Este escrito presenta un -probablemente- nuevo esquema de análisis de las iglesias evangélicas existentes. La metodología es el "tipo ideal", propuesto alguna vez por Max Weber, pensador alemán y padre de la Sociología. Un tipo ideal es una elaboración conceptual que tiene "el carácter de una utopía en sí, que es obtenida a partir de la exageración mental de determinados elementos de la realidad", o sea, es una definición que exagera las características principales del fenómeno. Una vez definido el "tipo ideal", se le pueden asociar los "tipos reales" según el grado de semejanza.
La presencia o ausencia de los siguientes 2 temas conformarán los tipos ideales:
1) El Señor Jesucristo, Señor y Soberano de la creación, autor de la salvación y razón de ser de la fe cristiana y de la Iglesia.
2) La Biblia, la Palabra de Dios, el mensaje que Dios dejó a los seres humanos en formato escrito y cuya autoría es el mismo Dios, en la persona divina del Espíritu Santo.
De estos 2 temas se generan las siguientes 4 combinaciones:
1. Cristo presente, la Biblia presente.
2. Cristo ausente, la Biblia presente.
3. Cristo presente, la Biblia ausente.
4. Cristo ausente, la Biblia ausente.
Análisis de los 4 "tipos ideales"
Tipo 1: Cristo y la Biblia presentes
Se trata de iglesias cristocéntricas, donde se busca adorar al Cristo bíblico, escudriñando las páginas de la Escritura en una búsqueda que tiene al Señor mismo como objetivo, no sus beneficios ni sus soluciones. Al respecto, vale la pena citar una famosa frase atribuida a Charles Spurgeon:
"¿No hay Cristo en tu sermón, caballero? Entonces vete a casa y nunca prediques de nuevo hasta que tengas algo que valga la pena oír."
En estas iglesias la oración busca ser una instancia de adoración al Señor por medio de la Biblia, los cánticos recogen los atributos de Dios y se convierten en alabanzas por lo que Él es. La predicación busca explícitamente glorificar al Salvador y de esta forma, motivar y energizar a los oyentes. Si el cristiano ha muerto para este mundo, bueno es que en su congregación sea llenado de Cristo, "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gal 2:20).
¿Es correcto sostener que la predicación bíblica deba ser cristocéntrica? La Palabra de Dios es clara al respecto; el Señor mandata a los judíos a buscarle a través de las Escrituras: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí" (Jn 5:39). Los grandes discursos de la iglesia primitiva neotestamentaria siempre se centraron en la vida, muerte y resurrección de Cristo, revelándolo como el Mesías prometido a Israel. Cuando el apóstol Pablo le escribe a los corintos les recuerda el tipo de proclamación que desarrolló cuando estuvo en la ciudad, la cual debe ser el esquema a seguir en las sucesivas predicaciones:
"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios." (1º Co 2:1-5).
Las exhortaciones a la conducta que nunca hacen referencia a la persona de nuestro Señor terminan pareciéndose peligrosamente a las enseñanzas de los fariseos. Para que el cristiano sea impactado por la predicación es necesario ponerle en frente el ejemplo supremo del Señor Jesucristo. El poder del Espíritu Santo obra en el corazón del creyente a través de la predicación poderosa de la Palabra de Dios que glorifica a Cristo. Cuando esto no sucede, la situación se parece a los tiempos de la antigua dispensación, donde los hombres intentaban encuadrar sus conductas en los cánones de la ley, sin fuerza, ni poder ni motivación para lograrlo.
Tipo 2: Cristo ausente, la Biblia presente
Se trata de iglesias donde abunda la mención a la Biblia y al comportamiento "bíblico". No obstante, no siempre hay adoración explícita a Cristo. Tampoco sucede que todo recurso a las Escrituras tenga por objetivo ver un anuncio de Cristo o una profundización en el conocimiento de Su persona. Los objetivos al ir a la Palabra se relacionan más con lograr algún rédito positivo.
En estas iglesias las predicaciones son bien elaboradas, tanto en contenido como en estructura de exposición, por lo que no es sencillo percibir su talón de Aquiles. Una pregunta que se puede formular para saber si la predicación está centrada en Cristo es: "¿El mismo sermón se puede predicar aunque Cristo no hubiera venido?" Si la respuesta es "Sí", entonces estamos en un grave problema.
Citaré un extracto de un escrito de Jairo Namnún, muy pertinente a este respecto (1):
"Si al predicar un sermón, tu conclusión es “Dios es un Dios santo, justo y amoroso”, tanto el Corán como la Torah, y el musulmán y el judío, te dirán “¡Así es!”.
Si lo que dice tu canción es “El amanecer de hoy me habla de tu grandeza, me da 10,000 razones para alabarte”, el musulmán te citará el Corán (cp. Surat Al-Kahf 18:109] para apoyar tu idea, y el judío te aplaudirá.
Si en un caso de problemas entre hermanos, tu consejería resuelve en base a que “los hermanos deben amarse, porque si no ¿cómo podrán vivir juntos? Y le están haciendo la vida imposible a su madre que se esfuerza tanto en su trabajo por alimentarlos”, no has dicho mucho más que lo que te diría un fariseo.
Es lamentable y doloroso, pero en muchas de nuestras iglesias, si hubiera judíos y musulmanes en la audiencia, en general estarían totalmente de acuerdo con lo que se dijo."
En otras palabras, una predicación sin Cristo perfectamente podría ser una predicación judía o musulmana.
Tipo 3: Cristo (no bíblico) presente, la Biblia ausente
Se trata de iglesias que no reciben con agrado los preceptos de la Palabra de Dios, pero entienden que de Jesucristo no se pueden desligar (al menos no tan fácilmente). Al pretender tener a Cristo sin la Biblia lo que finalmente terminan obteniendo es un Jesús no bíblico, un ser inventado según la conveniencia de los hombres.
Este tipo de lugares son comúnmente la plataforma del evangelio del bienestar, de la superación personal y de una ética cristiana ecuménica. Estas congregaciones prefieren hablar de Jesús y no de Cristo, enfatizando la naturaleza humana del Señor para sintonizar con la vivencia de los hombres. Para ellos la encarnación del Señor sirvió para identificar a Dios con el sufrimiento y las miserias del hombre, por lo que se trata de un acto divino subordinado al bienestar general de los seres humanos.
Tipo 4: Cristo ausente, la Biblia ausente
Se trata de congregaciones cristianas sólo de nombre. La realidad es que integran y mezclan sin problemas todas las ideas previas que los miembros traigan. Lo que no se acepta es la existencia de una verdad única y objetiva, por tratarse de una idea propia de "fanáticos religiosos" intolerantes. Al no estar presente la Palabra de Dios, tampoco se puede conocer al Dios de la Palabra. Estos lugares son terreno fértil para el evangelio de la prosperidad, la variante anatema más vulgar de todas.
Conclusión
Las iglesias reales raramente pertenecen completamente a uno de estos 4 tipos analíticos. Muchas veces se pueden encontrar congregaciones que tienen 40% en un tipo, 20% en otro tipo y 40% en un tercer tipo. Lo importante es reconocer que las distintas iglesias cristianas debiesen pertenecer por completo, en un 100%, al primer tipo señalado, donde tanto Cristo como la Biblia están completamente presentes.