lunes, 25 de diciembre de 2023

Breve. La predicación que cita autores cristianos

 

¿Es adecuado citar autores cristianos en una predicación o ésta debiese remitirse solo al texto bíblico? 

 

Creo que es correcto utilizar autores cristianos. Razones:

 

I. Ciertos contenidos de la Escritura deben ser comprendidos por todos los salvos de Dios: "Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno" (Mt 13:23). Como se puede ver, el "entendimiento" de la Palabra, en sus aspectos esenciales, es obligatorio en el salvo.

 

II. El apóstol Pedro, en su segunda carta, señala que hay aspectos en la Escritura que no son sencillos de comprender: "... como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición" (2º Pe 3:15-16). 

 

III. Lo anterior implica que alguien debe ser capaz de transformar los contenidos difíciles en fáciles, de modo que todos puedan entender al menos lo esencial. Los encargados de esta tarea -en el contexto de la iglesia- son los maestros, hermanos que tienen una especial habilidad para comprender y enseñar la Escritura. "Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas" (1º Co 12:28).

 

IV. La operación del don de maestro en el creyente supone la presencia del Espíritu Santo en él, "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" (1º Co 6:19). La iglesia de Cristo ha tenido durante siglos hermanos con el don de maestría. Es clave tener conciencia que la iglesia ha existido antes de nuestra propia vida, en otras palabras, la iglesia de Cristo no nació con nosotros (pensamiento muy propio de nuestros días). El Espíritu de Dios ha ministrado a través de hombres con capacidades sobresalientes durante generaciones. El resultado de esto son cientos y cientos de documentos de estudio y reflexión cristiana, donde los maestros han plasmado el don que Dios ha regalado a su iglesia. A su vez, las siguientes generaciones de cristianos han podido evaluar este material histórico, depurando los escritos y dejando atrás los errores. 

 

El trabajo de los antiguos ha facilitado la comprensión de los distintos contenidos de la Escritura, se han sistematizado las doctrinas, se ha profundizado en sus contenidos, se ha dado respuesta a objeciones aparentes, etc. Nosotros tenemos la posibilidad de contrastar estas conclusiones directamente y verificar su pertinencia. Esto nos ahorra mucho tiempo.

 

V. Por esta razón creo que citar la reflexión bíblica de autores cristianos de reconocida trayectoria y capacidad no sólo es un reconocimiento a la iluminación y ministerio del Espíritu Santo en aquellos, sino que también es una muestra de humildad en el creyente, el cual recurre a la iglesia de Cristo de siglos pasados en búsqueda de iluminación y orientación.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Desde Malta a la prisión romana (Hechos 28)

 



Pablo en la isla de Malta

Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; más habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.

 

En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados; los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.

 

Pablo y los sobrevivientes del naufragio recibieron una muy buena atención por parte de los habitantes nativos de la isla de Malta. La bondad de Dios permitió que la travesía marítima terminara siendo calmada mediante un fuego y alimentos. La palabra de Dios menciona la particular situación del apóstol Pablo siendo mordido con veneno mortal por una víbora mientras se calentaba en la fogata: "en clima frío algunas víboras pueden parecer ramas hasta que el calor del fuego las hace retorcerse" (1). Se esperaba su muerte, sin embargo, nada le sucedió, asombrando a los naturales de la isla. Esta situación hace a algunos recordar Marcos 16:18: "tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán". 

 

En agradecimiento a esta muestra de "no poca humanidad" (v.1), por parte de los naturales de Malta, el apóstol Pablo hizo varias sanidades, en particular la del padre de Publio, hombre principal de la isla. También hubo muchos otros no identificados que se acercaron al apóstol y fueron sanados. Investigaciones modernas señalan que la enfermedad descrita aquí puede haber sido malaria, o alguna muy similar. Lo anterior demuestra la presencia del don de sanidad en Pablo, el cual sanaba enfermos sin condición alguna.

 

Pablo llega a Roma

 

Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux. Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.

 

El trayecto hacia Roma fue realizado en un barco de Alejandría, la ciudad de partida de esta ruta a Roma, "Los dioscuros (Cástor y Pólux, héroes gemelos, hijos de Zeus que habían sido deificados) eran considerados como protectores especiales de los barcos, a quienes uno podía clamar en una tormenta" (2). El trayecto incluyó las localidades de Siracusa, Regio, Puteoli y Roma. En Puteoli se quedaron siete días producto del amor de los creyentes. Algo similar sucedió en Roma, donde los hermanos al saber de la presencia del apóstol en el lugar, salieron a recibirlo hasta el "Foro de Apio y las Tres Tabernas", todo lo cual lo animó grandemente. Pablo no quedó recluso en una cárcel común a la espera del César, sino que se le permitió vivir aparte, en una especie de "reclusión domiciliaria", encadenado holgadamente por la muñeca a un soldado (Hch 28:20), quien sería un miembro de la guardia pretoriana, guardia personal de la elite del César en Roma, la cual consistía de nueve o doce cohortes (3).

 

Es de destacar el amor mostrado por los hermanos, tanto en Puteoli, como al llegar a Roma. La expresión de ellos muestra cómo aflora espontáneamente el amor de un creyente genuino al encontrarse con otro hermano en la fe, amor desencadenado en un creyente cuando constata la presencia del Espíritu Santo en otro ser humano. El caso de Lidia, en Hechos 16, es pertinente para ilustrar este punto, pues ella mostró amor a Dios y gratitud con los hombres que le llevaron la Palabra al invitarlos encarecidamente a su hogar (Hch 16:15). Su actitud no fue mera cortesía, sino que sinceramente quería expresarles su gratitud por la Palabra de Dios. 

 

Pablo explica el por qué llegó a Roma

 

Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena. Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.

 

Ya en prisión domiciliaria Pablo convocó a los principales de los judíos, tratando la razón por la cual había llegado a aquel lugar. El designio de Dios había establecido que Pablo compareciera ante el Cesar, y por esa razón llegara a Roma. Pablo se encontraba en Cesarea, y los judíos intentaron que fuese enviado a Jerusalén para emboscarlo en el camino (Hch 25:20). Para evitar esta situación Pablo apela a Augusto, evento que no podía ser revertido.

