sábado, 18 de septiembre de 2021

Tercer viaje misionero: Apolos en Éfeso (Hechos 18:22-28)

 


Fin del segundo viaje misionero: El retorno a Antioquía de Siria

El equipo misionero emprende viaje de retorno hacia Antioquía de Siria. La expresión "descendió a Antioquía" en Hechos 18:1 significa que este camino también incluyó a Jerusalén, lugar desde el cual "descendieron", esto debido a la altura espiritual en que se haya la ciudad de David para los judíos. Con toda seguridad el equipo misionero debe haber saludado a la iglesia en Antioquía e informado de los diversos sucesos acontecidos durante este segundo viaje. Si bien el texto no hace mención explícita de esta cuenta pública, podemos inferir su ocurrencia a partir de lo sucedido al término del primer viaje (Hch 14:27).

 

La ruta del tercer viaje comprendió algunas localidades visitadas en el segundo viaje, hasta el momento en que Dios les cambió drásticamente la ruta: "Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia" (Hch 16:6). En ese mismo pasaje Pablo recibe la instrucción en visión de ir a Macedonia y dejar Asia: "Pasa a Macedonia y ayúdanos" (Hch 16:9). En este tercer viaje los hermanos transitan por las localidades que anteriormente el Espíritu Santo les prohibió visitar.

 

Aquila y Priscila exponen más exactamente el camino de Dios a Apolos

 

Como se mencionó, Pablo conoce a Aquila en Corinto debido a que ambos se dedicaban al mismo oficio, ser curtidores de pieles. Cuando Pablo abandona Corinto en dirección a Antioquía, es acompañado por Aquila y su mujer Priscila, los que se establecen en Éfeso (una de las ciudades visitadas en el retorno). Es en esta localidad donde aparece un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, para el cual se tienen palabras de elogio: "varón elocuente, poderoso en las Escrituras" (Hch 18:24).

 

La Biblia describe a Apolos como un hombre instruido en el camino del Señor, fervoroso de espíritu y que enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor. Adicional a esto, como dijimos, era "elocuente y poderoso en las Escrituras". Por lo tanto, Apolos era un varón de Dios, un siervo al cual Dios tendría la preocupación de corregir. Creo que Apolos había recibido el evangelio en Alejandría, y su instrucción se desviaba al menos en un punto importante respecto del cristianismo predicado con base en Jerusalén. Sin embargo, Apolos ya era un varón en el camino del Señor Jesucristo. El Señor mismo prometió obrar en nosotros los cristianos de manera progresiva, hasta el día final: "el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Fil 1:6). Sin embargo, Apolos desconocía la enseñanza del bautismo tal como se ha ido desplegando en el libro de los Hechos, pues sólo conocía el bautismo de Juan, "Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan" (Hch 18:25). El bautismo de Juan tuvo el propósito de preparar a Israel para la llegada del Mesías. El bautismo cristiano, en cambio, es una ordenanza dada a todos los hombres que se postran en humillación y arrepentimiento ante el Señorío de Jesucristo y su obra redentora.

 

Más allá de la diferencia en la temática, creo que lo central en esta discordia es que Apolos recibe elogios de la Palabra de Dios aun cuando su cuerpo doctrinal tenía una falla o error. De esta manera, un error doctrinal no descalifica inmediatamente a un cristiano, al menos si ese error no compromete las enseñanzas esenciales. El pasaje nos muestra la gracia del Señor proveyendo a personas para que lo instruyeran correctamente. 

 

Apolos hablaba con "denuedo", rasgo que caracteriza a los hombres de Dios guiados poderosamente por el Espíritu Santo (Hch 4:13; 4:29; 4:31; 13:46). Justamente por ser un hombre guiado por Dios, es también "perfeccionado" en el camino de Dios a través del trabajo de otros hermanos útiles a sus propósitos. Priscila y Aquila tuvieron la tarea de corregir a este varón elocuente. El mismo Apolo nos enseña a través de su actitud humilde y receptiva ante la corrección, pues se dejó aconsejar y enseñar por los hermanos, entendiendo ahora "más exactamente el camino de Dios" (Hch 18:26). En palabras de F.F. Bruce "el procedimiento de Priscila y Aquila fue admirable: ¡Es mucho mejor ayudar discretamente a un maestro cuya comprensión de un tema es deficiente que corregirlo o denunciarlo públicamente!" (1)

 

El resultado de esta corrección doctrinal fue sin duda de bendición. Apolo continuó su ministerio yendo finalmente a la región de Acaya, específicamente a la ciudad de Corinto, siendo de gran provecho a los hermanos que por la gracia de Dios habían creído en aquel lugar. La Palabra proclamada por Apolos, al igual que Pablo y Pedro, se centraba en demostrar a los judíos que Jesús era el Cristo (Hch 18:28), presentando defensa públicamente contra sus argumentos. 

