En esta entrada reconoceré la figura de Jonathan Edwards, gran teólogo y pastor del siglo XVIII, a través de la cita de algunos fragmentos de un breve escrito de su autoría "Pecadores en las manos de un Dios airado". En general el tema del infierno es expuesto con muy baja frecuencia en las iglesias, incluso en las de sana doctrina.
Para ser sinceros, creo que es entendible la elusión del tema. La condenación eterna es un evento de difícil asimilación, incluso para nosotros los cristianos. Cuando se trata el tema suelen aparecen interrogantes y dudas, pareciera haber una incoherencia entre un Dios amoroso y un destino tan terrible. Es más, en algunos lugares se establece la prohibición de mencionar el infierno en la "predicación".
Sin embargo, Jonathan Edwards hace todo lo contrario en el escrito antes mencionado: trata detalladamente sobre el infierno, la ira de Dios y la inminencia de la condenación para todo hombre natural. Lo interesante es que al profundizar en el tema, el lector puede comprender en qué manera incluso el infierno sirve a la gloria de Dios.
Quisiera compartir algunas porciones del texto. Al leerlos se debe siempre considerar la grandeza del escritor, uno de los teólogos más prestigiosos de la historia.
No hay salvación fuera de Cristo
“Dios no ha asumido ninguna obligación, ni ha hecho ninguna promesa de resguardar en ningún momento al hombre natural del infierno. Dios no ha hecho ninguna promesa de vida eterna, ni de liberación o preservación de una muerte eterna, aparte de lo que estipula en su pacto de gracia: las promesas dadas en Cristo en quien todas las promesas son sí y amén” (1)
La salvación de la condenación eterna es un don de la gracia divina a los seres humanos escogidos por Dios antes de la fundación del mundo, los cuales se han postrado ante Jesucristo en adoración y arrepentimiento. Para el resto de la humanidad no hay otra chance, no hay otra alternativa ni oportunidad.
Dios está furioso con el pecador
“El Dios que te mantiene sobre el abismo del infierno, muy parecido a como uno sujeta una araña o un insecto repugnante sobre el fuego, te aborrece y está enardecido; su ira contra ti arde como fuego; te considera indigno de otra cosa que no sea ser echado en el fuego, sus ojos son tan puros que no aguantan mirarte, eres diez veces más abominable a sus ojos que la peor serpiente venenosa es a los nuestros. Tú lo has ofendido infinitamente más que cualquier rebelde obstinado lo haya hecho contra su gobierno, y sin embargo no es otra cosa que su mano lo que te detiene de caer en el fuego en cualquier momento. Es solo por eso y ninguna otra cosa que no te fuiste al infierno anoche, que pudiste despertar una vez más en este mundo después de haber cerrado tus ojos para dormir, y no hay ninguna otra razón sino la mano de Dios, por la cual no has caído en el infierno desde que te levantaste esta mañana. No hay otra razón, fuera de su misericordia, que mientras lees este escrito, en este mismo momento, no caes en el infierno.”
En nuestros tiempos escasea la reverencia por Dios, ya sea por desconocimiento o porque se le enseña con sus atributos amputados. Cuando avanzamos en el conocimiento de Dios, también nos acercamos a entender su reacción ante la maldad del hombre. Dios está airado con el pecador "Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días" (Sal 7:11). Su ira reposa sobre el rostro del hombre natural: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Jn 3:36). La severidad del pecado humano es descrita en el conocido pasaje de Romanos 3:10-18. Por otro lado, Efesios 2:3 nos recuerda que incluso los cristianos, antes de tener al Señor en nuestros corazones, también éramos "hijos de ira".
El infierno no es un espacio hipotético
“¡Oh pecador, considera el terrible peligro en que te encuentras! Es un gran horno de ira, un abismo ancho y sin fondo, lleno del fuego de ira, el que tienes debajo al ser sostenido por la mano de ese Dios cuya ira has provocado y encendido tanto como lo hicieron muchos de los condenados en el infierno. Cuelgas de un hilo, con las llamas de la ira divina flameando alrededor y amenazando quemarlo en cualquier momento; y no obstante, no tienes interés en ningún Mediador, y nada de qué agarrarte para salvarte, nada para escapar de las llamas de la ira, nada que sea tuyo, nada de lo que has hecho, nada que puedas hacer para convencer a Dios que te libre, aunque sea por un instante.”