 

Si bien Pablo llegó a Roma por apelar al Cesar, la razón de fondo de su presencia en la ciudad es el designio de Dios: "Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto a esta cadena" (Hch 28:20). El contexto da cuenta que Pablo aludía a la nación al referirse a la "esperanza de Israel". Recordemos que Pedro quedó encomendado con el evangelio a los judíos y Pablo a los gentiles, pero esto no significó la imposibilidad de presentar el mensaje de Cristo de forma cruzada. Como indica Craig Keener: "Pablo continúa enfatizando la continuidad entre el mensaje del AT y el suyo; este punto sería importante para los líderes judíos y también para los lectores romanos, quienes necesitaban entender que el movimiento cristiano estaba arraigado en una religión antigua digna de tolerancia" (4).

 

Los judíos en Roma querían conocer acerca del evangelio, el que describen como una "secta" (Hch 28:22). Es interesante notar que el mensaje de Cristo crucificado era notorio en el mundo conocido. Este diálogo da cuenta de las condiciones apropiadas para que Pablo expusiera el evangelio ante la audiencia de judíos y también de gentiles, su prisión domiciliaria se transformó en el mejor púlpito de predicación de la época.

 

 

Pablo predica el evangelio a los judíos en Roma

 

Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían. Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:

Ve a este pueblo, y diles:

De oído oiréis, y no entenderéis;

Y viendo veréis, y no percibiréis;

Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,

Y con los oídos oyeron pesadamente,

Y sus ojos han cerrado,

Para que no vean con los ojos,

Y oigan con los oídos,

Y entiendan de corazón,

Y se conviertan,

Y yo los sane.

Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán. Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. 

Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.

 

Finalmente, el apóstol dedicó su tiempo de prisión en la actividad central de todo cristiano: predicar el evangelio. La mención del versículo 23, "persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas", sugiere que su audiencia era principalmente judía. Cuando Pablo predicaba a sus connacionales, el mensaje solía comenzar con los patriarcas o con Moisés, en cambio, cuando su audiencia era gentil, su predicación comenzaba presentando a Dios como el creador de los cielos y de la tierra. Recordemos las palabras con las que Pablo comienza su mensaje ante sus contendores atenienses: "El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas" (Hch 17:24-25).

 

Los visitantes del apóstol no eran sólo judíos inquisidores de su fe, sino que también la iglesia cristiana en Roma estuvo presente con él. Recordemos la reflexión de Pablo al momento de decidir quién llevaría la correspondencia a la iglesia de Filipo: "Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús" (Fil. 2:19-21). Pablo pensaba en enviar a Timoteo a Filipo con la misión de llevar la carta, ya que según su opinión, las personas que lo rodeaban en la prisión en Roma (lugar donde escribió las "epístolas de la prisión", entre otras, Filipenses), no tenían ni el ánimo ni el interés sincero en los filipenses que sí tenía Timoteo. Lo anterior indica la existencia de un grupo de cristianos, tal vez no muy maduros aún.

 

De esta manera, Pablo era visitado tanto por judíos como por la iglesia de Cristo presente en Roma. El versículo 24 señala explícitamente que algunos "asentían lo que decía", mientras otros "no creían". Podríamos suponer que los que "asentían" eran convertidos a Cristo mientras los otros definitivamente no. El contexto del pasaje de Isaías citado por el apóstol (v. 26 y v. 27) refuerza la idea que los visitantes que rechazaron el evangelio eran principalmente judíos.  

 

El Señor es el que cierra el corazón del hombre, y también es el que lo abre para vida eterna. Recordemos nuevamente el ejemplo de Lidia, en el contexto de la visita de Pablo a Filipos en su segundo viaje, donde se dice que mientras ella escuchaba las palabras de Pablo: “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hch 16:14). De este pasaje se desprenden dos cosas; cualquier persona necesita que Dios le abra el corazón para comprender el mensaje del evangelio, para ser capaz de "oír" la Palabra de Dios: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Rm 10:17). También se infiere que Dios no siempre abre el corazón de los hombres, por lo que la predicación del evangelio no garantiza salvación en los oyentes, al contrario, la gran mayoría se mantendrá en su condición de muerte espiritual (Ef 2:1). La situación normal del ser humano ante el evangelio es de oscuridad producto de un enceguecimiento diabólico: "en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Co 4:4). En resumidas cuentas, Dios es soberano en toda la obra de salvación del hombre, permitiendo o no que éste comprenda la luz del evangelio de Cristo.

 

A estas alturas habían muchísimos creyentes gentiles, los que hacían visible el anterior "misterio de Dios" de ampliar su pueblo de una nación específica a una multitud de naciones y culturas sobre la tierra, personas injertadas en el pueblo de Dios -inicialmente étnico- a través de los siglos (Rm 11:17). Hechos describe ampliamente esta apertura con la revelación que Dios le dio a Pedro en su episodio con Cornelio: "Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (Hch 10:34-35). Como indica el versículo 29, el ingreso de gentiles a la salvación seguía siendo resistido por el judaísmo.

 

Si bien el libro de Hechos termina con el apóstol Pablo prisionero durante dos años, las palabras finales son de bendición y motivación para los cristianos de todas las épocas. Una situación adversa, como la privación de libertad, se transforma en una bendición para alguien que busca glorificar el nombre de Cristo; Pablo se dedicó a predicar el Reino de Dios y a enseñar sobre Cristo durante todo este tiempo, no perdió minuto alguno en reclamar por su situación injusta, sino que se dedicó a lo único de valor eterno: engrandecer el nombre de Cristo. 



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 405

[2] Ibid, pág. 406.

[3] Ibid, pág. 406.

[4] Ibid, pág. 407.

sábado, 28 de octubre de 2023

El viaje a Roma (Hechos 27)

 


El capítulo 27 de Hechos es una narrativa sobre los problemas y sobresaltos del viaje marítimo del apóstol Pablo a Roma. El uso de pronombre plural en el versículo 1 "Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia..." indica que Lucas, el escritor de Hechos, se incluía dentro de la comitiva que abordó la embarcación. El hecho que Lucas estuviera dispuesto a acompañar a Pablo en este peligroso viaje demuestra el amor que le tenía al apóstol y al ministerio.

 

Recordemos que anteriormente Pablo, estando en Cesarea, había apelado al César: "Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que estos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo. Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás" (Hch 25:10-12).

 

Debido al carácter narrativo de este capítulo, lo abordaremos mencionando los lugares que incluyó el trayecto. A modo de adelanto, al finalizar el capítulo la embarcación naufraga en la isla de Malta, sin pérdidas de vidas.

