Demetrio y el gremio de artesanos de Éfeso
El apóstol Pablo y los hermanos comenzaron a predicar el evangelio en el corazón mismo de Éfeso, lo que implicaba una confrontación directa con la gran deidad de la antigüedad en su versión efesia: Diana de los efesios. Según Hechos 19:27, Diana era adorada en "el mundo entero", existiendo una versión distinta de Diana -o Artemisa- para cada ciudad. Se estima que Diana tenía al menos 30 lugares de culto en el mundo mediterráneo, su templo en Éfeso tenía alrededor de 106 metros de largo y aproximadamente 45 de ancho, y se consideró como una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Demetrio fue el artesano que percibió el potencial peligro que representaba el cristianismo para el rentable negocio de figuras relacionadas con Diana. Esta situación lo movió a reunir a su gremio y hacerles ver el daño que traería la predicación de Pablo. Demetrio vislumbraba dos asuntos: un ataque a Diana, el orgullo de la ciudad y por otro lado el desencantamiento de la gente con las figuras que ellos producían, pues Pablo recalcaba que: "no son dioses los que se hacen con las manos" (Hch 19:26). Para entender un poco mejor el contexto, en Éfeso, la política y la religión estaban tan entrelazadas como la religión y la economía, y el orgullo cívico local era inseparable de la adoración a la Diana efesia (1).
Si examinamos con más detalle las palabras de Demetrio, nos damos cuenta que no lo movía tanto un interés devocional por la figura de Diana, sino más bien una preocupación por la posible pérdida de ingresos generados por el peregrinaje de mucha gente alrededor del templo de Diana, con la correspondiente adquisición de elementos de artesanía relacionados. Como sucedía a menudo, "la piedad religiosa se convertía en una capa delgada debido a los intereses económicos personales. El templo de Diana servía como un banco así como un templo, y la gente de todas partes del mundo depositaba sus fondos allí" (2). Sumado a este "oportunismo económico", como se señaló en pasajes previos a este capítulo, la ciudad de Éfeso se caracterizaba por una especial vocación esotérica, basta mencionar la prescripción de Pablo en su carta a los efesios, acerca de equiparse con toda armadura espiritual para enfrentar adecuadamente a las huestes de maldad.
La predicación de Pablo era potencialmente una amenaza para los comerciantes de Éfeso de la misma manera que la predicación cristiana hoy podría ser una amenaza contra el negocio de la pornografía, o de la droga. Incluso, hay espacios más "grises", donde actividades pudieran estar reñidas con la voluntad de Dios, pero no de forma explícita, por ejemplo, manejar el negocio de una botillería, o dedicarse a una industria donde predominan los valores anti cristianos. En muchos casos la nueva vida del creyente ha implicado una necesaria reconversión también de las mismas formas de generar ingresos, ya que en Cristo no está permitido conseguir las cosas a "cualquier costo" o por "cualquier medio". En el corazón del creyente genuino aparecen las palabras de Pablo a los Colosenses, las que nos invitan a centrar la mirada en las cosas realmente importantes, sabiendo ponderar de buena forma el valor de lo terrenal: "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios." (Col 3:1-3).
El tumulto en el anfiteatro
Esta reunión de Demetrio con el gremio generó una especie de "aleonamiento" en los presentes y en el entorno cercano de la ciudad, generando tanto una reacción contra Pablo como una defensa del orgullo local expresado en Diana. Este tumulto se trasladó al teatro de la ciudad, de unos 152 metros de diámetro, el que tenía una infraestructura disponible para que unos 25.000 asistentes pudieran oír adecuadamente a los actores o expositores desde el escenario, además de muchas estatuas alrededor. Esta furia colectiva se fue expandiendo como bola de nieve y, tal como lo describe Lucas, era bastante irracional: "Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido" (Hch 19:32). O sea, muchos no sabían el por qué estaban presentes ahí. El apóstol Pablo tenía la intención de integrarse a esta marea de gente, pero Gayo y Aristarco -compañeros macedonios de Pablo- pusieron la mesura y se lo impidieron.
Como los judíos en el Asia romana tenían mucho cuidado de no ofender a los residentes locales, un tal Alejandro trata de explicar que la comunidad judía no tenía nada que ver con toda la agitación del momento. Por esa razón la facción judía presente en la multitud lo empujó a hablar en defensa de su pueblo. Sin embargo, Alejandro no alcanzó a explicar nada, ya que cuando los efesios se dieron cuenta que era judío, comenzaron a gritar sobre sus palabras: "¡Grande es Diana de los efesios!" (Hch 19:34).
El deber de garantizar el "orden público" en Éfeso
En este marco de "efervescencia social" en el teatro, toma la palabra el escribano (Hch 19:35) o "secretario del consejo municipal" (NVI), figura equivalente al alcalde de nuestros días. Este funcionario puso paños fríos a la multitud con un discurso ponderado para apaciguar los ánimos. En primer lugar, relativiza el efecto negativo que pudiera tener el ministerio de Pablo en Éfeso, además, desestima la amenaza que podrían significar los hombres de Dios, ya que éstos no eran ni "sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa" (Hch 19:37). Este último punto es importante, ya que por "sacrilegio" se entendía normalmente a la acción de saquear templos, uno de los delitos más graves de aquel tiempo. Fue con el paso de los años que este término adquirió un significado más amplio, relacionándose con todo acto destructivo de objetos considerados sagrados.
Podemos observar la acción providencial de Dios en favor de los cristianos en este suceso particular. El escribano ayudó a poner "paños fríos" a la situación, actuando indirectamente en favor del apóstol y de los hermanos. No obstante, esta acción no se debió al deseo de brindarles apoyo, sino fue porque este tumulto podría llegar a ser conocido por autoridades romanas, y ser interpretado como una reunión de sedición o de coordinación para la insurrección, asuntos críticos que los romanos vigilaban constantemente.
Finalmente, el alcalde entrega los lineamientos a seguir de forma sencilla: si Demetrio y su gremio estiman que Pablo y el equipo misionero representan una amenaza al comercio y a todo lo que se desarrolla en torno al templo de Diana, deberán presentar una acusación para tratar el tema en una asamblea constituida legalmente, y no en medio de una mera muchedumbre. De lo contrario, el desorden en el teatro podría ser entendido por las autoridades como un intento de sedición (Hch 19:40), siendo el escribano el más perjudicado de todo esto, pues era el responsable del orden público en la ciudad.
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