jueves, 24 de diciembre de 2020

Primer viaje misionero: Antioquía de Pisidia (Hechos 13:13-52)


De Chipre a Antioquía de Pisidia


La actividad en la isla de Chipre terminó y el equipo de misioneros zarpan con dirección a Perge, en Asia Menor. En este lugar Juan Marcos deja a Bernabé y a Pablo, pero no sabemos las razones de su deserción. Se han dado algunas hipótesis, como que Juan habría sentido temor de la persecución o que se habría sentido incómodo con el creciente liderazgo de Pablo. Sin embargo, sólo son conjeturas.

 

Desde Perge se dirigieron a Antioquía de Pisidia (1), en particular a la sinagoga de aquella ciudad, llegando justo en el día de reposo. Las visitas a las sinagogas eran una táctica permanente en las misiones de Pablo; con seguridad los presentes estaban mejor dispuestos a escuchar la Palabra de Dios y también era más fácil poder presentar al Mesías a una audiencia que conocía la profecía del Antiguo Testamento. Además, al ir primero a las sinagogas de cada ciudad, el evangelio se predicaba primeramente a los judíos (Rm 1:16).

 

La predicación de Pablo


La sinagoga de Antioquia de Pisidia se dispone favorablemente a escuchar la exhortación de Pablo, el que lleva la palabra tanto a los israelitas como a los temerosos de Dios (gentiles prosélitos). Pablo comienza describiendo la historia de Israel desde el cautiverio en Egipto hasta la aparición del Rey David, del cual dice Dios que fue “varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hch 13:22). La mención de la historia de Israel tiene por propósito presentar al Señor Jesucristo como un descendiente de David, descubriendo ante la audiencia su linaje mesiánico. Pablo hace mención de Juan el bautista, el cual también da cumplimiento a la profecía, predicando el arrepentimiento a Israel justo antes de la venida de Cristo (Is 40:3, Mal 3:1). 

 

Habiendo mencionado el linaje de Cristo y su rol central en el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a los patriarcas, Pablo ahonda en la vida, muerte y resurección del Señor, citando pasajes de las Escrituras que anticipaban estos acontecimientos. El evangelio es la buena noticia de la muerte y resurección del Señor Jesucristo, eventos que abren la posibilidad de reconciliación con Dios tanto a judíos como a gentiles. En Romanos 1:4 Pablo dice que Cristo fue “declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”, en otras palabras, su resurección puso de manifiesto a aquella generación de hombres que el crucificado era el Hijo de Dios.

 

La mención del salmo 2 “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hch 13:33) se relaciona con la eternidad del Hijo de Dios, con una comunicación de esencia y vida del Padre al Hijo desde toda la eternidad. Por esta misma razón era imposible que el eterno Hijo de Dios hubiera sido partícipe de la corrupción asociada a la muerte, de ahí la cita al salmo 16 “Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción”. El Señor Jesucristo triunfa sobre la muerte por cuanto era imposible que fuera retenido por ella. 

 

Sólo por medio de la persona de Jesucristo existe la posibilidad de perdón de pecados para los hombres. La doctrina de la justificación por la fe se sintetiza en 2ª Corinitos 5:21 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. En otras palabras, el Cristo impecable cargó nuestro pecado y pagó nuestra deuda ante Dios. Como contrapartida, Cristo nos imputa su justicia y sólo por esa razón somos aceptables a Dios; eso significa que Cristo nos “justifica” en él ante Dios. 

 

La ley de Moisés no tuvo la capacidad de “imputar justicia” al hombre que intentaba cumplirla, por eso nunca fue un ministerio de justificación, sino de condenación. La buena noticia es que por medio de la fe en Cristo sí hay justificación posible para todo aquel que cree y se arrepiente. La cita de Habacuc 1:5 da cuenta de lo increíble y sencillo que resulta al ser humano la posibilidad de ser reconciliado con Dios, lo cual es hecho en base a una obra de Dios mismo, “Porque yo hago una obra en vuestros días” (Hch 13:41). La gracia soberana de Dios ha hecho esto posible (Mt 19:26).


La oposición de los judíos

 

Llama la atención la buena recepción que tuvo el evangelio entre los oyentes de esta sinagoga, tan así fue que solicitaron a Bernabé y a Pablo que volvieran la semana siguiente a continuar la exposición. Sin embargo, no tardaron en aparecer los que están puestos para estorbar la verdad. Como sucedió anteriormente con el caso de Barjesús en Pafos, cuando está presente la predicación del evangelio verdadero, también habrá estorbo de las huestes de maldad. “Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando” (Hch 13:45).

 

Pablo y Bernabé hablaban con denuedo, atributo que tiempo atrás el mismo Bernabé esgrimió para confirmar la conversión de Pablo ante los apóstoles que desconfiaban de él (Hch 9:27). Recordemos que los mismos apóstoles oraban al Señor pidiendo denuedo para predicar la palabra (Hch 4:29). La cita a Isaías 42:6 y 49:6 constituye una bella motivación para el cristiano al saber la consideración que tiene Dios de los portadores del mensaje de salvación: “Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra” (Hch 13:47).

 

La dinámica de la predicación

 

El verdadero evangelio provoca un profundo regocijo en todos los que creen, además de un conmovedor deseo de glorificar a Dios. Esta era la condición de todos aquellos que oyeron y creyeron al evangelio en Antioquía de Pisidia. Lucas agrega un breve reporte del avance del Reino de Dios: “Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia” (Hch 13:49). 

 

A pesar del estorbo de los judíos, los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

 

 



[1] Una de las ciudades fundadas por Seleuco Nicátor en honor de su padre Antí­oco. Situada al NE de Colosas y Laodicea y al NO de Iconio y Listra, era conocida como centro comercial importante. La ruta entre Perge y Antioquía de Pisidia era conocida por la cantidad de ladrones que abundaba por los peligrosos caminos.

 

domingo, 20 de diciembre de 2020

Primer viaje misionero: De Antioquía de Siria a Chipre (Hechos 13:1-12)



La iglesia en Antioquía de Siria

 

El capítulo 13 comienza con la iglesia de la ciudad de Antioquía, la que se constituyó en una verdadera “base de operaciones” para el apóstol Pablo. Fue en este lugar que a los creyentes se les llamó por primera vez “cristianos” (Hch 11:26), aunque los registros históricos indican que ese apelativo era más bien burlesco. La iglesia en Antioquía de Siria contaba con un buen equipo de profetas y maestros dedicados al ministerio espiritual “Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo” (Hch 13:1). Poco se sabe de estos nombres, a excepción de Bernabé y de Saulo, por cierto. 


