domingo, 25 de diciembre de 2022

Hermenéutica, por Rodolfo Blank

 



Principio I: Puesto que el autor último de la Escritura es el Espíritu Santo, todos los libros de la Biblia tienen el mismo propósito principal.

Principio II: Puesto que el autor último de la Escritura es el Espíritu Santo, las partes claras de la Escritura deben ser utilizadas para iluminar las partes más oscuras.

Principio III: Cristo es el centro de la Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Principio IV: El intérprete de las Escrituras no sólo debe preocuparse de las doctrinas o dogmas que se pueden extraer de los textos individuales de la Biblia, sino que también necesita contemplar imágenes, símbolos y proyecciones de Dios que emergen del estudio de la Palabra en su totalidad. En las Escrituras encontramos tanto palabras de vida como símbolos e imágenes que nos comunican la vida.

Principio V: El sentido literal de la Palabra es a la vez el sentido espiritual.

Principio VI: Antes de comenzar a interpretar un texto bíblico, se debe determinar la forma literaria del texto e interpretarlo de acuerdo a su género.

Principio VII: Antes de interpretar la Escritura el intérprete necesita sujetarse a la autoridad de la Palabra.

Principio VIII: Las escrituras que forman la única base para la fe y la práctica de Dios son las Sagradas Escrituras de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. La base de la fe no es la doble Torá de la tradición rabínica, ni las dos fuentes de la tradición católico romana, ni cualquier canon dentro del canon que excluye una parte de la revelación divina.

Principio IX: A fin de que la semilla sembrada en nosotros produzca buenos frutos, es necesario entender la diferencia entre lo que es la ley y lo que es el evangelio y no confundir sus funciones correspondientes.

Principio X: El estudio y la interpretación de la palabra de Dios son funciones de la comunión de los santos.


Blank, Rodolfo, 2006, Hermenéutica. Principios de Interpretación Bíblica, Saint Louis: Editorial Concordia.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Una tipología de iglesias cristianas

 



Este escrito presenta un -probablemente- nuevo esquema de análisis de las iglesias evangélicas existentes. La metodología es el "tipo ideal", propuesto alguna vez por Max Weber, pensador alemán y padre de la Sociología. Un tipo ideal es una elaboración conceptual que tiene "el carácter de una utopía en sí, que es obtenida a partir de la exageración mental de determinados elementos de la realidad", o sea, es una definición que exagera las características principales del fenómeno. Una vez definido el "tipo ideal", se le pueden asociar los "tipos reales" según el grado de semejanza.

 

La presencia o ausencia de los siguientes 2 temas conformarán los tipos ideales: 

 

1) El Señor Jesucristo, Señor y Soberano de la creación, autor de la salvación y razón de ser de la fe cristiana y de la Iglesia. 


2) La Biblia, la Palabra de Dios, el mensaje que Dios dejó a los seres humanos en formato escrito y cuya autoría es el mismo Dios, en la persona divina del Espíritu Santo. 


De estos 2 temas se generan las siguientes 4 combinaciones:


1.     Cristo presente, la Biblia presente.

2.     Cristo ausente, la Biblia presente.

3.     Cristo presente, la Biblia ausente.

4.     Cristo ausente, la Biblia ausente.

 


Análisis de los 4 "tipos ideales"

 

Tipo 1: Cristo y la Biblia presentes

 

Se trata de iglesias cristocéntricas, donde se busca adorar al Cristo bíblico, escudriñando las páginas de la Escritura en una búsqueda que tiene al Señor mismo como objetivo, no sus beneficios ni sus soluciones. Al respecto, vale la pena citar una famosa frase atribuida a Charles Spurgeon: 

 

"¿No hay Cristo en tu sermón, caballero? Entonces vete a casa y nunca prediques de nuevo hasta que tengas algo que valga la pena oír."

 

En estas iglesias la oración busca ser una instancia de adoración al Señor por medio de la Biblia, los cánticos recogen los atributos de Dios y se convierten en alabanzas por lo que Él es. La predicación busca explícitamente glorificar al Salvador y de esta forma, motivar y energizar a los oyentes. Si el cristiano ha muerto para este mundo, bueno es que en su congregación sea llenado de Cristo, "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gal 2:20). 

