domingo, 18 de junio de 2023

Bosquejo 1º Pedro 2:1-10

 



 

Sección 1

 

1 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, 2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, 3 si es que habéis gustado la benignidad del Señor.

 

El capítulo 1 se cierra con una exhortación central: "amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro" (1º Pe 1:22). No es sorpresa saber que todo renacido tiene que manifestar amor por sus hermanos (1º Jn 2:9-11), y ese amor, producto del Espíritu de Dios que habita en nosotros (Rm 5:5), nos habilita a crecer en santidad, una vida de integridad, no de simulación o hipocresía. Se debe luchar activamente contra los pecados de la carne, hipocresía y envidia incluidas. También se debe luchar contra otras "detracciones", palabra que apunta a toda forma de difamación: maledicencia, calumnia, murmuración.

 

El Señor señaló: "Escrito está: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»" (Mt 4:4). Al ser salvados, los cristianos conocemos la bondad de Dios y eso nos impulsa a buscarle para crecer espiritualmente, por un deseo de conocerle más a él. El impulso puesto por Dios en el corazón del creyente, a través de la presencia del Espíritu Santo, debe mover al cristiano -de su propia voluntad- a buscar alimento espiritual. Job le declaraba al Señor: "Del mandamiento de sus labios no me he apartado, he atesorado las palabras de su boca más que mi comida" (Job 23:12). El autor del salmo 1 señala: "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche". (Sal 1:1-2). Sin embargo, no podemos olvidar la presencia del pecado en nosotros y la correspondiente batalla espiritual: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne..." (Gal 5:17). 

 

Si bien algunas versiones no traducen el verso 3 como un condicional (si es que habéis gustado la benignidad del Señor), la mayoría de las versiones sí lo hace, y corresponde a la estructura textual del idioma original. Dicho esto, debemos aceptar que todo renacido tendrá en su interior un deseo espiritual puesto por el mismo Dios, deseo que en algunos casos es intenso, como el de un niño recién nacido que llora por leche materna, pero que en otros casos, producto de la influencia del pecado, apenas se percibe.

 


Sección 2

 

La piedra viva

 

4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo cual también contiene la Escritura:

 

He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;

Y el que creyere en él, no será avergonzado.

7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,

La piedra que los edificadores desecharon,

Ha venido a ser la cabeza del ángulo;

8 y:

Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,

porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.

 

Cristo, la piedra reprobada por los edificadores (la nación de Israel) ha venido a ser la cabeza preeminente de la Iglesia (Ef 2:19-22). Romanos 9 refiere a Cristo como la “piedra de tropiezo” que hizo caer a Israel, pues buscaron la justicia de Dios a través de las obras de la ley y no por la fe (Rm 9:32-33). Sin embargo, para Dios su Hijo es precioso y escogido para la redención desde antes de la fundación del mundo (1º Pe 1:20). 

 

Los cristianos somos llamados por el apóstol Pedro "piedras vivas", en referencia a nuestra identificación con Cristo, la "Piedra Viva" del versículo 4. Ejercemos un sacerdocio santo por medio de la obra de Cristo, pudiendo establecer comunicación directa con Dios por medio del Espíritu Santo y gracias a la obra expiatoria del Señor Jesús. Además, podemos ofrecer sacrificios aceptables a Dios, nuevamente por los méritos de Cristo y sólo a través de su poder (de lo contrario no serían aceptables). Romanos 12:1 nos llama justamente a eso, a entregar nuestra vida completa en sacrificio agradable a Dios.

 

La descripción del apóstol Pedro de Cristo como piedra del ángulo, es una cita combinada de Isaías 28:16, Salmo 11:22 y Isaías 8:14-15. Se trata de un contenido similar a lo expresado por Pablo en 1º Corintios 1:20-24, donde distingue entre judíos y gentiles respecto de la recepción de la palabra de la cruz: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios."

 


Sección 3

 

El pueblo de Dios

 

9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.