 

Desde el comienzo del viaje hasta Lasea

 

En Cesarea parte el viaje, ciudad que en aquel tiempo disponía de un gran puerto marítimo, construido por Herodes el Grande entre 25 y el 13 a. C. El versículo 1 indica que el destino o dirección del viaje era Italia, en particular Roma, ciudad donde debía ir Pablo para comparecer ante César. El apóstol se trasladó hacia esta ciudad junto a otros presos, los cuales iban vigilados por un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Hay evidencia que esta compañía existía en Palestina desde el reinado de Agripa II.

 

El versículo 2 habla de una "nave adramitena", refiriéndose a un barco que probablemente provenía del puerto con el mismo nombre, localizado en la actual Turquía. Se trataba de un buque comercial, tripulado con gente de acumulada experiencia haciendo el viaje y con abundante conocimiento sobre las inclemencias del clima invernal. El verso 3 señala que la embarcación llega a Sidón, ciudad ubicada al norte de Palestina, actualmente el Estado del Líbano. Posterior a esta ciudad, la embarcación llegó a Chipre, navegando con vientos contrarios. Después atravesaron las ciudades de Cicilia y Panfilia, llegando a la localidad de Mira (v. 5), la que se encuentra justamente al norte de Alejandría, Egipto (atravesando el mediterráneo). Por su ubicación Mira era importante para el comercio de granos entre Roma y Alejandría. Los barcos que navegaban de Alejandría a Roma no podían ir directamente al noroeste de Roma en esta época del año, porque los vientos predominantes eran opuestos. Por lo tanto, muchos tenían que seguir una ruta indirecta, navegando primero derecho hacia el norte hasta Mira y luego hacia el suroeste hacia Italia.

 

En Mira el grupo sube a un barco alejandrino que navegaba en dirección a Italia (v. 6), navegando en dirección contraria al viento de Creta, frente a una localidad llamada Salmón (v. 7). Como se señaló, estos barcos llevaban grano desde Alejandría a Italia. Dado que Mira era parte de la ruta comercial normal, encontrar un barco de grano alejandrino en este puerto no era difícil. Ya en el barco alejandrino, costearon con dificultad para llegar a un lugar conocido como Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea (v. 8). Al parecer en Buenos Puertos había una ensenada o cala -una bahía de tamaño más pequeño- la que proporcionaba protección contra los vientos de invierno. Puede que "Buenos Puertos" fuera una mera denominación descriptiva, por su clima adecuado.

 

En esta localidad Pablo señaló: "Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas. Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí." (Hch 27:9-12).

 

La nave se retrasó mucho tiempo en Buenos Puertos. Como señala Pablo, ya había pasado el día de la expiación -"el ayuno"- y la demora se debía a la espera de vientos más favorables. Pablo advierte sobre una posible pérdida de cargamento y vidas, debido a las inclemencias climáticas. Recordemos que Pablo tenía mucha experiencia en viajes náuticos, pues ya había naufragado 3 veces anteriormente: "Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar" (2º Co 11:25). Finalmente, el centurión le dio más crédito al piloto de la nave que a Pablo, lo que era esperable. 


La tempestad en el mar

 

Como se mencionó, desde Buenos Puertos la embarcación avanzó a un lugar estimado mejor por el piloto, en desmedro de la opinión de Pablo. Nuevamente las inclemencias del tiempo pusieron el viaje en peligro. La tripulación pudo detenerse detrás de la pequeña isla de Clauda (v. 16). La isla ofrecía suficiente protección para dar a la tripulación tiempo para prepararse para sobrevivir al próximo golpe.

 

Ya habiendo perdido la esperanza de salvarse, producto de una nueva tempestad que debieron enfrentar (v. 20), y creyendo que iban en dirección a Sirte (v. 17), el apóstol Pablo entrega un mensaje de esperanza, tanto para los tripulantes de la embarcación como para el mismo: "Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan solo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla." (Hch 27:21-26).

 

En la decimocuarta noche, siendo llevados por el mar Adriático (v. 27), los marineros intuyeron que se estaban acercando a tierra firme, por lo que lanzaron una sonda al agua para medir la distancia al fondo marino. El primer lanzamiento arrojó 37 metros de profundidad, mientras que la segunda vez la distancia se redujo a 27 metros. Los tripulantes ansiaban que se hiciese de día (v. 29), para tener mayor claridad de si realmente se estaban acercando a tierra. Hubo un intento de escape por parte de los presos, pero Pablo le indicó al Centurión que si no permanecían en la nave, no serían salvados. A esas alturas el Centurión tenía confianza en Pablo, tanto por su buena conducta como por sus intervenciones acertadas. Por otro lado, Pablo era ciudadano romano, lo que le otorgaba otro nivel de trato por parte del custodio. 

 

Pablo rogó a la tripulación que comiesen, debido a que llevaban muchos días de ayuno. Además, Dios le había prometido a Pablo que "ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá" (v. 34), en referencia a los tripulantes. Pablo comió agradeciendo a Dios, lo que impulsó a los demás también a comer y recuperar el ánimo. Después de satisfacer su apetito, lanzaron trigo al mar con el objetivo de alivianar la nave. Este episodio da cuenta de la bondad universal de Dios, el cual no sólo cuidó la vida del apóstol en medio de la tempestad, sino que también consideró la vida de los demás hombres que tripulaban la embarcación.

 

Finalmente, la embarcación encalló en una ensenada (v. 39), no de forma perfecta (v. 41), sino con destrucción del barco. Los soldados eran responsables de lo que sucedía con los presos, debiendo responder con sus propias vidas en caso de fuga. Por esta razón, los soldados acordaron matar a los presos antes que se arrancaran. Sin embargo, por la providencia de Dios el centurión impidió esta matanza protegiendo al apóstol Pablo. Finalmente, todos llegaron salvos a tierra, tal como el Señor lo había anticipado. 

 

Como señala John MacArthur, "Hechos 27 inicia con Pablo como prisionero, sin responsabilidad de nada o de nadie. Sin embargo, todo se alteró cuando una grave crisis golpeó al grupo con que viajaba. Para el final del capítulo, el prisionero Pablo se había convertido en el líder reconocido sobre todos. Su habilidad para tratar con una crisis lo elevó a ese papel" (1).