 

¿Es correcto sostener que la predicación bíblica deba ser cristocéntrica? La Palabra de Dios es clara al respecto; el Señor mandata a los judíos a buscarle a través de las Escrituras: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí" (Jn 5:39). Los grandes discursos de la iglesia primitiva neotestamentaria siempre se centraron en la vida, muerte y resurrección de Cristo, revelándolo como el Mesías prometido a Israel. Cuando el apóstol Pablo le escribe a los corintos les recuerda el tipo de proclamación que desarrolló cuando estuvo en la ciudad, la cual debe ser el esquema a seguir en las sucesivas predicaciones:

 

"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios." (1º Co 2:1-5).

 

Las exhortaciones a la conducta que nunca hacen referencia a la persona de nuestro Señor terminan pareciéndose peligrosamente a las enseñanzas de los fariseos. Para que el cristiano sea impactado por la predicación es necesario ponerle en frente el ejemplo supremo del Señor Jesucristo. El poder del Espíritu Santo obra en el corazón del creyente a través de la predicación poderosa de la Palabra de Dios que glorifica a Cristo. Cuando esto no sucede, la situación se parece a los tiempos de la antigua dispensación, donde los hombres intentaban encuadrar sus conductas en los cánones de la ley, sin fuerza, ni poder ni motivación para lograrlo.

 

Tipo 2: Cristo ausente, la Biblia presente

 

Se trata de iglesias donde abunda la mención a la Biblia y al comportamiento "bíblico". No obstante, no siempre hay adoración explícita a Cristo. Tampoco sucede que todo recurso a las Escrituras tenga por objetivo ver un anuncio de Cristo o una profundización en el conocimiento de Su persona. Los objetivos al ir a la Palabra se relacionan más con lograr algún rédito positivo.

 

En estas iglesias las predicaciones son bien elaboradas, tanto en contenido como en estructura de exposición, por lo que no es sencillo percibir su talón de Aquiles. Una pregunta que se puede formular para saber si la predicación está centrada en Cristo es: "¿El mismo sermón se puede predicar aunque Cristo no hubiera venido?" Si la respuesta es "Sí", entonces estamos en un grave problema.


Citaré un extracto de un escrito de Jairo Namnún, muy pertinente a este respecto (1):

 

"Si al predicar un sermón, tu conclusión es “Dios es un Dios santo, justo y amoroso”, tanto el Corán como la Torah, y el musulmán y el judío, te dirán “¡Así es!”.

 

Si lo que dice tu canción es “El amanecer de hoy me habla de tu grandeza, me da 10,000 razones para alabarte”, el musulmán te citará el Corán (cp. Surat Al-Kahf 18:109] para apoyar tu idea, y el judío te aplaudirá.

 

Si en un caso de problemas entre hermanos, tu consejería resuelve en base a que “los hermanos deben amarse, porque si no ¿cómo podrán vivir juntos? Y le están haciendo la vida imposible a su madre que se esfuerza tanto en su trabajo por alimentarlos”, no has dicho mucho más que lo que te diría un fariseo.

 

Es lamentable y doloroso, pero en muchas de nuestras iglesias, si hubiera judíos y musulmanes en la audiencia, en general estarían totalmente de acuerdo con lo que se dijo."


En otras palabras, una predicación sin Cristo perfectamente podría ser una predicación judía o musulmana.

 

Tipo 3: Cristo (no bíblico) presente, la Biblia ausente

 

Se trata de iglesias que no reciben con agrado los preceptos de la Palabra de Dios, pero entienden que de Jesucristo no se pueden desligar (al menos no tan fácilmente). Al pretender tener a Cristo sin la Biblia lo que finalmente terminan obteniendo es un Jesús no bíblico, un ser inventado según la conveniencia de los hombres.

 

Este tipo de lugares son comúnmente la plataforma del evangelio del bienestar, de la superación personal y de una ética cristiana ecuménica. Estas congregaciones prefieren hablar de Jesús y no de Cristo, enfatizando la naturaleza humana del Señor para sintonizar con la vivencia de los hombres. Para ellos la encarnación del Señor sirvió para identificar a Dios con el sufrimiento y las miserias del hombre, por lo que se trata de un acto divino subordinado al bienestar general de los seres humanos. 