 

Los gentiles, el olivo silvestre injertado contra naturaleza en el buen olivo (Rm 11:17-24), somos parte del pueblo elegido por Dios desde la eternidad. En el antiguo pacto ese pueblo tuvo características étnicas, nacionales y una serie de estatutos específicos. En el nuevo pacto, ese pueblo elegido es la iglesia, la que incluye todo tipo de nacionalidades, no sólo hebreos. Nuevamente el apóstol Pedro trae a colación elementos del Antiguo Testamento en su descripción del pueblo cristiano. Como mencionamos, somos un pueblo de sacerdotes santos adquiridos por Dios, no desde el mismo punto de vista en que Aaron o los levitas fueron sacerdotes, sino únicamente por medio de la obra expiatoria, propiciatoria, redentora y salvadora de Cristo, la que permitió que podamos tener comunión directa con Dios.

 

Tenemos un supremo llamamiento a predicar la palabra de Cristo, el evangelio de salvación, en particular "las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable". Es notable que Pedro específique que el anuncio del cristiano debe tratar de Cristo mismo, no de nosotros los hombres, y en caso que nos citemos, ojalá sea sólo para ilustrar la necesidad de salvación que tenemos. El anuncio de los cristianos debe tratar abundantemente de la persona de Cristo, su papel previo a la encarnación, su vida perfecta, su obra redentora y su rol actual de intercesión ante el Padre (las virtudes de aquel). El mensaje cristiano anuncia y magnifica las virtudes de Cristo, no las supuestas "hazañas" nuestras.  

 

Finalmente, recordemos que la misericordia es un atributo de Dios que sólo beneficia a los creyentes. Para los muertos en delitos y pecados, Dios solo muestra compasión y/o bondad al permitirles respirar o disfrutar de las diversas amenidades de la creación. Sin embargo, los inconversos no verán misericordia en la eternidad, puesto que su transgresión no será pasada por alto, Dios inexorablemente ejecutará la sentencia correspondiente contra ellos.  

sábado, 3 de junio de 2023

Bosquejo 1º Pedro 1:17-25

 



1º Pedro 1:17-25


Sección I

 

17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; 

 

Los cristianos nacidos de nuevo (Jn 3:3), somos llamados a ser santos (1º Pe 1:16). A su vez, somos los que invocamos a Dios en toda situación siendo oídos por él, lo cual es una bendición inmensurable. Además, Dios nos ha colmado de bendiciones espirituales (Ef 1:3), -nos ha adoptado como hijos, nos ha redimido del poder del pecado, ha anulado la condena que pesaba sobre nosotros, nos ha hecho participantes de la naturaleza divina, etc-. No obstante lo anterior, Dios sigue siendo juez de toda la humanidad (He 12:23), lo que incluye a los creyentes. Dios sigue juzgando nuestra conducta, pensamientos, habla, etc. y si bien por la gracia de Dios ya no tenemos parte en la condenación eterna, Dios nos puede disciplinar, amonestar y también probar por diversas razones. 

 

Un cristiano no debiera buscar la santidad por temor al castigo de Dios, sino por el mero hecho que ahora conocemos a Dios, y su revelación nos impulsa a vivir con temor (v. 17) en nuestra vida terrenal; "el tiempo de vuestra peregrinación" (Rm 6:22; 1º Ts 4:3;7). "La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo" (Lv 25:23).


Varios son los pasajes que llaman al creyente -sí, al creyente- a tener una conducta sobria (1º Ts 5:6, Ti 2:2, 1º Pe 1:13), sabia en este mundo (Ef 5:15), a velad (Mt 24:42, 1º Co 15:34) y a cuidar la salvación (He 2:3, Fil 2:12). El Reino de Dios es como un tesoro en un campo hallado por un hombre, el cual vende todo para quedarse con el campo que contiene el tesoro (Mt 13:44). Esta parábola refiere a la importancia que debe tener la salvación que Dios nos ha dado, la que si bien es otorgada al hombre por la gracia de Dios, fue conseguida por la obra de Cristo en la cruz.

 


Sección II

 

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

 

Uno de los pasajes que resume de mejor manera esa "vana manera de vivir" se encuentra en Tito 3:3: "Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros."

 

La congregación de creyentes no es un mero agregado de gente, sino que es nada más y nada menos que lo adquirido por la sangre que el Señor vertió: "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre" (Hch 20:28). El decreto de Dios estableció el plan de redención, "antes de la fundación del mundo", y cada persona de la Trinidad juega un rol específico en su ejecución (1º Pe 1:2).

