domingo, 25 de diciembre de 2022

Hermenéutica, por Rodolfo Blank

 



Principio I: Puesto que el autor último de la Escritura es el Espíritu Santo, todos los libros de la Biblia tienen el mismo propósito principal.

Principio II: Puesto que el autor último de la Escritura es el Espíritu Santo, las partes claras de la Escritura deben ser utilizadas para iluminar las partes más oscuras.

Principio III: Cristo es el centro de la Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Principio IV: El intérprete de las Escrituras no sólo debe preocuparse de las doctrinas o dogmas que se pueden extraer de los textos individuales de la Biblia, sino que también necesita contemplar imágenes, símbolos y proyecciones de Dios que emergen del estudio de la Palabra en su totalidad. En las Escrituras encontramos tanto palabras de vida como símbolos e imágenes que nos comunican la vida.

Principio V: El sentido literal de la Palabra es a la vez el sentido espiritual.

Principio VI: Antes de comenzar a interpretar un texto bíblico, se debe determinar la forma literaria del texto e interpretarlo de acuerdo a su género.

Principio VII: Antes de interpretar la Escritura el intérprete necesita sujetarse a la autoridad de la Palabra.

Principio VIII: Las escrituras que forman la única base para la fe y la práctica de Dios son las Sagradas Escrituras de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. La base de la fe no es la doble Torá de la tradición rabínica, ni las dos fuentes de la tradición católico romana, ni cualquier canon dentro del canon que excluye una parte de la revelación divina.

Principio IX: A fin de que la semilla sembrada en nosotros produzca buenos frutos, es necesario entender la diferencia entre lo que es la ley y lo que es el evangelio y no confundir sus funciones correspondientes.

Principio X: El estudio y la interpretación de la palabra de Dios son funciones de la comunión de los santos.


Blank, Rodolfo, 2006, Hermenéutica. Principios de Interpretación Bíblica, Saint Louis: Editorial Concordia.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Una tipología de iglesias cristianas

 



Este escrito presenta un -probablemente- nuevo esquema de análisis de las iglesias evangélicas existentes. La metodología es el "tipo ideal", propuesto alguna vez por Max Weber, pensador alemán y padre de la Sociología. Un tipo ideal es una elaboración conceptual que tiene "el carácter de una utopía en sí, que es obtenida a partir de la exageración mental de determinados elementos de la realidad", o sea, es una definición que exagera las características principales del fenómeno. Una vez definido el "tipo ideal", se le pueden asociar los "tipos reales" según el grado de semejanza.

 

La presencia o ausencia de los siguientes 2 temas conformarán los tipos ideales: 

 

1) El Señor Jesucristo, Señor y Soberano de la creación, autor de la salvación y razón de ser de la fe cristiana y de la Iglesia. 


2) La Biblia, la Palabra de Dios, el mensaje que Dios dejó a los seres humanos en formato escrito y cuya autoría es el mismo Dios, en la persona divina del Espíritu Santo. 


De estos 2 temas se generan las siguientes 4 combinaciones:


1.     Cristo presente, la Biblia presente.

2.     Cristo ausente, la Biblia presente.

3.     Cristo presente, la Biblia ausente.

4.     Cristo ausente, la Biblia ausente.

 


Análisis de los 4 "tipos ideales"

 

Tipo 1: Cristo y la Biblia presentes

 

Se trata de iglesias cristocéntricas, donde se busca adorar al Cristo bíblico, escudriñando las páginas de la Escritura en una búsqueda que tiene al Señor mismo como objetivo, no sus beneficios ni sus soluciones. Al respecto, vale la pena citar una famosa frase atribuida a Charles Spurgeon: 

 

"¿No hay Cristo en tu sermón, caballero? Entonces vete a casa y nunca prediques de nuevo hasta que tengas algo que valga la pena oír."

 

En estas iglesias la oración busca ser una instancia de adoración al Señor por medio de la Biblia, los cánticos recogen los atributos de Dios y se convierten en alabanzas por lo que Él es. La predicación busca explícitamente glorificar al Salvador y de esta forma, motivar y energizar a los oyentes. Si el cristiano ha muerto para este mundo, bueno es que en su congregación sea llenado de Cristo, "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gal 2:20). 

