jueves, 24 de diciembre de 2020

Primer viaje misionero: Antioquía de Pisidia (Hechos 13:13-52)


De Chipre a Antioquía de Pisidia


La actividad en la isla de Chipre terminó y el equipo de misioneros zarpan con dirección a Perge, en Asia Menor. En este lugar Juan Marcos deja a Bernabé y a Pablo, pero no sabemos las razones de su deserción. Se han dado algunas hipótesis, como que Juan habría sentido temor de la persecución o que se habría sentido incómodo con el creciente liderazgo de Pablo. Sin embargo, sólo son conjeturas.

 

Desde Perge se dirigieron a Antioquía de Pisidia (1), en particular a la sinagoga de aquella ciudad, llegando justo en el día de reposo. Las visitas a las sinagogas eran una táctica permanente en las misiones de Pablo; con seguridad los presentes estaban mejor dispuestos a escuchar la Palabra de Dios y también era más fácil poder presentar al Mesías a una audiencia que conocía la profecía del Antiguo Testamento. Además, al ir primero a las sinagogas de cada ciudad, el evangelio se predicaba primeramente a los judíos (Rm 1:16).

 

La predicación de Pablo


La sinagoga de Antioquia de Pisidia se dispone favorablemente a escuchar la exhortación de Pablo, el que lleva la palabra tanto a los israelitas como a los temerosos de Dios (gentiles prosélitos). Pablo comienza describiendo la historia de Israel desde el cautiverio en Egipto hasta la aparición del Rey David, del cual dice Dios que fue “varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hch 13:22). La mención de la historia de Israel tiene por propósito presentar al Señor Jesucristo como un descendiente de David, descubriendo ante la audiencia su linaje mesiánico. Pablo hace mención de Juan el bautista, el cual también da cumplimiento a la profecía, predicando el arrepentimiento a Israel justo antes de la venida de Cristo (Is 40:3, Mal 3:1). 

 

Habiendo mencionado el linaje de Cristo y su rol central en el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a los patriarcas, Pablo ahonda en la vida, muerte y resurección del Señor, citando pasajes de las Escrituras que anticipaban estos acontecimientos. El evangelio es la buena noticia de la muerte y resurección del Señor Jesucristo, eventos que abren la posibilidad de reconciliación con Dios tanto a judíos como a gentiles. En Romanos 1:4 Pablo dice que Cristo fue “declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”, en otras palabras, su resurección puso de manifiesto a aquella generación de hombres que el crucificado era el Hijo de Dios.

 

La mención del salmo 2 “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hch 13:33) se relaciona con la eternidad del Hijo de Dios, con una comunicación de esencia y vida del Padre al Hijo desde toda la eternidad. Por esta misma razón era imposible que el eterno Hijo de Dios hubiera sido partícipe de la corrupción asociada a la muerte, de ahí la cita al salmo 16 “Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción”. El Señor Jesucristo triunfa sobre la muerte por cuanto era imposible que fuera retenido por ella. 

 

Sólo por medio de la persona de Jesucristo existe la posibilidad de perdón de pecados para los hombres. La doctrina de la justificación por la fe se sintetiza en 2ª Corinitos 5:21 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. En otras palabras, el Cristo impecable cargó nuestro pecado y pagó nuestra deuda ante Dios. Como contrapartida, Cristo nos imputa su justicia y sólo por esa razón somos aceptables a Dios; eso significa que Cristo nos “justifica” en él ante Dios. 

 

La ley de Moisés no tuvo la capacidad de “imputar justicia” al hombre que intentaba cumplirla, por eso nunca fue un ministerio de justificación, sino de condenación. La buena noticia es que por medio de la fe en Cristo sí hay justificación posible para todo aquel que cree y se arrepiente. La cita de Habacuc 1:5 da cuenta de lo increíble y sencillo que resulta al ser humano la posibilidad de ser reconciliado con Dios, lo cual es hecho en base a una obra de Dios mismo, “Porque yo hago una obra en vuestros días” (Hch 13:41). La gracia soberana de Dios ha hecho esto posible (Mt 19:26).


La oposición de los judíos

 

Llama la atención la buena recepción que tuvo el evangelio entre los oyentes de esta sinagoga, tan así fue que solicitaron a Bernabé y a Pablo que volvieran la semana siguiente a continuar la exposición. Sin embargo, no tardaron en aparecer los que están puestos para estorbar la verdad. Como sucedió anteriormente con el caso de Barjesús en Pafos, cuando está presente la predicación del evangelio verdadero, también habrá estorbo de las huestes de maldad. “Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando” (Hch 13:45).