 

Tipo 4: Cristo ausente, la Biblia ausente

 

Se trata de congregaciones cristianas sólo de nombre. La realidad es que integran y mezclan sin problemas todas las ideas previas que los miembros traigan. Lo que no se acepta es la existencia de una verdad única y objetiva, por tratarse de una idea propia de "fanáticos religiosos" intolerantes. Al no estar presente la Palabra de Dios, tampoco se puede conocer al Dios de la Palabra. Estos lugares son terreno fértil para el evangelio de la prosperidad, la variante anatema más vulgar de todas.

 

Conclusión

 

Las iglesias reales raramente pertenecen completamente a uno de estos 4 tipos analíticos. Muchas veces se pueden encontrar congregaciones que tienen 40% en un tipo, 20% en otro tipo y 40% en un tercer tipo. Lo importante es reconocer que las distintas iglesias cristianas debiesen pertenecer por completo, en un 100%, al primer tipo señalado, donde tanto Cristo como la Biblia están completamente presentes.



[1] https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/un-sermon-sin-cristo-no-es-un-sermon-cristiano/

sábado, 3 de diciembre de 2022

Complot contra Pablo (Hechos 23:12-35)

 


Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.

 

Eran comunes estos grupos dispuestos a asesinar. Como indica Craig Keener: "Durante estos años muy poco antes de la guerra judía con Roma, los sicarii (21:38) regularmente asesinaban a judíos que eran sospechosos de colaborar con los romanos, y toda Palestina estaba intranquila; por lo tanto este informe es muy creíble." (1)

 

Satanás es el enemigo del reino de Dios y procurará incentivar la lucha contra la Iglesia de Cristo en todas las formas en que le sea posible y permitido. Por esta razón se puede explicar tal nivel de encono de los judíos contra el apóstol Pablo, la predicación poderosa del evangelio despertará siempre las huestes del adversario, el que hasta el día de hoy anda como león rugiente buscando a quien devorar (1º Pe 5:8). En un sentido más terrenal, la fe cristiana representó siempre una amenaza para la cultura y nación judía, ya que se superaban y se resignificaban muchas de las prescripciones veterotestamentarias. En este sentido, el cristianismo era interpretado como una aniquilación de la milenaria cultura hebrea, a lo que se sumaba una escandalosa incorporación de los gentiles a la fe, algo que el judaísmo veía con mucho recelo, tolerándolo sólo en la forma de proselitismo y de personas temerosas de Dios, categorías que experimentaban el judaísmo solo hasta cierto nivel de profundidad y derecho.

 

Es de notar que en este conjuro participaran también sacerdotes y ancianos de la nación, los que no tuvieron mayor problema en sumarse a una acción que buscaba perpetrar un homicidio. De esta manera, esta táctica implicaba varios pecados penados abiertamente por la ley de Dios; homicidio, engaño y maldición.

 

Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. Él entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.

 

Dios es soberano sobre toda la creación y sobre todas las circunstancias de la vida, por esta razón, el hecho que el hijo de la hermana de Pablo haya podido oír el complot que los judíos armaban contra él no lo deberíamos entender como una situación azarosa. Interesante es notar que esta es la primera y única vez que la Escritura menciona a la "hermana de Pablo". Uno puede imaginar, dos mil años después de este acontecimiento, que la vida de este niño estuvo vinculada al plan eterno de Dios por esta "insignificante" acción, escuchar esta conversación y alertar al apóstol de lo que se tramaba contra él. Esta situación mueve a la reflexión respecto del valor eterno de las obras que el cristiano realiza para el Señor.

 

La providencia de Dios permitió no sólo que el centurión haya estado dispuesto a llevar al sobrino del apóstol a la presencia del tribuno, sino también a que este último haya tenido la voluntad de escucharlo y de liberar a Pablo de la trampa que se le estaba gestando. Es pertinente recordar que en el marco del tercer viaje de Pablo también se gestó un complot judío para atacar al apóstol. En esa oportunidad Pablo también decidió cambiar la ruta de su retorno: "Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia. Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia. Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia" (Hch 20:1-3).

 

Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. Y escribió una carta en estos términos:

 

Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos;  y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.