 

 

 



[1] John MacArthur, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos, Editorial Portavoz, USA, 2014. Pág. 636.

 

sábado, 23 de septiembre de 2023

Bosquejo 1º Pedro 3:8-17

 


1º Pedro 3:8-17

 

Conducta para vivir y amar la buena vida

 

8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; 9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. 

 

El apóstol finaliza acá la sección comenzada en 2:11, referida al testimonio cristiano en un mundo hostil, especificando varias esferas de la vida humana: "Tras referencias específicas a las relaciones civiles (2:13-17), a las relaciones en el lugar de trabajo (2:18-20), y a las relaciones con cónyuges incrédulos (3:1-7), Pedro ofrece a todos los creyentes una exhortación general, que les abrirá las puertas a la vida de bendición que Dios desea que disfruten".

 

Los miembros de la iglesia deben ser de un mismo sentir, expresión que apunta a mantener una unidad de propósito en todo tiempo, incluso enfrentando una persecución. El Señor Jesucristo oró con gran pasión por la unidad espiritual de todos los creyentes (Jn. 17:20-23), oración que fue contestada: los creyentes somos uno en Cristo (Ef. 4:4-6; cp. 1 Co. 6:17; 8:6). Esta realidad espiritual debería ser la base para la armonía visible en la iglesia. El elemento aglutinador de los miembros de la congregación es la morada del Espíritu Santo y el respectivo deseo de adorar a Cristo. Pues bien, cuando este "elemento aglutinador" pierde relevancia y presencia en la congregación, es fácilmente reemplazado por aspectos de tipo terrenal y lamentablemente, también de tipo carnal, lo que va en desmedro de la necesaria armonía que debe reinar en la iglesia. Cuando el Espíritu no está presente en la congregación, se tienden a reproducir los patrones mundanos de orden y afinidad, por lo que ya no es Cristo el que nos unifica, sino nuestros intereses y posiciones en la sociedad.

 

Compasivos significa "tener en común el mismo sentimiento", la compasión es una característica y/o atributo de Dios, Él muestra compasión de los hombres, tanto de sus hijos como de los que no lo son, permitiendo que todos puedan experimentar las bondades de la naturaleza: "Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" (Mt 5:44-45). Ser compasivo significa no ser insensible, indiferente ni crítico, ni siquiera con los perdidos. El amor fraternal que la palabra de Dios nos exhorta a vivir es un atributo de Dios íntimamente relacionado con la compasión. 

 

La misericordia que el apóstol nos llama a mostrar también se relaciona con la compasión y el amor fraternal. En otras palabras, no es posible ser compasivo pero no misericordioso y viceversa. La misericordia -al igual que la compasión- es un concepto que implica el accionar de sentimientos, en este caso referidos a "sintonizar" con alguien que nos ha dañado, evitando la retribución negativa que estimamos "se merece".

 

La expresión "amigables" está gramaticalmente relacionada con la humildad, la cual es una de las mayores virtudes en la vida cristiana (Mt 5:3, Lc 14:11, Ef 4:1-2). La humildad de Pablo viene de no atribuirse las fuerzas ni la capacidad de llevar a cabo las obras hechas, sino de reconocer siempre que ha sido un mero "instrumento" en las manos de Dios: "Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil 2:13). El Señor mismo trató a Pablo como un instrumento "porque instrumento escogido me es este" (Rm 9:15), dejando en claro que el autor de toda buena obra es Dios. 

 

La humildad es un rasgo que debería fluir automáticamente en el cristiano, o al menos en el que se encuentra lleno del Espíritu. El ejemplo supremo de humildad es el de Cristo Jesús "el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Fil 2:6-7). El Señor Jesucristo fue claro al describirse a sí mismo como un siervo, "Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mr 10:45). La verdadera humildad no consiste en la auto flagelación, ni en la auto humillación, sino en un corazón que estima a los demás como mejores a sí mismo: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo" (Fil 2:3). La verdadera humildad reconoce a Dios como el autor de las buenas obras realizadas. El humilde busca agradar a Dios y no tiene interés en crearse un buen nombre entre los hombres: "Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo." (Gal 1:10). 

 

De esta manera, el cristiano humilde no es el que lo anima una lógica franciscana de vida, ni tampoco el que publica su miseria. Se trata de alguien que glorifica a Dios con su vida, busca en primer lugar agradar a Dios siéndole fiel a sus estatutos, y no tiene temor al hombre, en otras palabras, no está interesado en la "reputación social" que puede construir en esta vida. 

 

Finalmente, la exhortación de no devolver mal por mal ni maldición por maldición, revela el corazón del amor de Dios derramado en el creyente (Rm 5:5). Es necesario la participación de un poder sobrenatural para que los hombres podamos hacer algo que es completamente contra naturaleza, dar bien por mal, como lo hizo el Señor: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rm 5:8). Aun siendo pecadores, o sea, ofensores de su santísima dignidad, aun así, Cristo murió en nuestro favor. Eso es la expresión máxima de devolver bien por mal. 

  

10 Porque:

El que quiere amar la vida

Y ver días buenos,

Refrene su lengua de mal,

Y sus labios no hablen engaño;

11 Apártese del mal, y haga el bien;

Busque la paz, y sígala.

12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos,

Y sus oídos atentos a sus oraciones;

Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

 

Esta es una cita del Salmo 34:12-16. Parte estableciendo una especie de "oferta" retórica, para todo aquel que quiera ver buenos días y amar la vida. Primero, debe ser capaz de controlar su boca, y evitar el engaño. En términos generales no debe evitar solo el engaño, sino también toda expresión que provenga de un mal subyacente. La palabra de Dios dedica extensas secciones al poder de "la lengua", simbolizando la capacidad del hombre de expresar contenidos pecaminosos: "Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal" (St 3:6-8). Evitar hablar engaño es estar comprometido con la verdad en todo lugar, y también contra toda mentira e hipocresía. 

 

La vida buena contemporánea -y quizá en toda época- asocia la "buena vida" a hacer lo que uno quiere hacer, o hacer lo que a uno le gusta. Sin embargo, Pedro nos mandata a hacer "el bien". Para el creyente no es difícil saber dónde está el "bien". El bien es Cristo y su voluntad expresada en su Palabra. Ahí está el secreto de la buena vida cristiana. De ahí se sigue el buscar la paz y seguirla. Los cristianos buscamos la paz de forma activa, tanto en la congregación como también con los que no conocen a Cristo. El único límite de la paz o de la actitud pacificadora de los cristianos esté en no comprometer la verdad.

