viernes, 14 de agosto de 2020

La modernidad y la doctrina de la predestinación


Rechazo visceral de la doctrina 

Primero que todo, empezaremos con una definición de la doctrina de la predestinación:

 

“La palabra "predestinación" no siempre se usa en el mismo sentido. Algunas veces se emplea simplemente como sinónimo de la palabra genérica "decreto". En otros casos sirve para designar el propósito de Dios respecto a todas sus criaturas morales. Sin embargo, con más frecuencia denota "el consejo de Dios con respecto a los hombres caídos, incluyendo la soberana elección de algunos y la justa reprobación del resto”. L. Berkhof, Teología Sistemática, Capítulo 10.

 

No es fácil explicar el porqué esta doctrina genera tanta oposición en los círculos evangélicos. Algunos piensan que rechazar la predestinación es un repudio velado a la idea de un Dios soberano, pero no estoy seguro de eso. Tiendo a pensar que los que la rechazan ven en ella a un Dios injusto y a una humanidad prisionera de un destino inexorable.

 

A excepción de la “renaciente” Iglesia Presbiteriana, me atrevería a decir que el rechazo a la doctrina de la predestinación es amplio y quizás mayoritario en el contexto de las iglesias evangélicas. Normalmente suceden dos situaciones; o se evita toda mención a la doctrina o se eluden olímpicamente los pasajes bíblicos que la tratan de forma explícita. La predestinación genera una gran incomodidad cuando es invocada, pues a pesar de ser rechazada por la gente, la Palabra de Dios la reivindica claramente. La fuerza y el temor que genera esta doctrina está en su contundente e incuestionable base bíblica.

 

Para intentar dar una respuesta al porqué de esta reacción “anti predestinación”, recurriré a la producción teórica de la sociología. Es pertinente construir una respuesta desde ahí, ya que estamos tratando sobre reacciones humanas ante elementos culturales.

 

Lo que define a la modernidad

 

La modernidad es entendida por Alain Touraine como la única época de la historia que ha constituido “sujetos”. ¿Qué es un “sujeto” en esta definición? Un “sujeto” es una persona consciente de hacer su propia historia, de construir libremente su propia vida. Dicho de otra forma, si alguien piensa que su destino estaba escrito el día de su nacimiento, esa persona no sería “moderna” en este sentido. Pero si alguien es consciente que su vida depende de su esfuerzo, mérito y de las decisiones que tome, aquel sí es una persona genuinamente “moderna”.

 

A diferencia de la modernidad, en la Edad Media las personas ni siquiera se cuestionaban la posición social que les tocaba vivir. En la mayoría de los casos se nacía como parte del Estado Llano (que incluía pequeños burgueses, campesinos, artesanos, mendigos y esclavos), mientras unos pocos nacían destinados a ser nobles. Nadie pretendía cambiar su posición de nacimiento, no estaba ni siquiera en la mente de las personas. Se asumía que cada cual vivía la vida que le habían asignado. Como se mencionó, la modernidad se define en oposición a esta mentalidad, se rechaza la idea que el destino de cada persona esté escrito al momento de nacer.

 

Raymond Aron, otro famoso pensador social, señala que “la sociedad moderna es aquella que hace de la dinámica del cambio la condición de su existencia”. En otras palabras, sólo la modernidad es capaz de generar sujetos que se consideran capaces de impulsar cambios sociales, de construir ellos mismos sus propias vidas y comunidades, por eso los movimientos sociales son manifestaciones sólo existentes en los tiempos modernos. La modernidad se relaciona con la Ilustración y su reivindicación de la razón humana como base del conocimiento de la realidad, en desmedro de toda explicación metafísica. En otras palabras, ingresa la ciencia, sale la religión.

 

El fundamento de la modernidad se cruza con la Biblia

 

Si alguien en nuestro tiempo defendiera la idea que su vida estaba escrita en detalle antes de nacer, probablemente se le ridiculizaría. La libre agencia o voluntad de acción es la clave para entender al sujeto moderno. La conciencia de que es “uno mismo el que construye su propio destino” es una conciencia que solo crea la sociedad moderna.

 

Dicho todo lo anterior, nos acercamos al tema que quiero defender. La tesis es que el problema que tienen algunos con la doctrina de la predestinación es que ésta choca con el ideal de la modernidad. En este choque mental, es la mente del hombre moderno la que no sabe como acomodarse ante la doctrina, es como que si el aire adquiriera masa y uno chocara sin poder avanzar y sin ver con qué se está chocando. Aceptar que Dios “nos escogió en él antes de la fundación del mundo...” (Ef 1:4) está en abierta oposición a ser un “hijo de la modernidad”; es volver a instalar la idea de un “libreto” previo al nacimiento. En este caso, se trata de un “libreto” escrito desde la eternidad.

 

El mundo suele asociar a Calvino con la “doctrina de la predestinación”, pero se la presenta como una excentricidad de fanáticos religiosos, un absurdo para los tiempos modernos. Creo que sólo una mente transformada por el poder de Dios (1º Cor 1:16) está en condiciones no sólo de aceptar este misterio, sino también de sentir gozo, tranquilidad y confianza en el hecho que sea Dios quien controle todas las cosas.

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