 

Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza. Cuando aquellos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él.  Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.

 

Finalmente Pablo fue enviado a Félix, gobernador de Cesarea, con una comitiva especial de protección. En la carta que le envía Claudio Lisias a Félix queda en claro que Pablo no había cometido delito alguno que pudiera ser juzgado por tribunal romano, y que los temas en debate correspondían a asuntos propios de la religión hebrea. De todas maneras, a los instigadores de la muerte de Pablo se les obligó a presentar sus argumentos delante del gobernador. Mientras tanto, Pablo fue custodiado en la presión de Herodes.



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 393.

sábado, 5 de noviembre de 2022

Pablo enfrenta el Concilio en Jerusalén (Hechos 23:1-11)

 



Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. 

 

El apóstol comienza su defensa describiendo primero la "buena conciencia" con la que ha vivido delante de Dios en todo su caminar. Esta no es la primera ni la única vez que Pablo utiliza esta expresión, en su primera carta a Timoteo aparece dos veces en el primer capítulo, en ambos casos expresando una característica a mantener por todo creyente de fe genuina: "Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1º Tm 1:18-19). La conciencia le advierte a cada persona si sus acciones o pensamientos son buenos o malos, es una especie de tribunal personal del alma. Según Romanos 2:14-15, la conciencia funciona en cada ser humano conteniendo una especie de "espectro" de la ley de Dios, una alerta en caso que los hombres escojan no obedecer. Este mecanismo está presente en todos los seres humanos, por lo que no debe confundirse con el accionar del Espíritu Santo.

 

La "buena conciencia" con la que Pablo ha vivido es una expresión equivalente a decir que ha tenido un buen testimonio de vida. Este último es el marco exigido por Dios para la presentación del mensaje de salvación, aunque existan personas que prediquen con malas motivaciones, como lo denunciaba Pablo a los filipenses. El tener una buena conciencia es equivalente a afirmar que no se ha pecado deliberadamente, o que no se arrastra un pecado permanente que pueda empañar la doctrina de Dios. Buena conciencia también es equivalente a tener una conducta "irreprensible". 

 

El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca. Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear? Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? 5 Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.

 

El testimonio de Cristo llamando directa y audiblemente a Pablo había irritado a los judíos, a esto le suma su descripción de tener "buena conciencia" ante Dios. Al describir su situación en estos términos, excluyendo toda mención a las prescripciones de la ley mosaica, despierta la más intensa ira de los escribas. 

 

Ananías, el sumo sacerdote, ordenó una golpiza contra el apóstol (no se trataba de una mera cachetada). Esta grave agresión, sin razón alguna, hace que el apóstol lo acuse de "quebrantar la ley" (v.3). La reacción de Pablo no consideró el cargo que ostentaba Ananías, la posición religiosa y política más alta de la nación. Ananías era un vasallo romano, conocido por su codicia y por robar los diezmos que pertenecían a los sacerdotes más pobres. Los zelotes lo mataron en el 66 d.C., ocho años después de esta audiencia (1). A pesar de esta triste fama, Ananías de igual manera detentaba el rol prescrito por Dios para una dispensación que lentamente llegaba a su fin. ¿Parece extraño que Pablo no supiera que él era el sumo sacerdote? Se han propuesto explicaciones para esta situación, algunos señalan que Pablo mintió al decir "No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote", mientras otros dicen que el apóstol ironizaba respecto del rol de Ananías, ya que era paradójico que el sumo sacerdocio fuera ejercido con tal corrupción y uso inadecuado del poder. Sin embargo, estas explicaciones son meramente hipotéticas, pues el texto sólo declara desconocimiento en la respuesta del apóstol.  

 

Quizá lo más significativo de estos versículos es constatar que el Señor Jesucristo enfrentó una situación equivalente a la de Pablo, pero su reacción fue diferente: 

 

"Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho. Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?"

(Juan 18:19-23)

 

En esa oportunidad el Señor fue agredido y sólo preguntó "por qué me golpeas", en cambio, el apóstol Pablo al ser agredido responde "Dios te golpeará a ti, pared blanqueada". Si bien Pablo fue un instrumento para la gloria de Dios, y en opinión de algunos el más excepcional de los creyentes, nadie puede asemejarse a la perfección de Cristo, "quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente" (1º Pe 2:23).


Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga. Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas. 

 

El pasaje explica claramente que entre fariseos y saduceos habían diferencias doctrinales importantes, las que se relacionaban con la creencia en aspectos sobrenaturales como la resurrección, la existencia de ángeles, entre otros. La mención que Pablo notó que "una parte era de saduceos y otra de fariseos", establece con cierta claridad que su alusión a la "esperanza de la resurrección de los muertos" fue un artilugio de defensa. No obstante, la resurrección de Cristo es un elemento fundamental de la fe cristiana y es tratada por Pablo en varios pasajes, principalmente en 1º Corintios: "Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe." (1º Co 15:12-14).

 

La resurrección tiene muchas implicancias en la salvación y en el evangelio. En primer lugar, es vinculada con nuestra justificación, ”…el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Rm 4:25), justificación es la "prueba de la justicia de alguien". Cristo pagó nuestro pecado, tomó nuestro lugar y nos asigna su propia justicia. También es central el que la resurrección demuestre la victoria de Cristo sobre la muerte: "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho" (1º Co 15:20). Si bien antes de Cristo hubo casos de personas que volvieron a la vida después de morir, todos ellos volvieron a morir nuevamente. Finalmente, la resurrección es importante en la predicación del evangelio, ya que el creyente se identifica con Cristo tanto en su muerte como en su resurrección, por lo que el triunfo sobre la muerte de Cristo es también un triunfo sobre la muerte de los cristianos: "Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él" (Rm 6:8).

 

Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios. Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza. A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

 

Al parecer la táctica del apóstol dio resultados y la facción de los fariseos comenzó a evaluar a Pablo con otros ojos, "Ningún mal hallamos en este hombre", es una expresión de cambio de actitud hacia él. No obstante, la agresividad contra Pablo continuaba desde los saduceos, y el tribuno prefirió evitar consecuencias mayores llevando a Pablo a la fortaleza.

 

El momento más notable de este episodio se da el finalizar la jornada, donde el Señor le habla directamente a Pablo alentándolo a seguir predicando el evangelio. En Corinto el Señor le había enviado un mensaje similar al apóstol: "Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Hch 18:9-10). Si bien Pablo es el destinatario directo de estos mensajes de aliento de parte del Señor, también son extensibles a toda la Iglesia de Cristo, la congregación de santos lavados por la sangre del Cordero, los cuales también somos llamados a testificar del Señor en todo lugar, con la compañía diaria de Cristo mismo (Mt 28:20).



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 392.

sábado, 8 de octubre de 2022

En Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento



En Cristo "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Col 2:3). El ser humano que ha conocido a Cristo, ha conocido la verdad, la misma verdad que la filosofía niega por incognoscible, empañada u oculta por los fenómenos visibles o accesibles a nuestros sentidos.

 

Creo que en Colosenses 2:3 se hace realidad en la bendición que tiene el creyente de poder interpretar los eventos históricos desde la óptica del evangelio. El cristiano entiende que el evento más importante de la historia sucedió en la cruz del calvario, donde Cristo carga y paga el precio del pecado de su pueblo, liberándolo de la sentencia decretada en su contra (Col 2:14): condenación eterna (2 Ts 1:9). Además, Cristo no sólo expió nuestra maldad pagando la deuda originada por el pecado, sino que también nos comunicó su justicia en términos posicionales, haciéndonos "seres aceptables" ante Dios (Ef 1:6). El Señor nos llama a creer en la vida, muerte y resurrección de Cristo tal como lo afirma la Biblia, y nos llama al arrepentimiento (Mr 1:15), lo que implica necesariamente un cambio radical en la forma de vivir (2º Co 5:17).