 

Finalmente, el estímulo máximo para la buena vida es hallar el favor del Dios soberano que gobierna todo. "Los ojos del Señor" es una frase común del Antiguo Testamento que se relaciona con la vigilancia bondadosa y especial de Dios sobre su pueblo (Pr. 5:21; Zac. 4:10). El Señor está siempre consciente de todo en la vida de sus hijos. Esto ya debería ser un gran incentivo para la vida y para la tranquilidad y seguridad del creyente, saber que Dios está siempre pendiente de nuestras necesidades. En contraste, el Señor está en contra de aquellos que hacen el mal, y en su omnisciencia que lo ve todo, nadie podrá escapar. La ira de Dios es contra aquellos que hacen el mal y contra aquellos que desobedecen su Palabra (cp. Ap. 6:16).

 

13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? 14 Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, 15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. 17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. 

 

Cuando el cristiano sigue el "bien", o sea, una vida caracterizada por generosidad, altruismo, amabilidad y consideración hacia los demás, tal estilo de vida tiene la capacidad de refrenar el accionar incluso de los enemigos más acérrimos del evangelio. Está el impacto de la constatación de coherencia entre el discurso y la vida, se desencadena un respeto por la persona que vive de esta manera.

 

El versículo 14 nuevamente nos expone la bienaventuranza de padecer por causa del Evangelio. En Hechos 5:41, la sesión del concilio culmina con una nueva advertencia para Pedro y Juan: “no hablen en el nombre de Jesús”. Después de dicho esto son azotados y puestos en libertad. Lo realmente asombroso es la actitud de los apóstoles ante tal intimidación, pues se sintieron “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”. El apóstol Pedro, que siente gozo al ser tenido digno de padecer por Cristo, es el que alienta en su primera carta a los cristianos que están sufriendo la persecución: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pe 4:12-13). El misterio se profundiza cuando el apóstol Pablo, en referencia a las tribulaciones, dice: “A fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos” (1º Ts 3:3).

 

El mandato de "presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" podemos analizarlo en dos aspectos: si la persona que nos solicita explicaciones no es creyente, entonces lo que debemos presentarle con toda reverencia y mansedumbre es el Evangelio. No es necesario agregar más. Por otro lado, si la solicitud se relaciona con aspectos controversiales de la fe, entonces de la misma manera -mansa y reverente- debemos presentar argumentos para defender la sana doctrina. La pureza doctrinal es fundamental, más aún si entendemos que el ministerio de estorbar y distorsionar la Palabra de Dios corresponde a las huestes de maldad. La responsabilidad de custodiar y velar por la pureza doctrinal está reservada preferentemente a los pastores, los cuales por lo mismo no deben ser neófitos (1º Tm 3:6) y aptos para enseñar (1º Tm 3:3), distinguiendo claramente la verdad del error (Ti 2:1). 

 

Debemos saber diferenciar errores doctrinales de carácter involuntario de otros que son parte de estrategias activas de engaño y maquinación (2º Cor 2:11). Hay errores que necesitan corrección, pero también hay posturas más generales que son imposibles de corregir, y que sólo dan cuenta de la condición espiritual de quien las emite.

 

Finalmente, todas las exhortaciones presentadas tienen por propósito que el cristiano guarde un buen testimonio ante el mundo circundante. En su carta a Tito, en el capítulo 2, el apóstol Pablo comienza con una serie de exhortaciones sobre ser sobrios, serios, prudentes, no calumniadores, etc. El punto es que al finalizar su exhortación en el verso 5 señala: "...para que la palabra de Dios no sea blasfemada". En otras palabras, cuida tu testimonio tanto por beneficio propio, pero sobre todo, cuida tu testimonio porque es el marco del Evangelio, de la sana doctrina. En el mismo capítulo 2, versículos 9-10, el apóstol señala: "Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador".

domingo, 27 de agosto de 2023

Bosquejo 1 Pedro 3.1-7

 


1º Pedro 3:1-7

 

Deberes conyugales

 

1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa. 

 

Continuando con la línea de exhortación para tener un testimonio de vida cristiano, el apóstol Pedro entrega una serie de mandatos para la buena conducta en el contexto del matrimonio. Recordemos que un cristiano enfrentaba en aquel entonces -igual que ahora- constantes hostilidades en la vida cotidiana, debido a que las costumbres de la vida imperial eran muy distintas a las cristianas, en forma y fondo. Para las mujeres, las instrucciones son tanto de carácter como de apariencia, y en ambos sentidos el propósito es facilitar que ella pueda llevar a Cristo al marido no era creyente. 

 

La instrucción relativa a la sumisión de la mujer se debe comprender a la luz de la cultura romana. En ésta las mujeres recibían poca consideración o respeto, viviendo siempre bajo el poder del padre (cuando vivían con sus progenitores) y posteriormente bajo el poder del esposo (que gozaba de un poder sobre su mujer similar al que tiene el padre). Como señala John MacArthur: "la sociedad relacionaba a las mujeres como simples siervas que debían quedarse en casa y obedecer a sus esposos". De esta manera, en caso que el evangelio llegara sólo a la mujer en el contexto de un matrimonio, y no al esposo, la decisión de cambiar desde los ídolos imperiales a la fe en Cristo podía traer por consecuencia un grave maltrato por parte del marido no salvo. Por esta razón, ocurrida la conversión, la mujer debía saber cómo responder a su esposo no sólo para evitar el sufrimiento, sino que para llevarlo a Cristo también.

 

"Una actitud encantadora, amable y sumisa es la herramienta de evangelización más eficaz que tiene la esposa creyente (cp. Pr. 31:26; Mt. 5:16; Fil. 2:15; Tit. 2:3-5). Relacionado con eso se encuentra la responsabilidad de ellas de mostrar una conducta casta y respetuosa, manifestando su santificación a través de Cristo por medio de una vida compuesta de comportamiento irreprochable y puro hacia Dios y hacia sus esposos" (John MacArthur, Comentario a 1º y 2º de Pedro).