 

Pablo y Bernabé hablaban con denuedo, atributo que tiempo atrás el mismo Bernabé esgrimió para confirmar la conversión de Pablo ante los apóstoles que desconfiaban de él (Hch 9:27). Recordemos que los mismos apóstoles oraban al Señor pidiendo denuedo para predicar la palabra (Hch 4:29). La cita a Isaías 42:6 y 49:6 constituye una bella motivación para el cristiano al saber la consideración que tiene Dios de los portadores del mensaje de salvación: “Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra” (Hch 13:47).

 

La dinámica de la predicación

 

El verdadero evangelio provoca un profundo regocijo en todos los que creen, además de un conmovedor deseo de glorificar a Dios. Esta era la condición de todos aquellos que oyeron y creyeron al evangelio en Antioquía de Pisidia. Lucas agrega un breve reporte del avance del Reino de Dios: “Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia” (Hch 13:49). 

 

A pesar del estorbo de los judíos, los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

 

 



[1] Una de las ciudades fundadas por Seleuco Nicátor en honor de su padre Antí­oco. Situada al NE de Colosas y Laodicea y al NO de Iconio y Listra, era conocida como centro comercial importante. La ruta entre Perge y Antioquía de Pisidia era conocida por la cantidad de ladrones que abundaba por los peligrosos caminos.

 

domingo, 20 de diciembre de 2020

Primer viaje misionero: De Antioquía de Siria a Chipre (Hechos 13:1-12)



La iglesia en Antioquía de Siria

 

El capítulo 13 comienza con la iglesia de la ciudad de Antioquía, la que se constituyó en una verdadera “base de operaciones” para el apóstol Pablo. Fue en este lugar que a los creyentes se les llamó por primera vez “cristianos” (Hch 11:26), aunque los registros históricos indican que ese apelativo era más bien burlesco. La iglesia en Antioquía de Siria contaba con un buen equipo de profetas y maestros dedicados al ministerio espiritual “Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo” (Hch 13:1). Poco se sabe de estos nombres, a excepción de Bernabé y de Saulo, por cierto. 


Es importante hacer una mención en relación a los oficios de profeta y de maestro; el primero apunta a una actividad similar a la de los profetas del Antiguo Testamento, pero con un marco más acotado. La aparición de profetas en el libro de Hechos, tanto en el capítulo 11:28 como en 21:10-11, muestra que sus revelaciones son de tipo práctico y no doctrinal (una instrucción para ayudar a los hermanos a enfrentar una hambruna en Judea, o la advertencia a Pablo que sería agredido en Jerusalén al finalizar su 3º viaje misionero). La revelación doctrinal en el Nuevo Testamento estuvo siempre reservada a los apóstoles principalmente. En el caso de los maestros, su ministerio se relacionó con facilitar a los hermanos la comprensión de la verdad bíblica, la cual muchas veces es difícil de entender. Recordemos la expresión del apóstol Pedro sobre el contenido de las cartas de Pablo “…como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2ª Pedro 3:15-16). Comúnmente las cosas “dificiles de entender” constituyen el insumo preferido de los falsos maestros en la elaboración de sus enseñanzas.

 

El Espíritu Santo instruye directamente a los hermanos señalando la misión que estaba preparada para Bernabé y a Saulo. Nótese que la narrativa presenta en primer lugar a Bernabé y luego a Saulo, lo que da cuenta del liderazgo misionero en ese momento. El primer viaje misionero comienza con la imposición de manos de parte de la iglesia, como un símbolo de identificación y bendición. De esta manera, la iglesia de Antioquía "patrocinó" la misión, la cual nunca es una aventura surgida de la voluntad individual.

 

Es de destacar que los maestros y profetas de Antioquía de Siria “ministraban al Señor” (Hch 13:2). Si bien los contenidos profetizados y las enseñanzas impartidas tenían como destinatario la congregación, no se debe olvidar que la verdadera audiencia del siervo de Dios es el Señor mismo. Dios es el destinatario de todo ministerio espiritual, lo que está en sintonía con el mandato de 2ª Timoteo 2:15 “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”, Colosenes 3:23 dice “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. 

 

La misión en Chipre y el encuentro con Barjesús

 

La ruta de Bernabé y Saulo fue desde Antioquía a Seleucia y una vez en Chipre se movieron desde Salamina hasta Pafos. En este momento estaban acompañados por Juan Marcos.

