viernes, 16 de abril de 2021

El segundo viaje misionero: la conversión de Lidia (Hechos 16:11-15)


El equipo misionero parte del puerto de Troas y pasando por Samotracia y Neápolis finalmente llegan a Filipos, ciudad fundada en el 356 A.C. por Filipo, padre de Alejandro Magno, la ciudad más importante de la provincia de Macedonia (Hch 16:12). Una de sus principales características era estar ubicada en la "Vía Ignacia", la gran ruta comercial y militar que iba desde Asia a Roma a través de un paso entre montañas, a unos 500 metros sobre el nivel del mar. Neápolis funcionaba como el puerto marítimo de Filipos. 

A diferencia de lo que hacían en otros lugares, el equipo misionero no se dirigió a la sinagoga filipense, sino que se ubicó en un lugar apartado junto al río donde se reunía un grupo de mujeres en oración. Lo más probable es que no existiera sinagoga en Filipo, al no ser muy numerosa la comunidad judía en aquella ciudad.

 

En este grupo de mujeres estaba Lidia, la cual se dedicaba al comercio de púrpura, oficio propio de su ciudad de origen, Tiatira. El texto la describe como una mujer gentil "adoradora de Dios", expresión que en otros pasajes se usa para describir a personas que sin formar parte de la nación judía, estimaban la revelación de Dios y lo buscaban en conformidad a ella. Por otro lado, la actividad comercial de Lidia era próspera, sabemos que poseía una casa, algo no menor en aquel entonces (Hch 16:40). 

 

La fe de Lidia nos muestra que la gracia de Dios no se limita a la gente que vive en malas condiciones económicas, sino que trasciende a distintos grupos sociales. Normalmente se cree que la vida cristiana está reservada a los que no han tenido éxito en sus proyectos humanos. Sin embargo, el testimonio de Lidia nos demuestra que una persona de actividad próspera también puede centrar su interés en el Dios que la llama. Estoy seguro que Lidia no hubiera tenido problemas en utilizar su hogar al servicio del evangelio. 

 

Sin embargo, el tema esencial del pasaje se halla en la segunda sección del verso 14, donde se dice que mientras Lidia escuchaba las palabras de Pablo “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hch 16:14). De este pasaje se desprenden dos cosas; cualquier persona necesita que Dios le abra el corazón para comprender el mensaje del evangelio, para ser capaz de "oír" la Palabra de Dios: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Rm 10:17). También se infiere que Dios no siempre abre el corazón de los hombres, por lo que la predicación del evangelio no garantiza salvación en los oyentes, al contrario, la gran mayoría se mantendrá en su condición de muerte espiritual (Ef 2:1). La situación normal del ser humano ante el evangelio es de oscuridad producto de un enceguecimiento diabólico: "en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Co 4:4). En resumidas cuentas, Dios es soberano en toda la obra de salvación del hombre, permitiendo que éste comprenda la luz del evangelio de Cristo o dejándolo con el entendimiento cegado por el dios de este siglo.

 

Nótese que nada en el texto sugiere que un acto o gesto de Lidia haya "movido" a Dios a abrirle el corazón, fue la voluntad de Dios la que actuó en esa dirección sin que Lidia lo hubiera merecido. La Palabra dice que Dios nos "predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad" (Ef 1:5), también dice que Dios hace todas las cosas según "el designio de su voluntad" (Ef 1:11). Dios actúa de acuerdo a su propia voluntad y no es afectado por ningún evento o circunstancia exterior, además los criterios de su actuar no son revelados a los hombres. Dios tiene misericordia de quien quiere tener misericordia, y se compadece del que quiere compadecerse (Rm 9:15). La bendición de creer en Dios y de haber sido reconciliado con él se reciben como un regalo de Dios, donde nada de nuestro ser influye de alguna manera. El ser salvo "no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Rm 9:16).

 

A la luz de esta revelación pierden sentido razonamientos tales como: "no te preocupes, yo lo convierto", "cásate con él aunque sea inconverso, con el tiempo lo conviertes", "te explicaré de tal forma el evangelio que será imposible que no creas" o "apoyemos la exposición del evangelio con medios audiovisuales, para que a la gente le impacte más el mensaje". Todos estos razonamientos son propios de quien desconoce a Dios. Sabemos que si Dios no abre el corazón del hombre éste jamás tendrá fe salvífica, aunque se le obligara a escuchar los sermones de los hombres más reconocidos de la historia de la iglesia cristiana.

 

Finalmente, un primer fruto del Espíritu que demuestra Lidia es la obediencia, bautizándose inmediatamente a su conversión (Hch 16:15). Lidia mostró amor a Dios y gratitud con los hombres que le llevaron la Palabra al invitarlos encarecidamente a su hogar. Su actitud no fue mera cortesía, sino que sinceramente quería expresarles su gratitud por la Palabra de Dios, por eso fue tan insistente.

 

De esta manera, Lidia fue la primera convertida a Cristo en Europa por la predicación de Pablo.

viernes, 2 de abril de 2021

El segundo viaje misionero: la incorporación de Timoteo (Hechos 16:1-10)


La incorporación de Timoteo al equipo

Pablo junto a Silas comienzan el segundo viaje misionero recorriendo la misma ruta del primer viaje, con excepción del paso por Chipre. La intención era confirmar la fe en las iglesias que se habían plantado anteriormente, fortaleciéndolos en la Palabra de Dios. Recordemos que durante su primer viaje Pablo enfrentó situaciones extremas, como su apedreamiento en Listra después de haber sanado a un cojo (Hch 14:19). Por esta razón, pienso que el volver a recorrer estas localidades es en si mismo un acto de valentía y de amor para con las iglesias plantadas.

