sábado, 28 de octubre de 2023

El viaje a Roma (Hechos 27)

 


El capítulo 27 de Hechos es una narrativa sobre los problemas y sobresaltos del viaje marítimo del apóstol Pablo a Roma. El uso de pronombre plural en el versículo 1 "Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia..." indica que Lucas, el escritor de Hechos, se incluía dentro de la comitiva que abordó la embarcación. El hecho que Lucas estuviera dispuesto a acompañar a Pablo en este peligroso viaje demuestra el amor que le tenía al apóstol y al ministerio.

 

Recordemos que anteriormente Pablo, estando en Cesarea, había apelado al César: "Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que estos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo. Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás" (Hch 25:10-12).

 

Debido al carácter narrativo de este capítulo, lo abordaremos mencionando los lugares que incluyó el trayecto. A modo de adelanto, al finalizar el capítulo la embarcación naufraga en la isla de Malta, sin pérdidas de vidas.

 

Desde el comienzo del viaje hasta Lasea

 

En Cesarea parte el viaje, ciudad que en aquel tiempo disponía de un gran puerto marítimo, construido por Herodes el Grande entre 25 y el 13 a. C. El versículo 1 indica que el destino o dirección del viaje era Italia, en particular Roma, ciudad donde debía ir Pablo para comparecer ante César. El apóstol se trasladó hacia esta ciudad junto a otros presos, los cuales iban vigilados por un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Hay evidencia que esta compañía existía en Palestina desde el reinado de Agripa II.

 

El versículo 2 habla de una "nave adramitena", refiriéndose a un barco que probablemente provenía del puerto con el mismo nombre, localizado en la actual Turquía. Se trataba de un buque comercial, tripulado con gente de acumulada experiencia haciendo el viaje y con abundante conocimiento sobre las inclemencias del clima invernal. El verso 3 señala que la embarcación llega a Sidón, ciudad ubicada al norte de Palestina, actualmente el Estado del Líbano. Posterior a esta ciudad, la embarcación llegó a Chipre, navegando con vientos contrarios. Después atravesaron las ciudades de Cicilia y Panfilia, llegando a la localidad de Mira (v. 5), la que se encuentra justamente al norte de Alejandría, Egipto (atravesando el mediterráneo). Por su ubicación Mira era importante para el comercio de granos entre Roma y Alejandría. Los barcos que navegaban de Alejandría a Roma no podían ir directamente al noroeste de Roma en esta época del año, porque los vientos predominantes eran opuestos. Por lo tanto, muchos tenían que seguir una ruta indirecta, navegando primero derecho hacia el norte hasta Mira y luego hacia el suroeste hacia Italia.

 

En Mira el grupo sube a un barco alejandrino que navegaba en dirección a Italia (v. 6), navegando en dirección contraria al viento de Creta, frente a una localidad llamada Salmón (v. 7). Como se señaló, estos barcos llevaban grano desde Alejandría a Italia. Dado que Mira era parte de la ruta comercial normal, encontrar un barco de grano alejandrino en este puerto no era difícil. Ya en el barco alejandrino, costearon con dificultad para llegar a un lugar conocido como Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea (v. 8). Al parecer en Buenos Puertos había una ensenada o cala -una bahía de tamaño más pequeño- la que proporcionaba protección contra los vientos de invierno. Puede que "Buenos Puertos" fuera una mera denominación descriptiva, por su clima adecuado.

 

En esta localidad Pablo señaló: "Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas. Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí." (Hch 27:9-12).

 

La nave se retrasó mucho tiempo en Buenos Puertos. Como señala Pablo, ya había pasado el día de la expiación -"el ayuno"- y la demora se debía a la espera de vientos más favorables. Pablo advierte sobre una posible pérdida de cargamento y vidas, debido a las inclemencias climáticas. Recordemos que Pablo tenía mucha experiencia en viajes náuticos, pues ya había naufragado 3 veces anteriormente: "Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar" (2º Co 11:25). Finalmente, el centurión le dio más crédito al piloto de la nave que a Pablo, lo que era esperable. 


La tempestad en el mar

 

Como se mencionó, desde Buenos Puertos la embarcación avanzó a un lugar estimado mejor por el piloto, en desmedro de la opinión de Pablo. Nuevamente las inclemencias del tiempo pusieron el viaje en peligro. La tripulación pudo detenerse detrás de la pequeña isla de Clauda (v. 16). La isla ofrecía suficiente protección para dar a la tripulación tiempo para prepararse para sobrevivir al próximo golpe.

 

Ya habiendo perdido la esperanza de salvarse, producto de una nueva tempestad que debieron enfrentar (v. 20), y creyendo que iban en dirección a Sirte (v. 17), el apóstol Pablo entrega un mensaje de esperanza, tanto para los tripulantes de la embarcación como para el mismo: "Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan solo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla." (Hch 27:21-26).

 

En la decimocuarta noche, siendo llevados por el mar Adriático (v. 27), los marineros intuyeron que se estaban acercando a tierra firme, por lo que lanzaron una sonda al agua para medir la distancia al fondo marino. El primer lanzamiento arrojó 37 metros de profundidad, mientras que la segunda vez la distancia se redujo a 27 metros. Los tripulantes ansiaban que se hiciese de día (v. 29), para tener mayor claridad de si realmente se estaban acercando a tierra. Hubo un intento de escape por parte de los presos, pero Pablo le indicó al Centurión que si no permanecían en la nave, no serían salvados. A esas alturas el Centurión tenía confianza en Pablo, tanto por su buena conducta como por sus intervenciones acertadas. Por otro lado, Pablo era ciudadano romano, lo que le otorgaba otro nivel de trato por parte del custodio. 

 

Pablo rogó a la tripulación que comiesen, debido a que llevaban muchos días de ayuno. Además, Dios le había prometido a Pablo que "ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá" (v. 34), en referencia a los tripulantes. Pablo comió agradeciendo a Dios, lo que impulsó a los demás también a comer y recuperar el ánimo. Después de satisfacer su apetito, lanzaron trigo al mar con el objetivo de alivianar la nave. Este episodio da cuenta de la bondad universal de Dios, el cual no sólo cuidó la vida del apóstol en medio de la tempestad, sino que también consideró la vida de los demás hombres que tripulaban la embarcación.

 

Finalmente, la embarcación encalló en una ensenada (v. 39), no de forma perfecta (v. 41), sino con destrucción del barco. Los soldados eran responsables de lo que sucedía con los presos, debiendo responder con sus propias vidas en caso de fuga. Por esta razón, los soldados acordaron matar a los presos antes que se arrancaran. Sin embargo, por la providencia de Dios el centurión impidió esta matanza protegiendo al apóstol Pablo. Finalmente, todos llegaron salvos a tierra, tal como el Señor lo había anticipado. 

 

Como señala John MacArthur, "Hechos 27 inicia con Pablo como prisionero, sin responsabilidad de nada o de nadie. Sin embargo, todo se alteró cuando una grave crisis golpeó al grupo con que viajaba. Para el final del capítulo, el prisionero Pablo se había convertido en el líder reconocido sobre todos. Su habilidad para tratar con una crisis lo elevó a ese papel" (1).

 

 

 



[1] John MacArthur, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos, Editorial Portavoz, USA, 2014. Pág. 636.

 

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