 

La actividad de la misión era “anunciar la palabra de Dios” y esto lo hacían en las sinagogas de los judíos, lugar donde se hallaba la audiencia prioritaria para el Evangelio (Rm 1:16). Al llegar a la localidad de Pafos se encuentran con el procónsul Sergio Paulo, el cual al parecer tenía interés en escuchar los relatos judíos y probablemente cualquier cosa nueva, de ahí su cercanía con el mago Barjesús.

 

El versículo 6 describe a Barjesús como un cierto mago, falso profeta y judío. Que este sujeto termine representando a la población de Pafos no es un hecho azaroso. En Pafos, ciudad principal de la isla, se realizaba la fiesta "la afrodisíaca" en honor a Afrodita y asistía mucha gente de Chipre y de otras partes también. Durante la fiesta abundaba la prostitución sacerdotal en torno a la diosa, además de otros excesos. Esta descripción da cuenta de la inmoralidad e idolatría de la localidad (1).

 

El proconsul Sergio Paulo tenía interés en escuchar el evangelio de parte de Bernabé y de Saulo, pero su compañía Barjesús se resistía a esto. La guerra espiritual tiene su esencia en esta narrativa, el mensaje de salvación portado por varones de Dios y las huestes de maldad deteniendo con “injusticia la verdad” (Rm 1:18). La Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre, es la que hace renacer al hombre de simiente incorruptible, por eso el ataque de las huestes de maldad es hacia la Escritura, queriendo de esta manera estorbar el avance del Reino de Dios. El pasaje resume el ministerio de los apóstoles en una sola actividad: “anunciar la Palabra de Dios” (Hch 13:5). Si no se anuncia la Palabra de Dios, no hay guerra espiritual alguna.

 

Pablo responde duramente a Barjesús por su intento de obstruir el evangelio: “!!Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?” (Hch 13:10). Qué diferencia hallamos en la respuesta de Pablo a este falso profeta con la actitud de algunos líderes cristianos de nuestro tiempo, más preocupados de su propia reputación y corrección política que de dar una señal de firmeza ante la maldad. La respuesta de Pablo no es diplómatica, sino apasionada y categórica ante la seriedad de lo que estaba enfrentando. No hay nada de relaciones públicas en la respuesta del apóstol.


El episodio termina con Pablo sentenciando una ceguera temporal sobre el mago, incapacidad física que podría estar reflejando su propia condición espiritual "E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas" (Hch 13:11). Felizmente, la bondad de Dios permite la fe en el procónsul. Es de notar que Sergio Paulo no se maravilla del milagro, sino de la doctrina del Señor (Hch 13:12).

     



[1] Extraído de Comentario MacArthur del Nuevo Testamento, Hechos, Portavoz, USA, 1994. Pág. 326.

viernes, 18 de diciembre de 2020

La inmoralidad institucionalizada de nuestro tiempo

 


Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

Profesando ser sabios, se hicieron necios

Romanos 1:21-22

 

Puede parecer contradictorio, pero la Biblia afirma que la humanidad sí ha conocido a Dios, o sea, ha tenido la posibilidad de saber de él por medio de lo que en teología se denomina la “revelación general”; el universo, la tierra y todo lo que en ella habita. 

 

Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (1) (Rm 1:20). 

 

Como si todo esto fuera poco, el hombre tiene una conciencia innata de la existencia y poder de Dios (Rm 2:15). Por esta razón, en el día del juicio no habrá excusa para quienes prefirieron negarlo. 

 

Negar a Dios exige un gran esfuerzo, un gasto de energía mental similar al de alguien que esconde una vida paralela. El Salmo 14 dice que los negadores de Dios son necios, lo que pareciera contradecir lo que vemos a diario, donde los personajes más ilustres no tienen relación con el Dios de la Biblia. Sin embargo, la negación de Dios no se relaciona tanto con necedad intelectual, sino con insensatez moral, con la absoluta imposibilidad de vislumbrar siquiera un ápice de la gloria de Cristo. Privarse de esto es la suprema insensatez.

 

La necedad lleva a la inmoralidad y esta última va aumentando como bola de nieve debido al descontrol humano. En los últimos años la descomposición valórica ha superado varios umbrales de ofensa contra Dios, son las mismas instituciones las que se modifican para dar cabida al pecado, son las leyes las que cambian para que el pecado sea normalizado.

