Principio I: Puesto que el autor último de la Escritura es el Espíritu Santo, todos los libros de la Biblia tienen el mismo propósito principal.
Principio II: Puesto que el autor último de la Escritura es el Espíritu Santo, las partes claras de la Escritura deben ser utilizadas para iluminar las partes más oscuras.
Principio III: Cristo es el centro de la Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Principio IV: El intérprete de las Escrituras no sólo debe preocuparse de las doctrinas o dogmas que se pueden extraer de los textos individuales de la Biblia, sino que también necesita contemplar imágenes, símbolos y proyecciones de Dios que emergen del estudio de la Palabra en su totalidad. En las Escrituras encontramos tanto palabras de vida como símbolos e imágenes que nos comunican la vida.
Principio V: El sentido literal de la Palabra es a la vez el sentido espiritual.
Principio VI: Antes de comenzar a interpretar un texto bíblico, se debe determinar la forma literaria del texto e interpretarlo de acuerdo a su género.
Principio VII: Antes de interpretar la Escritura el intérprete necesita sujetarse a la autoridad de la Palabra.
Principio VIII: Las escrituras que forman la única base para la fe y la práctica de Dios son las Sagradas Escrituras de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. La base de la fe no es la doble Torá de la tradición rabínica, ni las dos fuentes de la tradición católico romana, ni cualquier canon dentro del canon que excluye una parte de la revelación divina.
Principio IX: A fin de que la semilla sembrada en nosotros produzca buenos frutos, es necesario entender la diferencia entre lo que es la ley y lo que es el evangelio y no confundir sus funciones correspondientes.
Principio X: El estudio y la interpretación de la palabra de Dios son funciones de la comunión de los santos.
Blank, Rodolfo, 2006, Hermenéutica. Principios de Interpretación Bíblica, Saint Louis: Editorial Concordia.
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