 

La pureza doctrinal es fundamental, más aún si entendemos que el ministerio de estorbar y distorsionar la Palabra de Dios corresponde a las huestes de maldad. La responsabilidad de custodiar y velar por la pureza doctrinal está reservada preferentemente a los pastores, los cuales por lo mismo no deben ser neófitos (1º Tm 3:6), sino aptos para enseñar (1º Tm 3:3), distinguiendo claramente la verdad del error (Ti 2:1). 

 

Este pasaje nos invita a aprender a diferenciar errores doctrinales de carácter involuntario de otros que son parte de estrategias activas de engaño y maquinación (2º Cor 2:11). Hay errores que necesitan corrección, pero también hay posturas más generales que son imposibles de corregir, y que sólo dan cuenta de la condición espiritual de quien las emite.



[1] F.F. Bruce, Libro de los Hechos, CLIE, 1988. Página 131. Pág. 375.

sábado, 11 de septiembre de 2021

Segundo viaje misionero: Corinto (Hechos 18:1-21)




Pablo y Aquila trabajan juntos

 

Después de su intervención en el Areópago, Pablo salió de Atenas y fue en dirección suroeste hasta llegar a Cortino (Hch 18:1). Esta ciudad tenía dos puertos, Lequeo en el golfo de Corinto (que conduce al Mar Jónico y al Mediterráneo central y occidental) y Cencrea, en el golfo Sarónico (que conduce al Mar Egeo, al este del Mediterráneo y al Mar Negro) (1). Corinto había superado a Atenas en importancia desde hacía mucho tiempo. "La Corinto romana era el centro político y económico de Grecia, y era también famosa por su inmoralidad" (2). En ese lugar Pablo hace amistad con un judío del Ponto, llamado Aquila, el cual había salido de Roma producto de un mandato de Claudio (posiblemente en el año 49 D.C.). 

 

Tanto Pablo como Aquila compartían el oficio de hacer tiendas (Hch 18:3), por lo que el apóstol se pudo establecer en esta ciudad por bastante tiempo gozando de cierta estabilidad. En este periodo de tiempo, la expresión "hacer tiendas" se aplicaba a la gente que trabajaba con pieles en general, por lo que Pablo era un "curtidor de pieles". Este oficio estaba estrechamente relacionado con el producto principal de la provincia nativa de Pablo, un paño de pelo de cabra llamado "cilicium", que se utilizaba como capas, cortinas y otras telas diseñadas como protección contra la humedad (3). En este contexto Pablo lleva a cabo su ministerio, donde "persuadía a judíos y a griegos" todos los días de reposo (Hch 18:4).

 

Pablo ministra enseñando la Palabra de Dios

 

Silas y Timoteo llegaron desde Macedonia y de inmediato se unieron a Pablo en la predicación de la palabra de Dios, con énfasis en declarar a los judíos que Jesús era el Cristo. Al igual que en Tesalónica y en las demás localidades visitadas, Pablo proclamaba por medio de las Escrituras que era necesario que el Cristo padeciese y que resucitase de los muertos (Hch 17:3). La reacción judía ante este mensaje fue de oposición y blasfemia. 

 

La reacción adversa de los judíos lleva a Pablo a sacudirse los vestidos y decir: "Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles" (Hch 18:6). Pablo se dio cuenta que estaba tirando perlas a los cerdos (Mt 7:6). Era costumbre que cuando un judío volvía desde una tierra gentil, se sacudía el polvo "gentil" de sus sandalias, simbolizando odio por los no judíos (Lc 9:5, Hch 13:51) (4). Citando palabras de F.F. Bruce, por cierto más elocuentes que las mías: "Pablo expresa su voluntad de acabar con ese edificio aborrecible de charla difamatoria en la que sus oponentes se complacían contra aquel que Pablo proclamaba como Mesías y Señor" (5).

 

Una vez retirado de esta escena, Pablo acude a la casa de Justo, un "temeroso de Dios", expresión utilizada para designar a los prosélitos judíos, hombres que tenían interés en conocer al Dios de Israel sin ser judíos. Por otro lado, durante los primeros tres siglos de nuestra era, la iglesia se reunió en casas, de la misma forma sucedió con las sinagogas, en la medida que la comunidad judía no podía financiar un edificio especial. El nombre "Justo" (probablemente "Tito Justo") lo identifica con un ciudadano romano y como tal, formando parte de la cultura romana. Se infiere que tenía una casa lo suficientemente grande como para recibir a la congregación voluntaria de Pablo y más tarde a la congregación completa de Corinto (en el caso que se acepte que este Tito Justo es el mismo Gayo de 1º Corintios 1:14). El otro personaje mencionado es Crispo, probablemente también ciudadano romano. Crispo era de un nivel social alto, quizá rico, responsable de los servicios de la sinagoga. Como en tantas otras oportunidades expuestas en el libro de Hechos, la predicación de la Palabra de Dios tuvo como consecuencia la conversión de Crispo, y con él toda su casa (Hch 18:8). El bautismo se sucedía inmediatamente después que las personas manifestaban creer.

