Romanos 13:1-2
"Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos."
Sin duda que es un pasaje controversial en las Escrituras, en particular para las personas que provienen de contextos politizados. Es usual en las iglesias oir el rechazo visceral de algunos hermanos ante el mandato de someterse a la autoridad, en especial cuando se milita en la “vereda opuesta”.
¿Cómo enfrentar esta situación? En primer lugar, el creyente debe tener claro que antes que cualquier posición sociopolítica o cultural, está la obediencia a la Palabra de Dios. La instrucción bíblica debe tener una prerrogativa sobre las preferencias personales o familiares.
En segundo lugar, hay que entender correctamente el sentido de estos versículos. La Palabra de Dios de ninguna manera exige del creyente profesar culto al líder, ni tampoco compartir necesariamente el proyecto de sociedad de la autoridad de turno. Lo que la Biblia exige del cristiano es respeto y reconocimiento hacia la autoridad; es posible el disenso e incluso la crítica, pero ambas deben ser expresadas en un marco de respeto a la institucionalidad vigente.
En definitiva, el sometimiento a la autoridad es una exhortación del apóstol Pablo al respeto y obediencia a la estructura política del Imperio Romano, instrucción que actualizada al año 2020 -como diría un abogado- equivaldría al debido respeto al Estado de Derecho, a la Constitución, a las leyes y al ordenamiento institucional que de ellas se desprende. Debemos ser respetuosos de las autoridades, y también debemos cumplir con la legislación particular, como la ley del tránsito, por ejemplo.
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