 

Entendido el evangelio, ¿cómo lo relacionamos con los eventos particulares y acotados de la historia universal? Es verdad que los eventos del día a día parecen no tener relación alguna con el evangelio, incluso es difícil relacionar grandes hitos históricos con la cruz de Cristo. Un concepto que nos puede ayudar es la soberanía de Dios, que establece que él ha diseñado todo lo existente, y que todo se mantiene bajo su control en función de su propósito eterno. Sin embargo, apelar a la soberanía de Dios nos trae una complicación, alguien podría concluir que como Dios es el autor y controlador de todo lo que sucede, también lo es de las distintas formas de maldad. Esta situación no es de fácil resolución, sin embargo, podemos señalar que si bien todo lo que ocurre está incluido en el designio de Dios, muchas situaciones son resultantes de la mecánica causa-efecto que Dios estableció como principio ontológico. Por lo tanto, podemos sostener que las múltiples expresiones de perversidad existen porque agentes individuales y libres llevan a cabo acciones con esos resultados. Dios no es autor de acto perverso alguno, pero él respeta el marco de libertad instalado por su mismo designio, y permite que tal evento tenga lugar, aunque se trate de algo abominable para él. 

 

De esta manera, los eventos de la historia no son azarosos, sino que han sido subordinados al plan de Dios, no obstante no es fácil percibir la manera en que las distintas situaciones aportan al plan divino. Sabemos que los caminos de Dios son inalcanzables para la mente humana: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Rm 11:33).

 

Creo que el siguiente pasaje es clave para vincular los eventos de la historia humana con el evangelio: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Rm 8:28). Todas las cosas ayudan a bien, o sea, están en sintonía con el propósito de Dios, el cual también es el propósito de los hombres que aman a Dios. Cristo prometió estar con sus hijos todos los días, hasta el fin del mundo, y como los hijos de Dios aman a Dios, entonces podemos estar confiados en que todos los eventos de la historia son funcionales al plan de Dios, por lo que todos ayudan al bien último de los cristianos.

 

"Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén." (Mt 28:18-20).

sábado, 17 de septiembre de 2022

La ciudadanía romana de Pablo (Hechos 22:17-30)

 


Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban. Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.

 

El apóstol experimentó un "éxtasis", palabra que describe la "experiencia apostólica única de ser transportado más allá de los sentidos normales hacia el reino sobrenatural a fin de recibir revelación divina. La palabra se usa dos veces para describir la visión de Pedro en Jope (Hch 10:10; 11:5)". (1)

 

Pablo termina de relatar su conversión a una audiencia que permanecía muy agitada. En esta última sección del relato el apóstol menciona dos asuntos que hirieron directamente el orgullo judío. Por un lado, la actitud terca y de duro corazón del pueblo para recibir el testimonio de Dios, "sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí" (Hch 22:18). Por otro lado, la misma voz enviaba al apóstol Pablo a ministrar a los gentiles, lo que constituía una nueva afrenta al orgullo nacional. En palabras de Keener: "Pablo sabe que su declaración ofenderá a sus oyentes, dado el recrudecimiento de las tensiones entre judíos y gentiles en Palestina en estos años. Sin embargo, siente que es una parte crucial del evangelio al incluir diversas etnias" (2)


La salvación de los gentiles siempre estuvo presente en la revelación bíblica, pero la tradición oral hebrea señalaba lo contrario. Debido a la importancia creciente que tuvo esta última, normalmente se aceptó que un gentil no podía ser salvado por Dios a menos que se convirtiera en un prosélito judío. Entre los pasajes que respaldan explícitamente esta idea se cuentan los siguientes: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra.." (Gn 22:18), "Yo la sembraré para mí en la tierra; me compadeceré de la “Indigna de compasión”, a “Pueblo ajeno” lo llamaré: “Pueblo mío”; y él me dirá: “Mi Dios”" (Oseas 2:23 NVI).

  

Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.

 

Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.

 

Al oír las palabras de Pablo los ánimos de la audiencia se encendieron y con mayor razón querían matarlo, "este hombre no conviene que viva". El lanzar polvo al aire no era un acto que indicara indignación, más bien era una expresión de duelo. Es probable que en este contexto el lanzamiento de polvo al aire no haya tenido una significación simbólica específica. 

 

Entre el favor de una multitud de personas agresivas o el de Pablo, los funcionarios del imperio obviamente prefirieron congraciarse con la multitud. Por esta razón se dio la orden de enviar a Pablo al calabozo y azotarlo lo suficiente. Si bien es cierto que en aquel tiempo era legal azotar a los esclavos o a los extranjeros para forzarlos a confesar o para determinar la verdad respecto de alguna situación, el tribuno no tenía autoridad para enjuiciar a un provinciano que pertenencia a otra jurisdicción (3). Como se desprende del relato, no había razón para infringirle a Pablo tal castigo, pues no había habido juicio ni menos condena: "¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?" (Hch 22:25). 