 

Las sucesivas conversiones y bautismos fueron acrecentando el resentimiento de los judíos contra Pablo y el equipo misionero. Como ha sucedido tantas veces en las ciudades que el apóstol visitó, los judíos reaccionaron violentamente contra los hermanos, buscando su muerte. Por esa razón Pablo siente la necesidad de partir de Corinto y proseguir su ministerio en otro lugar, al fin y al cabo estaba llamado a predicar la palabra de Dios, no a entregar su vida irreflexivamente en la campaña. Sin embargo, los planes de Dios eran otros, y a través de una visión el Señor le comunica un mensaje de ánimo:   

 

"Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios."

Hechos 18:9-11

 

El Señor le entrega el respaldo necesario al apóstol para que continúe en Corinto, para que hable y predique la palabra de Dios. Además, el Señor le promete que nadie le hará daño alguno, porque se requería antes proclamar el evangelio y llamar al "mucho pueblo" que Dios tenía en la ciudad, y que aún no escuchaba el evangelio. Estas personas que aún no recibían el llamado de Dios, pero que eran propiedad de Dios, son personas "ordenadas para vida eterna" (Hch 13:48).

 

Pablo llevado al tribunal

 

La reacción de los judíos no se hizo esperar y llevaron a Pablo al tribunal acusándolo de ser un propagandista religioso y de formar un grupo contra las leyes romanas. Galión, procónsul de Acaya, al parecer no tenía mucho interés en inmiscuirse en problemas de índole "cultural". Los judíos acusaron a Pablo de persuadir a los hombres a "honrar a Dios contra la ley" (Hch 18:13), esperando una reacción favorable de parte de Galión. Sin embargo, este último señaló respecto de la controversia "si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas" (Hch 18:15). Finalmente Galión los echa del tribunal (Hch 18:16). Esta expulsión, quizá usando la fuerza de su personal de asistentes, da cuenta de la impaciencia romana con las disputas religiosas judías. Muchos romanos de clase alta veían a los judíos como agitadores incultos, clasificándolos junto con otras religiones de Siria y de Egipto (7).

 

Los griegos presentes, quizá aprovechando la oportunidad para dar rienda suelta a su hostilidad contra los judíos, agredieron a Sóstenes -el principal de la sinagoga- situación que a Galión no le importó demasiado. El haber llevado a Pablo al tribunal pudo haber molestado a muchos que descargaron su ira contra un referente de la sinagoga judía (Hch 18:17). 

 

El retorno a Antioquía de Siria

 

El ministerio de Pablo en Corinto se extendió por un año y seis meses. Al momento de la partida, la palabra de Dios hace debida mención al matrimonio de Priscila y Aquila, los cuales constituyeron un apoyo significativo en lo referente a la sustentación económica de los hermanos. Finalmente, partieron desde el puerto de Cencrea, al lado oriental de Corinto. Se hace mención al voto de Pablo rapándose la cabeza, el que sin duda fue un voto informal, pues la ley establecía que se realizara siempre en Jerusalén (Nm 6:18).

 

La ruta de regreso incluyó un paso por Éfeso, donde Priscila y Aquila se quedan definitivamente. Esta visita a Éfeso fue muy breve, no obstante Pablo igualmente aprovecha el tiempo para asistir a la sinagoga de la ciudad y discutir con los judíos sobre las Escrituras. Al parecer estos judíos fueron receptivos con el apóstol, pues le rogaron "que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió" (Hch 18:20). Pablo estaba ansioso por llegar a Jerusalén a tiempo para las fiestas judías, probablemente para la fiesta de la Pascua y dado que la navegación marítima tenía sus tiempos de suspensión, Pablo debía ir toda a prisa. 

 



[1] F.F. Bruce, Libro de los Hechos, CLIE, 1988. Pág. 359.

[2] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 374.

[3] F.F. Bruce, Libro de los Hechos, CLIE, 1988. Pág. 360.

[4] John Macarthur, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos, Editorial Portavoz, USA, 2014. Pág. 454.

[5] F.F. Bruce, Libro de los Hechos, CLIE, 1988. Pág. 364.

[6] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 376.

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