Al decir de Michael Allen Rogers "Puede parecer notable, pero ningún portavoz de la Biblia pone más énfasis en el infierno como la consecuencia final del juicio de condenación de Dios que Jesús. El Hijo de Dios fue el gran teólogo del infierno". Se ha cuantificado que Cristo habló mucho más del infierno que del cielo, el Señor comparó el infierno con “un fuego” al menos veinte veces diferentes. La severidad del castigo eterno es proporcional a la magnificencia del Dios ofendido por el pecado humano.
La condenación del pecador expresa la ira de Dios
“Considera esto, tú que estás en un estado no regenerado. El que Dios de hecho ejecute el furor de su ira implica que descargará su ira sin compasión. Cuando Dios contempla lo extremadamente indescriptible de tu caso, y ve que tu tormento supera desproporcionadamente tus fuerzas, y ve que tu pobre espíritu es aplastado y se hunde, por así decir, en tinieblas infinitas, no tendrá compasión de ti, no vacilará en la ejecución de su ira ni alivianará para nada su mano: no habrá moderación ni misericordia, ni detendrá Dios a su torbellino: no se interesará por tu bienestar, ni se cuidará de que no sufras demasiado en ningún otro sentido, sino solo que no sufras más de lo que la justicia estrictamente requiere.”
Es duro leer este párrafo, pero es consistente con la muerte del Hijo de Dios en la cruz del calvario. Cristo no sólo padeció sufrimiento físico, sino que padeció el dolor indescriptible e incomprensible de cargar el pecado del mundo y recibir la ira de Dios mismo. Siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que fue obediente hasta la muerte, y soportó la ira de Dios en su propio ser. Sólo cuando tenemos presente este acontecimiento es que podemos acercarnos a entender la severidad del infierno.
La ira de Dios se desplegará sobre los hombres que detuvieron con injusticia la verdad. Habrá un lugar de negativo "privilegio" para los apóstatas y para los falsos maestros. Pero también habrá lugar para las miles de generaciones de hombres que se burlaron de Dios y de su pueblo, de la iglesia de Cristo y de la Biblia, para los que persiguieron al pueblo de Dios y para los que hicieron de la muerte de los cristianos un espectáculo. Cuando recordamos la extrema maldad del corazón humano nuevamente podemos entender el porqué de la severidad del infierno.
El infierno es una condenación eterna
El infierno “es una ira eterna. Sería terrible sufrir aun por un instante el furor y la ira del Dios Todopoderoso, pero lo que sufrirás será por toda la eternidad. Este sufrimiento horrible no tendrá fin. Cuando mires hacia el futuro, verás una larga eternidad, una duración sin fin delante de ti que consumirá tus pensamientos y sorprenderá tu alma, y perderás toda esperanza de alguna liberación, algún final y alguna disminución de tus sufrimientos; comprenderás que tendrás que pasar largos millones y millones de siglos luchando y contendiendo con esta venganza todopoderosa y sin misericordia; y cuando llegues a ese punto, cuando hayas pasado muchas eras en este estado, sabrás que es apenas un pedacito de lo que todavía falta. De manera que tu castigo será verdaderamente infinito. ¡Oh, quién pudiera expresar lo que es el estado de un alma en tales circunstancias! Todo lo que pudiéramos decir de ellas es apenas una débil y muy deficiente y apagada representación de esa condición, es inexpresable e inconcebible, porque “¿quién conoce el poder de la ira de Dios?”
La ofensa contra un Dios infinito merece un castigo infinito. En cuanto a su dimensión temporal, el infierno no tiene fin. Esto lo podemos entender de dos formas: un despliegue de tiempo sin fin, o una completa ausencia de tiempo, un eterno presente inmóvil.
Los habitantes de la tierra aún tienen esperanza
Los habitantes del infierno ya no tienen retorno. “Están clamando en su sufrimiento extremo y total desesperación; pero aquí sigues tú en la tierra de los vivientes, bendecido con la Biblia y los días de descanso y los siervos del Señor, y tienes la oportunidad de obtener salvación. ¿Qué darían esas pobres almas ya sufriendo su condenación y sin esperanza por un día con la oportunidad como el que ahora disfrutas?”
El evangelio es la posibilidad de salvación de todo lo descrito.
"Porque dice:
En tiempo aceptable te he oído,
Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación"
2ª Corintios 6:2