 

El tribuno se asustó en gran manera al saber la condición ciudadana de Pablo, ya que someter a un romano al castigo del azote pudo haber destruido su carrera militar, o pudo haberle costado la vida. Las leyes de Juliano y de Porcio eximían a los ciudadanos romanos del azotamiento sin juicio, además tampoco se los podía torturar con el objetivo de extraerles información. Muchas veces me pregunté sobre la facilidad de burlar alguna situación aludiendo a una potencial ciudadanía romana, en especial en un tiempo donde no hay ni credenciales, ni carnet, ni menos "códigos QR". Sin embargo, lo que realmente "acreditaba" el reclamo ciudadano del apóstol era la pena de muerte asociada a mentir al respecto. Por esta razón, cuando alguien reclamaba ser ciudadano romano por lo general se aceptaba sin objeción alguna.


El posterior diálogo entre el apóstol y el tribuno respecto del origen de la ciudadanía era en el fondo una pregunta -por parte del tribuno- sobre el estatus romano de Pablo. Como lo ilustra Keener: "Normalmente, nacer libre proporcionaba a la persona un nivel social más alto que el de un liberto, y el ciudadano que había nacido como esclavo tenía derechos limitados. (Esto sucedía desde el punto de vista aristócrata del nivel social, aunque no sucedía necesariamente en la parte económica. Todavía ligados a sus anteriores dueños como protegidos, los esclavos liberados tenían ventajas económicas de las que carecían los campesinos que se hacían libres). Por lo tanto, Pablo tiene un nivel superior en algún sentido. Tal vez contestó en latín: él era un ingenuus, ciudadano por nacimiento" (4).  

 

Finalmente, el apóstol es expuesto ante los principales miembros del concilio de Jerusalén, la instancia religiosa y política judía más importante, lugar donde Pablo daría testimonio de Cristo. 

 



[1] John Macarthur, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos, Editorial Portavoz, USA, 2014. Pág. 568.

[2] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 390.

[3] Ibid. pág. 391

[4] Ibid. pág. 391

sábado, 20 de agosto de 2022

Pablo enfrenta a la audiencia judía (Hechos 22:1-16)


 

Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.

Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo: Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros. Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres; como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.

 

La vivencia de Pablo en Jerusalén da cumplimiento a la profecía que poco tiempo atrás hiciera Agabo: "Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles" (Hechos 21:11). En el pasaje que examinamos ahora se describe en detalle lo profetizado en aquel momento. 

 

Pablo se enfrenta a una audiencia judía bastante fanática de su integridad como nación, por lo que los argumentos planteados tienen un evidente sabor a defensa cultural. Al decir de Craig Keener, "de los tres registros del llamamiento de Pablo, este es el que está diseñado claramente para una audiencia judía nacionalista" (1). Recordemos lo que decían los agitadores judaicos contra el apóstol: "Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar" (Hechos 21:18). De esta manera, los agitadores se enfrentaban principalmente a la potencial amenaza que representaba el evangelio desde un punto de vista de las tradiciones nacionales, lo cual también acarreaba una serie de cambios en la vida comunitaria, y en la vida económica, probablemente. 

 

Pablo estaba resuelto a predicar a Cristo a los de su nación sin importar el costo que esto tuviera, esto lo había vuelto a decir recientemente en Tolemaida, después que Agabo le hubiera advertido lo que sucedería con él en Jerusalén: "¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no solo a ser atado, más aún a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús" (Hechos 21:13). Sin embargo, a pesar de que en una primera lectura pareciera que Pablo se dirige a Jerusalén casi en forma irreflexiva, podemos hallar en las palabras del apóstol cierta estrategia, pues el propósito cristiano no es meramente morir por Cristo, sino lograr que la audiencia pueda efectivamente escuchar el evangelio. Por esta razón, cuando el apóstol comienza su discurso lo primero que hace es enfatizar en sus raíces judaicas, su pertenencia nacional, entre otros aspectos: "Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios" (Hechos 22:3). Recordemos que Pablo llegó a ser maestro de la ley siendo alumno de Gamaliel I, el famoso alumno del rabino Hillel, por lo que se convirtió en un maestro fariseo ortodoxo sin lugar a dudas. Respecto al celo por Dios, Pablo pudo buscar identificarse con Finees, quien mató por Dios (Núm 25:13). También puede haber sido una concesión a los "zelotes", grupo más extremo definidos como "celosos por Dios". Esta mención pudo haber sido atractiva para los oyentes judíos más nacionalistas (2)Con toda probabilidad esta información calmó los ánimos de muchos de los presentes en el recinto, e impidió que se gestara una escalada de violencia que pudo haber terminado con la vida de Pablo en ese mismo lugar. 

 

El discurso continua con otro énfasis del apóstol, que tiene que ver con profundizar en su pasado como persecutor de la iglesia. Es de valor para el oyente considerar que este actual predicador de Cristo anteriormente había "asolado a la iglesia", y que entregaba a los cristianos a la muerte (Hechos 8:3, Gálatas 1:13). Esta descripción destacaba el poder del evangelio, el que lo había trasladado de ser un perseguidor a muerte del "Camino" a ser un valiente predicador de Cristo. Sólo el evangelio tiene el poder de cambiar el rumbo de la existencia del hombre muerto espiritualmente y enderezarlo en la dirección de la voluntad de Dios, se trata de un cambio del "cielo a la tierra", de "muerte a vida". En el presente todo cristiano está vivo espiritualmente, pero antes de ser regenerado por el poder de Dios el creyente igualmente estaba muerto: "Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados" (Colosenses 2:13).

 

Pablo vuelve a relatar su conversión

 

Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.

 

El apóstol Pablo vuelve a relatar su conversión, narrada por primera vez en Hechos 9. Creo que el contenido medular de este pasaje es la identificación directa del Señor Jesucristo con su pueblo, con la iglesia perseguida por los judíos. Un ataque a la Iglesia de Cristo es un afrenta directa contra el Señor mismo de la Iglesia, situación válida tanto en el tiempo de la iglesia apostólica como en nuestros días. Nótese que el Señor ya ascendido se presenta ante el apóstol como "Jesús de Nazaret", lo que evidentemente da cuenta de su pertenencia histórico-cultural. Podríamos inferir que el Señor no sólo incorpora de forma perpetua su naturaleza humana, sino que también persisten algunos rasgos particulares de su periodo de encarnación. 

 

La luz que encegueció a Pablo es un anticipo de la gloría de Dios, la que es imposible de ser vista en toda su plenitud por un hombre sin morir en el intento. Pablo vio un mero destello de la gloria del Señor, quedando momentáneamente sin visión.

 

Finalmente el pasaje nos da luces respecto de la predestinación que ha hecho Dios de las obras de justicia. El Señor manda a Pablo a Damasco, donde "se te dirá todo lo que está ordenado que hagas" (Hch 22:10). Las buenas obras que el hombre desempeña de la mano del control de Dios ya han sido previamente determinadas, son una bendición para el instrumento que las ejecuta, y su valor eterno es difícilmente cuantificable en esta vida: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef 2:10).  

 

Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.

 

Finalmente, Pablo recupera la visión a través de una instrucción de Ananías, varón piadoso según la ley. Sin que sea mencionada de forma explícita, el pasaje se presta para la alegoría de la visión espiritual. Pablo recupera la visión física y adquiere por primera vez la espiritual, lo que tiene por consecuencia el poder ver y oír a Dios. 

 

En la Biblia muchas veces la ceguera física es una ilustración de la ceguera espiritual. Importante es destacar que ambos tipos de ceguera son imposibles de solucionar para el ser humano. En ambos casos debe ser Dios el que interviene sobrenaturalmente para cambiar el curso "natural" de las cosas: "El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos" (Lc 4:18). Importante mención hace el Salmo 146:8 respecto de los ciegos, vinculando temáticamente esta condición con la justicia, lo que hace improbable que la referencia sea sólo a la ceguera física: "Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos" (Sal 146:8).



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 389.

[2] Ibid. Pág. 390.

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