 

Es importante hacer mención que el pasaje en cuestión no indica que el hombre inconverso pueda llegar a los pies de Cristo sólo por observar la conducta adecuada de su mujer. De hecho, el capítulo 1 de esta misma carta señala que los cristianos somos “... renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1º Pe 1:23). De esta manera, queda más que claro que es la predicación de la Palabra de Dios por parte de la esposa la que puede salvar al pecador. La idea acá es que la esposa que vive en el marco de una vida en sujeción matrimonial al esposo, con una conducta casta y respetuosa, hará que el hombre tenga una mejor disposición a escucharla, y posiblemente salvarse.

 

Finalmente, es importante mencionar que el pasaje exhorta a la sumisión femenina desde un punto de vista meramente funcional. La Palabra de Dios establece claramente que no existen diferencias intrínsecas entre hombres o mujeres, por lo que no es correcto decir que los primeros sean más importantes o valiosos que las segundas. Gálatas 3:27-28 indica: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.

 

3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.

 

Como en toda cultura, lo considerado bello o atractivo tenía su particularidad en la Roma de aquellos años. La mujer, cuando quería arreglar su apariencia de forma especial, usaba "cabello trenzado en elaboradas formas, las mujeres pudientes trataban de mantenerse al día con las últimas y más costosas modas. Los llamativos adornos de las mujeres ricas, tenían el propósito de atraer la atención hacia ellas" (1). Al igual que en nuestros tiempos, la cultura grecorromana abundaba en aspectos superficiales: uso de cosméticos, tinturas de cabello con colores extravagantes, peinados ostentosos y porte de costosas joyas. En otras palabras, se buscaba lograr una apariencia extravagante, llamativa, la cual no excluía sugerencias de carácter sexual. Se entiende que es imposible, o al menos difícil, poder combinar en una misma persona una sumisión a las modas romanas con una actitud humilde y sobria, que exige el Señor. Por otro lado, una vestimenta inadecuada no es muy consistente con una disposición a predicar el evangelio. 

 

No obstante, y a modo de evitar una acusación de legalismo o fariseísmo, se debe señalar que este pasaje no está enseñando que la mujer sea desinteresada en su apariencia, o que andar a "cara deslavada" signifique "espiritualidad". Por ejemplo, la mujer en el Cantar de los Cantares aparecía como "hermosamente adornada", pero la diferencia está en el énfasis o en el grado de importancia que se le concede a estos aspectos.

 

La contraposición que hace el texto de la apariencia frívolamente trabajada es la de un corazón espiritual que expresa un espíritu afable, apacible en carácter, algo muy valorado por el Señor. Para desarrollar un carácter de este tipo se requiere tener una perspectiva espiritual de la vida, humilde, con dependencia y satisfacción en el Señor. La palabra "afable" refiere a una actitud humilde, mientras que la palabra "apacible" significa "calmado" o "tranquilo". Estos atributos estaban presentes en grado supremo y perfecto en el Señor Jesucristo, por lo que cuando una mujer los desarrolla sabiamente se convierte en alguien de gran estima para Dios. 

 

El texto describe que el atavío de una mujer debe ser el de un "incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible" (v.4), lo que es la situación inversa a seguir las modas pasajeras que constantemente provee este mundo: "Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1º Jn 2:17). Sin duda que la influencia de este mundo se impone drásticamente sobre los hombres, y los cristianos no estamos exentos de aquello, no es fácil el vencer la influencia explícita o tácita de la cultura circundante.   

 

7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

 

Las instrucciones no sólo son para las mujeres, sino que también hay deberes para los hombres. La palabra "igualmente", del versículo 7, indica que en alguna medida los deberes de los esposos también tienen que ver con sometimiento, en este caso, a la voluntad de Dios.

 

La expresión "vivir con ellas sabiamente", en el contexto de esta carta, tiene que referirse a vivir de tal manera que la esposa reciba un trato digno de un hombre transformado por el poder de Dios. En el capítulo 2 el apóstol instruye al creyente a comportarse adecuadamente ante las autoridades civiles, de modo que el evangelio no sea blasfemado, también se instruye a tener una buena conducta en el contexto laboral, de modo que ahí tampoco hayan motivos para que el evangelio sea atacado. Continuando con este tipo de exhortaciones, Pedro mandata al hombre creyente a comportarse con su mujer de la misma manera que Cristo trató a su Iglesia, el cual es el ejemplo máximo de sabiduría y perfección. Describir una conducta sabia es un ejercicio muy amplio, puede abarcar todo tipo de situaciones, desde formas de expresión verbal o no verbal, el nivel de atención, la consideración, el respeto, fidelidad, etc. 

 

La mujer es llamada "un vaso más frágil" no por una condición intrínseca de valor inferior al varón, sino más bien se refiere a su fuerza física. Recordemos que en aquellos tiempos la provisión para el hogar se generaba casi siempre en base a un duro y arduo trabajo físico. Entre las ocupaciones en el imperio se cuentan las referidas a la agricultura, ganadería y elaboración de diversos elementos en metal. En un nivel más alto estaba la carrera militar, la que también incluía una serie de sacrificios físicos. Sólo una minoría tenía acceso a trabajos donde predominaba la actividad intelectual, como abogados e incluso contadores. 

 

Finalmente, la idea de la mujer como "coheredera de la gracia de la vida" hace referencia al compañerismo entre los cónyuges. En el Imperio, por lo general los esposos no estaban interesados en tener amistad con sus esposas, y esperaban simplemente que ellas mantuvieran cuidada la casa y criaran a los hijos. Como muchos podrán notar, este "formato familiar" no se agotó en el imperio antiguo, sino que también sirve para describir lo que eran las relaciones matrimoniales sólo pocas décadas atrás, en nuestros países. Ante esto, el apóstol instruye al creyente a crear una relación de compañerismo y amistad mutua entre los cónyuges, entendiendo que la relación conyugal es una de las mayores bendiciones que el Señor ha dado a los hombres, tanto creyentes como no creyentes. La relación matrimonial se debe caracterizar por una comunicación horizontal y respetuosa. Parece una receta de libro de autoayuda, pero es la exhortación de la Palabra de Dios. 



[1] Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia, 2019. Pág. 709.

sábado, 29 de julio de 2023

Bosquejo 1º Pedro 2:11-25



 

Sección I. Mostrar buena conducta ante los gentiles

 

11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, 12 manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.