Es importante hacer una mención en relación a los oficios de profeta y de maestro; el primero apunta a una actividad similar a la de los profetas del Antiguo Testamento, pero con un marco más acotado. La aparición de profetas en el libro de Hechos, tanto en el capítulo 11:28 como en 21:10-11, muestra que sus revelaciones son de tipo práctico y no doctrinal (una instrucción para ayudar a los hermanos a enfrentar una hambruna en Judea, o la advertencia a Pablo que sería agredido en Jerusalén al finalizar su 3º viaje misionero). La revelación doctrinal en el Nuevo Testamento estuvo siempre reservada a los apóstoles principalmente. En el caso de los maestros, su ministerio se relacionó con facilitar a los hermanos la comprensión de la verdad bíblica, la cual muchas veces es difícil de entender. Recordemos la expresión del apóstol Pedro sobre el contenido de las cartas de Pablo “…como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2ª Pedro 3:15-16). Comúnmente las cosas “dificiles de entender” constituyen el insumo preferido de los falsos maestros en la elaboración de sus enseñanzas.

 

El Espíritu Santo instruye directamente a los hermanos señalando la misión que estaba preparada para Bernabé y a Saulo. Nótese que la narrativa presenta en primer lugar a Bernabé y luego a Saulo, lo que da cuenta del liderazgo misionero en ese momento. El primer viaje misionero comienza con la imposición de manos de parte de la iglesia, como un símbolo de identificación y bendición. De esta manera, la iglesia de Antioquía "patrocinó" la misión, la cual nunca es una aventura surgida de la voluntad individual.

 

Es de destacar que los maestros y profetas de Antioquía de Siria “ministraban al Señor” (Hch 13:2). Si bien los contenidos profetizados y las enseñanzas impartidas tenían como destinatario la congregación, no se debe olvidar que la verdadera audiencia del siervo de Dios es el Señor mismo. Dios es el destinatario de todo ministerio espiritual, lo que está en sintonía con el mandato de 2ª Timoteo 2:15 “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”, Colosenes 3:23 dice “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. 

 

La misión en Chipre y el encuentro con Barjesús

 

La ruta de Bernabé y Saulo fue desde Antioquía a Seleucia y una vez en Chipre se movieron desde Salamina hasta Pafos. En este momento estaban acompañados por Juan Marcos.

 

La actividad de la misión era “anunciar la palabra de Dios” y esto lo hacían en las sinagogas de los judíos, lugar donde se hallaba la audiencia prioritaria para el Evangelio (Rm 1:16). Al llegar a la localidad de Pafos se encuentran con el procónsul Sergio Paulo, el cual al parecer tenía interés en escuchar los relatos judíos y probablemente cualquier cosa nueva, de ahí su cercanía con el mago Barjesús.

 

El versículo 6 describe a Barjesús como un cierto mago, falso profeta y judío. Que este sujeto termine representando a la población de Pafos no es un hecho azaroso. En Pafos, ciudad principal de la isla, se realizaba la fiesta "la afrodisíaca" en honor a Afrodita y asistía mucha gente de Chipre y de otras partes también. Durante la fiesta abundaba la prostitución sacerdotal en torno a la diosa, además de otros excesos. Esta descripción da cuenta de la inmoralidad e idolatría de la localidad (1).

 

El proconsul Sergio Paulo tenía interés en escuchar el evangelio de parte de Bernabé y de Saulo, pero su compañía Barjesús se resistía a esto. La guerra espiritual tiene su esencia en esta narrativa, el mensaje de salvación portado por varones de Dios y las huestes de maldad deteniendo con “injusticia la verdad” (Rm 1:18). La Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre, es la que hace renacer al hombre de simiente incorruptible, por eso el ataque de las huestes de maldad es hacia la Escritura, queriendo de esta manera estorbar el avance del Reino de Dios. El pasaje resume el ministerio de los apóstoles en una sola actividad: “anunciar la Palabra de Dios” (Hch 13:5). Si no se anuncia la Palabra de Dios, no hay guerra espiritual alguna.

 

Pablo responde duramente a Barjesús por su intento de obstruir el evangelio: “!!Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?” (Hch 13:10). Qué diferencia hallamos en la respuesta de Pablo a este falso profeta con la actitud de algunos líderes cristianos de nuestro tiempo, más preocupados de su propia reputación y corrección política que de dar una señal de firmeza ante la maldad. La respuesta de Pablo no es diplómatica, sino apasionada y categórica ante la seriedad de lo que estaba enfrentando. No hay nada de relaciones públicas en la respuesta del apóstol.


El episodio termina con Pablo sentenciando una ceguera temporal sobre el mago, incapacidad física que podría estar reflejando su propia condición espiritual "E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas" (Hch 13:11). Felizmente, la bondad de Dios permite la fe en el procónsul. Es de notar que Sergio Paulo no se maravilla del milagro, sino de la doctrina del Señor (Hch 13:12).

     



[1] Extraído de Comentario MacArthur del Nuevo Testamento, Hechos, Portavoz, USA, 1994. Pág. 326.

viernes, 18 de diciembre de 2020

La inmoralidad institucionalizada de nuestro tiempo

 


Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

Profesando ser sabios, se hicieron necios

Romanos 1:21-22

 

Puede parecer contradictorio, pero la Biblia afirma que la humanidad sí ha conocido a Dios, o sea, ha tenido la posibilidad de saber de él por medio de lo que en teología se denomina la “revelación general”; el universo, la tierra y todo lo que en ella habita. 

 

Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (1) (Rm 1:20). 

 

Como si todo esto fuera poco, el hombre tiene una conciencia innata de la existencia y poder de Dios (Rm 2:15). Por esta razón, en el día del juicio no habrá excusa para quienes prefirieron negarlo. 

 

Negar a Dios exige un gran esfuerzo, un gasto de energía mental similar al de alguien que esconde una vida paralela. El Salmo 14 dice que los negadores de Dios son necios, lo que pareciera contradecir lo que vemos a diario, donde los personajes más ilustres no tienen relación con el Dios de la Biblia. Sin embargo, la negación de Dios no se relaciona tanto con necedad intelectual, sino con insensatez moral, con la absoluta imposibilidad de vislumbrar siquiera un ápice de la gloria de Cristo. Privarse de esto es la suprema insensatez.

 

La necedad lleva a la inmoralidad y esta última va aumentando como bola de nieve debido al descontrol humano. En los últimos años la descomposición valórica ha superado varios umbrales de ofensa contra Dios, son las mismas instituciones las que se modifican para dar cabida al pecado, son las leyes las que cambian para que el pecado sea normalizado.

 

Todos estos cambios se han dado en un lapso de tiempo increíblemente corto. Hace no más de 20 años minorías de diverso tipo dejaron de ocupar espacios marginales en la discusión pública y pasaron a convertirse en la expresión de grupos “oprimidos” por la estructura social, en una lectura marxista de tipo cultural, a la Escuela de Frankfurt. Con el tiempo estos grupos oprimidos se supieron instalar estratégicamente en espacios de poder y su tímida reivindicación ha pasado a ser el discurso dominante de prácticamente todo occidente. ¿Cómo lo hicieron en tan poco tiempo? ¿quién los respalda? Para un cristiano es fácil suponer quién está detrás de todo. Fueron exitosos en la implementación de programas de adoctrinamiento cultural, difundidos por prácticamente la totalidad de los medios de comunicación y absolutamente toda la industria de la entretención. No exagero al decir que se trata de una modificación a escala planetaria de ciertas pautas culturales, relacionadas a la moral sexual principalmente, situación sin precedentes en la historia de la humanidad, y cuya rapidez ha sido posible gracias a las nuevas tecnologías de la información y comunicación digital. 