 

¿Es correcto sostener que la predicación bíblica deba ser cristocéntrica? La Palabra de Dios es clara al respecto; el Señor mandata a los judíos a buscarle a través de las Escrituras: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí" (Jn 5:39). Los grandes discursos de la iglesia primitiva neotestamentaria siempre se centraron en la vida, muerte y resurrección de Cristo, revelándolo como el Mesías prometido a Israel. Cuando el apóstol Pablo le escribe a los corintos les recuerda el tipo de proclamación que desarrolló cuando estuvo en la ciudad, la cual debe ser el esquema a seguir en las sucesivas predicaciones:

 

"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios." (1º Co 2:1-5).

 

Las exhortaciones a la conducta que nunca hacen referencia a la persona de nuestro Señor terminan pareciéndose peligrosamente a las enseñanzas de los fariseos. Para que el cristiano sea impactado por la predicación es necesario ponerle en frente el ejemplo supremo del Señor Jesucristo. El poder del Espíritu Santo obra en el corazón del creyente a través de la predicación poderosa de la Palabra de Dios que glorifica a Cristo. Cuando esto no sucede, la situación se parece a los tiempos de la antigua dispensación, donde los hombres intentaban encuadrar sus conductas en los cánones de la ley, sin fuerza, ni poder ni motivación para lograrlo.

 

Tipo 2: Cristo ausente, la Biblia presente

 

Se trata de iglesias donde abunda la mención a la Biblia y al comportamiento "bíblico". No obstante, no siempre hay adoración explícita a Cristo. Tampoco sucede que todo recurso a las Escrituras tenga por objetivo ver un anuncio de Cristo o una profundización en el conocimiento de Su persona. Los objetivos al ir a la Palabra se relacionan más con lograr algún rédito positivo.

 

En estas iglesias las predicaciones son bien elaboradas, tanto en contenido como en estructura de exposición, por lo que no es sencillo percibir su talón de Aquiles. Una pregunta que se puede formular para saber si la predicación está centrada en Cristo es: "¿El mismo sermón se puede predicar aunque Cristo no hubiera venido?" Si la respuesta es "Sí", entonces estamos en un grave problema.


Citaré un extracto de un escrito de Jairo Namnún, muy pertinente a este respecto (1):

 

"Si al predicar un sermón, tu conclusión es “Dios es un Dios santo, justo y amoroso”, tanto el Corán como la Torah, y el musulmán y el judío, te dirán “¡Así es!”.

 

Si lo que dice tu canción es “El amanecer de hoy me habla de tu grandeza, me da 10,000 razones para alabarte”, el musulmán te citará el Corán (cp. Surat Al-Kahf 18:109] para apoyar tu idea, y el judío te aplaudirá.

 

Si en un caso de problemas entre hermanos, tu consejería resuelve en base a que “los hermanos deben amarse, porque si no ¿cómo podrán vivir juntos? Y le están haciendo la vida imposible a su madre que se esfuerza tanto en su trabajo por alimentarlos”, no has dicho mucho más que lo que te diría un fariseo.

 

Es lamentable y doloroso, pero en muchas de nuestras iglesias, si hubiera judíos y musulmanes en la audiencia, en general estarían totalmente de acuerdo con lo que se dijo."


En otras palabras, una predicación sin Cristo perfectamente podría ser una predicación judía o musulmana.

 

Tipo 3: Cristo (no bíblico) presente, la Biblia ausente

 

Se trata de iglesias que no reciben con agrado los preceptos de la Palabra de Dios, pero entienden que de Jesucristo no se pueden desligar (al menos no tan fácilmente). Al pretender tener a Cristo sin la Biblia lo que finalmente terminan obteniendo es un Jesús no bíblico, un ser inventado según la conveniencia de los hombres.

 

Este tipo de lugares son comúnmente la plataforma del evangelio del bienestar, de la superación personal y de una ética cristiana ecuménica. Estas congregaciones prefieren hablar de Jesús y no de Cristo, enfatizando la naturaleza humana del Señor para sintonizar con la vivencia de los hombres. Para ellos la encarnación del Señor sirvió para identificar a Dios con el sufrimiento y las miserias del hombre, por lo que se trata de un acto divino subordinado al bienestar general de los seres humanos. 

 

Tipo 4: Cristo ausente, la Biblia ausente

 

Se trata de congregaciones cristianas sólo de nombre. La realidad es que integran y mezclan sin problemas todas las ideas previas que los miembros traigan. Lo que no se acepta es la existencia de una verdad única y objetiva, por tratarse de una idea propia de "fanáticos religiosos" intolerantes. Al no estar presente la Palabra de Dios, tampoco se puede conocer al Dios de la Palabra. Estos lugares son terreno fértil para el evangelio de la prosperidad, la variante anatema más vulgar de todas.

