sábado, 19 de julio de 2025

Dios demanda santidad a su pueblo


La sección final del capítulo 5 de Josué es muy especial, pues aparece un personaje misterioso, enigmático, el que se identifica como el “Príncipe del Ejército de Jehová” (v.5). Mientras Josué caminaba por sectores cercanos a Jericó, quizá en el objetivo de explorar más de cerca la zona, se le aparece de frente un hombre desconocido, con una espada desenvainada, listo para el ataque. El diálogo es iniciado por Josué, el cual le pregunta: “¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?” (v.13). El Príncipe del Ejército de Jehová responde: “No; más como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora” (v.14). Note que este enigmático personaje no acepta ninguna de las opciones que Josué le entrega, no es ni amigo ni enemigo. Al instante Josué debe haber observado algo que lo hace caer postrado ante este varón en señal de adoración, hecho que por sí mismo sugiere de forma firme que este enigmático personaje era una persona divina. Si Josué se postra en adoración, y el texto no objeta tal acción, entonces la hipótesis de la teofanía es altamente probable. En esta misma dirección se agrega el mensaje final que recibe Josué: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” (v.15). Parece confirmado que El Príncipe del Ejército de Jehová es una persona divina, probablemente el eterno Hijo de Dios pre encarnación, el que cual es la única persona divina que establece dialogo con el hombre tomando forma humana.

 

Tengo dos ideas extraídas desde esta especial historia. La primera es el deseo de Josué de definir a aquel hombre según categorías puestas por el mismo Josué. Como mencionamos recién, aquel hombre misterioso era una persona divina, por lo que Josué intentó encasillarlo en referencia a si mismo: “estás conmigo o estás contra mí”. La respuesta de Dios no se hizo esperar: “ninguno de los dos” (NTV), limitándose a revelar quién era, el comandante del Ejército de Dios. Tal situación es una buena ilustración de lo que muchas veces intentamos hacer con Dios, definirlo en función de nuestros planes o de nuestras categorías, como si Dios pudiese ser clasificado en función de nuestros proyectos o planes personales, de los cuales nosotros somos los protagonistas. La realidad de la vida cristiana es la opuesta, el designio, el plan o la misión son de Dios y los hombres -solo por su gracia- podemos ser instrumentos al servicio de su misión. Sólo Dios puede referenciarnos en función de él mismo (Mt 12:30). Debemos entender que somos los hombres los insertos en la misión de Dios, que nuestras oraciones, nuestra vida devocional, nuestro servicio y en general, toda nuestra vida ocurre en función del propósito de Dios y no al revés.

 

La segunda idea que quiero destacar es la ilustración acerca de la santidad del hombre que está en presencia de Dios. En aquel tiempo el acto de quitarse los zapatos era una forma de expresar respeto y reverencia por otra persona, ya que el calzado o sandalia, al estar en constante contacto con el suelo, representaba nuestra suciedad. El Príncipe del Ejército de Jehová le indica a Josué que el lugar que comparte con él es un lugar santo, debido a la santidad del mismo Príncipe. Esta expresión es la misma que escuchó Moisés al dialogar con Dios en la zarza ardiente. El mensaje es el mismo, Dios demanda santidad a su pueblo, no es posible ser partícipe de la misión de Dios sin una vida en permanente santificación. El propósito de Dios para con su pueblo es específicamente ese: “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Lv 20:26). 

 

Ahora bien, ¿cómo poder ser santo si aún está la naturaleza caída operando en nosotros? Arthur Pink señala correctamente que “la vieja naturaleza permanece, y sigue sin cambiar, sin mejorar” (La Santificación, A.W. Pink), por lo que es imposible ser perfectamente obedientes a la ley de Dios con todo nuestro ser. Hay que distinguir lo siguiente, en términos posicionales o judiciales Dios nos considera perfectos en la persona de Cristo, eso es lo que significa la expresión “en Cristo” que tantas veces utiliza el apóstol Pablo en sus escritos. El Señor Jesucristo es nuestro mediador y sus virtudes perfectas son imputadas a nosotros.