 

Cuando pautas anti-bíblicas se convierten en institucionales, el pecado ya no es solo de carácter individual, es la sociedad completa la que condesciende en desafiar a Dios. Las instituciones -las leyes- operan con fuerza coercitiva, se imponen a los individuos, adquieren vida independiente de sus “creadores” y se defienden ante los discursos que las cuestionan. El matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, la despenalización del consumo recreativo de drogas y la adopción homoparental son algunos ejemplos de ofensas institucionales a Dios.

 

Las valoraciones se invierten, los principios bíblicos pasan a ser “discursos de odio” y lo que el cristiano considera “bueno” es rechazado como algo “malo” por la sociedad-mundo. Como tantas otras veces, Dios ya nos había advertido que pasaría esto. 



[1] A propósito de Romanos 1:20, recordé una hermosa cita que expande la significación de este versículo: “Dios hizo al hombre pequeño y el universo grande para decir algo acerca de sí mismo.” – John Piper

 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Estudio capítulo 12 de Hechos

 



Herodes mata a Jacobo y encarcela a Pedro 

Dos situaciones lamentables para la Iglesia se presentan en este capítulo: la persecución desde el poder político y el uso utilitarista del padecimiento cristiano como moneda de cambio por la simpatía de los judíos. En ambos casos, la iglesia experimenta sufrimientos injustos, pero que en definitiva son por causa del nombre de Cristo.

 

El capítulo comienza con Herodes Agripa I (nieto de Herodes el Grande) el que reinó entre 37 y 44 d.C. Fue nombrado gobernador de Palestina en el 41 d.C. y siempre buscó congraciarse con los judíos por medio de la persecución de los cristianos (1). La muerte a espada a Jacobo, el primer apóstol mártir, da cumplimiento a las palabras de Cristo en Marcos 10:39, cuando indica el tipo de muerte que tanto Jacobo como su hermano Juan enfrentarían “A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados”. El texto también menciona que Herodes “echó mano a algunos” de la iglesia para maltratarles.

 

El ataque de Herodes continuó y el siguiente afectado fue el apóstol Pedro. Aprovechando los días de la fiesta de los panes sin levadura (siete días después de la Pascua), Herodes mandó a encarcelar a Pedro asegurándose con cuatro grupos de soldados que su prisión fuera insalvable. La idea de encarcelar a Pedro era hacerle un “guiño” a los judíos, pues después de la festividad Herodes se proponía sacarlo de la cárcel (Hch 12:4).  Mientras tanto, la iglesia de Cristo no cesaba de orar por Pedro. 

 

Pedro es liberado de la cárcel 

 

Dios es soberano, no tenemos duda de aquello, e interviene en las circunstancias humanas frustrando los propósitos de los hombres. El episodio relatado en este pasaje es un claro ejemplo de aquello.

 

La condición de Pedro en la cárcel era de “alta seguridad”, “estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel” (Hch 12:6). Esta situación hacía imposible que Pedro pudiera liberarse por si mismo, recordemos además que en caso de fuga los vigilantes eran castigados con su propia muerte. 

 

En este escenario la intervención divina a través de un ángel sucede de forma sutil e inadvertida, salvo para el propio Pedro. Sucedieron acontecimientos milagrosos como la iluminación de la cárcel por una luz resplandeciente (Hch 12:7), la caída automática de las cadenas que ataban a Pedro (Hch 12:7) o las puertas de hierro de la cárcel que se abrieron por si solas (Hch 12:10). El apóstol no sabía si lo que le estaba pasando era realidad o un sueño, recordemos que recientemente había tenido la visión del lienzo lleno de cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves del cielo (Hch 10:10-16). Por esta razón, su mente humana podría verse afectada en la normal percepción de las cosas. Ya estando fuera de la cárcel Pedro vuelve en si y se convence de la realidad de lo vivido “Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba” (Hch 12:11).

 

El libro de Hebreos presenta a los ángeles con una función particular “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (He 1:14). Más que un rol “esotérico” o de “guardia personal”, el ministerio angelical es puesto en servicio del Reino de los Cielos y de todos los que por la gracia de Dios son partícipes. Interesante es contrastar la acción de este ángel en la liberación de Pedro con el concepto de “ángel de la guarda” que tenía la familia de María.

 

Pedro visita la casa de María, la madre de Juan Marcos 

 

Al salir de la cárcel Pedro busca refugio en la casa de María, la madre de Juan Marcos. Había amistad entre Pedro y la casa de María, los cuales también tenían parentezco con Bernabé, por lo que se trataba de hermanos y además personas muy cercanas. Además, mientras el apóstol estuvo preso en la cárcel, la casa de Maria estuvo en constante oración por la situación de Pedro, “La oración eficaz del justo puede mucho” (St 5:16).

 

Sin embargo, aún cuando oraron incesantemente por Pedro, les pareció poco creíble que el apóstol estuviera llamando desde fuera de la casa. Cuando Rode reconoció la voz de Pedro, en vez de abrirle la puerta corrió al interior a contar lo que estaba viendo, y los que estaban dentro, en vez de creer que Pedro había sido liberado dijeron: “¡¡Es su ángel!!” (Hch 12:15). Esta mención da cuenta de la supertición judía del “ángel guardián”, el que en algunos casos podía tomar la propia apariencia de la persona guardada. 

 

Ya habiendo ingresado a la casa de María, el apóstol les narra su experiencia en la cárcel y la manera milagrosa en que fue liberado. Finalmente Pedro “salió, y se fue a otro lugar” (Hch 12:17). Hasta el día de hoy no sabemos hacia qué lugar se dirigió el apóstol, esta es la última mención de Pedro en el libro de Hechos. “Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro” (Hch 12:18). La fuga llegó a conocimiento de Herodes, el cual decide matar a los guardias. 

 

Muerte de Herodes 

 

Finalmente se registra la muerte de este rey. Como era de esperarse, muere asociado a circunstancias que dan cuenta de su maldad y antagonismo con Dios. 

 

Herodes estaba enojado con unos embajadores de Tiro y de Sidón, lugares que estaban fuera de la jurisdicción de Herodes. Como el enojo del rey no era favorable a los embajadores, vinieron a establecer un acuerdo de paz con Herodes (acuerdo posible previo soborno de Blasto, camarero del rey).

 

Entonces Herodes optó por hacer la paz con los embajadores y los invita a un espectáculo de cierre, con la idea de sobresalir y mostrar su gloria sobre ellos. Es conocida la cita del historiador judío Josefo sobre este mismo acontecimiento: “Herodes se puso ropa hecha totalmente de plata, de una contextura totalmente asombrosa, y entró al teatro temprano en la mañana; en aquel momento la plata de sus ropas iluminó el suave reflejo de los rayos del sol, y brillaban de una manera sorprendente” (Antiguedades XIX, vii 2) (2)

 

Ante esta situación el pueblo trató de halagar a Herodes gritando “Voz de Dios, y no de hombre” (Hch 12:22). Josefo dice que Herodes no rechazó este reconocimiento, pues “no los reprendió, ni rechazó esos halagos impíos” (Antiguedades XIX, vii 2).