 

Todos estos cambios se han dado en un lapso de tiempo increíblemente corto. Hace no más de 20 años minorías de diverso tipo dejaron de ocupar espacios marginales en la discusión pública y pasaron a convertirse en la expresión de grupos “oprimidos” por la estructura social, en una lectura marxista de tipo cultural, a la Escuela de Frankfurt. Con el tiempo estos grupos oprimidos se supieron instalar estratégicamente en espacios de poder y su tímida reivindicación ha pasado a ser el discurso dominante de prácticamente todo occidente. ¿Cómo lo hicieron en tan poco tiempo? ¿quién los respalda? Para un cristiano es fácil suponer quién está detrás de todo. Fueron exitosos en la implementación de programas de adoctrinamiento cultural, difundidos por prácticamente la totalidad de los medios de comunicación y absolutamente toda la industria de la entretención. No exagero al decir que se trata de una modificación a escala planetaria de ciertas pautas culturales, relacionadas a la moral sexual principalmente, situación sin precedentes en la historia de la humanidad, y cuya rapidez ha sido posible gracias a las nuevas tecnologías de la información y comunicación digital. 

 

Cuando pautas anti-bíblicas se convierten en institucionales, el pecado ya no es solo de carácter individual, es la sociedad completa la que condesciende en desafiar a Dios. Las instituciones -las leyes- operan con fuerza coercitiva, se imponen a los individuos, adquieren vida independiente de sus “creadores” y se defienden ante los discursos que las cuestionan. El matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, la despenalización del consumo recreativo de drogas y la adopción homoparental son algunos ejemplos de ofensas institucionales a Dios.

 

Las valoraciones se invierten, los principios bíblicos pasan a ser “discursos de odio” y lo que el cristiano considera “bueno” es rechazado como algo “malo” por la sociedad-mundo. Como tantas otras veces, Dios ya nos había advertido que pasaría esto. 



[1] A propósito de Romanos 1:20, recordé una hermosa cita que expande la significación de este versículo: “Dios hizo al hombre pequeño y el universo grande para decir algo acerca de sí mismo.” – John Piper

 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Estudio capítulo 12 de Hechos

 



Herodes mata a Jacobo y encarcela a Pedro 

Dos situaciones lamentables para la Iglesia se presentan en este capítulo: la persecución desde el poder político y el uso utilitarista del padecimiento cristiano como moneda de cambio por la simpatía de los judíos. En ambos casos, la iglesia experimenta sufrimientos injustos, pero que en definitiva son por causa del nombre de Cristo.

 

El capítulo comienza con Herodes Agripa I (nieto de Herodes el Grande) el que reinó entre 37 y 44 d.C. Fue nombrado gobernador de Palestina en el 41 d.C. y siempre buscó congraciarse con los judíos por medio de la persecución de los cristianos (1). La muerte a espada a Jacobo, el primer apóstol mártir, da cumplimiento a las palabras de Cristo en Marcos 10:39, cuando indica el tipo de muerte que tanto Jacobo como su hermano Juan enfrentarían “A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados”. El texto también menciona que Herodes “echó mano a algunos” de la iglesia para maltratarles.

 

El ataque de Herodes continuó y el siguiente afectado fue el apóstol Pedro. Aprovechando los días de la fiesta de los panes sin levadura (siete días después de la Pascua), Herodes mandó a encarcelar a Pedro asegurándose con cuatro grupos de soldados que su prisión fuera insalvable. La idea de encarcelar a Pedro era hacerle un “guiño” a los judíos, pues después de la festividad Herodes se proponía sacarlo de la cárcel (Hch 12:4).  Mientras tanto, la iglesia de Cristo no cesaba de orar por Pedro. 

 

Pedro es liberado de la cárcel 

 

Dios es soberano, no tenemos duda de aquello, e interviene en las circunstancias humanas frustrando los propósitos de los hombres. El episodio relatado en este pasaje es un claro ejemplo de aquello.

 

La condición de Pedro en la cárcel era de “alta seguridad”, “estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel” (Hch 12:6). Esta situación hacía imposible que Pedro pudiera liberarse por si mismo, recordemos además que en caso de fuga los vigilantes eran castigados con su propia muerte. 

 

En este escenario la intervención divina a través de un ángel sucede de forma sutil e inadvertida, salvo para el propio Pedro. Sucedieron acontecimientos milagrosos como la iluminación de la cárcel por una luz resplandeciente (Hch 12:7), la caída automática de las cadenas que ataban a Pedro (Hch 12:7) o las puertas de hierro de la cárcel que se abrieron por si solas (Hch 12:10). El apóstol no sabía si lo que le estaba pasando era realidad o un sueño, recordemos que recientemente había tenido la visión del lienzo lleno de cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves del cielo (Hch 10:10-16). Por esta razón, su mente humana podría verse afectada en la normal percepción de las cosas. Ya estando fuera de la cárcel Pedro vuelve en si y se convence de la realidad de lo vivido “Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba” (Hch 12:11).