 

Sin embargo, la salvación incluye obligatoriamente una santificación real. Dicho de otra forma, si alguien no vivencia el proceso de santificación, entonces no hay razón alguna para creer que aquel sea salvo. La santificación es un proceso constante en todo creyente, el cual incluye arrepentimiento y restauración ante cualquier pecado eventual. El cristiano genuino está permanentemente experimentando una lucha contra el pecado, lucha que revela la existencia de un proceso de santificación en él. De esta manera, un creyente evidenciará un progreso espiritual a lo largo de su vida, haciéndose cada vez más conforme al carácter santo del Señor: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil 1:6). 

sábado, 5 de julio de 2025

Dos enfoques sobre el pueblo de Dios

 

Hermanos, ¿qué me dirían si les pregunto por la misión del pueblo de Dios en esta tierra? Algunos -los tradicionales- dirían que tenemos que predicar el evangelio a toda criatura, dar a conocer “las virtudes del que os llamo de las tinieblas a su luz admirable”, lo que por supuesto es correcto. Otros dirían -los misionales- que predicar el evangelio no es lo único, sino que necesitamos ser partícipes de una renovación cultural, de modo de conquistar para el Señor muchos espacios entregados al enemigo, como la educación, la política, el arte o la ciencia. Creo que esta perspectiva también es razonable. 

 

Por un lado, los tradicionalistas tienden a poner un gran muro entre las cosas de Dios y las de este mundo, pues si bien el Señor nos ha llamado a ser santos en medio de una generación maligna y perversa, no nos ha llamado a involucrarnos en los asuntos que le competen a la gente que vive por y para la lógica de este mundo, ya que nuestra ciudadanía está en los cielos y no acá. Por otro lado, los misionales piensan que el llamado de Dios no es exactamente así, pues debemos transformar con el evangelio todos los ámbitos de la vida, ya que Cristo no solo es salvador de individuos, sino que es el Señor de toda la creación. Estos últimos señalan que la renuencia a impregnar la cultura con los valores del Reino, ha dado lugar a que el secularismo -entendido como una ideología religiosa encubierta- se haya apropiado de occidente, lo cual también parece razonable.

 

Mientras los primeros enfatizan la salvación y santificación de los elegidos y no en la transformación cultural de este mundo, los otros ven a la iglesia como un participante activo en la misión de Dios en el mundo presente, siendo el instrumento del “ya, pero todavía no”, o sea, de la instalación progresiva del Reino de Dios. 

 

¿Cuál es la idea de hablar del pueblo de Dios recurriendo a dos enfoques? Tener una comprensión más amplia, profunda y equilibrada de lo que significa ser el pueblo de Dios a lo largo de la historia bíblica y de la vida cristiana. Sin embargo, cualquiera sea la visión que a usted le parezca más cercana a la Biblia -incluso pensando que ambas no son necesariamente excluyentes- hay un aspecto que no es negociable en ninguna de las dos escuelas y es el propósito específico de Dios para con su pueblo: “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Lv 20:26). Este mismo pasaje es citado por el apóstol Pedro en su primera carta (1° Pe 1:14-16).

 

Recapitulando, Dios se dio a si mismo un pueblo como instrumento de su misión (porque la misión es de Dios, no de la iglesia). En el Antiguo Testamento Israel fue llamada a ser luz a las naciones, en el Nuevo Testamento, nosotros, la Iglesia del Señor, la continuadora del pueblo del pacto, también. Somos solo un instrumento en las manos de Dios, pero necesitamos vivir en permanente santificación para serle útil. Ilustrativo a este propósito es un comentario de Alexander MacLaren, predicador escocés del siglo XIX: “El mundo saca sus ideas acerca de Dios principalmente de las personas que afirman pertenecer a la familia de Dios. Nos interpretan mucho más de lo que leen la Biblia. Pues a nosotros nos ven, mientras solo oyen acerca de Jesucristo”

 


Dios demanda santidad a su pueblo

La sección final del capítulo 5 de Josué es muy especial, pues aparece un personaje misterioso, enigmático, el que se identifica como el  “P...