 

La acción de Dios no se hizo esperar, “Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hch 12:23). Nuevamente un ser angélical aparece en la narración.

 

El avance del Reino de Dios

 

A pesar del ataque del poder político de la época, la Palabra de Dios seguía creciendo y multiplicándose (Hch 12:24). Este reporte del progreso de la Palabra de Dios se suma a muchos otros que Lucas hace sobre el avance del Reino de Dios (Hch 4:4, 6:7, 9:42, 12:24, 13:48-49, 17:4, 17:12, 17:34, 19:20). 

 

Desde este momento en adelante la narrativa del libro de Hechos cambia y se centra en los ministerios de Bernabé y Pablo.



[1] Extraído de Biblia de Estudio MacArthur, Grupo Nelson, USA, 2011. Pág. 1502.

[2] Extraído de Comentario MacArthur del Nuevo Testamento, Hechos, Portavoz, USA, 1994. Pág. 316.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Estudio capítulo 11 de Hechos



Pedro es cuestionado por compartir en la casa de Cornelio

 

Hasta Jerusalén llegó la noticia que Pedro había entrado en la casa de un gentil y había comido con él. La Biblia dice que creyentes judíos le cuestionaron a Pedro el haber hecho esto “¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hch 11:3). Ahora queda más claro el por qué Dios le confirma a Pedro el deber de visitar a Cornelio (Hch 10:19-20), pues probablemente, de no mediar esa intervención divina, Pedro no habría aceptado la invitación de los enviados por Cornelio desde Cesarea. 

 

Pedro narra la visión que recibió de Dios

 

Ante este cuestionamiento, Pedro respondió contando en detalle la experiencia vivida en el éxtasis durante su permanencia en Jope. Como es sabido, un gran lienzo desciende desde el cielo, con animales terrestres, fieras, reptiles y aves, mientras una voz celestial le ordena matar y comer. Como era de esperarse, Pedro rechaza aquella instrucción reclamando que jamás ha comido algo inmundo en su vida, a lo que la voz del cielo le responde “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 11:9). La situación se repitió tres veces y luego el lienzo volvió a subir al cielo, lo que simboliza la “procedencia” del mensaje.

 

Pedro cuenta su ministerio en casa del centurión

 

Pedro fue comprendiendo paulatinamente el significado de la visión recibida, la cual transmitía la apertura oficial del Reino de Dios hacia los gentiles, además de la abrogación de las legislaciones alimentarias del Antiguo Testamento. Probablemente, cuando llegaron los enviados de Cornelio, el apóstol Pedro no comprendía aún la revelación en su totalidad, por lo que Dios tuvo que indicarle explícitamente cómo proceder ante la invitación de los de Cesarea “Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar” (Hch 11:12). Sólo con esta declaración Pedro estuvo confiado en participar de la comunión con incircuncisos. 

 

Las palabras de Dios predicadas por Pedro resultarían en salvación para Cornelio y todos los que estuvieron presentes en su casa. En éstos fue derramado el Espíritu Santo de la misma manera en que recayó sobre los apóstoles y discípulos en Hechos 2. Esta era una situación muy sorprendente para un judío, pues siempre pensaron que el don del Espíritu era privativo de los de la circuncisión.

 

Al observar la situación Pedro recuerda las palabras de Cristo, que los creyentes serían bautizados en el Espíritu Santo. Las restantes palabras de Pedro en el versículo 17 muestran que los apóstoles tenían una adecuada y muy balaceada percepción de si mismos. En efecto, si Dios concedía el don del arrepentimiento y salvación a los gentiles “¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”, dice Pedro. La cabeza y suprema autoridad de la Iglesia es el Señor y sus instrucciones no deben ser discutidas ni comentadas por los hombres, pues ¿quién somos nosotros para cuestionar el proceder de Dios?.

 

Finalmente, los creyentes judíos que cuestionaron a Pedro cambiaron su punto de vista y se gozaron en que los gentiles recibieran la posibilidad de arrepentimiento para vida.

 

La iglesia comienza a predicar a los gentiles

 

La iglesia cristiana comienza a tomar un nuevo lugar en Antioquía de Siria, esta localidad se constituirá en la “base de operaciones” de las misiones de Pablo en lo sucesivo. Hasta este momento, los esparcidos producto de la persecución que siguió a la muerte de Esteban predicaban el evangelio sólo a judíos, sin embargo ya habían algunos evangelistas en Chipre y en Cirene que también le hablaban a los griegos. Lo importante es que todo esto contaba con el respaldo del Señor, lo que se traducía en un gran número de creyentes convertidos a Cristo (Hch 11:21). 

 

Estas conversiones llegaron a oídos de la iglesia en Jerusalén, por lo que enviaron a Bernabé como delegado a observar la situación. Recordemos que tiempo atrás la iglesia de Jerusalén había enviado a Pedro y Juan a Samaria a observar lo sucedido con Felipe y el eunuco, ahora le correspondió a Bernabé la supervisión de los nuevos acontecimientos que se estaban dando en Antioquía y alrededores. Bernabé tenía una conexión cultural con la zona, él era un chipriota judío de nacimiento, lo que le facilitaba su interacción con los nuevos conversos de Antioquía, sin duda mejor que la que podría tener un judío que jamás había salido de Judea. Bernabé se alegró al ver la gracia de Dios siendo derramada tanto en judíos como gentiles y exhortó a la congregación naciente a perseverar en el Señor. La confirmación de la presencia poderosa del Señor en este ministerio fue nuevamente que “una gran multitud fue agregada al Señor” (Hch 11:24). 

 

Considerando tal situación de crecimiento, Bernabé fue a Tarso en búsqueda de Pablo. Esta no sería una tarea fácil, pues habían transcurrido al menos tres años desde que Pablo había huído a Jerusalén (Hch 9:30). Probablemente Pablo estaba enfrentando una situación compleja producto de su conversión al cristianismo (Fil 3:8). No obstante, la misión de Bernabé fue exitosa y la voluntad de Dios se hizo visible al traer a Pablo a Antioquía, lugar donde ambos enseñaron durante un año. En Antioquía “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez” (Hch 11:26).

 

El profeta Agabo

 

La Biblia destina la sección final del capítulo a describir la llegada a Antioquía de un grupo de profetas procedentes de Jerusalén, lo que indicaría que el oficio profético tal como lo conocemos desde el Antiguo Testamento aún tenía vigencia en este periodo. Entendemos que eran profetas verdaderos, pues el contenido de su predicción se cumplió con exactitud. Suponemos que eran cristianos, ya que procedían de Jerusalén y se dirigían a Antioquía, a interactuar con creyentes. Uno de los mencionados, Agabo, predijo una hambruna en los tiempos de Claudio (emperador romano entre 41 y 54 DC), lo que sirvió a los hermanos de Antioquía a preparar ayuda para los de Judea. Al parecer este Agabo sería el mismo profeta que aparece mencionado en el capítulo 21 de Hechos, profetizando nuevamente una situación que encontraría pleno cumplimiento tiempo después.

