Dos situaciones lamentables para la Iglesia se presentan en este capítulo: la persecución desde el poder político y el uso utilitarista del padecimiento cristiano como moneda de cambio por la simpatía de los judíos. En ambos casos, la iglesia experimenta sufrimientos injustos, pero que en definitiva son por causa del nombre de Cristo.
El capítulo comienza con Herodes Agripa I (nieto de Herodes el Grande) el que reinó entre 37 y 44 d.C. Fue nombrado gobernador de Palestina en el 41 d.C. y siempre buscó congraciarse con los judíos por medio de la persecución de los cristianos (1). La muerte a espada a Jacobo, el primer apóstol mártir, da cumplimiento a las palabras de Cristo en Marcos 10:39, cuando indica el tipo de muerte que tanto Jacobo como su hermano Juan enfrentarían “A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados”. El texto también menciona que Herodes “echó mano a algunos” de la iglesia para maltratarles.
El ataque de Herodes continuó y el siguiente afectado fue el apóstol Pedro. Aprovechando los días de la fiesta de los panes sin levadura (siete días después de la Pascua), Herodes mandó a encarcelar a Pedro asegurándose con cuatro grupos de soldados que su prisión fuera insalvable. La idea de encarcelar a Pedro era hacerle un “guiño” a los judíos, pues después de la festividad Herodes se proponía sacarlo de la cárcel (Hch 12:4). Mientras tanto, la iglesia de Cristo no cesaba de orar por Pedro.
Pedro es liberado de la cárcel
Dios es soberano, no tenemos duda de aquello, e interviene en las circunstancias humanas frustrando los propósitos de los hombres. El episodio relatado en este pasaje es un claro ejemplo de aquello.
La condición de Pedro en la cárcel era de “alta seguridad”, “estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel” (Hch 12:6). Esta situación hacía imposible que Pedro pudiera liberarse por si mismo, recordemos además que en caso de fuga los vigilantes eran castigados con su propia muerte.
En este escenario la intervención divina a través de un ángel sucede de forma sutil e inadvertida, salvo para el propio Pedro. Sucedieron acontecimientos milagrosos como la iluminación de la cárcel por una luz resplandeciente (Hch 12:7), la caída automática de las cadenas que ataban a Pedro (Hch 12:7) o las puertas de hierro de la cárcel que se abrieron por si solas (Hch 12:10). El apóstol no sabía si lo que le estaba pasando era realidad o un sueño, recordemos que recientemente había tenido la visión del lienzo lleno de cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves del cielo (Hch 10:10-16). Por esta razón, su mente humana podría verse afectada en la normal percepción de las cosas. Ya estando fuera de la cárcel Pedro vuelve en si y se convence de la realidad de lo vivido “Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba” (Hch 12:11).
El libro de Hebreos presenta a los ángeles con una función particular “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (He 1:14). Más que un rol “esotérico” o de “guardia personal”, el ministerio angelical es puesto en servicio del Reino de los Cielos y de todos los que por la gracia de Dios son partícipes. Interesante es contrastar la acción de este ángel en la liberación de Pedro con el concepto de “ángel de la guarda” que tenía la familia de María.
Pedro visita la casa de María, la madre de Juan Marcos
Al salir de la cárcel Pedro busca refugio en la casa de María, la madre de Juan Marcos. Había amistad entre Pedro y la casa de María, los cuales también tenían parentezco con Bernabé, por lo que se trataba de hermanos y además personas muy cercanas. Además, mientras el apóstol estuvo preso en la cárcel, la casa de Maria estuvo en constante oración por la situación de Pedro, “La oración eficaz del justo puede mucho” (St 5:16).
Sin embargo, aún cuando oraron incesantemente por Pedro, les pareció poco creíble que el apóstol estuviera llamando desde fuera de la casa. Cuando Rode reconoció la voz de Pedro, en vez de abrirle la puerta corrió al interior a contar lo que estaba viendo, y los que estaban dentro, en vez de creer que Pedro había sido liberado dijeron: “¡¡Es su ángel!!” (Hch 12:15). Esta mención da cuenta de la supertición judía del “ángel guardián”, el que en algunos casos podía tomar la propia apariencia de la persona guardada.
Ya habiendo ingresado a la casa de María, el apóstol les narra su experiencia en la cárcel y la manera milagrosa en que fue liberado. Finalmente Pedro “salió, y se fue a otro lugar” (Hch 12:17). Hasta el día de hoy no sabemos hacia qué lugar se dirigió el apóstol, esta es la última mención de Pedro en el libro de Hechos. “Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro” (Hch 12:18). La fuga llegó a conocimiento de Herodes, el cual decide matar a los guardias.
Muerte de Herodes
Finalmente se registra la muerte de este rey. Como era de esperarse, muere asociado a circunstancias que dan cuenta de su maldad y antagonismo con Dios.
Herodes estaba enojado con unos embajadores de Tiro y de Sidón, lugares que estaban fuera de la jurisdicción de Herodes. Como el enojo del rey no era favorable a los embajadores, vinieron a establecer un acuerdo de paz con Herodes (acuerdo posible previo soborno de Blasto, camarero del rey).
Entonces Herodes optó por hacer la paz con los embajadores y los invita a un espectáculo de cierre, con la idea de sobresalir y mostrar su gloria sobre ellos. Es conocida la cita del historiador judío Josefo sobre este mismo acontecimiento: “Herodes se puso ropa hecha totalmente de plata, de una contextura totalmente asombrosa, y entró al teatro temprano en la mañana; en aquel momento la plata de sus ropas iluminó el suave reflejo de los rayos del sol, y brillaban de una manera sorprendente” (Antiguedades XIX, vii 2) (2)
Ante esta situación el pueblo trató de halagar a Herodes gritando “Voz de Dios, y no de hombre” (Hch 12:22). Josefo dice que Herodes no rechazó este reconocimiento, pues “no los reprendió, ni rechazó esos halagos impíos” (Antiguedades XIX, vii 2).
La acción de Dios no se hizo esperar, “Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hch 12:23). Nuevamente un ser angélical aparece en la narración.
El avance del Reino de Dios
A pesar del ataque del poder político de la época, la Palabra de Dios seguía creciendo y multiplicándose (Hch 12:24). Este reporte del progreso de la Palabra de Dios se suma a muchos otros que Lucas hace sobre el avance del Reino de Dios (Hch 4:4, 6:7, 9:42, 12:24, 13:48-49, 17:4, 17:12, 17:34, 19:20).
Desde este momento en adelante la narrativa del libro de Hechos cambia y se centra en los ministerios de Bernabé y Pablo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario