Pablo acusado ante Félix
Pablo había viajado de noche desde Jerusalén a Cesarea, siendo escoltado por doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, intentado así evitar el ataque nocturno de los judíos furiosos. Ya en Cesarea, el apóstol es llevado ante Félix, el gobernador, y los judíos guiados por un tal Tértulo -un acusador pagado- emprendieron una serie de acusaciones contra él: "hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley" (Hch 24:5-6). En rigor, de lo expuesto por los acusadores sólo la expresión "promotor de sediciones" podría haberle causado problemas a Pablo, ya que la sedición contra el emperador era un acto castigado de manera severa por Roma, pero éste no era el caso. Más adelante, Porcio Festo, el sucesor de Félix como gobernador, escuchó el caso de Pablo y señaló: "...tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo" (Hch 25:18-19).
Vale mencionar algo respecto de Félix. Este hombre comenzó su vida como esclavo, y a través de influencias familiares logró ir construyendo una carrera al interior del imperio. Sin embargo, su mentalidad de esclavo quedó marcada a fuego en él (1). El historiador Tácito lo describió como "un maestro de la crueldad y la lujuria, que ejerció los poderes de un rey con el espíritu de un esclavo". Otra cita académica hace referencia a Félix como entregado al libertinaje y los excesos, alguien que podía hacer cualquier acto de maldad y quedar impune (Tácito).
Por último, se debe hacer mención a la hipócrita adulación de los acusadores judíos cuando se dirigen al gobernador, la que parece ridícula al considerar la fama de Félix: "Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix" (Hch 24:2). En Romanos 16:18 el apóstol Pablo caracteriza a los falsos cristianos por su actitud lisonjera, engañosa, gente calificada en el arte de la manipulación.
Defensa de Pablo
Pablo se defiende desmintiendo las acusaciones de los judíos -y a diferencia de Tértulo- es bastante sobrio al referirse a Félix: "Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén; y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan." (Hch 24:11-13). La defensa de Pablo apelaba a que se presentasen testigos presenciales de los cargos que le imputaban. Pablo solicitaba evidencias, lo que era evitado por sus acusadores: "Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo. O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha..." (Hch 24:19-20).
Pablo argumentó que el fondo de la acusación se debía a un tema religioso: la resurrección de los muertos: "Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros" (v.21). Recordemos que estando en Jerusalén, Pablo notó que la audiencia estaba conformada tanto por fariseos como por saduceos, lo que lo motivó a tratar el tema de la resurrección (algo rechazado por los saduceos), generando una división en sus oponentes, "Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga" (Hch 23:6).
De todas maneras, tanto las acusaciones de los judíos como la defensa de la resurrección de los muertos, no estaban dentro de la jurisdicción del tribunal romano. Se trataba de problemas derivados de la ley judía, no configuraban un crimen bajo la ley romana. Más adelante, Porcio Festo, señaló respecto de la acusación contra Pablo "Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él" (Hch 25:25).
Félix aplaza el juicio
El texto señala que el gobernador Félix estaba "bien informado de este Camino" (v.22), en referencia a la fe que defendía Pablo. Este conocimiento probablemente provenía de Drusila, mujer de Félix, la cual era judía. Al apóstol se le concedió una prisión con "alguna libertad", ya que Félix sabía que Pablo era inocente, pero debido a su "mentalidad de esclavo" y a su bajeza moral, prefirió tomar una decisión tibia de modo de no enemistarse con los judíos.
Respecto de Drusila, Craig Keener señala: "Drusila era la hija menor de Herodes Agripa I y hermana de Agripa II. Se casó con el rey de una pequeña región de Siria, pero a la edad de dieciséis años se divorció por instigación de Félix para que se casara con él. Aunque esto violaba la política romana común acerca que un gobernador debía casarse con una mujer de su provincia, Félix tenía mucho poder mientras su hermano Palas permaneciera con el favor de Roma. Aquí, Drusila tiene aproximadamente veinte años y quizá su fe judía influyera en su esposo para que escuche a Pablo" (2).
En una oportunidad Félix y Drusila escucharon predicar a Pablo sobre la justicia de Dios, el dominio propio y el juicio venidero, lo que espantó al gobernador. Félix no sólo rechazo el mensaje del evangelio, sino que aprovechó la oportunidad para lucrar ilegalmente intentando sacarle dinero a Pablo a cambio de su libertad. Naturalmente el apóstol no cedió ante esta situación y continuó con el proceso.
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