 

 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Estudio capítulo 10 de Hechos

 


Visión de Cornelio

 

El capítulo comienza con Cornelio, uno de los sesenta oficiales que conformaban una legión romana, la cual dirigía cien hombres (1). Este Cornelio era un “temeroso de Dios”, lo que corresponde a un creyente en el Dios de la Biblia, respetuoso de la ley y de los rituales judíos, pero que no había incorporado por completo los elementos culturales propios del judaísmo, como por ejemplo la circuncisión. La Biblia es generosa con la descripción de Cornelio, se dice que era un varón “piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre” (Hch 10:2), lo que con toda seguridad lo hacía bienvenido en las sinagogas y en los círculos hebreos. Sin embargo, existía un claro muro de separación entre los miembros del pueblo del pacto y los gentiles, o sea, los que no eran judíos.

 

Este hombre temeroso recibe una visión de parte de Dios, al parecer sus buenas obras tendrían conexión causal con la revelación que se le dio, pues el ángel le dice “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” (Hch 10:4). En el sueño, el mensajero de Dios le pide que envíe hombres a buscar al apóstol Pedro, que se encontraba en la localidad marítima de Jope, instrucción que Cornelio obedece de inmediato “Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo” (Hch 10:7-8).

 

La revelación por sueños a Cornelio es la primera que aparece en este capítulo y veremos que su propósito final es que él pueda oir el poderoso mensaje del evangelio. La conversión de Cornelio también demostraría que la salvación no es asunto privativo de los judíos, se trataría del primer caso de un gentil convertido a Cristo por obra de un apóstol, recordemos que anteriormente el etíope eunuco, también gentil y temeroso de Dios, fue llevado a Cristo por la predicación de Felipe, uno de los siete servidores.

 

Visión de Pedro

 

Mientras los enviados de Cornelio iban en busca de Pedro, Dios también le revela al apóstol su propósito. Con toda probabilidad, esta abundancia de revelación divina se relaciona con la suprema importancia de los acontecimientos que se estaban llevando a cabo, los cuales constituyen hitos en la historia de la redención, el apóstol Pedro estará abriendo la puerta del evangelio a los gentiles, lo que es una manera de entender las palabras del Señor pronunciadas en Mateo 16:19 “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”. 

 

Pedro se encontraba en la casa de Simón curtidor, y a la hora sexta se dirigió a la azotea con el objetivo de apartarse para la oración, momento en que le vino gran hambre. Este es el contexto del éxtasis en que recibe la revelación, la cual se relaciona con comida. Pedro observa un gran lienzo, lo que podría ser algo así como una sabana que se despliega en el cielo, o como las velas de los barcos antiguos cuando se inflaban por efecto del viento. Esta sábana le mostraba todos los cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves existentes, tanto limpios como inmundos. Al momento que se desplegaba el lienzo una voz le dice, “Levántante, Pedro, mata y come” (Hch 10:13) lo que era una orden abiertamente contraria a la ley de Moisés (Lv 11:25-26), por lo cual Pedro responde “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (Hch 10:14). Nuevamente la voz le habla a Pedro y le hace una suave interpelación “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 10:15). La situación se repitió tres veces, al parecer para eliminar cualquier tipo de duda, y el lienzo volvió a ser recogido desde el cielo, confirmando de esta manera la procedencia del mensaje.

 

Los enviados de Cornelio visitan a Pedro

 

Finalizada la revelación, llegan los hombres enviados por Cornelio al lugar donde se encontraba Pedro, los que tenían por misión llevarlo a Cesarea. Mientras Pedro seguía reflexionando en la visión el mismo Espíritu Santo le avisa “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hch 10:19-20). Esta instrucción de Dios le permite a Pedro aceptar sin problemas la invitación de los enviados de Cornelio, que eran gentiles. No hay que olvidar que la comunión de judíos con gentiles era algo muy mal visto entre los judíos. El rechazo hebreo no era tanto hacia la persona gentil, sino a los alimentos que ellos consumían, pues no diferenciaban entre animales limpios e inmundos. Esa era la causa de fondo de la negativa hebrea a compartir la mesa con los gentiles. 

 

Pedro les pregunta a los enviados, ¿cuál es la causa por la que habéis venido? (Hch 10:21), y ellos les revelan la situación. Pedro hace entrar a los enviados por Cornelio, los hospeda y al día siguiente los acompaña en dirección a Cesarea. 

 

Pedro y Cornelio se encuentran

 

Al día siguiente llegaron a Cesarea donde no sólo el centurión los esperaba, sino también los parientes y amigos más íntimos de Cornelio, todos esperando oir las palabras de Pedro. Cornelio ya ponderaba la importancia de las palabras que iba a escuchar, por lo que se aseguró que su gente más querida también tuviera la posibilidad de oir.

 

“Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró” (Hch 10:25). Al parecer Cornelio consideró a Pedro como una persona divina, pues se arrodilló en “adoración”. Pedro de inmediato le ordena levantarse y sin mayor parsimonia le dice “¡Ponte de pie, yo soy un ser humano como tú!” (Hch 10:26 NTV). Una situación similar a ésta se narra en Apocalipsis 19:10.

 

Al ingresar a la casa de Cornelio y comenzar con su disertación Pedro ya ha comprendido el significado de la visión que recibió el día anterior. En un sentido inmediato la revelación le comunicó que no hay alimentos inmundos, la norma veterotestamentaría había sido abrogada. Además, en un sentido más amplio también significa que no hay hombres comunes o inmundos “a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hch 10:28). Reunidos todos, el momento cúlmine estaba por comenzar, la predicación del evangelio y el nuevo nacimiento llegarían también a Cornelio y su entorno más cercano. Cornelio sabía que estaba ante la presencia de Dios, comprendía que las palabras que escucharía de parte del apóstol eran palabras del Dios vivo “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hch 10:33). 

 

Predicación de Pedro

 

“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch 10:34-35). Pedro comienza su exposición reconociendo que el evangelio es pertinente a toda criatura, sin excepción. Este “no hacer diferencias” entre las personas es una expresión que queda marcada en el apóstol, el cual la repite en su primera carta, “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1º Pe 1:17).

 

La predicación de Pedro relata como Cristo predicó el mensaje de la paz a los hijos de Israel (Hch 10:36), haciendo señales y milagros por el Espíritu Santo. Pedro fue testigo presencial tanto de la muerte como de la resurrección del Señor, por lo que las proclamó con toda vehemencia. El Cristo resucitado no fue manifestado a todo el pueblo “sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos” (Hch 10:41). No obstante, la predicación y testificación sí fue una comisión de Dios para todo su pueblo redimido, sin excepción. La predicación apostólica es de continuidad con la de los profetas, con la diferencia que la obra expiatoria del Mesías ya ha sido consumada. El llamado es a la fe y al arrepentimiento, para así recibir el perdón de pecados por su nombre (Hch 10:43).


