La definición "wikipédica" de dispensacionalismo es: "un sistema teológico cristiano evangélico, que afirma que Dios ha empleado diferentes medios de administración de sus planes en diferentes períodos de la historia humana, donde ha demostrado su gracia. Lo distintivo del dispensacionalismo es que sostiene que Israel (como nación) y la Iglesia (como cuerpo de Cristo), no forman un único pueblo de Dios, sino dos pueblos con profecías, promesas y destinos diferentes".
Se ha escrito mucho sobre las diferencias entre dispensacionalismo y su variante alternativa principal: la teología de pacto. Quizás en la actualidad la teología de pacto corresponde a la opción minoritaria en relación al dispensacionalismo, el cual se hizo popular hace algo más de un siglo y fue encontrando espacio en prácticamente todas las denominaciones evangélicas al día de hoy. Ahora, bien, este breve escrito no tiene por propósito hacer un examen de ambas teologías bíblicas, sino centrarse en un sólo ámbito, el cual es descrito desde mi propia vivencia.
Varias son las objeciones que comúnmente se le hacen a la teología dispensacional, por ejemplo: se dice que tiende al antinomianismo al desechar totalmente la ley de Dios, promueve una incorrecta perspectiva acerca del anticristo al identificarlo con muchas personalidades de las coyunturas históricas, enseña la idea de un rapto que no encuentra consenso en el mundo evangélico ni en la historia de la fe, enseña un retorno del judaísmo al final de los tiempos, promueve una posposición del Reino de Dios al milenio futuro y algunos piensan que promueve una "segunda oportunidad de salvación" en el milenio, espacio temporal donde habrían condiciones para alcanzar la salvación como nunca las ha habido. Sin embargo, lo que quiero tratar en esta oportunidad no tiene que ver con esto.
El problema que quiero destacar se le podría calificar como una "consecuencia subyacente" del esquema teológico en cuestión. O sea, no es un objetivo buscado explícitamente, sino que es el resultante de la estructura de los énfasis de la teología dispensacional. Primero mencionaré el problema y luego procederé a argumentar:
Problema:
En las iglesias de teología dispensacional no se predica a Cristo y este crucificado, o al menos, el tema de Cristo no tiene la preeminencia que le corresponde.
Razones:
I. Las dispensaciones, entendidas como periodos de tiempo caracterizados por una particular relación entre Dios y los hombres, parecen ser tiempos donde los hombres tenían los recursos para gestionar su salvación por ellos mismos y no necesitar de un Mesías venidero.
II. La Biblia siempre ofrece consejos útiles para enseñar, redargüir e instruir en justicia al hombre de Dios. No obstante, el dispensacionalismo al centrar su atención en las condiciones de determinada dispensación y no en la obra redentora de Aquel que habría de venir, tiende a omitir la relación de los pasajes con el Cristo venidero, enfatizando la moraleja ética o espiritual inmediata. De esta manera, mucha predicación se relaciona con aspectos de la vida cotidiana (matrimonio, finanzas, trabajo, familia), pero poco y nada se vincula con la historia de la redención de la cual Cristo es el ejecutor.
III. Por la misma razón de compartimentar la historia en periodos definidos, parece que los personajes principales de cada época adquieren una significación mayor a la que la Palabra de Dios les asigna. Me explico, usualmente los estudios sobre personajes eminentes de la antiguedad, como Abraham, Moisés, Samuel o David no hacen mención a su caracter tipológico y se reducen a mostrar un modelo a seguir, muchas veces -probablemente sin querer- haciéndolos similares en grandeza al Señor Jesucristo. Soy honesto, muchas veces admiré más al apóstol Pablo que al mismo Cristo.
IV. El Señor Jesucristo no ejecuta el acontecimiento escatológico final en la historia de la redención, sino que sólo protagoniza un evento relevante del porvenir. En efecto, la teología dispensacional enseña que tras la segunda venida de Cristo se instala un reino milenial terrenal, el cual da cumplimiento literal a las profecías que Dios hizo a Israel en el Antiguo Testamento. De esta manera, la "parusía", la segunda venida de Cristo a la tierra, no constituye la máxima satisfacción del deseo humano, sino que sólo forma parte de un encadenamiento de eventos que culminan con la instalación del Templo Hebreo. Se podría decir que ese Templo revivido es más importante que el advenimiento del mismo Dios y Señor Jesucristo.
V. Lo anterior pone a Cristo como un elemento más de en un engranaje mayor, y al parecer no siempre el más importante. Conocida es la expresión "Israel es el reloj de Dios", o sea, un actor distinto a Cristo, Israel, constituye el elemento clave del devenir de la salvación. El futuro escatológico está trazado para dar a Israel lo que merece y Cristo sólo parece ser una figura funcional a ese propósito.
VI. El reino milenial será la extraña época donde el Señor Jesucristo, en todo su esplendor glorioso, tendrá que soportar el pecado de gente que estará ahí, eventualmente viviendo a media cuadra. Para nuestro propósito, lo extraño de esto es que el Señor no parece estar recibiendo la glorificación debida a su majestad, sino que nuevamente aparece como un actor de reparto en una película donde lo relevante está más allá de él.
Todos estos elementos los recopilé desde mi vivencia, y hipotetizo que contribuyen a dejar a "Cristo y este crucificado" normalmente abajo del púlpito. Sin embargo, soy cauto, lo planteo sólo como hipótesis.
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