“…lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” 1º Corintios 2:13
El problema
Muchas veces tuve la desdicha de oir cosas del tipo:
“¡No dejes que ese Goliat venza en tu vida, saca fuerza interior y conviértete en un David triunfador!”
“Elías estuvo deprimido y asustado por las amenazas de Jezabeel; tú no te dejes amedrentar por ese mal jefe o por las deudas que debes pagar”.
Estas frases siempre provocaron rechazo en mi cabeza, se encendía la alerta que algo no andaba bien. En honor a la verdad, no sabía qué es lo que no andaba bien. Algo no cuadraba, pero era complicado explicarlo.
De hecho, es complejo construir el argumento para afirmar que este tipo de predicación no viene de Dios, después de todo se trata de sermones que utilizan la Biblia, que tratan sobre algún problema humano y que con “la mejor intención del mundo” buscan remediar. Además, las moralejas suelen ser coherentes con la moral cristiana. Sin embargo, algo me decía que esto no era de Dios.
Este tema cobra especial relevancia si lo enfocamos bajo un prisma sociológico. ¿Cuántas iglesias evangélicas predican sermones de este tipo? ¿qué proporción del total de personas que a si mismas se llaman cristianas oyen sólo esto? Este tipo de predicación ha tenido una gran influencia en la iglesia evangélica contemporánea. Como soy hombre de estadísticas, inferiré que más del 70% de los evangélicos debe sufrir este tipo de predicación. No creo equivocarme al decir que en la actualidad la mayor parte de la iglesia evangélica oye sermones con los ingredientes antes descritos.
El argumento
Primero, la Palabra de Dios trata sobre verdades espirituales aplicadas a un hombre regenerado, sólo el que ha nacido de nuevo puede vivir y comprender esa vida espiritual. Además, la Palabra de Dios exhorta con recurrencia a poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col 3:2), ya que nuestra ciudadanía es celestial (Fil 3:20), no amamos al mundo ni las “cosas” que están en este mundo (1ª Jn 2:15). La sana doctrina requiere que fijemos nuestra mirada en lo espiritual: el Señor Jesucristo, su obra expiatoria, su resurección, el mensaje del Evangelio, la esperanza de su segunda venida, crecer en santidad (Ti 2:11-14). Desde esta perspectiva podemos decir que las temáticas espirituales son el “horizonte de sentido” de la Palabra de Dios, no lo material. Ahora bien, ¿qué sucede con esto último? El Señor dice que los recursos que necesitamos para la vida material “serán añadidos”, pues valemos más que las aves del cielo que Dios alimenta (Mt 6:25-26). A diferencia de lo que sucede con las múltiples variantes de la teología de la prosperidad, la Palabra de Dios no enfatiza en las condiciones materiales de existencia, sino que le asigna un lugar secundario (sino terciario). El cristiano responsable debe confiar en que el sustento viene de Dios, mientras su mirada esta puesta en el cielo, tal como los apóstoles miraban al Señor en su ascención (Hch 1:11).
Ahí está el meollo del asunto. Los temas espirituales solo pueden ser discernidos por un hombre en el cual mora el Espiritu Santo, o sea, un cristiano genuino (1ª Cor 2:14). Para la audiencia no cristiana los temas espirituales son una pérdida de tiempo, una locura en el mal sentido, una tontera. De hecho la palabra “tontera” sería una traducción más exacta de la palabra griega traducida por “locura” en 1º de Corintios 1:18. Para el hombre natural (que está fuera y dentro del templo) lo espiritual no tiene sentido.
Como consecuencia, cuando la audiencia no tiene el Espíritu Santo morando en si, se usa mal la Palabra de verdad (2ª Tim 2:15). La exégesis es pobre, y la idea abstraída se orienta sólo a la vida cotidiana: al trabajo, a los negocios, a las presiones laborales, a cumplir con las deudas, a los problemas de salud, a las relaciones familiares; en definitiva, cualquier tema comprensible por un hombre natural.
La conclusión
Así como existe un hombre natural y un hombre espiritual, también hay una exhortación seudobíblica con aplicación terrenal y una exhortación bíblica con aplicación espiritual, la que requiere de una audiencia con la capacidad de “discernir espiritualmente”. Si volvemos al ejemplo inicial, la depresión de Elías por la amenaza de Jezabeel no es una alegoría de la angustia de tener un mal jefe o cuentas sin pagar. La enseñanza de la historia de Elías se aplica a nuestra vida espiritual, la cual se debe relacionar a Cristo, al Evangelio y a los padecimientos que éste conlleva. Estos nos pueden llevar a sentir angustia, quizá depresión alguna vez, pero debemos saber que Dios estará presto a socorrernos. Cuando la audiencia tiene la posibilidad de discernir lo espiritual, lo espiritual se aplica a lo espiritual.
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