El Espíritu Santo es derramado en el entorno de Cornelio

 

Todo este proceso de revelaciones y predicación tuvo por propósito que tanto Cornelio como su entorno cercano alcanzaran salvación de la forma en que Dios lo estableció, mediante la predicación de Cristo crucificado en expiación por el pecado, único nombre dado a los hombres en el cual se puede hallar salvación.

 

El sello del Espíritu Santo recayó en Cornelio y en todo el grupo de oyentes de las palabras de Dios predicadas por el apóstol Pedro. Los judíos que fueron a presenciar este encuentro se impresionaron al ver al Espíritu Santo derramándose sobre los gentiles, siendo la expresión visible de este acontecimiento el que “hablaban en lenguas y magnificaban a Dios” (Hch 10:46). De ninguna manera esta situación se prestó para celos, más bien hubo contentamiento en que los gentiles fueran también partícipes del don de Dios. Cuando los otros apóstoles supieron que el Espíritu Santo había caído también en los gentiles “… glorificaron a Dios, diciendo: !!De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hch 11:18).

 

Al igual que el Eunuco etíope, Cornelio y sus cercanos una vez que creyeron al evangelio, fueron bautizados en agua, en el nombre del Señor Jesús (Hch 10:48). 

 

 

 

 

 

 (1) Biblia de Estudio, John MacArthur, Grupo Nelson, 1997.

sábado, 24 de octubre de 2020

Estudio capítulo 9 de Hechos



La conversión de Pablo

 

El capítulo comienza describiendo a Pablo antes de encontrarse con el Salvador “respiraba amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” y se esforzaba en cazar a los cristianos en Damasco para llevarlos presos a Jerusalén (Hch 9:1). Era público y conocido su actuar, Ananías conversando con Dios le dice respecto de Pablo “cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén” (Hch 9:13). 

 

Uno de los más fieros perseguidores de la iglesia de Cristo fue escogido por Dios para llevar a cabo una tarea, servir como “instrumento escogido” de Dios para difundir el Evangelio a gentiles, reyes y también entre los hijos de Israel. ¿Por qué razón escogió Dios a Pablo? Esa respuesta no la encontraremos en la Biblia y ninguna conjetura que busque una razón de la elección de Pablo o de cualquier cristiano será satisfactoria, de hecho, si hubiera algún atributo destacable en el ser humano que lo hiciera propicio a la elección de Dios, no estaríamos hablando de gracia. Lo cierto es que Pablo, antes y después de su conversión, fue un hombre fiel a sus convicciones, fariseo estrictamente observante, en cuanto a la justicia que es por la ley, irreprensible (Fil 3:6) y como el cristianismo constituía una gran amenaza al judaísmo, Pablo también fue un gran perseguidor de la iglesia (Fil 3:6). De lo anterior se desprende un rasgo característico del futuro apóstol, su indiscutible valentía. En efecto, después de su encuentro con Cristo, luego de reponerse de su ceguera temporal “En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios” (Hch 9:29).

 

¿Cómo llegó el Señor al encuentro de Pablo? La historia es bien conocida. El Señor le habla a Pablo diciéndole “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ... Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hch 9:4-5). El aguijón correspondía a una especie de pala o de vara que se usaba para espolear el ganado, de esta manera Dios le decía a Pablo que su ataque a la iglesia era contra Dios mismo, lo que es equivalente a hacerse daño sin propósito alguno. Luego el Señor le instruye a trasladarse de ciudad, donde se le diría lo que debía hacer. Este resplandor desde el cielo cegó a Pablo, por lo que tuvo que ser conducido a Damasco con ayuda de los hombres que estaban con él. 

 

Para remediar esta ceguera momentánea Dios envía a un discípulo llamado Ananías al lugar donde se hallaba Pablo, con la instrucción de ponerle “las manos encima para que recobre la vista” (Hch 9:12). Saulo de Tarso no sólo recupera la vista física, sino que también recibe vista espiritual, abriendo su entendimiento para que pueda resplandecer la luz del evangelio de la gloria de Cristo en su corazón, el cual es la imagen de Dios (2º Co 4:4). De esta manera, el resplandor de la gloria de Cristo elimina la ceguera espiritual del hombre.

 

Pablo era un instrumento escogido de Dios, y como sabemos, Dios no se tomó la molestia de indicarnos la razón de su elección. Además, tan importante como saber que Dios escogió a Pablo como instrumento es la declaración que le sigue: “porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hch 9:16). El padecimiento por causa de Cristo no constituye algo extraño a la fe, más bien hay muchos pasajes en las Escrituras que establecen una íntima conexión entre los padecimientos y el gozo del reino de Dios. El apóstol Pedro sintió gozo al ser tenido digno de padecer por causa del nombre (Hch 5:41), en su primera carta a los cristianos que están sufriendo la persecución los alienta diciéndoles “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pe 4:12-13). El mismo el apóstol Pablo, en referencia a las tribulaciones, dice: “A fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos” (1º Ts 3:3).

 

Ananías obedece al Señor, pone sus manos sobre Pablo y él recupera su visión “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hch 9:18). Posterior a su bautismo, Pablo compartió algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.

 

Como mencionábamos, días después de su conversión Pablo ya estaba predicando en las Sinagogas, diciendo que Cristo era el Hijo de Dios. Muchos al ver a Pablo sostener un nuevo discurso dudaban de la veracidad de su fe, pero este escepticismo de parte de sus oyentes lo impulsaba a esforzarse cada vez más por demostrar la verdad sobre el Señor.

 

La conversión de Pablo a Cristo sucedió de forma instantánea, abrupta. Creo que no hay razón para pensar que esta situación sea un caso particular, más bien todos los personajes mencionados en el libro de Hechos experimentaron una conversión del mismo tipo, radical. Los protagonistas de conductas abiertamente desviadas han sido sujetos de dudosa regeneración, como Ananías y Safira, o de clara inconversión, como Simón el mago.

 

Pablo escapa de los judíos y retorna a Jerusalén

 

“Pasados muchos días..” (Hch 9:23), en este punto histórico debería insertarse la visita de Pablo a Arabia, o sea, el periodo mencionado en Gálatas 1:17-18 (1). Una posible línea de tiempo establece la conversión de Pablo rumbo a Damasco en el año 35 D.C. para trasladarse posteriormente a Arabia hasta el año 38 D.C. desde donde escapa para llegar a Jerusalén. En la segunda carta a los Corintios se describe el escape de Pablo en un canasto, saliendo por una ventana, escapando de la mano de los judíos que habían resuelto en consejo matarle (2 Co 11:33).

