no dejaron ciudad relevante sin visitar. Finalmente, desde Perge descendieron a Atalía y de ahí, en vez de pasar por Chipre, navegaron directamente hacia Antioquía de Siria, la base de operaciones de las misiones de Pablo.
En Antioquía los apóstoles contaron las cosas que por la gracia de Dios pudieron realizar en su travesía misionera, en especial como Dios había abierto la puerta de la fe a los gentiles.
(1) F.F. Bruce, Libro de los Hechos, Colección Teología Contemporánea, CLIE, 2016, USA. Página 283.