 

El libro de Hebreos presenta a los ángeles con una función particular “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (He 1:14). Más que un rol “esotérico” o de “guardia personal”, el ministerio angelical es puesto en servicio del Reino de los Cielos y de todos los que por la gracia de Dios son partícipes. Interesante es contrastar la acción de este ángel en la liberación de Pedro con el concepto de “ángel de la guarda” que tenía la familia de María.

 

Pedro visita la casa de María, la madre de Juan Marcos 

 

Al salir de la cárcel Pedro busca refugio en la casa de María, la madre de Juan Marcos. Había amistad entre Pedro y la casa de María, los cuales también tenían parentezco con Bernabé, por lo que se trataba de hermanos y además personas muy cercanas. Además, mientras el apóstol estuvo preso en la cárcel, la casa de Maria estuvo en constante oración por la situación de Pedro, “La oración eficaz del justo puede mucho” (St 5:16).

 

Sin embargo, aún cuando oraron incesantemente por Pedro, les pareció poco creíble que el apóstol estuviera llamando desde fuera de la casa. Cuando Rode reconoció la voz de Pedro, en vez de abrirle la puerta corrió al interior a contar lo que estaba viendo, y los que estaban dentro, en vez de creer que Pedro había sido liberado dijeron: “¡¡Es su ángel!!” (Hch 12:15). Esta mención da cuenta de la supertición judía del “ángel guardián”, el que en algunos casos podía tomar la propia apariencia de la persona guardada. 

 

Ya habiendo ingresado a la casa de María, el apóstol les narra su experiencia en la cárcel y la manera milagrosa en que fue liberado. Finalmente Pedro “salió, y se fue a otro lugar” (Hch 12:17). Hasta el día de hoy no sabemos hacia qué lugar se dirigió el apóstol, esta es la última mención de Pedro en el libro de Hechos. “Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro” (Hch 12:18). La fuga llegó a conocimiento de Herodes, el cual decide matar a los guardias. 

 

Muerte de Herodes 

 

Finalmente se registra la muerte de este rey. Como era de esperarse, muere asociado a circunstancias que dan cuenta de su maldad y antagonismo con Dios. 

 

Herodes estaba enojado con unos embajadores de Tiro y de Sidón, lugares que estaban fuera de la jurisdicción de Herodes. Como el enojo del rey no era favorable a los embajadores, vinieron a establecer un acuerdo de paz con Herodes (acuerdo posible previo soborno de Blasto, camarero del rey).

 

Entonces Herodes optó por hacer la paz con los embajadores y los invita a un espectáculo de cierre, con la idea de sobresalir y mostrar su gloria sobre ellos. Es conocida la cita del historiador judío Josefo sobre este mismo acontecimiento: “Herodes se puso ropa hecha totalmente de plata, de una contextura totalmente asombrosa, y entró al teatro temprano en la mañana; en aquel momento la plata de sus ropas iluminó el suave reflejo de los rayos del sol, y brillaban de una manera sorprendente” (Antiguedades XIX, vii 2) (2)

 

Ante esta situación el pueblo trató de halagar a Herodes gritando “Voz de Dios, y no de hombre” (Hch 12:22). Josefo dice que Herodes no rechazó este reconocimiento, pues “no los reprendió, ni rechazó esos halagos impíos” (Antiguedades XIX, vii 2).

 

La acción de Dios no se hizo esperar, “Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hch 12:23). Nuevamente un ser angélical aparece en la narración.

 

El avance del Reino de Dios

 

A pesar del ataque del poder político de la época, la Palabra de Dios seguía creciendo y multiplicándose (Hch 12:24). Este reporte del progreso de la Palabra de Dios se suma a muchos otros que Lucas hace sobre el avance del Reino de Dios (Hch 4:4, 6:7, 9:42, 12:24, 13:48-49, 17:4, 17:12, 17:34, 19:20). 

 

Desde este momento en adelante la narrativa del libro de Hechos cambia y se centra en los ministerios de Bernabé y Pablo.



[1] Extraído de Biblia de Estudio MacArthur, Grupo Nelson, USA, 2011. Pág. 1502.

[2] Extraído de Comentario MacArthur del Nuevo Testamento, Hechos, Portavoz, USA, 1994. Pág. 316.

Cristo dio por mi sangre carmesí

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