Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.
Eran comunes estos grupos dispuestos a asesinar. Como indica Craig Keener: "Durante estos años muy poco antes de la guerra judía con Roma, los sicarii (21:38) regularmente asesinaban a judíos que eran sospechosos de colaborar con los romanos, y toda Palestina estaba intranquila; por lo tanto este informe es muy creíble." (1)
Satanás es el enemigo del reino de Dios y procurará incentivar la lucha contra la Iglesia de Cristo en todas las formas en que le sea posible y permitido. Por esta razón se puede explicar tal nivel de encono de los judíos contra el apóstol Pablo, la predicación poderosa del evangelio despertará siempre las huestes del adversario, el que hasta el día de hoy anda como león rugiente buscando a quien devorar (1º Pe 5:8). En un sentido más terrenal, la fe cristiana representó siempre una amenaza para la cultura y nación judía, ya que se superaban y se resignificaban muchas de las prescripciones veterotestamentarias. En este sentido, el cristianismo era interpretado como una aniquilación de la milenaria cultura hebrea, a lo que se sumaba una escandalosa incorporación de los gentiles a la fe, algo que el judaísmo veía con mucho recelo, tolerándolo sólo en la forma de proselitismo y de personas temerosas de Dios, categorías que experimentaban el judaísmo solo hasta cierto nivel de profundidad y derecho.
Es de notar que en este conjuro participaran también sacerdotes y ancianos de la nación, los que no tuvieron mayor problema en sumarse a una acción que buscaba perpetrar un homicidio. De esta manera, esta táctica implicaba varios pecados penados abiertamente por la ley de Dios; homicidio, engaño y maldición.
Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. Él entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.
Dios es soberano sobre toda la creación y sobre todas las circunstancias de la vida, por esta razón, el hecho que el hijo de la hermana de Pablo haya podido oír el complot que los judíos armaban contra él no lo deberíamos entender como una situación azarosa. Interesante es notar que esta es la primera y única vez que la Escritura menciona a la "hermana de Pablo". Uno puede imaginar, dos mil años después de este acontecimiento, que la vida de este niño estuvo vinculada al plan eterno de Dios por esta "insignificante" acción, escuchar esta conversación y alertar al apóstol de lo que se tramaba contra él. Esta situación mueve a la reflexión respecto del valor eterno de las obras que el cristiano realiza para el Señor.
La providencia de Dios permitió no sólo que el centurión haya estado dispuesto a llevar al sobrino del apóstol a la presencia del tribuno, sino también a que este último haya tenido la voluntad de escucharlo y de liberar a Pablo de la trampa que se le estaba gestando. Es pertinente recordar que en el marco del tercer viaje de Pablo también se gestó un complot judío para atacar al apóstol. En esa oportunidad Pablo también decidió cambiar la ruta de su retorno: "Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia. Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia. Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia" (Hch 20:1-3).
Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. Y escribió una carta en estos términos:
Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.
Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza. Cuando aquellos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
Finalmente Pablo fue enviado a Félix, gobernador de Cesarea, con una comitiva especial de protección. En la carta que le envía Claudio Lisias a Félix queda en claro que Pablo no había cometido delito alguno que pudiera ser juzgado por tribunal romano, y que los temas en debate correspondían a asuntos propios de la religión hebrea. De todas maneras, a los instigadores de la muerte de Pablo se les obligó a presentar sus argumentos delante del gobernador. Mientras tanto, Pablo fue custodiado en la presión de Herodes.
[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 393.
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