 

En Jerusalén no todos le creían a Pablo ser un auténtico cristiano, y claro está, Pablo fue un duro perseguidor de la iglesia, por lo que la duda de los discípulos era legítima y debía ser resuelta de alguna manera. Bernabé, que anteriormente había aparecido entregando el valor de su heredad a la comunidad cristiana naciente (Hch 4:36), intervino en defensa de Pablo y contó “cómo Saulo … en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús” (Hch 9:27). Como vimos más atrás, la valentía fue un atributo característico de Pablo y no disminuyó después de haber conocido al Salvador. En Jerusalén Pablo “hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle” (Hch 9:29). Pablo había adquirido el mismo denuedo que previamente habían mostrado los apóstoles en Jerusalén, y por el cual oraban fervientemente (Hch 4:29), este valor procedía del Espíritu de Dios.

 

Importante hacer el punto respecto del valor. Es de notar que la “prueba” de la fe de Pablo que esgrime Bernabé es el denuedo en predicar a Cristo, su valentía. Al parecer este argumento fue una evidencia irrefutable de la fe genuina del apóstol, que disipaba toda duda. La valentía puesta al servicio de la causa de Cristo, el denuedo de predicar la Palabra de Dios estando bajo amenaza de muerte, fueron razones suficientes para convencer a los que dudaban.

 

Milagros de Pedro

 

Repentinamente la narrativa de este capítulo cambia a la localidad de Lida, donde el apóstol Pedro continúa realizando prodigios y señales. El apóstol fue a visitar a los cristianos de ese lugar, sanando a un paralítico llamado Eneas, lo que sirvió de señal a muchos que se conviertieron al Señor (Hch 9:35).

 

Otro milagro sucedió en Jope, localidad cercana a Lida. Una discípula llamada Tabita en arameo, o Dorcas en griego, y que abundaba en buenas obras murió. Por razón de este fallecimiento Pedro acude al lugar y pronuncia las siguientes palabras “Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” (Hch 9:40). La resurección de Tabita se hace notoria en toda Jope, “y muchos creyeron en el Señor” (Hch 9:42). Es de notar que en ambos milagros se observa la misma consecuencia, muchas personas creyeron en Cristo.

 

 

 

 



(1) Extraído de comentario en La Biblia de las Américas, Biblia de Estudio, The Lockman Foundation, USA, 2000.

sábado, 10 de octubre de 2020

Estudio capítulo 8 de Hechos



Pablo asola a la Iglesia

 

Después de la terrible muerte de Esteban narrada en el capítulo anterior se desató una gran persecución contra la iglesia. Esto llevó a los discípulos y demás seguidores a repartirse por Judea y Samaria (Hch 1:8), mientras los apóstoles permanecieron en Jerusalén.

 

Se destaca la lamentable participación de Saulo, tanto en la muerte de Esteban como en la persecución a la iglesia “Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hch 8:3). Esta información permite ponderar el poder regenerador de Dios, convirtiendo a un duro enemigo del cuerpo de Cristo en probablemente su más grande testigo. Si bien Pablo siempre será reconocido por su apostolado, él mismo no pudo dejar de recordar sus acciones pasadas, previas a su encuentro con el Salvador, las que le sirven de barrera de contención ante cualquier brote de orgullo humano “habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad” (1º Tm 1:13). Esta información contribuye a que la gloria debida a las proezas apostólicas sea dirigida a Dios y no a hombres caídos.

 

La persecución apresuró a la iglesia a anunciar el evangelio en otras localidades. En este contexto Felipe  -uno de los siete servidores del capítulo 6- predicaba a Cristo camino a Samaria, mientras la gente lo escuchaba animadamente. En este periodo la predicación se caracterizaba por ir acompañada de abundantes señales, las que favorecían a los oyentes “Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados” (Hch 8:7). Estas señales autenticaban tanto a los portadores como al mensaje mismo del evangelio, pues los oyentes forzadamente debían reconocer que los milagros ocurridos no eran obra de hombres.

 

El caso de Simón el mago

 

Sin embargo, este componente más “sensorial” o “espectacular” de las señales pronto se prestó para un mal uso. Un sujeto llamado Simón, de actividad mago, quedó muy impresionado con el poder desplegado a través de las señales y milagros que hacía Felipe, por lo que quiso unirse al grupo de discípulos buscando tener ese mismo poder “También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hch 8:13). Simón era mago, y los sucesos relacionados al accionar del Espíritu Santo los siguió interpretando desde su actividad, por eso se sorprendió con el poder desplegado por Felipe.

 

La fe y bautismo de Simón siempre han sido objeto de controversias, el versículo antes citado da a entender que Simón efectivamente llegó a la fe. Entre los que apoyan este punto de vista se cuenta al mismo Juan Calvino, que leía este pasaje entendiendo Hechos 8:24 como la expresión de un creyente con un arrepentimiento genuino. Sin embargo, personalmente adhiero a la perspectiva opuesta, la que ve en Simón a una persona que sólo recibe la palabra, pero que no echa raíces ni menos genera fruto. Correspondería a los casos de las semillas sembradas en terrenos estériles de la parábola del sembrador (Mt 13:18-23).

 

Simón observa que el don del Espíritu Santo se recibía por imposición de manos [1] y apresurándose quiso disponer de este poder pagando una suma de dinero. Lógicamente que su corazón no buscaba el sello o garantía de salvación, ni tampoco la persona divina que guiara su vida espiritual, Simón simplemente buscó mejorar el poder para su espectáculo. El apóstol Pedro -que había llegado a Samaria al saber de la obra evangelistica de Felipe- inmediatamente se dio cuenta que Simón no tenía un corazón transformado, y que motivaciones pecaminosas gobernaban completamente su voluntad. Pedro no tiene dudas y le dice directamente a Simón:

 

“Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hch 8:20-23).

 

Superado este triste e incómodo momento, los apóstoles continuan anunciando el evangelio entre las poblaciones de samaritanos, siendo testigos del Señor Jesucristo en zonas gradualmente más alejadas de Jerusalén, tal como el Señor lo adelantó en Hechos 1.

 

Felipe y el etíope

 

La historia de Felipe y el etíope muestra varios aspectos de la forma en que Dios actúa para llevar el evangelio a los seres humanos. De partida, a través de un ángel Dios envía a Felipe al camino que va desde Jerusalén a Gaza, porque justamente en esa dirección Felipe se cruzaría con alguien de mucho interés para Dios. Este hombre era funcionario de Candace, la reina de Etiopía, de un rango importante. Además, era un varón “temeroso de Dios”, o sea, un creyente en el Dios hebreo que no adoptaba los elementos culturales de Israel. Cuando el creyente en el Dios bíblico adoptaba las pautas culturales judías se le llamaba “prosélito”.

 

La historia de Felipe y el eunuco es bastante conocida (Hch 8:26-40), el funcionario iba en su carro con dirección a Jerusalén mientras leía al profeta Isaías. Felipe, guiado por el Espíritu Santo, se cruza con el funcionario y le pregunta si comprende lo que estaba leyendo, el eunuco le responde negativamente pidiendo la ayuda de un maestro. Felipe aprovecha la situación para guiarlo al Señor Jesucristo desde el texto de Isaías. Finalmente, el eunuco cree en el Señor y es bautizado, prosiguiendo gozoso su camino (Hch 8:39).

