Defensa de Pablo ante Agripa (Hechos 26:1-11)
El apóstol comienza su exposición una vez que Agripa se lo permite. Pablo le reconoce al rey un acabado conocimiento sobre el judaísmo, por lo que al predicar el evangelio no necesita retrotraer la historia hasta la creación de los cielos y de la tierra, como usualmente lo hace al enfrentar una audiencia gentil. Es interesante notar que si bien el texto dice "defensa" (v.1), no se trata de una defensa penal personal, sino una defensa del evangelio, una oportunidad de predicarlo ante reyes y principales (Hch 9:15).
El argumento de Pablo -versículos 4 al 8- está diseñado para apelar a la mente de Agripa, que como señalamos, tenía reputación de conocer sobre teología judía. La razón por la que Pablo es atacado y estaba siendo en ese momento juzgado es de índole meramente doctrinal, en particular, su proclamación de la resurrección de los muertos. Podemos recordar que esta doctrina generaba ácida polémica en la facción de los saduceos, grupo religioso que no creía en aspectos sobrenaturales de la fe, como los ángeles, milagros o la misma resurrección; se podría decir que eran los "teólogos liberales" de aquellos tiempos, los cuales racionalizan los aspectos "milagrosos" de las Escrituras con el fin de hacer de la fe algo consistente con la ciencia moderna. Sin embargo, lo increíble de esta situación es que no eran sólo saduceos los que se oponían a la predicación de Pablo, sino todo el pueblo, fariseos incluidos, facción que sí creía en la resurrección de los muertos. En el fondo, los judíos no rechazaban la resurrección en sí misma, lo que rechazaban era la resurrección de Cristo sobre los muertos. Anteriormente Festo, al intentar comprender la razón de fondo por la que Pablo era acusado, mencionó a "un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo" (Hch 25:19).
El argumento de Pablo incluye la mención a su formación religiosa, el rigor farisaico, algo que sus contemporáneos saben y podrían haberlo atestiguado si se les hubiera pedido hacerlo. La narrativa de Pablo actuando contra la iglesia de Cristo mientras vivía su judaísmo le asigna mayor poder al evento de su conversión. La pregunta surge de forma automática, ¿qué le debió suceder a este hombre, formado desde su juventud en el judaísmo más severo, para que rechazara sus postulados y cambiara radicalmente de parecer? La descripción de cómo Pablo persiguió a la Iglesia de Cristo siembra esta pregunta, y despierta la curiosidad en el oyente por saber qué causó este cambio de vida.
Es importante destacar que Pablo declara que el judaísmo incurría en blasfemia al intentar impulsar a los cristianos a rechazar la fe en el Señor Jesucristo. No hay opiniones intermedias ni tibias para la religión judía, se trataba de una ofensa directa contra Dios al rechazar al Mesías: "Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras" (Hch 26:9-11).
Pablo relata su conversión (Hechos 26:12-18)
Sabemos que el Señor se apareció a Pablo camino a Damasco, pues este relato aparece por primera vez en Hechos 9. Sin embargo, la Escritura vuelve a exponer el evento adicionando la frase: "dura cosa te es dar coces contra el aguijón" (v. 14). Al respecto, Craig Keener señala: "era un proverbio griego acerca de pelear con un dios, originado posiblemente a partir del dramaturgo clásico griego Eurípides. No está citado en los otros relatos de la conversión de Pablo, sin embargo, es adecuado cuando se dirige a Agripa, que tenía una vasta educación griega" (1).
En el relato, el Señor Jesucristo se presenta a un Pablo que "cae en tierra", que era la respuesta común para una revelación como tal en el Antiguo Testamento, y le pregunta: "¿por qué me persigues" (v. 14), en referencia a los ataques que Pablo le propinaba a la iglesia. El Señor se identifica completamente con el devenir de sus elegidos, en especial en el momento de su persecución y sufrimiento; el Señor y su Iglesia son un sólo ser.
Después de esta amable aclaración por parte del Señor, el apóstol recibe instrucciones para la acción inmediata, y también los objetivos que Dios tiene para llevar a cabo usando a Pablo como instrumento. Enviado a judíos y luego a gentiles, Dios tiene el propósito de proclamar el evangelio a través de la vida regenerada de Pablo, con el propósito de redimir a su pueblo del pecado, del dominio de Satanás y recibir perdón y herencia eterna.
Pablo obedece a la visión (Hechos 26:19-23)
El apóstol Pablo obedeció la voz de Dios de forma inmediata. Alguien podría argumentar que fue Dios mismo, con voz audible, el que le dio las instrucciones del caso, por lo que no hay mucho mérito en esta obediencia. Quizá eso sea cierto. Es interesante notar la importancia asignada al arrepentimiento (v. 20), en el hecho que tanto los judíos como los gentiles receptores del mensaje del evangelio se deben distinguir por hacer "obras dignas de arrepentimiento" (Hch 16:19). Sabemos que las obras no constituyen un mecanismo de propiciación ante Dios, sino que evidencian una vida salvada por el poder del evangelio.
La resurrección de los muertos es parte esencial del evangelio (1º Co 15:13), expresa el triunfo sobre la muerte del Señor, y es garantía que los creyentes, identificados en Cristo, experimentaremos lo mismo (Rm 6:5). En el caso del cristiano, se trata de una resurrección para vida (Jn 5:29). También es importante mencionar que la concepción judía del Mesías no era la de un hombre en padecimiento (Is 53), sino la de un rey poderoso que traería prosperidad y liderazgo a la nación, además de liberación de la esclavitud romana. Si el mensaje de Pablo proclama a un Cristo que padece y muere en manos humanas, entonces claramente el anuncio no satisfacía en lo más mínimo la sed de sus compatriotas (1º Co 1:23).
Pablo insta a Agripa a que crea
La exposición del apóstol llevó a Festo a tratar a Pablo de loco. Al parecer se trató de una declaración en tono amistoso, aunque no benévolo. Similar situación sucede a todo cristiano cuando expone las verdades del evangelio y encuentra de vuelta reacciones de extrañeza o rechazo. En especial en nuestros tiempos, el evangelio no es valorado pues no le sigue ningún beneficio concreto e inmediato para la vida cotidiana del hombre.
Pablo sabía que Agripa conocía y creía lo declarado por los profetas, por lo que era terreno fértil para la predicación del evangelio. Sin embargo, después del oír al apóstol Agripa le responde: "Por poco me persuades a ser cristiano" (Hch 26:28). Algunos sostienen que Agripa fue irónico en esa respuesta, mientras otros piensan que el rey se tomó muy en serio las declaraciones de Pablo y que su respuesta pudo haberse entendido como: "Eres tan convincente que pronto vas a convertirme" (2). Finalmente, podemos ver que lejos de pedir la libertad de la prisión, el apóstol quiso que todos conocieran al Señor.
Ya en el capítulo 25 Festo había declarado que la acusación contra Pablo era innecesaria, pues el apóstol "ninguna cosa digna de muerte ha hecho" (Hch 25:25). En este capítulo, los personajes involucrados vuelven a expresar una idea similar: "Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César" (Hch 26:32). Pablo no es culpable ante la ley romana, y esta es la única conclusión a la cual los oyentes romanos podrían llegar.
Honor y gloria a nuestro Dios por tan tan bello talento otorgado a su hijo un gran historiador, lindo trabajo felicidades! Marcela
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