 

La expresión "extranjeros y peregrinos" alude al pueblo de Dios esparcido entre las naciones, de la misma manera que el pueblo de Dios en el AT también era referido, "La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo" (Lv 25:23). Los cristianos del primer siglo vivían repartidos entre las naciones, mientras el pueblo de Dios del AT vivía junto, pero rodeado de naciones paganas, por lo que su vivencia en esta tierra también se entendía en términos de extranjería y peregrinaje. Los "deseos que batallan contra el alma" refieren a las pasiones carnales que son contra el Espíritu, eso en particular se desprende de la palabra "deseo". Estos no se agotan en lo sexual, sino también a otros deseos humanos que gatillan toda clase de codicia, avaricia, celos, envidias, etc.

 

Como hemos mencionado antes, los cristianos en esta época temprana recibían un trato bastante hostil de parte de la gente común no creyente, tanto gentiles como judíos. Los gentiles normalmente atacaban a los judíos, pero con el tiempo fueron ampliando el destino de sus ataques a los cristianos, a los cuales entendían como una secta dentro del judaísmo. Justamente por esta razón Pedro entrega este "código de conducta", que se desarrolla entre 2:13 y 3:12, la idea es que la gente no tuviera razón válida para criticar o denostar a los creyentes. 

 

La apelación al "día de la visitación" es otra forma de expresar el día del juicio final, momento en que todo ser humano, incluido los gentiles, tendrán que dar cuenta a Dios de su vida. En nuestra teología, el cristiano redimido tendrá un lugar distinto en este evento, ya que ha sido salvado por la sangre de Cristo y no tiene parte en la condenación eterna.

 

En general, todas las exhortaciones que entrega Pedro son tanto un fin como un medio. ¿En qué sentido son un fin? Dios demanda a sus hijos santidad: "porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (1º Pe 1:16). ¿Por qué son un medio? porque tienen por propósito construir carácter cristiano en el creyente, de modo que este "carácter cristiano" sea un marco adecuado para la predicación de la Palabra de Dios. 



Sección II. Subordinación a las instituciones humanas

 

13 Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, 14 ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. 15 Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; 16 como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. 17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.

 

El término traducido "gobernantes" incluye a los diferentes personeros que ocupaban puestos de mando en el imperio, tanto quienes gobernaban las provincias imperiales como representantes del emperador y procónsules. Estos representantes de Roma gobernaban la mayor parte del imperio. Todos estos eran enviados por el emperador y se esperaba que administraran la justicia. Dado que la mayoría de los lectores de Pedro estaban directamente bajo el mando de gobernadores (puestos por el emperador), cuando Pedro hace mención al "rey" (v. 13) probablemente se está refiriendo al emperador romano. Los reyes súbditos de otras regiones del imperio ejercían su mando en subordinación a los intereses de Roma. No es probable que Pedro tuviera en mente a este tipo de reyes al hacer la mención en el verso 13. Como mencionamos más arriba, estas exhortaciones tienen por propósito disminuir las hostilidades que los gentiles le propinaban al pueblo de Dios.

 

Esta sección escrita por el apóstol Pedro es muy similar a lo expresado por Pablo en Romanos 13: "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos"

 

Ambos pasajes podrían ser controversiales, sin embargo el creyente debe tener claro que antes que cualquier posición política o cultural personal o particular, está la obediencia a la Palabra de Dios. La instrucción bíblica debe tener una prerrogativa sobre las preferencias personales o familiares. 

 

En segundo lugar, hay que entender correctamente el sentido de estos versículos. La Palabra de Dios de ninguna manera exige del creyente un culto o una adoración al líder, ni tampoco compartir el punto de vista de la autoridad de turno. Lo que la Biblia exige del cristiano es respeto y reconocimiento hacia la autoridad; es posible el disenso e incluso la crítica, pero ambas deben ser expresadas en el marco del respeto a la institucionalidad existente. 

 

En definitiva, el sometimiento a la autoridad exhorta al respeto y obediencia a la estructura política del Imperio Romano, instrucción que actualizada a nuestros días -como diría un abogado- equivaldría al debido respeto al Estado de Derecho, a la Constitución y a las leyes. 

 

Sección III. El ejemplo de Cristo

 

18 Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. 19 Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. 20 Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. 21 Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; 24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

 

Esta sección hace un paralelo entre los padecimientos injustos que sufrían los esclavos en este periodo, con el sufrimiento del Señor Jesucristo. Como señaló un erudito: "La paciencia mientras se sufre un castigo merecido no es una virtud, pero el cristiano está llamado a aceptar aun el tratamiento rudo de un amo injusto. Esto le hace ganar la alabanza del Señor. El perseverar en hacer el bien, y el ser pacientes bajo el sufrimiento, aún pueden ser considerados como el llamado del cristiano, así como fue una parte de los sufrimientos de Cristo". 

 

El Señor Jesucristo señaló algo similar: "Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." (Mt 5:43-48).

 

El paralelo es una forma de expresar el amor de Dios, el cual se ofrece a hombres que pecan directamente contra él mismo Dios: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rm 5:8). Esta actitud refleja un carácter humano cambiado de forma sobrenatural por Dios. Un escritor una vez dijo lo siguiente:

 

Devolver mal por bien es de un demonio

Devolver mal por mal es de una bestia

Devolver bien por bien es humano

Devolver bien por mal es de Dios

 

Sólo un corazón regenerado por el poder de Dios puede llegar a dar algo bueno a quien le ha reportado padecimientos injustos.

 

El Señor "no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente". El Señor mostró humildad y dominio propio, y utiliza justamente a hombres humildes como instrumentos para llevar a cabo sus planes. Santiago cita el Salmo 147:6 en su carta: "Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Santiago 4:6). Exactamente el mismo texto es citado por el apóstol Pedro: "Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes" (1º Pedro 5:5). 

 

Los últimos versículos, citas del profeta Isaías, profundizan en la obra redentora de Cristo. La muerte del Señor ha provisto del único pago que satisface la justicia de Dios por el pecado que cargamos. Cristo es el mediador entre un Dios santo, justo, amoroso y una humanidad caída en pecado. Es la acción de Dios en Cristo, a favor del pecador, el que le libra de la condenación eterna y abre la entrada a los lugares celestiales. 