 

A pesar de este amargo recuerdo que dejó Listra en el apóstol Pablo, Dios permite que justamente en esa ciudad se una al equipo misionero un joven llamado Timoteo, un discípulo que gozaba de buen testimonio de parte de los hermanos de las localidades adyacentes (Hch 16:2). El texto destaca la doble nacionalidad de Timoteo, pues su madre era judía y creyente (hija de Eunice, también creyente), pero su padre era griego (asumimos como no creyente). Este rasgo “bicultural” de Timoteo puede haber sido pertinente para ejercer su rol en este ministerio. Este joven Timoteo con el tiempo se transformó en una ayuda importante para el ministerio de Pablo. El pastor John Macarthur caracteriza a Timoteo como la “mano derecha” del apóstol (1º Co 4:17, 1ª Ts 3:2, Fil 2:19). Además, se debe recordar que Timoteo llegó a la fe a través de la predicación de Pablo, por lo que era un “verdadero hijo en la fe” del apóstol (1º Tim 1:2).

 

Se podría sostener que el buen testimonio de Timoteo fue un aspecto clave para que Pablo lo hubiera considerado para formar parte del equipo. Esta conclusión no se apartaría del texto, aun cuando podrían haber otras razones de elección que Dios no reveló. Por “buen testimonio” entendemos la reputación de un creyente en lo referente a su vida personal diaria, se trata de algo importantísimo, pues una mala conducta sirve de material para que los inconversos blasfemen contra Dios. El mismo Pablo establece como requisito que todo líder en la iglesia local sea “irreprensible” (1º Tim 3:2, 10). 

 

El padre de Timoteo era griego, por lo que Pablo decide circuncidarlo para evitar mayores complicaciones con los judíos. Considerando el capítulo 15 como contexto, queda claro que la observancia de este rito en ningún caso fue porque se le considerase necesario para salvación, se trató de una acción netamente táctica, que se podría denominar “pragmatismo ministerial”. Al estar circuncidado Timoteo podría participar de los servicios en las sinagogas sin ser visto como un entrometido, sino como un miembro prosélito.  

 

Ya en compañía de Timoteo, el equipo misionero recorre las iglesias de la ruta posterior a Listra. En cada lugar confirman la fe de los hermanos predicando la Palabra de Dios y también aclarando las controversias que dieron lugar al concilio en Jerusalén, que se sintetiza esencialmente en que la obra de salvación de Dios en favor del pecador se recibe por gracia mediante la fe, sin la exigencia de algún tipo de acción meritoria en el ser humano. Finalmente, el pasaje conecta -una vez más- la predicación poderosa de la Palabra de Dios con un aumento constante de la membresía de las iglesias locales.

 

La visión del varón macedonio

 

Recordemos que este segundo viaje misionero comenzó con la intención de Pablo de visitar las iglesias establecidas en el primer viaje, por lo que una vez recorrida la zona de Galacia, ya se había cumplido con al menos el primer objetivo del proyecto. Ahora el equipo decide ir a visitar nuevas localidades para llevar el evangelio. 

 

El pasaje (Hechos 16:6-10) describe la intervención del Espíritu Santo impidiéndole a Pablo acceder a la zona de Asia, al oeste de Galacia, tampoco se le permite ir a ministrar ni a Misia ni a Bitinia, ambas zonas al norte de Asia. Desde una perspectiva humana esto parecería injusto, pues en Asia se encontraban muchas ciudades importantes, como Pérgamo, Tiatira, Laodicea, Sardis, o Colosas, las cuales no pudieron ser visitadas en ese momento. No obstante, este pasaje nos vuelve a revelar -y de una forma distinta a las anteriormente conocidas- el cómo se expresa la soberanía de Dios al guiar una empresa misionera como la comandada por Pablo. Como suele suceder, Dios no nos entrega mayores detalles del porqué privó a estas provincias de oír el mensaje de salvación, sólo sabemos que Dios tenía un interés especial en la zona de Macedonia y que por esa razón ordena las situaciones y los tiempos para que la ruta del equipo misionero los condujese primero ahí.

 

Finalmente, los hermanos llegaron a la localidad portuaria de Troas, en el Mar Egeo. En este lugar Pablo recibió una visión nocturna: “un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo (a Pablo): Pasa a Macedonia y ayúdanos.” (Hch 16:9). Con esta clara instrucción el equipo se dirige a la región de Macedonia, provincia romana de trasfondo helénico, la primera sección de Europa en recibir el Evangelio.

 

P.D. Para los interesados en hermenéutica, un detalle importante se observa en el versículo 10. El verbo “procurar” aparece en forma plural, lo que indica que el narrador -Lucas- se incluye por primera vez en la historia: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia…” (Hch 16:10). De esta manera, asumimos que a contar de este momento Pablo estuvo acompañado de Silas, Timoteo y de Lucas.

Cristo dio por mi sangre carmesí

  Yo confío en Jesús y salvado soy, por su muerte en la cruz, a la gloria voy.   Cristo dio por mí sangre carmesí, y por su muerte en la cru...