 

Como señalamos, la redención no se pagó con un metal terrenal de valor humano, sino con la vida del Hijo de Dios, simbolizada en su sangre. El valor de esta vida es infinito, por tratarse del Hijo de Dios, y por esta precisa razón su sacrificio fue capaz de pagar la sentencia asignada a nuestra transgresión contra Dios (la cual también es de valor infinito en contra nuestra).  

 

La muerte del Señor ha provisto del único pago que satisface la justicia de Dios por el pecado que cargamos. Cristo es el mediador entre un Dios santo, justo, amoroso y una humanidad caída en pecado. Es la acción de Dios en Cristo, a favor del pecador, el que le libra de la condenación eterna y le abre la entrada a los lugares celestiales. 

 

Al creer en Cristo el hombre pone su deuda en el Salvador, le imputa su sentencia de condenación eterna. Así Cristo se hace ofrenda por el pecado (2ª Cor 5:21), paga la sentencia y cancela la deuda del hombre con Dios. La justicia de Dios es satisfecha y se hace posible el perdón al ser humano, perdón que sin mediar la obra de Cristo habría transgredido la justicia de Dios. El hombre recibe este beneficio por gracia, o sea, sin apelación a méritos propios, ni siquiera a potenciales acciones que pudiera realizar. La salvación es por obras, pero la obra de Cristo.

 

El mensaje del evangelio interpela al hombre en dos direcciones, arrepentimiento y fe; “arrepentíos y creed en el evangelio” (Mr 1:15). Cristo carga los pecados de su pueblo bajo la solemne advertencia: “el que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn 3:36).


 

Sección III

 

22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; (RV 1960)

 

22 Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. (LBLA)

 

"Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús." (Fil 2:19-21) 

 

Después de haber apelado al Cesar, y de su posterior travesía por el Mediterráneo, Pablo estaba en reclusión domiciliaria en Roma a la espera de ser recibido por Nerón. En este contexto escribía la carta a los Filipenses, iglesia que había fundado en su segundo viaje misionero. En su día a día Pablo recibía visitas tanto de judíos como de cristianos y les predicaba el Evangelio.

 

Pablo quería contactar a los filipenses, Timoteo fue el primer considerado en ese momento para ir a Filipo y llevar una correspondencia, lo triste es que parece ser el único idóneo. El enviado debía ser alguien con un amor sincero por los hermanos, pues el amor a Dios se debe expresar siempre en amor a los hermanos (1ª Jn 2:9), amor sin fingimiento (Rm 12:9). El Señor asigna valor a la bondad sincera, y recurrentemente expresa rechazo profundo a la hipocresía. En Mateo 23 el Señor Jesucristo es muy severo con los Fariseos, y entre las principales acusaciones destaca la hipocresía. El amor de un creyente debe brotar de un "corazón puro", sin dobles intenciones.

 

 

Sección IV

 

23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque:

Toda carne es como hierba,

Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.

La hierba se seca, y la flor se cae;

25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre.

Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

 

Una idea similar expresa Santiago en su carta: "Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas" (Stgo 1:18). Sólo Dios es partícipe en el nuevo nacimiento del creyente, y la manera que Él estableció es que sea el poder de su Palabra la que vivifique al ser humano muerto en delitos y pecados. De la misma manera que su Palabra hizo los cielos y la tierra, y creó la vida desde la nada, él también ha ordenado que este "nuevo nacimiento" sea impartido, gestado o generado a través de la Palabra, en particular, del evangelio que los mensajeros de Dios predican. Recordemos que el Evangelio es poder de Dios para salvación, por lo que no somos nosotros ni nuestros métodos, sino la Palabra de Dios la que tiene el poder de "revivir" a un perdido (Rm 1:16). De ahí la importancia a ser fiel a la Palabra, puesto que cualquier "creatividad" humana que intervenga en el mensaje, sólo traerá consecuencias negativas. 


"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí" (Jn 5:39).

La balanza de nuestras obras en el día del juicio

  "El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios trae...