 

Conclusión

 

Las iglesias reales raramente pertenecen completamente a uno de estos 4 tipos analíticos. Muchas veces se pueden encontrar congregaciones que tienen 40% en un tipo, 20% en otro tipo y 40% en un tercer tipo. Lo importante es reconocer que las distintas iglesias cristianas debiesen pertenecer por completo, en un 100%, al primer tipo señalado, donde tanto Cristo como la Biblia están completamente presentes.



[1] https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/un-sermon-sin-cristo-no-es-un-sermon-cristiano/

sábado, 3 de diciembre de 2022

Complot contra Pablo (Hechos 23:12-35)

 


Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.

 

Eran comunes estos grupos dispuestos a asesinar. Como indica Craig Keener: "Durante estos años muy poco antes de la guerra judía con Roma, los sicarii (21:38) regularmente asesinaban a judíos que eran sospechosos de colaborar con los romanos, y toda Palestina estaba intranquila; por lo tanto este informe es muy creíble." (1)

 

Satanás es el enemigo del reino de Dios y procurará incentivar la lucha contra la Iglesia de Cristo en todas las formas en que le sea posible y permitido. Por esta razón se puede explicar tal nivel de encono de los judíos contra el apóstol Pablo, la predicación poderosa del evangelio despertará siempre las huestes del adversario, el que hasta el día de hoy anda como león rugiente buscando a quien devorar (1º Pe 5:8). En un sentido más terrenal, la fe cristiana representó siempre una amenaza para la cultura y nación judía, ya que se superaban y se resignificaban muchas de las prescripciones veterotestamentarias. En este sentido, el cristianismo era interpretado como una aniquilación de la milenaria cultura hebrea, a lo que se sumaba una escandalosa incorporación de los gentiles a la fe, algo que el judaísmo veía con mucho recelo, tolerándolo sólo en la forma de proselitismo y de personas temerosas de Dios, categorías que experimentaban el judaísmo solo hasta cierto nivel de profundidad y derecho.

 

Es de notar que en este conjuro participaran también sacerdotes y ancianos de la nación, los que no tuvieron mayor problema en sumarse a una acción que buscaba perpetrar un homicidio. De esta manera, esta táctica implicaba varios pecados penados abiertamente por la ley de Dios; homicidio, engaño y maldición.

 

Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. Él entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.

 

Dios es soberano sobre toda la creación y sobre todas las circunstancias de la vida, por esta razón, el hecho que el hijo de la hermana de Pablo haya podido oír el complot que los judíos armaban contra él no lo deberíamos entender como una situación azarosa. Interesante es notar que esta es la primera y única vez que la Escritura menciona a la "hermana de Pablo". Uno puede imaginar, dos mil años después de este acontecimiento, que la vida de este niño estuvo vinculada al plan eterno de Dios por esta "insignificante" acción, escuchar esta conversación y alertar al apóstol de lo que se tramaba contra él. Esta situación mueve a la reflexión respecto del valor eterno de las obras que el cristiano realiza para el Señor.

 

La providencia de Dios permitió no sólo que el centurión haya estado dispuesto a llevar al sobrino del apóstol a la presencia del tribuno, sino también a que este último haya tenido la voluntad de escucharlo y de liberar a Pablo de la trampa que se le estaba gestando. Es pertinente recordar que en el marco del tercer viaje de Pablo también se gestó un complot judío para atacar al apóstol. En esa oportunidad Pablo también decidió cambiar la ruta de su retorno: "Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia. Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia. Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia" (Hch 20:1-3).

 

Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. Y escribió una carta en estos términos:

 

Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos;  y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.

 

Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza. Cuando aquellos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él.  Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.

 

Finalmente Pablo fue enviado a Félix, gobernador de Cesarea, con una comitiva especial de protección. En la carta que le envía Claudio Lisias a Félix queda en claro que Pablo no había cometido delito alguno que pudiera ser juzgado por tribunal romano, y que los temas en debate correspondían a asuntos propios de la religión hebrea. De todas maneras, a los instigadores de la muerte de Pablo se les obligó a presentar sus argumentos delante del gobernador. Mientras tanto, Pablo fue custodiado en la presión de Herodes.



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 393.

La balanza de nuestras obras en el día del juicio

  "El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios trae...