El capítulo 13 comienza con la iglesia de la ciudad de Antioquía, la que se constituyó en una verdadera “base de operaciones” para el apóstol Pablo. Fue en este lugar que a los creyentes se les llamó por primera vez “cristianos” (Hch 11:26), aunque los registros históricos indican que ese apelativo era más bien burlesco. La iglesia en Antioquía de Siria contaba con un buen equipo de profetas y maestros dedicados al ministerio espiritual “Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo” (Hch 13:1). Poco se sabe de estos nombres, a excepción de Bernabé y de Saulo, por cierto.
Es importante hacer una mención en relación a los oficios de profeta y de maestro; el primero apunta a una actividad similar a la de los profetas del Antiguo Testamento, pero con un marco más acotado. La aparición de profetas en el libro de Hechos, tanto en el capítulo 11:28 como en 21:10-11, muestra que sus revelaciones son de tipo práctico y no doctrinal (una instrucción para ayudar a los hermanos a enfrentar una hambruna en Judea, o la advertencia a Pablo que sería agredido en Jerusalén al finalizar su 3º viaje misionero). La revelación doctrinal en el Nuevo Testamento estuvo siempre reservada a los apóstoles principalmente. En el caso de los maestros, su ministerio se relacionó con facilitar a los hermanos la comprensión de la verdad bíblica, la cual muchas veces es difícil de entender. Recordemos la expresión del apóstol Pedro sobre el contenido de las cartas de Pablo “…como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2ª Pedro 3:15-16). Comúnmente las cosas “dificiles de entender” constituyen el insumo preferido de los falsos maestros en la elaboración de sus enseñanzas.
El Espíritu Santo instruye directamente a los hermanos señalando la misión que estaba preparada para Bernabé y a Saulo. Nótese que la narrativa presenta en primer lugar a Bernabé y luego a Saulo, lo que da cuenta del liderazgo misionero en ese momento. El primer viaje misionero comienza con la imposición de manos de parte de la iglesia, como un símbolo de identificación y bendición. De esta manera, la iglesia de Antioquía "patrocinó" la misión, la cual nunca es una aventura surgida de la voluntad individual.
Es de destacar que los maestros y profetas de Antioquía de Siria “ministraban al Señor” (Hch 13:2). Si bien los contenidos profetizados y las enseñanzas impartidas tenían como destinatario la congregación, no se debe olvidar que la verdadera audiencia del siervo de Dios es el Señor mismo. Dios es el destinatario de todo ministerio espiritual, lo que está en sintonía con el mandato de 2ª Timoteo 2:15 “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”, Colosenes 3:23 dice “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”.
La misión en Chipre y el encuentro con Barjesús
La ruta de Bernabé y Saulo fue desde Antioquía a Seleucia y una vez en Chipre se movieron desde Salamina hasta Pafos. En este momento estaban acompañados por Juan Marcos.
La actividad de la misión era “anunciar la palabra de Dios” y esto lo hacían en las sinagogas de los judíos, lugar donde se hallaba la audiencia prioritaria para el Evangelio (Rm 1:16). Al llegar a la localidad de Pafos se encuentran con el procónsul Sergio Paulo, el cual al parecer tenía interés en escuchar los relatos judíos y probablemente cualquier cosa nueva, de ahí su cercanía con el mago Barjesús.
El versículo 6 describe a Barjesús como un cierto mago, falso profeta y judío. Que este sujeto termine representando a la población de Pafos no es un hecho azaroso. En Pafos, ciudad principal de la isla, se realizaba la fiesta "la afrodisíaca" en honor a Afrodita y asistía mucha gente de Chipre y de otras partes también. Durante la fiesta abundaba la prostitución sacerdotal en torno a la diosa, además de otros excesos. Esta descripción da cuenta de la inmoralidad e idolatría de la localidad (1).
El proconsul Sergio Paulo tenía interés en escuchar el evangelio de parte de Bernabé y de Saulo, pero su compañía Barjesús se resistía a esto. La guerra espiritual tiene su esencia en esta narrativa, el mensaje de salvación portado por varones de Dios y las huestes de maldad deteniendo con “injusticia la verdad” (Rm 1:18). La Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre, es la que hace renacer al hombre de simiente incorruptible, por eso el ataque de las huestes de maldad es hacia la Escritura, queriendo de esta manera estorbar el avance del Reino de Dios. El pasaje resume el ministerio de los apóstoles en una sola actividad: “anunciar la Palabra de Dios” (Hch 13:5). Si no se anuncia la Palabra de Dios, no hay guerra espiritual alguna.
Pablo responde duramente a Barjesús por su intento de obstruir el evangelio: “!!Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?” (Hch 13:10). Qué diferencia hallamos en la respuesta de Pablo a este falso profeta con la actitud de algunos líderes cristianos de nuestro tiempo, más preocupados de su propia reputación y corrección política que de dar una señal de firmeza ante la maldad. La respuesta de Pablo no es diplómatica, sino apasionada y categórica ante la seriedad de lo que estaba enfrentando. No hay nada de relaciones públicas en la respuesta del apóstol.
El episodio termina con Pablo sentenciando una ceguera temporal sobre el mago, incapacidad física que podría estar reflejando su propia condición espiritual "E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas" (Hch 13:11). Felizmente, la bondad de Dios permite la fe en el procónsul. Es de notar que Sergio Paulo no se maravilla del milagro, sino de la doctrina del Señor (Hch 13:12).
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