 

Al creer en Cristo el hombre pone su deuda en el Salvador, le imputa su pecado. Así Cristo se hace ofrenda por el pecado (2ª Chor 5:21), paga la sentencia y cancela la deuda del hombre con Dios. La justicia de Dios es satisfecha y se hace posible que el hombre reciba el perdón, ya que Cristo pudo satisfacer la sentencia por el pecado que había establecido el Padre. El hombre recibe este beneficio por gracia, o sea, sin apelación a méritos propios, ni siquiera a potenciales. 

 

domingo, 18 de junio de 2023

Bosquejo 1º Pedro 2:1-10

 



 

Sección 1

 

1 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, 2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, 3 si es que habéis gustado la benignidad del Señor.

 

El capítulo 1 se cierra con una exhortación central: "amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro" (1º Pe 1:22). No es sorpresa saber que todo renacido tiene que manifestar amor por sus hermanos (1º Jn 2:9-11), y ese amor, producto del Espíritu de Dios que habita en nosotros (Rm 5:5), nos habilita a crecer en santidad, una vida de integridad, no de simulación o hipocresía. Se debe luchar activamente contra los pecados de la carne, hipocresía y envidia incluidas. También se debe luchar contra otras "detracciones", palabra que apunta a toda forma de difamación: maledicencia, calumnia, murmuración.

 

El Señor señaló: "Escrito está: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»" (Mt 4:4). Al ser salvados, los cristianos conocemos la bondad de Dios y eso nos impulsa a buscarle para crecer espiritualmente, por un deseo de conocerle más a él. El impulso puesto por Dios en el corazón del creyente, a través de la presencia del Espíritu Santo, debe mover al cristiano -de su propia voluntad- a buscar alimento espiritual. Job le declaraba al Señor: "Del mandamiento de sus labios no me he apartado, he atesorado las palabras de su boca más que mi comida" (Job 23:12). El autor del salmo 1 señala: "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche". (Sal 1:1-2). Sin embargo, no podemos olvidar la presencia del pecado en nosotros y la correspondiente batalla espiritual: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne..." (Gal 5:17). 

 

Si bien algunas versiones no traducen el verso 3 como un condicional (si es que habéis gustado la benignidad del Señor), la mayoría de las versiones sí lo hace, y corresponde a la estructura textual del idioma original. Dicho esto, debemos aceptar que todo renacido tendrá en su interior un deseo espiritual puesto por el mismo Dios, deseo que en algunos casos es intenso, como el de un niño recién nacido que llora por leche materna, pero que en otros casos, producto de la influencia del pecado, apenas se percibe.

 


Sección 2

 

La piedra viva

 

4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo cual también contiene la Escritura:

 

He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;

Y el que creyere en él, no será avergonzado.

7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,

La piedra que los edificadores desecharon,

Ha venido a ser la cabeza del ángulo;

8 y:

Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,

porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.

 

Cristo, la piedra reprobada por los edificadores (la nación de Israel) ha venido a ser la cabeza preeminente de la Iglesia (Ef 2:19-22). Romanos 9 refiere a Cristo como la “piedra de tropiezo” que hizo caer a Israel, pues buscaron la justicia de Dios a través de las obras de la ley y no por la fe (Rm 9:32-33). Sin embargo, para Dios su Hijo es precioso y escogido para la redención desde antes de la fundación del mundo (1º Pe 1:20). 

 

Los cristianos somos llamados por el apóstol Pedro "piedras vivas", en referencia a nuestra identificación con Cristo, la "Piedra Viva" del versículo 4. Ejercemos un sacerdocio santo por medio de la obra de Cristo, pudiendo establecer comunicación directa con Dios por medio del Espíritu Santo y gracias a la obra expiatoria del Señor Jesús. Además, podemos ofrecer sacrificios aceptables a Dios, nuevamente por los méritos de Cristo y sólo a través de su poder (de lo contrario no serían aceptables). Romanos 12:1 nos llama justamente a eso, a entregar nuestra vida completa en sacrificio agradable a Dios.

 

La descripción del apóstol Pedro de Cristo como piedra del ángulo, es una cita combinada de Isaías 28:16, Salmo 11:22 y Isaías 8:14-15. Se trata de un contenido similar a lo expresado por Pablo en 1º Corintios 1:20-24, donde distingue entre judíos y gentiles respecto de la recepción de la palabra de la cruz: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios."

 


Sección 3

 

El pueblo de Dios

 

9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.

 

Los gentiles, el olivo silvestre injertado contra naturaleza en el buen olivo (Rm 11:17-24), somos parte del pueblo elegido por Dios desde la eternidad. En el antiguo pacto ese pueblo tuvo características étnicas, nacionales y una serie de estatutos específicos. En el nuevo pacto, ese pueblo elegido es la iglesia, la que incluye todo tipo de nacionalidades, no sólo hebreos. Nuevamente el apóstol Pedro trae a colación elementos del Antiguo Testamento en su descripción del pueblo cristiano. Como mencionamos, somos un pueblo de sacerdotes santos adquiridos por Dios, no desde el mismo punto de vista en que Aaron o los levitas fueron sacerdotes, sino únicamente por medio de la obra expiatoria, propiciatoria, redentora y salvadora de Cristo, la que permitió que podamos tener comunión directa con Dios.

 

Tenemos un supremo llamamiento a predicar la palabra de Cristo, el evangelio de salvación, en particular "las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable". Es notable que Pedro específique que el anuncio del cristiano debe tratar de Cristo mismo, no de nosotros los hombres, y en caso que nos citemos, ojalá sea sólo para ilustrar la necesidad de salvación que tenemos. El anuncio de los cristianos debe tratar abundantemente de la persona de Cristo, su papel previo a la encarnación, su vida perfecta, su obra redentora y su rol actual de intercesión ante el Padre (las virtudes de aquel). El mensaje cristiano anuncia y magnifica las virtudes de Cristo, no las supuestas "hazañas" nuestras.  

 

Finalmente, recordemos que la misericordia es un atributo de Dios que sólo beneficia a los creyentes. Para los muertos en delitos y pecados, Dios solo muestra compasión y/o bondad al permitirles respirar o disfrutar de las diversas amenidades de la creación. Sin embargo, los inconversos no verán misericordia en la eternidad, puesto que su transgresión no será pasada por alto, Dios inexorablemente ejecutará la sentencia correspondiente contra ellos.  

Cristo dio por mi sangre carmesí

  Yo confío en Jesús y salvado soy, por su muerte en la cruz, a la gloria voy.   Cristo dio por mí sangre carmesí, y por su muerte en la cru...