La muchacha con espíritu de adivinación
Pablo y los hermanos, después de haber estado compartiendo en la casa de Lidia, se encuentran con una muchacha que tenía espíritu de adivinación "la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando." (Hch 16:16). Ocurren varios episodios similares en el libro de Hechos, recordemos a Pedro cuando tuvo su altercado con Simón el mago (Hch 8:9), o cuando Pablo amonesta a otro mago, Barjesús de Chipre, durante su primer viaje misionero (Hch 13:10). En ambos casos se trató de personajes que practicaban el ocultismo, buscaban la actividad de poderes sobrenaturales, todo lo cual es condenado por Dios.
Lo que diferencia este episodio de los anteriores es que la muchacha dedicada a la adivinación proclamaba la verdad, o sea, era un espíritu maligno que aparentemente se unía al equipo de misioneros proclamando una verdad. La muchacha insistentemente decía "Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación." (Hch 16:17), lo que claramente era cierto. El pasaje dice que la muchacha hizo esto durante muchos días, agotando finalmente la paciencia de Pablo quien ordena al demonio, en el nombre de Jesucristo, que saliera de la muchacha. La palabra agrega que el espíritu salió "en aquella misma hora", lo que indica su absoluta subordinación a la persona que Pablo apela para darle la orden de salir, el Señor Jesucristo.
¿Por qué razón la muchacha proclamaba una verdad en torno al equipo de misioneros? la explicación más plausible es que se trató de una estrategia con el propósito de vincular la predicación del evangelio con la adivinación, una actividad condenada por Dios. La muchacha, al decir la verdad sobre los misioneros, podría llevar a muchos a pensar que los adivinos y los cristianos tenían cierta cercanía, cierta comunión que hacía que los primeros fueran capaces de reconocer a los segundos. Pablo detectó el ardid del adversario y prontamente dio orden al espíritu de dejar a la mujer, terminando con el lucrativo negocio en torno a ella.
Después del exorcismo, los amos se dieron cuenta que el negocio de la adivinación se había terminado, gatillando su ira. Por otro lado, el exorcismo practicado por el apóstol es una intervención directa a la actividad regular de las potestades de maldad. De repente, entremedio de la multitud de hombres muertos en delitos y pecados, los cuales se divierten y deleitan interactuando con demonios, aparece el apóstol Pablo desarmando el negocio. Si vemos la situación desde el punto de vista del hombre caído, el exorcismo constituyó una intervención abrupta en su tradicional manera de vivir, lo que podría ayudar a comprender el porqué de la violenta reacción de la comunidad.
Este "atrevimiento" movió a los hombres a llevar a Pablo y a Silas a las autoridades, acusarlos de estar "alborotando a la ciudad" y de enseñar costumbres ajenas a las romanas (Hch 16:21). Este juicio tuvo dos sentencias: primero se les azotó mucho y luego se les echó en la cárcel, donde se les encerró con las mayores medidas de seguridad de aquel tiempo.
Pablo y Silas en la cárcel
El carcelero recibió este mandato y tomó las medidas de seguridad más estrictas: los envió al fondo del calabozo y les aseguró los pies con un cepo (un mecanismo que inmoviliza las piernas o las manos).
Sin embargo, nada afectó el ánimo de los hermanos, más bien sucedió lo contrario, tanto Pablo como Silas oraban y cantaban himnos a Dios, con tanta fuerza que los otros presos podían escuchar. Este episodio muestra la actitud correcta que todo cristiano debiera tener al enfrentar la adversidad, manteniendo la alabanza a Dios aún en los peores momentos, lo que finalmente impresiona a las demás personas.
La actitud de Pablo y de Silas proviene de la certeza absoluta que Dios tiene el control de todas las situaciones. Tal confianza se vio confirmada con un repentino terremoto que abrió las puertas de la cárcel. Esto último impulsó al carcelero a intentar suicidarse, pues era responsable por lo que pasara en la celda, ningún preso debía escaparse. Sin embargo Pablo le dice "No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí" (Hch 16:28), mensaje que generó las condiciones para un diálogo sincero entre Pablo y el carcelero. Es de notar que el terremoto no permitió la liberación de los hermanos, pero si sirvió para que el carcelero tuviera la actitud correcta al escuchar la Palabra de Dios.
Todos los que hemos predicado el evangelio alguna vez sabemos que el oyente nunca preguntará al comenzar "¿qué debo hacer para ser salvo?", pues la cosmovisión del pecador no incluye condenación ni pecado. El hombre común considera a Dios como alguien que repentinamente perdió el control del mundo, que carece del poder suficiente para gobernarlo y que su rol es fundamentalmente proveer la felicidad y satisfacción que toda persona merece. La pregunta es "¿en qué me puede beneficiar saber de Dios"? y no "¿cómo puedo ser salvo?".
No obstante, el carcelero pregunta por su salvación, lo que sugiere que Pablo y Silas a través de sus oraciones o de sus alabanzas predicaron el evangelio al grupo de presos, tal vez lo hicieron directamente. Los misioneros no perdían la oportunidad de predicar la verdad en todo lugar, a toda persona, Pablo lo tenía muy claro: "ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1º Co 9:16). ¿Cómo alguien puede preguntarse por su salvación? Para que esta pregunta surja se requiere comenzar hablando de Dios y de sus atributos; luego es necesario explicar la perspectiva bíblica del hombre; el pecado, la transmisión del pecado, la muerte, la condenación eterna. Sólo cuando alguien comprende la mala noticia, que la paga de su pecado es muerte producto que Dios en su justicia está "obligado" a juzgar el pecado, sólo en ese momento es que surgirá la pregunta:
"¿Qué se puede hacer entonces?"
"¿Cómo puedo liberarme de todo esto?"
Esta es justamente la pregunta que hace el carcelero "¿qué debo hacer para ser salvo?". La salvación del hombre es una obra de gracia de Dios, que se recibe por la fe en Jesucristo (Ef 2:8-9). La fe genuina en el Señor Jesucristo, tal como ha sido revelado en la Palabra de Dios, conduce al hombre al arrepentimiento al cual llamó el mismo Señor.
El carcelero fue salvo y también su casa. Esta situación fue particular, no significa que en todos los casos de personas salvas sus familiares también lo sean. En una expresión de obediencia -al igual que sucedió con Lidia- tanto el carcelero como todos los que estaban en su casa se bautizaron (Hch 16:33). Finalmente el carcelero se alegró junto a su casa por haber creído en el Señor: "Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios" (Hch 16:34). Muchas veces el sentimiento predominante en el ser humano después de conocer al Señor es la alegría, el gozo. Similar situación sucedió en la conversión del eunuco por medio de la predicación de Felipe, "el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino." (Hch 8:39).
Finalmente, los magistrados dieron instrucción a los alguaciles de soltar a Pablo y a Silas, sin embargo, estos últimos no habían revelado su condición de ciudadanos romanos. Esto generó el temor en los que anteriormente habían dictado sentencia, ya que un romano tenía un estatus especial en el imperio; no pagaba impuestos, podía solicitar ser enjuiciado por el mismo Cesar, entre otros privilegios. Al parecer la mención del apóstol sólo fue un intento de intimidar a los agresores, ya que no se menciona ningún efecto posterior.
Nuevamente aparece la hermana Lidia en la historia, recibiendo a Pablo y a Silas en su casa. Finalmente, los hermanos de Filipos fueron a ver a los misioneros y les dieron el respectivo consuelo y aliento.