 

Este episodio es muy interesante por varios motivos. En primer lugar, Dios soberanamente lleva a cabo su plan dentro del "mundo de de la vida" de los hombres sin distorsionar ese marco de existencia. La voluntad de Dios se va implementando invisiblemente a través de las circunstancias humanas, lo que resulta en algo bueno para el hombre desde la perspectiva de Dios (Gn 50:20, Rm 8:28). En el versículo 26 un ángel le comunica una instrucción a Felipe, mientras que en el versículo 29 es el mismo Espíritu Santo el que le dice “Acércate y júntate a ese carro”. Está claro que Dios no necesitaba poner un ángel en ese lugar para comunicar, ni tampoco le era necesario dar una instrucción audible, Dios podía hacer que los eventos sucedieran automáticamente de acuerdo a su voluntad, pero al parecer ese no es siempre su modo de proceder.

 

En segundo lugar, observamos la centralidad de la Palabra de Dios en el ministerio del evangelio “Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hch 8:35). Hemos visto que tanto la predicación de Pedro como la de Esteban tienen siempre su base de sustentación en pasajes del Antiguo Testamento (Lc 24:27), pues la Escritura tiene como propósito revelar al Hijo de Dios. Este varón “temeroso de Dios” leía diligentemente al profeta Isaías (53:7-8) no entendiendo a quién referían las palabras citadas por el profeta. Tristemente, la ceguera espiritual impide hallar al Señor en la Biblia misma, por lo que incluso en la actualidad muchos siguen teniendo problemas con la referencia de este pasaje específico, prefiriendo ver en él una expresión del dolor de la nación de Israel. Es de notar que el Espíritu Santo es el que guía al ser humano a entender el significado que él mismo le imprimió a la Palabra de Dios, y para esta labor el Señor utiliza varias metodologías; en algunos casos ilumina en forma directa, sobrenatural, mientras que en otros dispone de algún miembro del cuerpo celestial para la función docente.

 

Finalmente, Felipe continua anunciando el evangelio en varias ciudades, hasta Cesaréa. Notamos que el evangelismo es una labor constante, de actividad continuada, sin descanso. Por otro lado, el eunuco quedó muy feliz después de haber sido bautizado, “Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino” (Hch 8:39).

 

 

 

 

 

 

 

[1] Un tema controversial se presenta en el versículo 16, donde se revela un desfase entre el momento de creer en el Señor y la recepción del Espíritu Santo. John MacArthur, en su biblia de estudio, explica esta situación de la siguiente manera: “se trataba de un periodo de transición en el cual era necesaria la confirmación de los apóstoles a fin de integrar un nuevo grupo de personas a la iglesia. Debido a la enemistad que existía entre judíos y samaritanos, era indispensable que aquellos recibieran al Espíritu en presencia de los líderes de la iglesia de Jerusalén, lo cual aseguraría la unidad de la iglesia. El retraso también ponía en evidencia la necesidad que tenían los samaritanos de someterse a la autoridad apostólica”.

sábado, 26 de septiembre de 2020

La verdadera comunión



Hay un problema con la definición

Muchas veces los problemas doctrinales surgen de la vaga definición de los conceptos de nuestro “lenguaje cristiano”. El no ser precisos en nuestras definiciones impulsa a que cada persona elabore para si una idea aproximada de lo que significa o puede significar tal o cual palabra. Recuerdo haber oído a Paul Washer comentar sobre los serios problemas que acarrea esta imprecisión en las definiciones, pues conceptos como salvación, gracia o redención son entendidos de forma distinta por las personas. Los problemas doctrinales surgen o se consolidan porque los conceptos que se invocan rara vez se definen, y los oyentes no siempre disponen de un diccionario bíblico a mano. 

 

Pienso que esta situación aplica también para la idea de “comunión”. Estoy convencido que no todos entendemos lo mismo cuando hablamos de comunión entre hermanos. Lo lamentable es que esta indefinición o ambiguedad tiene consecuencias negativas para la congregación, pues livianamente se le llama comunión espiritual a actividades que no lo son, y los hermanos creyendo tener “comunión”, finalmente no la tienen nunca. 

 

La comunión no bíblica entre hermanos: por similaridad social

 

Lo que se entiende por comunión cristiana en la actualidad es básicamente una reunión informal de hermanos en un contexto diferente al de la iglesia, donde se conversan temas variados mientras se consume algo. Rara vez participa la congregación completa en una actividad informal, normalmente solo se convocan personas cercanas al organizador. De esta manera se van conformando grupos de personas similares al interior de la iglesia, los que estrechan lazos en la medida que se reúnen. Los grupos se pueden articular por edad, trabajo, domicilio, estudios, recursos, vacaciones, compras, marcas, etc, dejando automáticamente afuera a las personas que se alejan de la clasificación. Este tipo de agrupamiento cerrado tiene un fundamento mundano, pues son variables “de este mundo” las que determinan la convocatoria a participar y también son las que guían la interacción entre las personas al interior de los grupos.

 

Este fenómeno social es característico en congregaciones donde predominan intereses terrenales por sobre los espirituales, pues estos últimos no tienen la fuerza suficiente para hacer de la congregación un sólo grupo, unánime. En el libro de Hechos es reiterada la mención a la unanimidad en la iglesia apostólica, la que sólo se puede lograr cuando Cristo es el centro de la vida de los miembros “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hch 2:1) o “Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón” (Hch 5:12).

 

La comunión bíblica entre hermanos: por el Espíritu de Dios

 

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch 2:42). La comunión espiritual es el contexto comunitario donde el cristiano en conjunto con sus hermanos, a los cuales ama, puede conocer más al Señor y regocijarse en él.

 

La comunión espiritual incluye oración, estudio bíblico, exhortación y confrontación a través de la Palabra, además de aconsejamiento y consolación. La comunión espiritual requiere de hermanos que anden en luz, como lo advierte el apóstol Juan “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1º Jn 1:6-7).

 

La comunión espiritual entre hermanos es también verdadera comunión con el Padre y el Hijo, por medio del Espíritu Santo “lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1º Jn 1:3). 

 

La verdadera comunión no genera grupos al interior de la iglesia, puesto que lo “común que nos une” es la persona de Jesucristo y eso debería abarcar a la congregación completa. Por esta razón, la comunión en el Señor se vincula con la “unanimidad”, porque somos un solo cuerpo en el Señor, unidos en el mismo ánimo. Cristo es categórico al respecto en Juan 17:22-23 “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”.

 

Conclusión

 

Las iglesias con congregaciones espirituales son más unánimes que las iglesias donde predominan los intereses terrenales, las cuales tienden a dividirse en grupos de personas similares en su interior. 

 

 

 

 

Cristo dio por mi sangre carmesí

  Yo confío en Jesús y salvado soy, por su muerte en la cruz, a la gloria voy.   Cristo dio por mí sangre carmesí, y por su muerte en la cru...